Nací en Guatemala, capital, en 1959, pero pasé los primeros 10 años de mi vida en Xela, una ciudad al occidente del país. Mis amigos de la niñez, la mayoría indígenas, fueron mis compañeros de aventuras en las calles del barrio en que viví, donde el Parque Benito Juárez fue nuestro jardín. Nos encantaba jugar canicas, tipachas y al futbol.
Fui buen estudiante, sigo intentando ser buen deportista, y las injusticias siempre me indignaron. En 1969, mis padres decidieron volver a la capital. No me gustó, pero con el paso del tiempo me acostumbré.
A los 15 años perdí a mi padre en un accidente aéreo que nunca se aclaró, y a los 17 empecé a trabajar. Aprendí del trabajo y de la vida en tiempos de crisis que nunca pasaban. A los 19, a media carrera en la universidad y después de sufrir en lo personal las consecuencias y los golpes del conflicto armado, decidí participar en la vida cívica de Centroamérica. Me di cuenta de que no tenía sentido trabajar duro para desarrollar una empresa en una región que se derrumba. Las cosas no han cambiado mucho.
Desde un comité de estudiantes y un frente cívico – éramos 4 gatos – escribí denuncias y protestas contra la dictadura militar y contra la guerrilla marxista. Para las elecciones de 1982, con 23 años, organicé un esfuerzo al que llamamos “Electorama” para auditar el resultado. Aquello fue un fraude electoral grotesco y lo denuncié públicamente.
Llevo 4 décadas de estar en el ojo del huracán de todas las crisis en todos los gobiernos de la región. No ha pasado uno que no me haya perseguido o atacado por mi activismo. Soy y seré siempre un irreverente defensor de la libertad, la democracia, la justicia y el Estado de Derecho, los fundamentos de la República.
Después de presidir durante 7 años la Cámara de la Libre Empresa, en 1990, con 31 años, inicié el programa de televisión Libre Encuentro. Aquella tribuna me permitió conocer la región, me obligó a estudiar y me permitió dar buenas batallas. Fue la época de mayor aprendizaje en mi vida.
En el ocaso de 2010, después de 20 años de televisión, de denuncia, protesta y propuesta, dejé mi posición en la empresa en la que trabajé 34 años y cerré Libre Encuentro. Cansado y perseguido me fui del país. Me había quedado solo en la batalla cívica. Centroamérica estaba al borde del precipicio. El socialismo del Siglo XXI estaba a punto de tomar la región. La amenaza continúa.
En Fundación Libertad y Desarrollo, con un equipo extraordinario de profesionales, promovemos y desarrollamos varias iniciativas para América Latina. Trabajamos con decisión y compromiso en varios esfuerzos que buscan alcanzar acuerdos mínimos para aliviar las crisis y para aprovechar las extraordinarias oportunidades que tienen nuestros países.
Desde el nuevo programa de televisión, Razón de Estado, damos lo mejor de nosotros para defender y promover los valores y las ideas que construyen naciones libres, justas y democráticas, para que todos tengamos la oportunidad de alcanzar paz y bienestar.
Espero algún día encontrar las palabras para agradecer a mi familia su apoyo incondicional a pesar de las molestias y los riesgos que mi lucha cívica les ha causado.
Dionisio Gutiérrez