En una región donde las victorias electorales son más que todo por voto-castigo y un escaso margen de ventaja con mayorías circunstanciales, una vez más se confirma que felizmente esta nueva oleada de la izquierda populista no es una aplanadora ni está exenta de traspiés.
En estos días previos a las fiestas decembrinas y en pleno del mundial de fútbol, la política latinoamericana se rehúsa a darnos una tregua de descanso.
El martes 6 de diciembre, la vicepresidente argentina Cristina Fernández de Kirchner fue condenada a seis años de prisión y a una inhabilitación política de por vida por su conexión en el desfalco por 1000 millones de dólares del erario público por el caso “Vialidad”.
En una jugada melodramática, la vicepresidenta no perdió oportunidad de volver a victimizarse y salió declarando que no se va a presentar como candidata al 2023 y que se retirará “a su casa” como lo hizo en 2015. Según los cálculos de la bancada kirchnerista en el Congreso, con la caída de Fernández de Kirchner, se iba a desatar un “quilombo”, es decir, una oleada de protestas en el país. Sin embargo, eso no sucedió. Al parecer, el bad timing se debe a que el mundial de fútbol se halla más alto en la escala de prioridades de los ciudadanos argentinos en estos momentos.
Más allá de las formalidades procesales del caso, nos detendremos en las repercusiones de esta sentencia en la política argentina. Básicamente, la condena de Fernández de Kirchner puede ser el último clavo en el ataúd del “kirchnerismo”, un movimiento populista vástago del histórico peronismo que ha dominando por casi dos décadas la política del país austral. En ese sentido, la inhabilitación política de Cristina puede abrir el dique para una re-configuración de liderazgos dentro del peronismo de cara a la elección de 2023, además cuando el gobierno de Alberto Fernández se halla en sus mínimos históricos de popularidad y la derecha tiene grandes posibilidades de llegar al poder.
Por cierto, no extrañó que el corifeo del Foro de Sao Paulo conformado por AMLO desde México, Díaz-Canel desde Cuba y Xiomara Castro desde Honduras, repudiaran la sentencia a Fernández de Kirchner y le reiteraran su solidaridad.
Por otra parte, el miércoles 7 de diciembre, cuando la mayoría del Congreso peruano se preparaba para declarar la vacancia por “incapacidad moral” del presidente Castillo, éste decidió decantarse por un arrebato autoritario disolviendo el Congreso y el Poder Judicial, además de convocar a una Constituyente para los siguientes meses y decretar un Gobierno de excepción justo horas antes del debate de la moción, que culminó finalmente en la destitución y detención del mandatario.
Este “autogolpe” y posterior muerte cruzada fue el punto más álgido de un enfrentamiento de año y medio en donde Castillo no demostró la suficiente inteligencia política para hacer gobierno. Con un Congreso hiperfragmentado, un gabinete que cambió por lo menos cinco veces y por el que pasaron más de 50 ministros diferentes, un escándalo de corrupción en el que está inmersa su propia familia y finalmente la ruptura con su mentor político, el ex senderista y leninista Vladimir Cerrón, hicieron que el desesperado y tembloroso maestro rural se erigiera en autócrata por unas horas. Ahora se unirá al club de ex presidentes convictos peruanos.
Este sin duda es un revés para el nuevo eje político latinoamericano liderado por AMLO desde México, quien hace semanas expresó su solidaridad a Castillo diciendo que el peruano era víctima de la “rabia conservadora” y a quien consideraba respaldar en la próxima Cumbre de la Alianza del Pacífico cuyo lugar de celebración fue cambiado a última hora a la ciudad de Lima, luego de que el Congreso peruano prohibiera a Castillo salir del país para asistir a la cita original en la ciudad de Oaxaca, México. En el acto de entrega de la presidencia pro témpore a Castillo, AMLO seguramente tenía pensado desplegar su acostumbrada perorata anti-imperialista de unión de los pueblos latinoamericanos. Horas después de la detención de Castillo, el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, twitteó que la cumbre se suspendía[1] .
En una región donde las victorias electorales son más que todo por voto-castigo y un escaso margen de ventaja con mayorías circunstanciales, una vez más se confirma que felizmente esta nueva oleada de la izquierda populista no es una aplanadora ni está exenta de traspiés.
[1] La idea original de Castillo era refugiarse en la embajada de México, pero terminó en la prefectura de la policía porque el pueblo peruano se congregó en las afueras del recinto diplomático para impedirle la entrada.