Mucha tinta se ha derramado para tratar de dilucidar si aquel brote de cólera fue el detonante del triunfo y la aceptación popular que tuvo la revolución armada de “La Montaña”, que lideró el caudillo conservador Rafael Carrera que terminó deponiendo a Gálvez y derrumbando el federalismo centroamericano. Sin ceder a la tentación de establecer causalidades, muchos historiadores afirman que la epidemia sí contribuyó de manera importante en la formación del descontento popular.
Refiere la historia que durante el gobierno liberal y reformista de Mariano Gálvez, Guatemala fue azotada por una brutal epidemia de cólera morbus. Desde los inicios de su mandato, el presidente se enfrentó en una lucha encarnizada con las élites conservadoras y la Iglesia que estaban en contra de las reformas modernizadoras que él pretendió impulsar como la libertad de comercio, la libertad de cultos, el matrimonio civil y el divorcio, la educación pública, la entrega de concesiones de explotación de territorios a compañías colonizadoras europeas y la eliminación de los privilegios y fueros coloniales de la Iglesia católica.
En ese contexto de extrema polarización, los religiosos presentaron la epidemia como un “castigo divino” por la persecución hacia la Iglesia católica y por el hecho de que los entierros de los fallecidos no se efectuaran en los templos. Por su parte, los opositores políticos conservadores difundieron el rumor de que el propio gobierno de Gálvez había envenenado el agua que propagaba la peste[1]. Este rumor surge debido a que hacia finales de marzo de 1837, cuando la entrada del cólera a Guatemala (la capital del Estado Federal Centroamericano), era prácticamente inminente, el presidente Gálvez ordena un cordón sanitario que mantuviera aislada a la ciudad del resto del territorio, y envió a las tropas de milicia para que vigilaran las fuentes públicas y así evitar la entrada de personas infectadas. Esta acción causó suspicacias en la población y fue el punto de ignición que desató la malsana calumnia de sus opositores políticos[2]. Otro rasgo de malestar social que se manifestó durante la epidemia de cólera morbus en Guatemala fue el rechazo hacia los extranjeros residentes en la ciudad capital (que en ese momento eran solamente cuerpo diplomático y representantes de casas comerciales europeas) porque se creía que eran los responsables de haber traído la enfermedad al país[3].
Mucha tinta se ha derramado para tratar de dilucidar si aquel brote de cólera fue el detonante del triunfo y la aceptación popular que tuvo la revolución armada de “La Montaña”, que lideró el caudillo conservador Rafael Carrera que terminó deponiendo a Gálvez y derrumbando el federalismo centroamericano. Sin ceder a la tentación de establecer causalidades, muchos historiadores afirman que la epidemia sí contribuyó de manera importante en la formación del descontento popular[4].
El uso de la enfermedad, de la epidemia o la peste en este caso, como metáfora, fue un tema profundizado por la ensayista estadounidense Susan Sontag en su célebre ensayo La enfermedad como metáfora (2012). Refiere la autora que:
“Durante el medioevo, se establecían vínculos entre el fenómeno de la peste y el de la corrupción moral, e invariablemente se buscaba un chivo expiatorio fuera de la comunidad enferma”[5]
Así las cosas, a lo largo de la historia, las enfermedades han sido adjudicadas a las más diversas causas bien sean castigos divinos o teorías de la conspiración. Algunas correlaciones han sido confirmadas por la ciencia modernas y otras han sido descartadas por inverosímiles, sin embargo, por alguna razón nuestra psiquis colectiva sigue acudiendo a esas explicaciones sobrenaturales y extravagantes que no son más que pulsiones de destrucción revestidas de fantasías punitivas de limpieza social o, simplemente, mecanismos de defensa frente al pánico y la incertidumbre colectiva. Cuando estudiamos la historia de las epidemias y plagas (y también de los desastres naturales) es común encontrarse explicaciones moralizantes como que éstas son consecuencia del desgobierno de las emociones, del vicio, de la vida licenciosa, de la negligencia y del descuido propio, o también de la contaminación del mundo y de desconsideración hacia la naturaleza.
De hecho, en tiempos de COVID-19 vemos cómo ese discurso se ha secularizado en cierta forma y quienes lo profieren actualmente dicen que se trata de una “venganza” de la naturaleza que (como una especie de ente con vida propia y un plan secreto ininteligible), salda cuentas con una humanidad tecnocrática e industrializada ante la agresión de su ecosistema. También hemos visto el surgimiento de la teoría del “chivo expiatorio”, que adjudican la pandemia a todo tipo de conspiraciones “extranjeras”, “capitalistas”, “comunistas” (póngale el mote que usted quiera) que lo que buscan es la destrucción del mundo que habíamos conocido hasta entonces.
La verdad, como refiere el principio de la navaja de Ockham, es casi siempre la explicación más simple. Las enfermedades infecciosas y las epidemias siempre han existido y convivido con la humanidad desde sus más remotos orígenes y cada tanto (incluso más frecuentemente de lo que creemos), surge algún virus, bacteria, parásito, etc., de un alcance devastador que arrasa poblaciones enteras. Y eso no es consecuencia de algún plan secreto y malévolo, sino de nuestro propio éxito evolutivo como especie capaz de sostener grandes contingentes de población, que se terminan convirtiendo en los vectores predilectos de transmisión de estos agentes microbianos.
[1] Luján Muñoz, Jorge. Breve historia contemporánea de Guatemala. Guatemala. FCE. 2019. Pp.108
[2] Fernández Ordóñez, Rodrigo. “La muerte está a las puertas. II parte”. https://educacion.ufm.edu/tag/epidemia-de-colera-morbus-en-1837/
[3] Dardón, Roberto. “Crónicas sobre la epidemia de cólera morbus y la rebelión de la montaña en el Estado de Guatemala (1837-1838)” https://posgrado.ufm.edu/blog/cronicas-sobre-la-epidemia-de-colera-morbus-y-la-rebelion-de-la-montana-en-el-estado-de-guatemala-1837-1838/
[4] Ramírez Fuentes, Ana Lucía. “El cólera morbus en Guatemala: Las Juntas de Sanidad y prácticas médicas en la ciudad, 1837”. Estudios Digital. Año 4. No. 8. Marzo-2016. Pp. 4
[5] Sontag, Susan. La enfermedad y sus metáforas. México. Debolsillo. 2012. Pp. 51