Salvar a América Latina

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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

29 Nov 2021

¿Qué pueden hacer los pueblos si la política, hoy más que nunca, se ha convertido en un desagüe de trúhanes, tiranos y matones?

 

AMLO (Andrés Manuel López Obrador) en México, el retorno del Kirchnerismo a Argentina, de Evo Morales a Bolivia, la caída del Perú, la dictadura en Nicaragua, lo que viene en Honduras y Chile antes de Navidad, y lo que puede suceder en Colombia y en Brasil en 2022 son la realidad que vive América Latina en el marco de una década de mediocridad política, decaimiento económico y deterioro social; y encima, llega la pandemia.

Ya es hora de que descubramos que América Latina está en llamas y su democracia bajo ataque. Pero las élites no se enteran. Siguen “business as usual” y creen que el derrumbe político regional no les tocará.

La concepción de la política para las responsabilidades de Estado asume que ésta se basa en leyes, honradez, liderazgo, regulaciones técnicas y presupuestos, en un marco constitucional, respetable, respetado, para gobernar por el bien de las naciones.  

Se supone que las políticas públicas que genera esa forma de hacer política se manifiestan en las decisiones y las acciones que toman quienes ostentan el poder político del Estado en beneficio de la gente.

Se suponen muchas cosas que no son y se acumulan promesas que no se cumplen. Con demasiada frecuencia “el bien común” es lo último que importa, no a la política sino a los políticos.  

América Latina tiene graves problemas sociales y económicos, pero nuestro verdadero problema es político. Nuestras desgracias se deben a nuestro subdesarrollo político. No hemos aprendido a gobernarnos ni a escoger políticos que nos gobiernen con honradez y excelencia. Esto no tiene excusa, pero sí tiene explicación, y es que los ciudadanos no hemos logrado construir una cultura societaria fundada en valores, que produzca dirigentes, tecnócratas, estadistas, capaces de gestionar y dirigir la sístole y la diástole de las naciones.  

¿Qué pueden hacer los pueblos si la política, hoy más que nunca, se ha convertido en un desagüe de trúhanes, tiranos y matones?

¿Qué debe hacer la sociedad para motivar a su mejor gente, la más capaz, la más honorable, para que acepte las posiciones en los poderes del Estado?

A través de la historia de la humanidad, es la política la que ha promovido y facilitado el desarrollo de las naciones y el bienestar de su gente; pero también es cierto que cuando la política está en las manos equivocadas, ha destruido países y ha hecho pueblos miserables cuando no prisioneros.

Platón y Aristóteles, 4 siglos antes de la era cristiana, fueron los primeros en estudiar la política como ciencia, como instrumento; como la disciplina que determina la vida de las naciones.

Platón propuso el concepto de La República para ofrecer equilibrio al poder a través de la división de poderes y Aristóteles se consagró al afirmar que la ciencia política es la que define el carácter y la dinámica de las otras ciencias que impactan la vida de los pueblos; y que, por eso, la ciencia política es la más importante.  

Si la política es la ciencia que determina el bienestar de la gente, uno se pregunta, por qué, con tanta frecuencia, en demasiados países, la política está en manos de incapaces y criminales, siempre con la complicidad de los ciudadanos, y siempre ante la indiferencia de las élites.

¿Es ingenuidad, componenda o ignorancia creer que los países mal gobernados pueden salir adelante?

Si la política, en realidad, tiene tal grado de importancia; y de la política dependen el bienestar, la estabilidad y la sobrevivencia de las Repúblicas Democráticas, ¿no cree usted que hacemos muy poco para que la política esté mejor tripulada?

Si tuviéramos que identificar la misión más importante de las actuales generaciones de ciudadanos, ésta sería rescatar los valores en la política y formar una nueva generación de tecnócratas y dirigentes políticos dignos que estén dispuestos a proteger y preservar la democracia republicana y la libertad para América Latina.