Si algo nos está dejando claro el superciclo electoral latinoamericano, es la influencia que está teniendo TikTok en el electorado regional.
El año 2008 marcó un nuevo paradigma en las campañas electorales: el entonces joven candidato Barack Obama decidió romper con la tradición histórica del peregrinaje ante las juntas editoriales del New York Times o del Washington Post, a modo de presentación pública buscando el endorsement de los medios de comunicación. En su lugar, decidió irse al extremo oeste del país, en California, a las oficinas de Google. Comenzaba el fin de la hegemonía de los medios tradicionales (TV, radio y prensa escrita) y el auge de las redes sociales en la política.
En ese sentido, a pesar de que el marketing político de redes sociales tiene más de una década formando parte de la estrategia de cualquier comando de campaña o equipo político, hoy estamos siendo testigos de un cambio significativo en la forma en que los candidatos buscan llamar la atención y conectar con los votantes en el mundo digital: TikTok. Si algo nos está dejando claro el superciclo electoral latinoamericano, es la influencia que está teniendo TikTok en el electorado regional.
TikTok, una red social china para compartir vídeos que se hizo popular en 2020 durante la pandemia, ha arrasado en todo el mundo y América Latina no es una excepción: con 136 millones de usuarios a finales de 2022 (más o menos la cuarta parte de la población) y con una interfaz fácil de usar, funciones creativas y, sobretodo, su amplia popularidad entre el público más joven, se ha convertido en un caldo de cultivo para la participación política en las campañas electorales de la región. La distribución de contenidos electorales adaptados a los intereses de cada usuario ha atomizado el contenido político porque ahora no se le habla a las masas sino a los nichos particulares, resultando en una amplificación sin precedentes del alcance de los candidatos.
Lamentablemente, esta forma en que se crea contenido político para nichos específicos coadyuva cada vez más a la “des-ideologización” del voto, una tendencia recurrente en la región y que se evidencia en la alta rotación del péndulo electoral y la preferencia por opciones anti-sistema. Peor aún, estamos viendo que en esta época de cortos períodos de atención y sobrecarga de información, una entrevista larga o un debate televisado entre candidatos no le suma ni en apoyos ni en imagen a ninguno de los involucrados. Por eso notamos que la gran mayoría de políticos, antes que enfrentarse a un contendor o a un periodista que haga preguntas incómodas, prefiere condensar sus mensajes en contenidos breves y visualmente atractivos, que igualmente llegan a cientos de miles de personas, y con suerte, a millones.
Otro fenómeno es que, en el pasado, las campañas políticas tradicionales en América Latina solían depender de políticos bien establecidos, de la maquinaria de sus partidos y de actividades en el terreno para recabar apoyos. Sin embargo, ahora los outsiders ajenos a la política con poca experiencia o respaldo financiero pueden utilizar plataformas como TikTok para ganar tracción y llegar a un público más amplio. Por esta razón, pareciera que los candidatos de América Latina dejaron de ser políticos y están adoptando cada vez más activamente el papel de tiktokers. En consecuencia, las campañas políticas ahora se centran en descifrar los algoritmos, monitorear el social listening, el posicionamiento, optimizar las búsquedas y la analítica de datos para maximizar el impacto de sus contenidos. Y en otras prácticas más grises y cuestionables, incluso comprar o alquilar cuentas de influencers con seguidores o contratar granjas de bots para inflar sus números.
De cara al futuro, está claro que las redes sociales seguirán desempeñando un papel influyente en la configuración de la política mundial y regional. La competencia por la atención se intensificará y el éxito de una campaña dependerá cada vez más de la capacidad del candidato para generar alcance en las plataformas digitales. Una interrogante sobre esto es si eventualmente las autoridades electorales querrán regular las campañas políticas en el ámbito digital, sobre todo en cuestiones relativas a la transparencia de la publicidad política, las malas prácticas de desinformación como el astroturfing, el spoofing, el microtargeting, las social bot farms, etc.
Lo que sí es cierto es que la figura del candidato tiktoker llegó para quedarse.