En el laberinto

En el laberinto
31
Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
29 Jun 2015

Es evidente que las protestas ciudadanas han venido descendiendo de intensidad en las últimas semanas. La indignación de la población pareciera mantenerse, pero una buena parte ha dejado de asistir a la Plaza de la Constitución. El fenómeno preocupa, porque hasta el momento nada ha cambiado de este sistema que permite y fomenta la corrupción.

Es cierto, se han logrado renuncias importantes y por el momento la clase política tiene las barbas en remojo, pero corremos el riesgo que el tiempo pase y todo quede como antes.

Las mesas de trabajo instaladas en el congreso parecen una estrategia muy efectiva para dilatar lo más posible los procesos de reforma y nuestra proverbial dificultad para articular acuerdos mínimos entre distintos actores de la sociedad civil, está facilitando el éxito de esta táctica. Con menos ciudadanos en las calles y las usuales posiciones intransigentes, es muy probable que la clase política nuevamente se salga con la suya.

Algunos analistas sumamente optimistas indican que ha ocurrido un cambio irreversible en la conciencia ciudadana. No se puede negar que hemos sido testigos de un despertar raras veces visto en la población guatemalteca. Pero conforme pasan las semanas esa energía parece irse diluyendo lentamente entre las preocupaciones de la vida diaria, la frustración porque pareciera que el esfuerzo es en vano y por las usuales posiciones extremas que terminan alejando al ciudadano promedio. Al final, podría ser que el gigante que había despertado con gran fuerza, nuevamente caiga en su letargo eternal.

Ante esta situación el panorama se torna un tanto sombrío. Si en esta coyuntura no se logran cambios sustanciales en los cuatro ejes que se están trabajando actualmente en el Congreso, difícilmente se pueda cambiar el sistema en el futuro. Es de recordar que el Congreso ha engavetado por años muchas propuestas de reforma a las leyes que actualmente se están discutiendo. Nada les costaría a los diputados enviar nuevamente al olvido estos temas.

“El mayor enemigo para los ciudadanos en estos momentos es el tiempo.”

El mayor enemigo para los ciudadanos en estos momentos es el tiempo. Después de la primera vuelta electoral, en tan solo diez semanas, el congreso ya no tendrá la presión por hacer cambio alguno. Aquellos diputados que hayan sido reelectos tendrán asegurados cuatro años más en el poder y quiénes no hayan sido electos nuevamente, perderán total interés en la actividad parlamentaria. Cada semana que pasa los políticos respiran con mayor tranquilidad y la ciudadanía ve cómo se pierde la oportunidad de cambio, como agua entre las manos.

¿Podemos hacer algo para revertir esta situación? Lo primero es que la sociedad civil asuma con madurez el reto que tiene por delante. Las posiciones intransigentes o extremistas no abonan al cambio. Más bien terminan paralizando el proceso de reforma. Estamos ante un momento único y puede que lo perdamos si no somos capaces de interpretar correctamente lo que está pasando en el país. La gente está harta de la corrupción y lo que quiere es un gobierno transparente y funcional. Este no es un movimiento a favor de determinada ideología y aquellos que pretenden subirse con la bandera ideológica sólo terminan alejando a la gente de las calles.

El otro elemento importante es la continuidad del apoyo ciudadano. Si todos volvemos a nuestra actitud usual de no interesarnos por lo que sucede en la vida política del país, entonces el resultado será que nada cambiará. La coyuntura actual terminará con algunas sentencias, pero en el mediano plazo tendremos que los actores de la corrupción se habrán reacomodado y estarán operando nuevamente con más fuerza.

El reto que afrontamos como sociedad es grande y requiere que lo asumamos con cordura, persistencia y unidad. Este no es el momento para las vindicaciones ideológicas. Es el momento para asumir una sola causa común por la transparencia. ¿Lograremos salir del laberinto de la corrupción o quedaremos atrapados varias décadas más en el mismo?