Sigue calentándose la saga del Caribe ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?

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Pasados dos meses del inicio de este despliegue en el Caribe, pareciera que cada escalada es más difícil de sostener que la anterior, lo cual ha obligado a los Estados Unidos a aumentar la apuesta a medida que pasa el tiempo

 

Desde hace varias semanas, tanto NBC como el New York Times y el Financial Times, confirmaron que el objetivo real del despliegue antinarcóticos en el Caribe, que ya ha detonado siete narcolanchas y un submarino en aguas internacionales es, en última instancia, un cambio de régimen en Venezuela. En días recientes, hemos experimentado una escalada en las acciones de Estados Unidos, tras dos importantes anuncios de la administración estadounidense: cierre del canal diplomático  de negociación con el régimen venezolano y la autorización deoperativos terrestres en Venezuela. 

Luego de la designación del Cartel de los Soles y del Tren de Aragua como organizaciones terroristas, de aumentar la recompensa por la captura de Nicolás Maduro a 50 millones de dólares y de notificar ante el Congreso de los Estados Unidos que el gobierno estaba en “conflicto armado” con los carteles de la droga; Washington sigue subiendo las apuestas, a pesar de que el régimen venezolano, a través de la figuras de Jorge Rodríguez quien se ha autodenominado “jefe del Diálogo por la Paz de Venezuela”, ha intentado por al menos tres vías, entablar comunicación con la Casa Blanca y por lo que sabemos, esas vías serían: Richard Grenell (ya cerrada por Trump), Qatar (que en palabras del ex asesor de Biden, Juan González, está “perdiendo tracción” en la administración norteamericana) y una tercera vía que permanece desconocida. 

Si bien informaciones como que los hermanos Rodríguez están negociando un “madurismo sin Maduro”, también llamado “Cartel Lite” y también la filtración a los medios de la autorización de acciones encubiertas de la CIA, son el tipo de operaciones psicológicas que ayudan a crear el clima de desconfianza y divisiones internas que podría desembocar en traiciones en cualquier gobierno normal, no hay que obviar que el chavismo tiene 26 años de aprendizaje resistiendo este tipo de estrategias mediáticas, depurándose a lo interno a través de purgas y perfeccionando todo tipo de estrategias de contrainteligencia militar, lo que ha convertido al aparato de poder en una estructura cerrada y cohesionada

Pasados dos meses del inicio de este despliegue en el Caribe, pareciera que cada escalada es más difícil de sostener que la anterior, lo cual ha obligado a los Estados Unidos a aumentar la apuesta a medida que pasa el tiempo para mantenerse creíbles. De hecho, la nota de NBC refiere que algunos funcionarios de la administración Trump “están decepcionados porque la escalada militar de Estados Unidos no parece haber debilitado el control de Maduro sobre el poder ni haber provocado ninguna respuesta significativa”. Esto es llamativo porque el tiempo que pasa sin una acción definitiva, en lugar de ayudar a aumentar la sensación de aislamiento y la paranoia en el régimen venezolano, para que se quiebren y finalmente claudiquen, más bien les afianza en la idea de que el gobierno de Estados Unidos está postergando a toda costa la decisión de ejecutar una acción de fuerza contra ellos, lo que los lleva a su vez a la decisión de cerrar filas y seguir trasladándole el costo a Donald Trump para que se vea obligado a hacer lo que en el fondo saben que no quiere hacer. A la vez que saben que mientras pase el tiempo, más desacuerdos hay dentro de los Estados Unidos sobre la legalidad de las operaciones en el Caribe y sus implicaciones a futuro. Lo cierto es que la ultimate call está en el presidente Trump y el tiempo le juega en contra. Sin duda, se encuentra frente a una decisión determinante para su gobierno. 

En todo este entramado merece una mención especial el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado. Una noticia que le devuelve el aliento y le otorga oxígeno a la incansable lucha del pueblo venezolano por su libertad. Además de ser un merecido reconocimiento al trabajo de organización del pueblo venezolano entre 2023 y 2024, que llevó al triunfo electoral y a la demostración del fraude del 28 de julio. El gesto de dedicarle el premio al presidente Donald Trump, fue sin duda un acierto que terminó por ser bien recibido en la Casa Blanca y que sirvió para alinear agendas comunes y que además ratificó que la estrategia por la liberación de Venezuela está completamente subordinada a los designios de Washington. A diferencia de su primer gobierno, donde se le dio un excesivo leverage y protagonismo al “interinato”; en esta oportunidad, Trump quiere dejar muy claro dos cosas: quien está a cargo de la estrategia en última instancia es el gobierno de Estados Unidos y las acciones que se realicen en Venezuela responden únicamente a los intereses de Estados Unidos, de allí declaraciones como “la persona que ganó” y “no sé quién es ella”. Es la doctrina del America First. Sin embargo, si bien fue una movida inteligente de parte de María Corina subordinarse a Washington, eso también la “ata” a cualquier decisión que termine tomando el gobierno estadounidense que pueda tener una ganancia intermedia o incluso ninguna ganancia para ella (ver el caso de Zelensky en Ucrania, quien incluso contando con un ejército y con el apoyo de Europa, no tiene mucho margen frente a lo que decida Trump). 

Ahora cabe la pregunta, ¿Hasta dónde están todos dispuestos a llegar? Revisemos la historia y veremos que, incluso con las enormes diferencias entre ambos casos, la tiranía de Nicolás Maduro en Venezuela ha escogido una estrategia similar, más no idéntica, a la de Fidel Castro en Cuba durante la crisis de los misiles de 1962: trasladarle todo el costo de un eventual ataque a los Estados Unidos. Sin embargo, en aquella oportunidad, Nikita Khrushchev, convencido de la superioridad nuclear de los Estados Unidos, nunca buscó enfrentarse militarmente a la potencia del norte, sino utilizar los misiles como una herramienta de negociación con John F. Kennedy y de ninguna forma usar armas atómicas para defender a La Habana ni mucho menos comenzar una guerra que no habrían podido ganar. De allí que finalmente prevaleciera la cordura, para cólera de Castro, a quien ciertamente no le importaba en lo más mínimo sacrificar la vida de su pueblo para satisfacer su narcisismo. 

¿Qué lecciones nos arroja este episodio de la historia? Si bien la tiranía venezolana ha intentado por todos los medios desescalar el conflicto, llegados a este punto, lo más seguro es que dejarán que los Estados Unidos se vean en la obligación de cumplir sus amenazas. El régimen venezolano no se va a quebrar ni van a sacar una bandera blanca antes, pero tampoco van a lanzar la primera piedra. Aunque enfrentan presiones externas, sanciones internacionales, su estrategia es esencialmente defensiva: resistir, desgastar y obligar al adversario a ser quien dispare primero.

 

 

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