La autonomía de los políticos

La autonomía de los políticos
30
Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
15 Jun 2021

Independencia frente a lo económico, lo mediático y lo social.

 

Desde la transición democrática, diversos autores (Sussane Jones, Rachel McLeary, entre otros) exploraron la relación que imperaba entre los actores políticos y las élites económicas tradicionales. La simbiosis del poder mediático con el económico, la concentración del financiamiento partidario en unas pocas chequeras, junto al poder de veto de la patronal, constituían las pruebas de los términos de subordinación de los políticos hacia el poder privado.

Sin embargo, con la llegada al poder de Alfonso Portillo, y particularmente desde las elecciones 2011, la relación ha venido en un proceso de reconversión. Cada día, los actores políticos tienen más independencia respecto de las élites tradicionales del país.

En el ámbito económico, el sistema patrimonial y la rentabilización de los negocios públicos, ha generado un modelo autosostenible de financiamiento electoral. Los contratos de obra gris con empresas propias o afines, el listado geográfico de obras, la intermediación en la proveeduría del Estado, las plazas fantasmas o las comisiones por tráfico de influencias, han generado un ‘capital semilla’ que permitiría a los partidos enfrentar los cotos de la campaña. Ese capital semilla minimiza la dependencia de los candidatos frente financiamiento proveniente del capital tradicional y algunas formas de capital emergente lícito.

La muestra de lo anterior es la conclusión del informe de CICIG sobre el financiamiento de la política, en el que se cuantificaba que el aporte empresarial “a penas” representaba el 25%; mientras que la corrupción y el crimen organizado representaban 75% de los fondos de campaña.

En otras palabras, los partidos prefieren capitalizarse vía la repartición del patrimonio del Estado o reclutar financistas locales de dudosa procedencia, a recurrir a la tradicional práctica de “pasar el sombrero”. Primero, porque la porosidad del gasto público permite acceder a mayores recursos a un menor costo político. Y segundo, porque esta receta le otorga a los partidos mayor margen de maniobra frente a los financistas de antaño, sus demandas y agenda político.

En el ámbito mediático ocurre algo similar. La tradicional romería ante el Ángel de la Democracia ya no tiene la trascendencia de antaño. La proliferación de cables locales, de emisoras de corte localista, la consolidación de nuevas opciones en el mercado, y ahora, el surgimiento de medios de comunicación asociados a candidatos y dirigentes políticos, genera mayor nivel de independencia frente a los poderes tradicionales de la comunicación. En su momento, Manuel Baldizón intentó construir un consorcio mediático precisamente con fines estrictamente políticos.

En lo social, los partidos hoy prefieren recurrir al clientelismo que pactar con organización de base local. Salvo organizaciones como los sindicatos de maestros y salubristas, y alguna que otra agrupación campesina, los grupos políticos carecen de incentivos para establecer alianzas con organizaciones de base. Por el contrario, los particos prefieren recurrir al clientelismo o al reclutamiento de caciques locales, como estrategia para construir organización territorial.

Con estas condiciones, el futuro político del país se presenta como un enfrentamiento al desnudo de fuerzas políticas, sin mayores ataduras a otras expresiones del poder. La autonomía de lo político finalmente se alcanzó, gracias al patrimonialismo, el clientelismo y el crimen organizado.