¿Una nueva era de revoluciones?

¿Una nueva era de revoluciones?
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
31 Ene 2022

La estrategia de represión, de defender el statu quo y hacer cambios cosméticos no funcionará

 

Las revoluciones políticas ocurren cuando las instituciones que le han dado estabilidad al sistema, quedan obsoletas y no son capaces de responder o adaptarse a los cambios sociales y económicos que han sucedido o están sucediendo. Las monarquías funcionaron por siglos en Europa, pero con el surgimiento de una nueva clase social entre los siglos XVII y XIX, que exigía mayores derechos y cuotas de poder, pronto llegaron a su fin.

El descontento de la población con el statu quo, es el origen de las revoluciones. En muchos casos, existen “señales” que indican que el descontento es creciente y sin embargo, quienes ostentan el poder se niegan a realizar cambios para adaptar el sistema a las nuevas realidades. Manifestaciones y protestas han sido el preludio de las revoluciones en el pasado, las cuales fueron inicialmente minimizadas por quienes luego fueron defenestrados.

En la actualidad vemos un enorme descontento en varios países de América Latina. Chile y Colombia son los casos recientes más emblemáticos, pero en Honduras también hubo manifestaciones significativas en los años recientes. En el caso de Chile estas manifestaciones multitudinarias no se detuvieron hasta que lograron el objetivo de convocar una Asamblea Constituyente para   modificar por completo el sistema. Y unos meses después, los electores chilenos eligieron a un candidato que ofreció  un cambio radical del modelo. ¿Se consolidará una revolución en Chile? Es decir, ¿Cambiará radicalmente política y económicamente ese país en los próximos años? Todavía es muy temprano para decirlo, pero por el momento, todo indica que Chile no será el mismo luego de la constituyente y el gobierno de Gabriel Boric. 

Y es que los “revolucionarios” no llegan hoy en día al poder por las armas, sino que utilizan los medios democráticos. Por ejemplo, es difícil pensar que regresen los movimientos guerrilleros a América Latina, pero sí estamos presenciado el surgimiento de movimientos políticos con discursos antisistema que están logrando llegar al poder y en  algunos casos, realizarán transformaciones profundas en sus países.

No cabe duda que los países latinoamericanos deben hacer cambios institucionales que le permitan construir auténticas democracias liberales, en donde reine el Estado de Derecho, con economías modernas y bienes públicos de alta calidad, que reduzcan la pobreza y fomenten la movilidad social. El problema es que los sistemas políticos de la región se resisten al cambio, con lo cual se profundizan los problemas sociales, en un contexto de fácil acceso a la información a través de las redes sociales, que agudiza el descontento de los ciudadanos. Esto es el campo fértil para que surjan las opciones radicales.

Al final, América Latina se encuentra entre quienes defienden la inamovilidad y quiénes desean hacer una revolución. El problema es que esas revoluciones no necesariamente mejoran los países. Las revoluciones de Rusia, Cuba y Venezuela sólo trajeron más miseria a sus ciudadanos. Porque en cierto sentido, puede hablarse que en Venezuela hubo una revolución, al haberse cambiado por completo su sistema político y económico.

Si los países de la región quieren evitar el trauma de una revolución, es indispensable que realicen los cambios hacia la construcción de democracias liberales. Las instituciones políticas y de gobernanza de la región, en donde abunda la corrupción y los derechos individuales no están garantizados, quedaron obsoletas ante la nueva realidad del siglo XXI. Las personas hoy tienen fácil acceso a la información, que les hace más demandantes y menos conformes con su precaria situación.

La estrategia de represión, de defender el statu quo y hacer cambios cosméticos no funcionará.  El ejemplo de Honduras, en donde existe un alto descontento con el sistema, demuestra que las personas tarde o temprano harán valer su voto y elegirán al verdugo del statu quo, aun cuando ello signifique mayor miseria para todos.