Mayorías artificialmente engrandecidas y alta fragmentación partidaria.
La reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos de 2016, instituyó que luego de cada proceso electoral, se debe integrar una Comisión de Actualización y Modernización Electoral -CAME- cuyo objetivo es evaluar la elección recién concluida y de ser necesario, presentar propuestas de reformas.
En este sentido, el análisis de los resultados electorales, particularmente de las elecciones legislativas, permiten identificar algunas áreas en las que se requiere discusión sobre reforma electoral.
Una primera conclusión es que el sistema de elección propicia la construcción de “mayorías artificiales”. Por ejemplo, para la elección de diputados, el Partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) obtuvo un 17.86% de los votos totales para el Congreso (dato que sale de la sumatoria de los listados distritales y la Lista Nacional). Sin embargo, obtuvo 52 diputaciones, que equivale a un 32.50% del total de integrantes del Congreso.
Lo anterior es -en gran medida- una consecuencia del diseño institucional del sistema electoral.
Por un lado, se debe señalar la asimetría existente en cuanto al tamaño de los distritos electorales. Luego de la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos del laño 2016, que estableció un número fijo de diputados totales (160), además de un número fijo de diputados por distritos, se mantuvo prácticamente la misma distribución que imperó desde 2004 a 2015.
Esto implicó que 13 de los 23 distritos mantuvieron una magnitud de 4 o menos. Estos distritos los encontramos particularmente en el oriente del país, además de otros departamentos como Totonicapán, Sololá o Retalhuleu. En estos 13 distritos, se privilegia a los partidos mayoritarios. El problema anterior se agravaba a raíz de la utilización del Método D’Hondt para la conversión de votos en escaños. La literatura de los sistemas electorales ha demostrado que el sistema D’Hondt favorece a los partidos mayoritarios, lo que agudizaba la desigualdad funcional del sistema de partidos políticos
Al realizar un análisis de regresión sobre la relación entre el tamaño de los distritos y el porcentaje de votos requeridos para alcanzar representación, a la luz de los resultados electorales 2019, en los distritos con magnitud inferior a 4, se requirió que los partidos políticos obtuvieran por lo menos 15% de los votos para acceder a representación. Esto implica que en esos 13 distritos pequeños, únicamente partidos “grandes” o con fortaleza en el territorio pudieron acceder a representación. Y precisamente vemos que la UNE se llevó 20 de 39 diputaciones a asignar.
Por otro lado, los distritos de magnitud grande (Central y Guatemala) además de la Lista Nacional genera un efecto inverso: promueven la fragmentación del sistema. El análisis de regresión indica que en los distritos de magnitud superior a 10, el porcentaje de votos requeridos para alcanzar un escaño fue inferior al 5%. Y particularmente, en el Listado Nacional, el porcentaje de votos fue de 2.64%. Es decir, mientras en los distritos pequeños se favoreció a los partidos grandes, en los distritos grandes se fomentó que un número alto de partidos con bajos porcentajes de votación alcanzaran una curul.
Por ejemplo, en el Listado Nacional (de magnitud 32), 18 partidos alcanzaron escaños. Y de ellos, cuatro partidos (Unionista, URNG-Maíz, Victoria y Winaq) obtuvieron su curul a pesar de haber obtenido menos de 3% del total de los votos. Caso similar ocurrió con el Distrito Guatemala (de magnitud 19), en el cual 13 partidos políticos obtuvieron por lo menos una curul, y de ellos, dos partidos (BIEN y Victoria) lo hicieron a pesar de haber obtenido menos de 4% de los votos distritales.
La sumatoria de las dos distorsiones antes identificadas genera entonces Congresos en los que existe una fuerza mayoritaria (la UNE) artificialmente fortalecida; al mismo tiempo en que existe una alta fragmentación, entendida como un alto número de partidos pequeños con pocos diputados.