
En lugar de profundizar en el entendimiento de nuestra conformación histórica como latinoamericanos (no como europeos ni indígenas), estas posturas radicales falsean la historia y buscan hacer encajar los hechos por la fuerza a las miradas presentistas del momento.
Con los años, el tema del 12 de octubre se vuelve cada vez más espinoso de analizar para los historiadores, probablemente porque es una fecha que se ha salido de los linderos de la historia y que ha entrado al terreno de la política y de la ideología, atravesando a todo el continente americano y también a España.
Mientras del otro lado del Atlántico la fecha es un festejo de ribetes nacionalistas y de reafirmación de la identidad hispana como imperio civilizador e instrumento de unidad nacional; de este lado vemos discursos violentos e inflamatorios por parte de jefes de Estado y grupos indigenistas que derriban estatuas de los conquistadores y alegan que aquello se trató de un genocidio. Ambos extremos se declaran como enemigos del otro, lo que dificulta el diálogo entre las partes y el entendimiento de nuestro pasado histórico común.
Todos recordamos hace un par de años cuando AMLO declaró que el rey de España y el Papa tenían que “pedir disculpas” por la conquista de los pueblos originarios americanos. Y también, las declaraciones de la alcaldesa de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, afirmando que “el indigenismo es el nuevo comunismo”. Si bien ambas posiciones se hallan en las antípodas de la otra, parecieran ser realmente dos gemelos especulares, dos reacciones extremas del mismo discurso refractario frente al hecho incontrovertible que representa la conquista de América y el problema “del otro”. La otra constatación es que, en efecto, el hecho de que en la actualidad ambas posturas las encarnen dos figuras políticas en lugar de historiadores y antropólogos, significa que el tema del 12 de octubre dejó de ser un debate académico para pasar a tener un uso político al servicio de todo tipo de agendas ideológicas nacionalistas e identitarias.
Sin embargo, en años recientes y de forma preocupante, la caricaturización del 12 de octubre y la conquista de América ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los políticos, pues también la academia se ha salido del carril de la objetividad y del abordaje serio y riguroso del objeto de estudio. De hecho, muchas veces los intelectuales en lugar de aplacar estas furias nacionalistas e identitarias, parecieran más bien echarle más leña al fuego de los extremos políticos.
Por un lado, hay una corriente de hispanofílicos[1] e hispanomaníacos[2] (que no hispanistas) que buscan re-semantizar conceptos como “conquista” y “colonia”, aduciendo que los territorios de la América Española eran una extensión de los dominios de la Corona y que eran parte de su organización político-administrativa estatal, cuando los propios cronistas de las Indias usaban esos mismos términos para relatar lo que sucedía en el Nuevo Mundo. Igualmente sucede del lado de sus contrapartes, pues los indigenistas post-coloniales y decoloniales también tienen problemas con la terminología que se ha utilizado en la historiografía tradicional sobre el tema porque muchos términos no encajan con su propuesta desde la teoría crítica posmoderna frente a la modernidad eurocéntrica y europeizante implantada por los imperialismos.
Ambas posiciones, por cierto, tienen en común su animadversión (y muchas veces odio rotundo) al criollo pues los ven como los artífices del fracaso de los proyectos nacionales republicanos desde el siglo XIX hasta el presente. También ambas visiones tienen en común la añoranza a un pasado idílico que es menester “restaurar”, bien sea que se trate del viejo Imperio Español o de los extintos imperios prehispánicos. En lugar de profundizar en el entendimiento de nuestra conformación histórica como latinoamericanos (no como europeos ni indígenas), estas posturas radicales falsean la historia y buscan hacer encajar los hechos por la fuerza a las miradas presentistas[3] del momento.
Como dirá el celebérrimo escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, a modo de zanjar la estéril discusión entre las viejas leyenda negra y leyenda dorada: «Ambas leyendas son, por descontado, falsas. Lo que pasó en América es bastante más complejo que una leyenda negra o que una leyenda dorada, es la complejidad del alma humana y de los hechos».
[1] Más allá de la «Hispanidad», que es una corriente intelectual y académica interesada en el estudio de la cultura española; la hispanofilia es más bien la admiración, propagandística y justificadora, de lo español en su vertiente más nacionalista.
[2] La Hispanomanía es el relato, usualmente de los extranjeros curiosos y fascinados con la cultura española, que perpetúa estereotipos sobre España.
[3] El presentismo es un vicio historiográfico que plantea juzgar el pasado bajo la óptica y los valores del presente sin tomar en cuenta el contexto y el momento del fenómeno histórico que se estudia.