Esferas de poder se han aprovechado del debilitamiento de los medios tradicionales de la región para asfixiarlos económicamente, financiar netcenters y utilizar a “pseudoperiodistas” que les permitan posicionar mensajes afines a sus intereses.
Escepticismo, incredulidad y desconfianza es lo que muchos ciudadanos tienen sobre los medios de comunicación. Se percibe que algo no marcha bien en el funcionamiento general de la información.1 La región está llena de canales y emisoras vendidas al gobierno de turno; de prensa que decide no mencionar marcas por miedo a que les retiren pauta; y de aquellos medios que, según el financista, difaman a sus enemigos con mentiras y teorías conspirativas.
Nadie niega la importancia de los canales de información en una democracia. Especialmente con ejemplos como Venezuela y Nicaragua, donde distintos medios de comunicación fueron obligados a cerrar. La información de calidad es esencial para asegurar la buena marcha de la sociedad.
Sin embargo, con la llegada de las redes sociales, una gran cantidad de medios están siendo obligados a escandalizar sus titulares para llamar la atención; y con el modelo económico del que se fiaron por muchos años (que se basa en la publicidad) se han visto forzados a agachar la cabeza en peleas en las que se les necesita.
Para evitar la quiebra, los dueños de los medios han tomado decisiones como fortalecer secciones deportivas o reducir su personal; y han hablado con sus periodistas sobre el enfoque que deben darle a las notas que pone en riesgo la reputación de políticos o empresarios. El dinero habla y la información puede ser sacrificada.
Esto lo han comprendido a la perfección las distintas esferas del poder que aprovechan esta debilidad y la distracción de las masas para financiar netcenters, asfixiar económicamente a medios y utilizar a “pseudoperiodistas” que les permiten posicionar mensajes afines a sus intereses. El ecosistema de información que existe en la actualidad está lleno de noticias falsas que recorren las redes sociales y que ponen en tela de juicio aquellas investigaciones que medios formales han realizado. Y con esto no me refiero a las críticas sobre el enfoque o ideología del medio, que son completamente válidas, sino a aquellas que buscan el desprestigio e incluso el despido de periodistas dispuestos a hablar de temas sensibles para esas esferas.
Justos pagan por pecadores. Mientras algunos tratan de ser lo más rigurosos posible en las noticias del día y brindan un verdadero aporte a la democracia de nuestro país, emisiones completamente burdas se alinean en la búsqueda de la impunidad de figuras políticas con claros señalamientos o evitan la propagación de información negativa sobre uno de sus publicistas mayoritarios. Los medios de comunicación han caído del pedestal por un sistema corroído por intereses.
Los medios de comunicación deben acoplarse a los nuevos tiempos, hacer más atractivo su contenido, recuperar su credibilidad y buscar nuevas fuentes de financiamiento que les permitan crear contenido independiente. Pero no pueden hacerlo solos, necesitan de nosotros. Varios ejemplos como The Economist o La Silla Vacía, cuentan con modelos de suscripción en línea o programas de donación, que de alguna u otra forma les permite respirar. Los ciudadanos debemos entender que informarnos cuesta y que ese es el precio de la democracia. No podemos darle la espalda a aquellos medios que buscan hacer periodismo de calidad y que están comprometidos con el futuro de su país.
Referencias:
1. Ramonet, I. (1998) La tiranía de la comunicación. España. Editorial Debate, S.A.