Oficialmente China notificó a la OMS del nuevo virus, ahora conocido como COVID-19, el 31 de diciembre de 2019. El brote comenzó en Wuhan, China. El gobierno chino respondió con medidas draconianas y declaró durante 76 días un cierre de la ciudad de Wuhan, que tiene ni más ni menos que 11 millones de personas. Este Martes Santo (hora de Centroamérica) terminó el cierre oficial.
Al 7 de abril se registraban 1.414.738 casos en todo el mundo, de los cuales teóricamente 82,718 corresponden a China. Digo teóricamente porque hay serias dudas sobre la veracidad de la información oficial china, como reportó un informe de la CIA al que tuvo acceso Bloomberg.
Sobre datos más confiables, sabemos que los 5 países con más casos reportados de COVID-19 al 7 de abril son Estados Unidos, España, Italia, Francia y Alemania. Lo que ha llamado la atención de muchos es que en Corea ha logrado mantener la tasa de contagios mucho mejor que los países antes mencionados. Podríamos agregar a Japón y Taiwán a la ecuación para ver que la tendencia es muy similar a la coreana.
Gráfico 1
Para tratar de superar las diferencias de tamaño de población, el gráfico visualiza la tasa de contagiados por 100,000 habitantes desde el día en que se reportó el primer contagio. Las líneas turquesa, roja y amarilla corresponden a Taiwán, Japón y Corea del Sur respectivamente. Es evidente que estos tres países sí lograron “aplanar” la curva. O al menos por ahora.
Lo más interesante, es que mientras los 5 países occidentales en cuestión practican hoy medidas estrictas de encierro para contener la propagación del virus, ni Japón, ni Corea ni Taiwán han tomado medidas tan drásticas. Incluso Japón anunció un estado de emergencia el 6 de abril, que no es un cierre como el que se aplica en varios países occidentales.
¿Qué han hecho distinto estos países entonces? ¿Qué tienen en común? Algunos buscan explicaciones culturales e invocan el excepcionalismo oriental. Destacan la disciplina de estas culturas, su respeto a la autoridad y el hecho de que tienen menos contacto físico que nosotros los latinos, por ejemplo. Obviamente algo influyen los aspectos culturales, pero la respuesta no está predominantemente en la cultura oriental, sino en las medidas eficientes que han tomado. Veamos.
Lo que caracteriza a los tres países es la respuesta temprana que tuvieron dado el aprendizaje de las experiencias previas del MERS (2003) y del SARS (2015). Los tres países tomaron medidas de restricción de viajeros desde febrero y sabían desde el principio que era crucial desarrollar y efectuar pruebas y dar un estricto seguimiento a los contactos que tuvieron los contagiados.
Corea fue el país que actuó más rápido en cuanto al suministro de pruebas. Incluso montaron sistemas de drive thru para hacer pruebas donde la gente se presentaba en su vehículo y se le practicaba un examen sin necesidad de bajarse de su automóvil. Salvo por Alemania, Taiwán y Corea practicaban pruebas a un ritmo mucho mayor a comienzos de marzo que los países occidentales seleccionados. Japón no ha sido tan avezo y quizás eso explique que de los tres países asiáticos mencionados, sea el que despierte más dudas en cuanto a la eficacia de sus medidas.
* La primera fecha corresponde al 21 de marzo. No hay cifras de fechas anteriores disponibles
** Corresponden al 8 de marzo y 29 de marzo
Además de las pruebas, como decíamos antes, la experiencia del SARS y MERS es crucial. Después de la crisis del SARS, Taiwán montó el National Health Command Center (NHCC) para diseñar políticas y protocolos para responder a epidemias como la vivida en 2003. De esa cuenta, el gobierno taiwanés estaba preparado y respondió tomando 124 medidas para hacer frente a la crisis del COVID. Entre ellas encontramos restricciones para viajeros, repartición de mascarillas, extensión de vacaciones estudiantiles, etc. Por supuesto, estas medidas incluyen control de contacto de contagiados y estrictas cuarentenas, como en otros países.
El caso coreano no es muy distinto. Ellos tomaron acción más rápida que ningún otro país en el suministro de pruebas, pero también fueron exitosos con el control de contacto de personas contagiadas. Bien conocido es el caso de la “paciente 31”, que era una superpropagadora.
Al igual que otros países asiáticos, instalaban controles usando los teléfonos móviles de las personas en cuarentena para verificar el cumplimiento del encierro. Cada persona en cuarentena debe dar cuenta de sus síntomas a diario. Estas medidas son muy intrusivas y su empleo da para una reflexión sobre el derecho a la privacidad y la salud.
Los países occidentales que mencionamos son de renta alta y tienen buenos sistemas de sanidad. Pero sus sistemas de sanidad no tienen una experiencia tan reciente de brotes de enfermedades respiratorias como los asiáticos y por eso la respuesta ha sido tardía. El factor aprendizaje es clave también para la población y por eso vemos que en Asia la respuesta de los ciudadanos a usar mascarillas y a practicar distanciamiento en la medida de lo posible ha sido mucho más rápida que en Occidente.
¿Podemos aprender algo nosotros? Sin duda. Lamentablemente, ya que el virus se ha propagado no podemos imitar a Corea o a Taiwán en la gran mayoría de sus medidas. Ya experimentamos medidas de supresión estrictas porque estamos muy tarde para emplear políticas estrictamente preventivas. Donde sí podemos tomar acción es ampliando el número de pruebas para detectar y controlar mejor la propagación del virus.
Si vuelve al gráfico 1, se dará cuenta que los primeros 30 días, contando desde el día del primer contagio, no nos dicen mucho. Es a partir del día 35 aproximadamente que comenzamos a ver la tendencia. En nuestra región, el virus se detectó prácticamente en marzo. El día 1 para Guatemala es el 14 de marzo. Dominicana y Panamá vieron los primeros casos, lo cual hace sentido en el caso del primero por el flujo turístico y en el segundo por su interconectividad regional. Veamos el gráfico para Centroamérica:
Gráfico 2
Mucho se dice de la baja cantidad de pruebas que se han suministrado y seguramente existe un nivel considerable de subregistro. Recordemos que se habla de que hasta un 30% de infectados de COVID-19 son asintomáticos, lo cual dificulta su detección. Pese a que no tienen síntomas, pueden propagar el virus. Sí, como decíamos antes, los primeros 30 o 35 días no muestran mucho, es esperable que en las próximas dos semanas veamos un aumento considerable de casos.