Las redes sociales, la democracia y el bienestar: ¿tres contradicciones?

Las redes sociales, la democracia y el bienestar: ¿tres contradicciones?
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

24 Ago 2023

La vida social y la cultura actual se centran cada vez más en la búsqueda de diversión y entretenimiento en lugar del pensamiento crítico y la reflexión

 

La vida de los seres humanos está marcada por la búsqueda permanente de oportunidades para trabajar y acceder a ingresos que nos permitan ofrecer techo, alimento y seguridad a nuestra familia. Sin embargo, los ciudadanos de América Latina fallamos en no comprender cuánto influye la política en nuestras vidas. Nos convertimos en sociedades superficiales y desinteresadas en los temas de Estado. 

La vida social y la cultura actual se centran cada vez más en la búsqueda de diversión y entretenimiento en lugar del pensamiento crítico y la reflexión, aunque veamos que nuestro futuro está amenazado.   

Democracia, Justicia, Libertad son esas palabras famosas, distantes, elegantes, académicas con las que charlatanes, oportunistas y bandidos hacen y deshacen para llegar al poder y hacernos la vida imposible.

América Latina lleva 70 años perdida en un laberinto de autoritarismo, corrupción y populismo. Hemos tenido momentos y espacios de democracia y libertad, pero no han sido suficientes para consolidar el único sistema político y económico que ofrece desarrollo y bienestar a las naciones: la democracia liberal, republicana y capitalista.

No es perfecto, pero todos los demás sistemas, como lo confirman la estadística y la historia, son el camino seguro a la pobreza, la esclavitud y el subdesarrollo.  

A los tiempos que vivimos se sumaron las redes sociales, que, sin duda, han acercado a millones de seres humanos, han facilitado el diario vivir de muchas maneras y son un éxito indiscutible de la tecnología para beneficio de la humidad; pero, también han separado y enfrentado a personas, familias, sociedades y naciones por la forma irresponsable, oportunista y hasta criminal en que muchos las utilizan.

Incluso en las democracias más avanzadas vivimos la demolición de la educación y la cultura, vivimos la era del falso relato frente a un público ignorante, desinformado y sumiso a los patrones sociales de hoy. Pocos se atreven a desmentirlo o enfrentarlo pues impera el miedo a la sanción social, a la descalificación y al rechazo.

La desinformación, la mentira, la difamación, el insulto, el Deep fake y la generación falsa de textos, imagen y contenido son prácticas inservibles para generar confianza y construir naciones. Ya veremos a dónde nos lleva la IA.

Dice un filósofo que la mentira es la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo. Las redes sociales en manos de Estados mafiosos y organizaciones criminales hacen de la política un instrumento peligroso y destructivo. Un ciudadano ignorante, desinformado y manipulado es la amenaza más grave que enfrentan el desarrollo, la democracia y la libertad.

La degradación que ha sufrido la política se debe en gran medida a que las sociedades toman decisiones y actúan en base a datos errados, noticias falsas, intereses económicos o agendas ideológicas. La libertad de expresión conlleva responsabilidad y debe usarse con respeto y distinción. 

En la vida cívica de las naciones son la razón y la sensatez, no la emoción y la pasión, la garantía para defender la paz y la libertad. Por eso, para evitar que el falso relato acabe imponiéndose, informémonos con objetividad, diferenciemos la verdad de la mentira y desarrollemos un pensamiento crítico para aprovechar al máximo las virtudes de la era exponencial en la tecnología. Esto ayudará a que los pueblos no nos sigamos equivocando en casi todas las elecciones.

Ya no queremos más líderes autoritarios, populistas y corruptos que llegan al poder prometiendo soluciones simples a problemas complejos. Los ciudadanos queremos una clase dirigente fundada en la meritocracia y la honestidad.

Lograr esto es posible, deseable y necesario. Solo debemos promover un cambio profundo en la cultura cívica para alcanzar estabilidad política, certeza jurídica, desarrollo sostenible y prosperidad. Posibilidades que solo ofrece el sistema de la libertad.

Las redes sociales, la democracia y el bienestar: ¿tres contradicciones?