From Kabul to… Guatemala

From Kabul to… Guatemala
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
06 Dic 2021

La lección afgana bien puede dejar enseñanzas para utilizar en el triángulo norte y en Centroamérica.

Hace un par de meses, el mundo vio con horror las tomas de la evacuación del Aeropuerto de Kabul por las últimas tropas norteamericanas. La desesperación era evidente. La toma de Kabul por los talibanes hacía pensar que el país retornaría a las épocas oscuras de 1996-2001, bajo la cortina de una sangrienta dictadura islamista, sin mayor respeto por los derechos humanos ni los derechos mínimos de las mujeres.

Los cientos de personas que desesperadamente intentaban abandonar el suelo afgano eran -en su mayoría- los protagonistas del intento de construir democracia desde la operación Enduring Freedom de noviembre 2001. Es decir, líderes de partidos políticos democráticos, periodistas, líderes de sociedad civil, mujeres en cargos de liderazgo y dirección, jóvenes activistas, etc.

Encontrar los orígenes de la debacle no resulta difícil. En 2014 (tres años después de la Operación Neptune Star para capturar y/o asesinar a Osama Bin Laden, el verdadero objetivo de Enduring Freedom), el gobierno del Presidente Obama comisionó al General Stanley A. McChrystal para elaborar un informe sobre la situación de Afghanistan. Las conclusiones fueron despiadadas.

La invasión norteamericana llevó la democracia a Afganistán, pero no su mejor versión. El Gobierno de Hamid Karzai -democrático en el papel- rápidamente degeneró en una maquinaria de corrupción, saqueo e impunidad. Muy al estilo del Ejército de Estados Unidos, que tienen acrónimos para todo, la oficialidad americana empezó a referirse al Estado y la mayor parte del Gobierno afgano como VICE (A Vertically Integrated Criminal Enterprise). (https://www.newyorker.com/news/amy-davidson/from-kabul-to-cairo)

Las bromas de pasillos entre los oficiales militares y el mismo informe McChrystal arrojaban un panorama gris. Prácticamente todos los ámbitos de la administración pública estaban sujetos a la corrupción. Los contratos se entregaban a quien pagara el soborno más jugoso. Las resoluciones judiciales se vendían al mejor postor. Licencias, permisos, trámites, favores, todo, se vendía por un soborno. Los escándalos de saqueo estaban a la orden del día. La policía y el ejército afgano, que debían convertirse en los baluartes del mantenimiento del orden post-conflicto, descubrieron que el tráfico del opio era más rentable, por lo que se volvieron los principales carteles de la droga en la zona. Los caudillos tribales y la élite política se enriquecieron a velocidad de vértigo, mientras la población rural aún vivía los resabios de la guerra.

La fusión entre corrupción y criminalidad empezó a podrir las incipientes instituciones. Entre eso y la falta de orden, día a día, más afganos dejaron de creer en la democracia y empezaron a añorar la mano dura talibán.

Dexter Filkins, corresponsal de The New York Times en Medio Oriente, definió de una forma genial las dimensiones de la corrupción afgana. Para ello, recurrió a una analogía. Según Kolenda, la corrupción es como el cáncer, pero no toda la corrupción ni todo el cáncer es igual. Puedes tener pequeña corrupción, entendida como el policía o el funcionario de ventanilla que pide una mordida. Esas actuaciones son como el cáncer de piel: hay muchos tratamientos y probablemente vas a estar bien. Luego está la corrupción administrativa, que es como el cáncer de colon. Esta condición puede ser mortal, sin embargo, si lo descubres a tiempo y estás dispuesto a un tratamiento agresivo, el paciente aún se puede salvar.

Ahora, lo que Kolenda veía en el Gobierno afgano se asemejaba a una cleptocracia, que en la analogía, equivale al cáncer de cerebro. Es una condición mortal. Puedes comprar tiempo de vida, años incluso, pero tarde o temprano, te va a devorar. Sin embargo, con el paso de los años, ese cáncer hizo metástasis. Encuentras tumores en casi todos los órganos; como encuentras corrupción en casi todas las instituciones y procesos públicos. Tu calidad de vida simplemente es mala. Tienes dolor, no puedes comer, te cuesta respirar. Ya ni siquiera es mortal; es tan dolorosa que simplemente quieres huir.

Para entonces, la decisión de la administración Obama, y luego la de Trump, fue la retirada. En el acuerdo de Doha entre Estados Unidos y los talibanes, se definió la fecha de salida de las tropas americanas y el compromiso talibán de no atacar personal estadounidense. Pero el Tratado no decía nada sobre los afganos. A partir de septiembre 2020, los talibanes iniciaron una serie de ataques y asesinatos sistemáticos contra el corazón de la incipiente democracia afgana: periodistas, profesores universitarios, mujeres en cargos de liderazgo, líderes de sociedad civil, etc.

De ahí el temor al retroceso. Sin embargo, poco se podía hacer. Los orígenes del caos y del fracaso en el esfuerzo de “nation building” están precisamente en no haber combatir la corrupción endémica de VICE.

La lección afgana bien puede dejar enseñanzas para utilizar en el triángulo norte y en Centroamérica.