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The Government's Blunders
31
Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
28 Mar 2025

La siguiente crisis puede ser el uso de bioetanol

 

En las últimas semanas, el Gobierno ha cometido una serie de desaciertos que le han restado credibilidad y aprobación.

En dos ocasiones han intentado implementar reglamentos sin haber anticipado el fuerte rechazo que generaría en una parte de la población, provocando caos en la ciudad y otros lugares del país.

El abultado presupuesto para 2025 y el silencio ante el aumento salarial de los diputados también les ha pasado factura.

A eso se debe añadir el atraso en el mantenimiento de las carreteras y el incremento de la violencia en los primeros meses del año.

Lo último fue el escándalo por la celebración de un baby shower en casa presidencial, sin que quedara claro si se utilizaron o no recursos públicos. La noticia se originó por datos brindados por la misma SAAS.

Pareciera que no existe un ejercicio de contrastar las posibles consecuencias y los escenarios de las decisiones que se toman.

El Ejecutivo debe comprender que la luna de miel terminó, la campaña electoral de 2027 ya arrancó y, de ahora en adelante, las críticas serán más ácidas y generalizadas.

En estos momentos, se tienen dos decisiones importantes que tomar. La primera es la obligatoriedad del uso del etanol. Si bien no es una decisión exclusiva de este gobierno, sino que se viene trabajando desde antes, se puede repetir el mismo escenario que con la obligatoriedad del seguro.

Lo mejor sería que den marcha atrás con ese plan. Guatemala no está preparada para el bioetanol obligatorio y, ciertamente, se violenta la libertad de elección de las personas.

La segunda es la extensión de las operaciones de Perenco. La decisión debe estar basada en un análisis objetivo de costo beneficio para el país y no por un sesgo ideológico.

El Gobierno debe ser más cuidadoso en sus decisiones. La estabilidad del país esta en juego.

 

*Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 27 de marzo de 2025.

Los desaciertos del Gobierno
31
Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
28 Mar 2025

La siguiente crisis puede ser el uso de bioetanol

 

En las últimas semanas, el Gobierno ha cometido una serie de desaciertos que le han restado credibilidad y aprobación.

En dos ocasiones han intentado implementar reglamentos sin haber anticipado el fuerte rechazo que generaría en una parte de la población, provocando caos en la ciudad y otros lugares del país.

El abultado presupuesto para 2025 y el silencio ante el aumento salarial de los diputados también les ha pasado factura.

A eso se debe añadir el atraso en el mantenimiento de las carreteras y el incremento de la violencia en los primeros meses del año.

Lo último fue el escándalo por la celebración de un baby shower en casa presidencial, sin que quedara claro si se utilizaron o no recursos públicos. La noticia se originó por datos brindados por la misma SAAS.

Pareciera que no existe un ejercicio de contrastar las posibles consecuencias y los escenarios de las decisiones que se toman.

El Ejecutivo debe comprender que la luna de miel terminó, la campaña electoral de 2027 ya arrancó y, de ahora en adelante, las críticas serán más ácidas y generalizadas.

En estos momentos, se tienen dos decisiones importantes que tomar. La primera es la obligatoriedad del uso del etanol. Si bien no es una decisión exclusiva de este gobierno, sino que se viene trabajando desde antes, se puede repetir el mismo escenario que con la obligatoriedad del seguro.

Lo mejor sería que den marcha atrás con ese plan. Guatemala no está preparada para el bioetanol obligatorio y, ciertamente, se violenta la libertad de elección de las personas.

La segunda es la extensión de las operaciones de Perenco. La decisión debe estar basada en un análisis objetivo de costo beneficio para el país y no por un sesgo ideológico.

El Gobierno debe ser más cuidadoso en sus decisiones. La estabilidad del país esta en juego.

 

*Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 27 de marzo de 2025.

Of blockages and insurance
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
20 Mar 2025

El ejecutivo debe actuar rápidamente

 

Los bloqueos del 18 de marzo son los más grandes desde octubre de 2023, creando la crisis más grave para el actual gobierno.

Hay tres aspectos que se deben analizar. El primero es que la ley de tránsito establece desde hace más de 25 años que el seguro es obligatorio para todos los vehículos. No es nada nuevo. Este gobierno solo esta aplicando una ley que existe desde hace años.

Segundo, el gobierno se equivocó al tratar de hacer cumplir esta ley de la noche a la mañana. Sin comunicación previa, sin una campaña de educación y sin suficiente tiempo para adaptación, estableció solo 45 días para su implementación. Es lógico que muchas personas sientan que es muy poco tiempo.

Además, para algunas personas no queda claro los beneficios que tienen los seguros. Muchos lo ven solo como un costo, sin comprender que los seguros pueden ayudarnos en caso de accidentes graves. Varias personas han tenido que adquirir grandes deudas para enfrentar las consecuencias de un accidente.

Tercero, los bloqueos causaron un terrible daño económico y emocional. Hubo casos de buses escolares que llegaron a dejar a los niños a medianoche. ¿Qué angustia vivieron esos niños y sus padres?

El gobierno debió actuar y poner orden ante el caos que provocaron los bloqueos. Un pequeño grupo de personas afectaron la vida de miles de personas. ¿Dónde estaba el gobierno?

El gobierno utilizó una pésima estrategia para implementar esta ley. Ahora debe dar marcha atrás y dar mucho más tiempo para que las personas comprendan los beneficios de los seguros, que las aseguradoras se adapten y que las personas ajusten sus presupuestos.

Crear una cultura de seguros, como existe en los países avanzados, no sucede de forma instantánea, ni por la implementación de una ley. La educación y el tiempo son los mejores aliados.

 

*Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 20 de marzo de 2025.

De bloqueos y seguros
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
20 Mar 2025

El ejecutivo debe actuar rápidamente

 

Los bloqueos del 18 de marzo son los más grandes desde octubre de 2023, creando la crisis más grave para el actual gobierno.

Hay tres aspectos que se deben analizar. El primero es que la ley de tránsito establece desde hace más de 25 años que el seguro es obligatorio para todos los vehículos. No es nada nuevo. Este gobierno solo esta aplicando una ley que existe desde hace años.

Segundo, el gobierno se equivocó al tratar de hacer cumplir esta ley de la noche a la mañana. Sin comunicación previa, sin una campaña de educación y sin suficiente tiempo para adaptación, estableció solo 45 días para su implementación. Es lógico que muchas personas sientan que es muy poco tiempo.

Además, para algunas personas no queda claro los beneficios que tienen los seguros. Muchos lo ven solo como un costo, sin comprender que los seguros pueden ayudarnos en caso de accidentes graves. Varias personas han tenido que adquirir grandes deudas para enfrentar las consecuencias de un accidente.

Tercero, los bloqueos causaron un terrible daño económico y emocional. Hubo casos de buses escolares que llegaron a dejar a los niños a medianoche. ¿Qué angustia vivieron esos niños y sus padres?

El gobierno debió actuar y poner orden ante el caos que provocaron los bloqueos. Un pequeño grupo de personas afectaron la vida de miles de personas. ¿Dónde estaba el gobierno?

El gobierno utilizó una pésima estrategia para implementar esta ley. Ahora debe dar marcha atrás y dar mucho más tiempo para que las personas comprendan los beneficios de los seguros, que las aseguradoras se adapten y que las personas ajusten sus presupuestos.

Crear una cultura de seguros, como existe en los países avanzados, no sucede de forma instantánea, ni por la implementación de una ley. La educación y el tiempo son los mejores aliados.

 

*Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 20 de marzo de 2025.

The TSE must be integrated
31
Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
19 Mar 2025

Se debe resolver la situación legal de los magistrados

 

Desde 1985, cuando tuvimos las primeras elecciones libres y limpias en Guatemala, el Tribunal Supremo Electoral ha jugado un papel fundamental en la democracia de nuestro país.

El TSE tiene más de 40 años y desde entonces ha organizado diez elecciones generales y tres consultas populares. Todos estos procesos se realizaron con una alta participación de los guatemaltecos y la presencia de observadores nacionales e internacionales. Todos han sido procesos transparentes y totalmente confiables.

Lamentablemente, en los dos últimos procesos electorales, una minoría vociferante ha tratado de manchar la institucionalidad del TSE, aduciendo un supuesto fraude electoral.

Tristemente el Ministerio Público fue el instrumento para atacar las elecciones generales de 2023. En un hecho infame e inédito en la historia de nuestro país, se llevaron las cajas con las actas electorales para “comprobar” el supuesto fraude.

Más de un año y medio transcurrió desde entonces, pero no se ha presentado una sola prueba del supuesto fraude.

No contentos, emprendieron acciones legales contra los magistrados del TSE por no haberse prestado a la falsa narrativa del fraude.

Los magistrados titulares fueron despojados de su derecho de antejuicio y se les ha impedido continuar en el cargo, por una orden judicial.

Los magistrados enfrentan cargos por la supuesta sobrevaloración en la compra del software que sirve para transmitir los resultados electorales de forma preliminar. Cómo lo he dicho en otras ocasiones en este espacio, las personas son inocentes hasta que se pruebe lo contrario en un juicio justo.

Los procesos judiciales contra los magistrados deben acelerarse, con todas las garantías del debido proceso. Eso permitirá desentrampar el limbo legal del TSE, ya sea que resulten culpables o inocentes.

 

*Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 13 de marzo de 2025.

El TSE debe integrarse
31
Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
19 Mar 2025

Se debe resolver la situación legal de los magistrados

 

Desde 1985, cuando tuvimos las primeras elecciones libres y limpias en Guatemala, el Tribunal Supremo Electoral ha jugado un papel fundamental en la democracia de nuestro país.

El TSE tiene más de 40 años y desde entonces ha organizado diez elecciones generales y tres consultas populares. Todos estos procesos se realizaron con una alta participación de los guatemaltecos y la presencia de observadores nacionales e internacionales. Todos han sido procesos transparentes y totalmente confiables.

Lamentablemente, en los dos últimos procesos electorales, una minoría vociferante ha tratado de manchar la institucionalidad del TSE, aduciendo un supuesto fraude electoral.

Tristemente el Ministerio Público fue el instrumento para atacar las elecciones generales de 2023. En un hecho infame e inédito en la historia de nuestro país, se llevaron las cajas con las actas electorales para “comprobar” el supuesto fraude.

Más de un año y medio transcurrió desde entonces, pero no se ha presentado una sola prueba del supuesto fraude.

No contentos, emprendieron acciones legales contra los magistrados del TSE por no haberse prestado a la falsa narrativa del fraude.

Los magistrados titulares fueron despojados de su derecho de antejuicio y se les ha impedido continuar en el cargo, por una orden judicial.

Los magistrados enfrentan cargos por la supuesta sobrevaloración en la compra del software que sirve para transmitir los resultados electorales de forma preliminar. Cómo lo he dicho en otras ocasiones en este espacio, las personas son inocentes hasta que se pruebe lo contrario en un juicio justo.

Los procesos judiciales contra los magistrados deben acelerarse, con todas las garantías del debido proceso. Eso permitirá desentrampar el limbo legal del TSE, ya sea que resulten culpables o inocentes.

 

*Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 13 de marzo de 2025.

Criminalizing Criticism: A Dangerous Precedent for Freedom of Expression
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
14 Mar 2025

Quien critica al poder, puede terminar en los tribunales. Y cuando la gente teme hablar, la autocensura se convierte en la norma.

 

Ayer, la Cámara de Amparo y Antejuicio de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) resolvió no otorgar un amparo provisional solicitado por la FECI para reactivar un caso contra periodistas y columnistas de El Periódico.

El caso se remonta a febrero de 2023, cuando, durante un proceso penal contra el periodista José Rubén Zamora, un juez ordenó "certificar lo conducente", es decir, investigar si periodistas y columnistas de El Periódico cometieron delitos como obstrucción de justicia. Se argumentó que sus publicaciones y cobertura del caso, así como de varios operadores de justicia, podrían constituir delitos. Según lo informado en su momento, la acusación sugiere que los artículos de estos periodistas tenían la intención de coaccionar o amenazar a jueces y fiscales, influyendo indebidamente en el proceso.

Este punto es crucial porque la acusación atenta directamente contra el derecho de los periodistas a publicar ideas. Y esto es gravísimo. El artículo 35 de nuestra Constitución otorga una protección robusta a la libertad de expresión y establece que las publicaciones que contengan denuncias, críticas o imputaciones contra funcionarios públicos por actos efectuados en el ejercicio de sus cargos no constituyen delito o falta. Es decir, el fundamento mismo del caso impulsado por la FECI choca de frente con esta garantía constitucional.

Como siempre, debemos pensar en términos de principios jurídicos el precedente que un caso como este pueda sentar. El derecho comparado nos ofrece algunas lecciones.

Por ejemplo, en Estados Unidos, la libertad de expresión goza de amplia protección. La jurisprudencia ha interpretado este derecho consagrado en la Primera Enmienda de forma muy amplia y adopta un enfoque categórico: el discurso político tiene un alto valor y, por lo tanto, los estándares para limitarlo, incluso mediante demandas de difamación, son muy altos, como quedó establecido en el caso New York Times v. Sullivan en 1964. Desde entonces, para poder demandar por difamación, debe probarse malicia e inexactitud, lo que significa demostrar que la información se publicó con conocimiento de su falsedad o con un desprecio temerario por la verdad. Esto suele ser muy difícil de probar.

Por lo tanto, este estándar protege la crítica y el debate público, asegurando que los periodistas y medios puedan ejercer su labor sin temor a represalias infundadas. En Watts v. United States (1969), la Corte Suprema reforzó esta visión al distinguir entre amenazas reales y meras expresiones políticas. Watts había sido condenado por supuestamente amenazar al presidente en un mitin, pero la Corte revocó su condena, concluyendo que su declaración era solo una hipérbole política y no representaba un peligro claro y presente (clear and present danger). Este estándar exige que, para restringir el discurso, no basta con que las palabras sean agresivas o incómodas; solo aquellas que inciten de manera inminente a la violencia o a un daño real pueden ser punibles. De nuevo, un estándar difícil de probar y el mismo que se aplica para las críticas a cualquier funcionario, incluidos los jueces.

El contraste con países de régimen más autoritario es evidente. En Singapur, por ejemplo, el periodista Alan Shadrake fue condenado en 2010 por desacato a la justicia debido a afirmaciones publicadas en su libro Once a Jolly Hangman: Singapore Justice in the Dock. En él, criticaba el sistema judicial del país y señalaba que la política y los intereses comerciales podían influir en las decisiones sobre la pena de muerte. La corte consideró que sus declaraciones representaban un "riesgo real" de socavar la “confianza pública” en el sistema judicial, sin necesidad de probar que la intención del autor fuera hacerlo. Un ejemplo claro de las frases que llevaron a su condena fue:

"Algo siniestro: cómo el sistema legal de Singapur funciona en secreto y cómo la política, el comercio internacional y los negocios a menudo determinan quién vive y quién muere en la horca."

Para las autoridades, esta afirmación era una amenaza para la “imagen” del poder judicial y, por lo tanto, merecía una condena. En contraste con el criterio estadounidense, donde incluso un discurso fuerte está protegido salvo que incite a la violencia o constituya una amenaza real, Singapur castiga con prisión las críticas que, a su juicio, debiliten la confianza en las instituciones.

Aplicando este contraste al caso guatemalteco, preguntémonos: ¿a qué modelo se parece más el intento de criminalizar a los periodistas y columnistas? ¿Al de una democracia que protege la crítica al poder, o al de regímenes donde la disidencia es castigada con procesos judiciales?

El verdadero problema no es solo este caso en particular, sino el precedente que sienta. Nuestra Constitución prevé un mecanismo específico para resolver disputas sobre la veracidad de afirmaciones contra funcionarios: el juicio de imprenta. Desviar estos asuntos hacia el derecho penal abre la puerta a un sistema donde el poder judicial se convierte en juez y parte, castigando a quienes lo cuestionan.

Este tipo de persecución genera lo que se conoce como chilling effect o efecto disuasorio: el temor a ser objeto de represalias judiciales lleva a periodistas y ciudadanos a autocensurarse, evitando publicar información o expresar opiniones que, aunque legítimas, podrían ser consideradas incómodas para quienes ostentan el poder. No hace falta que todos sean condenados; basta con que unos pocos enfrenten procesos para que el resto tome nota y prefiera guardar silencio.

Esto es lo realmente preocupante. No se trata solo del impacto inmediato sobre los periodistas de El Periódico, sino de la señal que se envía a toda la sociedad: quien critica al poder, puede terminar en los tribunales. Y cuando la gente teme hablar, la autocensura se convierte en la norma. Y la autocensura, lo sabemos bien, es la antesala de la tiranía.

 

*Columna publicada en LaHora

Criminalizar la crítica: Un peligroso precedente para la libertad de expresión
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
14 Mar 2025

Quien critica al poder, puede terminar en los tribunales. Y cuando la gente teme hablar, la autocensura se convierte en la norma.

 

Ayer, la Cámara de Amparo y Antejuicio de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) resolvió no otorgar un amparo provisional solicitado por la FECI para reactivar un caso contra periodistas y columnistas de El Periódico.

El caso se remonta a febrero de 2023, cuando, durante un proceso penal contra el periodista José Rubén Zamora, un juez ordenó "certificar lo conducente", es decir, investigar si periodistas y columnistas de El Periódico cometieron delitos como obstrucción de justicia. Se argumentó que sus publicaciones y cobertura del caso, así como de varios operadores de justicia, podrían constituir delitos. Según lo informado en su momento, la acusación sugiere que los artículos de estos periodistas tenían la intención de coaccionar o amenazar a jueces y fiscales, influyendo indebidamente en el proceso.

Este punto es crucial porque la acusación atenta directamente contra el derecho de los periodistas a publicar ideas. Y esto es gravísimo. El artículo 35 de nuestra Constitución otorga una protección robusta a la libertad de expresión y establece que las publicaciones que contengan denuncias, críticas o imputaciones contra funcionarios públicos por actos efectuados en el ejercicio de sus cargos no constituyen delito o falta. Es decir, el fundamento mismo del caso impulsado por la FECI choca de frente con esta garantía constitucional.

Como siempre, debemos pensar en términos de principios jurídicos el precedente que un caso como este pueda sentar. El derecho comparado nos ofrece algunas lecciones.

Por ejemplo, en Estados Unidos, la libertad de expresión goza de amplia protección. La jurisprudencia ha interpretado este derecho consagrado en la Primera Enmienda de forma muy amplia y adopta un enfoque categórico: el discurso político tiene un alto valor y, por lo tanto, los estándares para limitarlo, incluso mediante demandas de difamación, son muy altos, como quedó establecido en el caso New York Times v. Sullivan en 1964. Desde entonces, para poder demandar por difamación, debe probarse malicia e inexactitud, lo que significa demostrar que la información se publicó con conocimiento de su falsedad o con un desprecio temerario por la verdad. Esto suele ser muy difícil de probar.

Por lo tanto, este estándar protege la crítica y el debate público, asegurando que los periodistas y medios puedan ejercer su labor sin temor a represalias infundadas. En Watts v. United States (1969), la Corte Suprema reforzó esta visión al distinguir entre amenazas reales y meras expresiones políticas. Watts había sido condenado por supuestamente amenazar al presidente en un mitin, pero la Corte revocó su condena, concluyendo que su declaración era solo una hipérbole política y no representaba un peligro claro y presente (clear and present danger). Este estándar exige que, para restringir el discurso, no basta con que las palabras sean agresivas o incómodas; solo aquellas que inciten de manera inminente a la violencia o a un daño real pueden ser punibles. De nuevo, un estándar difícil de probar y el mismo que se aplica para las críticas a cualquier funcionario, incluidos los jueces.

El contraste con países de régimen más autoritario es evidente. En Singapur, por ejemplo, el periodista Alan Shadrake fue condenado en 2010 por desacato a la justicia debido a afirmaciones publicadas en su libro Once a Jolly Hangman: Singapore Justice in the Dock. En él, criticaba el sistema judicial del país y señalaba que la política y los intereses comerciales podían influir en las decisiones sobre la pena de muerte. La corte consideró que sus declaraciones representaban un "riesgo real" de socavar la “confianza pública” en el sistema judicial, sin necesidad de probar que la intención del autor fuera hacerlo. Un ejemplo claro de las frases que llevaron a su condena fue:

"Algo siniestro: cómo el sistema legal de Singapur funciona en secreto y cómo la política, el comercio internacional y los negocios a menudo determinan quién vive y quién muere en la horca."

Para las autoridades, esta afirmación era una amenaza para la “imagen” del poder judicial y, por lo tanto, merecía una condena. En contraste con el criterio estadounidense, donde incluso un discurso fuerte está protegido salvo que incite a la violencia o constituya una amenaza real, Singapur castiga con prisión las críticas que, a su juicio, debiliten la confianza en las instituciones.

Aplicando este contraste al caso guatemalteco, preguntémonos: ¿a qué modelo se parece más el intento de criminalizar a los periodistas y columnistas? ¿Al de una democracia que protege la crítica al poder, o al de regímenes donde la disidencia es castigada con procesos judiciales?

El verdadero problema no es solo este caso en particular, sino el precedente que sienta. Nuestra Constitución prevé un mecanismo específico para resolver disputas sobre la veracidad de afirmaciones contra funcionarios: el juicio de imprenta. Desviar estos asuntos hacia el derecho penal abre la puerta a un sistema donde el poder judicial se convierte en juez y parte, castigando a quienes lo cuestionan.

Este tipo de persecución genera lo que se conoce como chilling effect o efecto disuasorio: el temor a ser objeto de represalias judiciales lleva a periodistas y ciudadanos a autocensurarse, evitando publicar información o expresar opiniones que, aunque legítimas, podrían ser consideradas incómodas para quienes ostentan el poder. No hace falta que todos sean condenados; basta con que unos pocos enfrenten procesos para que el resto tome nota y prefiera guardar silencio.

Esto es lo realmente preocupante. No se trata solo del impacto inmediato sobre los periodistas de El Periódico, sino de la señal que se envía a toda la sociedad: quien critica al poder, puede terminar en los tribunales. Y cuando la gente teme hablar, la autocensura se convierte en la norma. Y la autocensura, lo sabemos bien, es la antesala de la tiranía.

 

*Columna publicada en LaHora

An Offensive Salary Increase!
31
Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
07 Mar 2025

Esta es una nueva burla a los guatemaltecos.

 

Los congresistas han provocado una ola de indignación popular por el aumento desmedido e injustificado de su salario. La legislatura actual pasa por uno de los más bajos.

La última vez que los diputados se habían aumentado el sueldo fue hace 25 años, durante el gobierno del FRG. En ese entonces, al igual que ahora, fue motivo de repudio público.

Luego de tanto tiempo, resultaba razonable pensar que en algún momento se les tenía que aumentar. No podían tener el mismo sueldo por siempre.

Sin embargo, el aumento fue totalmente desmedido e injustificado. Los diputados de Guatemala ahora van a ganar casi lo que ganan los de Panamá, Chile o México, que son países bastante más ricos que nosotros.

Lo lamentable es que esos salarios desmedidos no solo ocurren en el Congreso, sino también en otros organismos del Estado. Muchos funcionarios públicos se aprovechan de los impuestos que pagamos los guatemaltecos con nuestro trabajo y esfuerzo.

Además, con los altos niveles de pobreza que hay en Guatemala, estos salarios resultan un insulto.

El Congreso suma una afrenta más a los guatemaltecos. Desde hace años ha sido el lugar en donde los diputados se reparten el presupuesto público como si fuera piñata.  Se asignan obras públicas a empresas relacionadas con los mismos diputados, sus amigos o familiares.

En cada nueva legislatura se tiene la esperanza que esto cambie, pero, hasta el momento, solo vemos que el problema se hace cada vez más grave.

Este congreso aprobó uno de los presupuestos más altos de nuestra historia, como porcentaje del PIB, y asignó una cantidad absurda a los Consejos de Desarrollo, que han sido fuente de corrupción.

Este Congreso va muy mal y el descontento crece. Ojalá recapaciten y enmienden.

 

*Columna publicada originalmente el 6 de marzo en Nuestro Diario. 

¡Un aumento de salario ofensivo!
31
Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
07 Mar 2025

Esta es una nueva burla a los guatemaltecos.

 

Los congresistas han provocado una ola de indignación popular por el aumento desmedido e injustificado de su salario. La legislatura actual pasa por uno de los más bajos.

La última vez que los diputados se habían aumentado el sueldo fue hace 25 años, durante el gobierno del FRG. En ese entonces, al igual que ahora, fue motivo de repudio público.

Luego de tanto tiempo, resultaba razonable pensar que en algún momento se les tenía que aumentar. No podían tener el mismo sueldo por siempre.

Sin embargo, el aumento fue totalmente desmedido e injustificado. Los diputados de Guatemala ahora van a ganar casi lo que ganan los de Panamá, Chile o México, que son países bastante más ricos que nosotros.

Lo lamentable es que esos salarios desmedidos no solo ocurren en el Congreso, sino también en otros organismos del Estado. Muchos funcionarios públicos se aprovechan de los impuestos que pagamos los guatemaltecos con nuestro trabajo y esfuerzo.

Además, con los altos niveles de pobreza que hay en Guatemala, estos salarios resultan un insulto.

El Congreso suma una afrenta más a los guatemaltecos. Desde hace años ha sido el lugar en donde los diputados se reparten el presupuesto público como si fuera piñata.  Se asignan obras públicas a empresas relacionadas con los mismos diputados, sus amigos o familiares.

En cada nueva legislatura se tiene la esperanza que esto cambie, pero, hasta el momento, solo vemos que el problema se hace cada vez más grave.

Este congreso aprobó uno de los presupuestos más altos de nuestra historia, como porcentaje del PIB, y asignó una cantidad absurda a los Consejos de Desarrollo, que han sido fuente de corrupción.

Este Congreso va muy mal y el descontento crece. Ojalá recapaciten y enmienden.

 

*Columna publicada originalmente el 6 de marzo en Nuestro Diario.