El objetivo de la derecha debe ser lograr que la propuesta de constitución sea aprobada en el plebiscito del próximo 17 de diciembre. Si lo logra, habrá dado por cerrado uno de los períodos de mayor convulsión política de Chile.
Chile está en el proceso de escribir una nueva constitución. Es el segundo intento en tres años, luego de que el 62% de los chilenos rechazaron la primera propuesta sometida a plebiscito en septiembre del año pasado. Esa primera propuesta contenía aspectos sumamente controversiales como la construcción de un Estado Plurinacional, con sistemas jurídicos distintos para los pueblos indígenas y el reconocimiento de “derechos” a la naturaleza, entre otros.
La primera propuesta de nueva constitución estuvo dominada por la extrema izquierda, que con una actitud triunfalista indicó que dejaría fuera las ideas y las propuestas de la derecha. Y efectivamente, la derecha quedó excluida. Hicieron una propuesta de constitución que reflejaba la visión de solo una parte de la sociedad chilena y el resultado fue tan aterrador, que la mayoría de los chilenos resultó rechazándola.
En esta ocasión, la constituyente esta dominada por la derecha. Resulta paradójico que la derecha chilena, que usualmente ha defendido las bondades del modelo chileno, será ahora la encargada de proponer una nueva constitución. Pero así lo decidieron las urnas el pasado 7 de mayo.
El reto que tienen por delante es enorme. Una parte de la sociedad chilena llegó a rechazar tanto el período de la dictadura de Pinochet, que pidieron una nueva constitución. Para el resto de América Latina puede resultar incomprensible que los chilenos quieran cambiar el modelo que les ha traído tanta prosperidad. Chile ocupa los primeros lugares de la región no sólo en indicadores económicos, sino también en indicadores sociales e institucionales.
Algunos extremistas cuestionan las bondades del modelo, pero los datos son contundentes, ya que ese país cuenta con el Índice de Desarrollo Humano más alto de la región y a nivel mundial ocupa el puesto 42 de 191 países evaluados.
Así que la derecha chilena tiene el desafío de modificar un sistema que ha demostrado con creces su capacidad de generar bienestar a los chilenos. ¿Cómo conservar los elementos fundamentales que han permitido el éxito del modelo y al mismo tiempo satisfacer las demandas de cambio de una parte de la ciudadanía? Sin duda están en una situación sumamente compleja.
Para muchos chilenos el cambio de constitución significa dejar atrás el período de la dictadura. Desean romper cualquier lazo con la institucionalidad establecida por Pinochet. Sin embargo, es cuestionable esta visión, porque durante el período de Ricardo Lagos (2000-2006) se realizaron 58 cambios a la constitución. Se suponía que con las modificaciones profundas que se le hicieron a la Carta Magna en aquel entonces, se estaba rompiendo con la herencia de Pinochet. ¿Por qué eso no fue suficiente?
La derecha que hoy controla la constituyente podría enfrentar una situación similar. Si no esta dispuesta a negociar y a llegar a ciertos consensos con la izquierda que esta representada en la constituyente, dará paso para que en el futuro se le cuestione y se quiera reformar nuevamente, hundiendo al país en una nueva crisis política.
Por supuesto, el dilema esta hasta donde ceder en esa negociación. Porque hay aspectos esenciales del modelo que deben conservase intactos para que siga brindando bienestar a ese país. La derecha chilena deberá hacer alarde de una gran capacidad política para conservar un modelo exitoso y al mismo tiempo incorporar ciertas exigencias de una parte de la ciudadanía chilena.
El objetivo de la derecha debe ser lograr que la propuesta de constitución sea aprobada en el plebiscito del próximo 17 de diciembre. Si lo logra, habrá dado por cerrado uno de los períodos de mayor convulsión política de Chile y dejaría sin argumentos a la izquierda radical que desea destruir por completo el exitoso modelo chileno.