Una respuesta a la economía criminal del efectivo

Una respuesta a la economía criminal del efectivo
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
27 Oct 2020

La semana pasada, con ocasión de la incautación del equivalente de más de 122 millones de quetzales en efectivo en una residencia que hoy sabemos está vinculada con el ex Ministro de Comunicaciones, José Luis Benito, escribí algunas reflexiones sobre la economía criminal del efectivo (https://elperiodico.com.gt/editorial-de-hoy/2020/10/20/la-economia-criminal-del-efectivo/). Hoy quiero ampliar el tema, incluyendo una propuesta que he realizado en reiteradas ocasiones.

Desde finales de los noventa, los expertos en el combate contra la criminalidad organizada llegaron a una conclusión: para derrotar a los grupos de narcotráfico, corrupción y lavado de dinero hay que embargar los bienes y activos que hayan sido adquiridos, o utilizados por medio de actividades ilícitas. La idea es que al golpear el poder económico de las estructuras criminales, no solo se limita su capacidad de operar, sino también de acceder a poder de fuego, o de corromper a autoridades y operadores de justicia.

De esta filosofía, surge la legislación de extinción de dominio, como herramienta que permite a los Estados embargar y tomar control sobre los bienes de las estructuras criminales. En el caso de Guatemala, la Ley de Extinción de Dominio ha estado vigente desde el año 2010, pero ha sido gracias a la ola de casos de corrupción, que se ha generado mayor atención pública a los esfuerzos por tomar control de los bienes procedentes de estructuras ilícitas y de corrupción.

A modo de ejemplo, en días recientes más de 10 millones de quetzales en inmuebles vinculados con Roxana Baldetti pasaron a poder del Estado. O qué decir de la extinción de casi 100 millones de quetzales en inmuebles, vehículos y semovientes vinculados con Alejandro Sinibaldi.

Sin embargo, a pesar de estos avances, hay un problema en el esquema de la lucha anticorrupción. Si bien los procesos de extinción de dominio han arrojado resultados importantes, existe siempre la duda de qué ocurrirá con el dinero en efectivo guardado en caletas. La aseveración parece digna de una serie de Netflix (una mezcla de Ozark, Narcos y el Mecanismo), pero los 122 millones en Antigua Guatemala, los casi 3 millones de quetzales en efectivo secuestrados de la residencia de Alfonzo Castillo –ex-Intendente Jurídico de SAT–, o los 1.6 millones de quetzales encontrados en Boutique Emilio durante los operativos de La Línea, nos dan una luz sobre las enormes cantidades en cash que manejan las estructuras de corrupción. Todo ello sin olvidar las declaraciones de Anelisse Herrera, quien narró en reiteradas ocasiones la forma en que ella junto a familiares y cómplices de Sinibaldi se encargaron de mover dinero en efectivo.

Agreguemos algo. La circulación de billetes de 200 quetzales parece estar ralentizada. Pregúntese usted, ¿qué tan frecuentemente recibe un billete de dicha denominación? Si elimina las transacciones bancarias, ¿qué tan frecuente ve usted la circulación de los citados billetes en transacciones ordinarias del día a día? Y esto, a pesar de que los billetes de 200 representan alrededor del 13% del circulante monetario en Guatemala. Lo anterior nos lleva a intuir que muchos de esos billetes se encuentran encaletados.

De ser así, existen dos soluciones para atajar el fenómeno. La primera, que las autoridades logren hallar las caletas por medio de las investigaciones, para luego proceder con el decomiso y extinción de dominio. Esa fue la ruta “Benito”. Pero aún así, es lenta y requiere de un componente exógeno: la suerte.

Otra alternativa pasa por el BANGUAT y la Junta Monetaria: cambiar el diseño de los billetes de 200 y dar un plazo para que los guatemaltecos cambien los billetes actuales por los nuevos, siempre bajo un registro personal, tal y como se ha implementado en el control de depósitos en dólares. Esta ruta pondría en aprietos a los grupos criminales, que se verían obligados a cambiar con celeridad los billetes encaletados. Y al implementar el control respectivo, la IVE podrá levantar las alertas correspondientes cuando identifique patrones anómalos o excesivos de cambio de billetes. Y dichas alertas, a su vez, permitirían realizar investigaciones de inteligencia financiera que podrían servir como base para identificar estructuras de lavado vinculadas a los actores de la criminalidad organizada y la corrupción.