El péndulo de la perversión

El péndulo de la perversión
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

02 Feb 2023

El péndulo político, desordenado y oportunista, que va de un lado al otro, ha pasado la mayor parte del tiempo en los extremos; de uno elitista, normalmente egoísta e incompetente; al otro, esa izquierda socialista, resentida y fracasada que solo genera conflicto y pobreza. Los dos, siempre corruptos, iliberales y autoritarios.

 

América Latina tiene una relación promiscua, pervertida e incestuosa con la política. Su manifestación más evidente está en los movimientos desordenados y extremos de un péndulo ideológico que de ideas tiene poco, de proyectos serios menos y de estadistas y tecnócratas competentes casi ausencia total.  

De las dictaduras militares de los sesenta y setentas pasamos a la apertura democrática; pero, aparte de las excepciones conocidas, en la mayoría de nuestros países, fuimos incapaces de instalar y consolidar repúblicas democráticas en libertad, con Estado de derecho y oportunidades para todos.

No hemos logrado diseñar y ejecutar un modelo de desarrollo que tenga las políticas públicas y el consenso mínimo suficiente para darle continuidad a través de los años y los gobiernos; pero, sobre todo, para darnos a nosotros mismos la oportunidad de demostrar que solo en libertad, con respeto a la ley y en democracia se alcanzan la prosperidad y el bienestar.

Es cierto, el desarrollo exige trabajo, disciplina, consistencia. Sacrificios. Los mismos que hicieron quienes hoy viven en el mundo desarrollado.

El péndulo político, desordenado y oportunista, que va de un lado al otro, ha pasado la mayor parte del tiempo en los extremos; de uno elitista, normalmente egoísta e incompetente; al otro, esa izquierda socialista, resentida y fracasada que solo genera conflicto y pobreza. Los dos, siempre corruptos, iliberales y autoritarios.

Lo que no ven unos y otros, es que unos son la causa y el argumento de los otros. Ambos impresentables. Los pueblos sufren, las naciones fracasan. Y aunque no lo vean, los sociópatas que manipulan el péndulo terminan siempre en el basurero de la historia.

Es cierto que hacer buen gobierno en estos tiempos no es cosa fácil. Los gobernantes capaces, honestos y honorables son excepción. Los que abundan son populistas, delincuentes y aprendices de dictador.

Las circunstancias geopolíticas, sociales, comerciales y tecnológicas están forzando a que la forma de hacer política y la economía del mundo se deban reinventar. Estos procesos son disfuncionales e imperfectos, provocan dolores y contradicciones; requieren capacidad y madurez. Pero no tenemos opción. De esa exigencia irreal por satisfactores inmediatos debemos regresar a la racionalidad del trabajo honrado, con firmeza y constancia.  

Por eso, volvamos al valor del ciudadano, al fundamento del ser humano – la razón de ser de la creación – para que rescate el timón de su destino, el compás de su vida, la salvación de su presente, la ilusión por su futuro.    

Esto solo se logra rescatando el control del péndulo que hoy manipulan autócratas, populistas y malhechores. Esto solo se consigue exigiendo que nuestra voz, nuestro voto y nuestro corazón sean escuchados.

La mejor opción disponible para alcanzar el éxito está inventada. Es la democracia liberal y republicana, la que respeta la ley, la que escucha al ciudadano, la que invita trabajar con esfuerzo y dedicación para construir países en los que cabemos todos, naciones habitadas por gente con derechos, pero también con obligaciones.

Son la democracia liberal con división de poderes y un modelo de desarrollo los que promueven, motivan y permiten la generación de ideas que se convierten en proyectos que gestionan estadistas consecuentes que son electos por ciudadanos en procesos electorales libres, democráticos y transparentes. Este es el desafío de nuestro tiempo.

Para darnos la oportunidad de alcanzar la victoria, debemos firmar la paz con la política. Rescatarla. Volver a ella con una relación responsable, de respeto, basada en la fidelidad, el honor, la rendición de cuentas, el sacrificio, la perseverancia. Son las mismas disciplinas que exige la defensa de la libertad, porque la libertad es el fundamento de la política y el verdadero timón del péndulo de nuestro destino.