El desenlace venezolano: tres nuevos escenarios

El desenlace venezolano: tres nuevos escenarios
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Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
15 Mar 2019

¿Qué necesita Venezuela para librarse del régimen de Maduro?

 

A inicios del año, en esta misma tribuna, se plantearon varios escenarios a los que se enfrentaba la oposición venezolana en este 2019 en relación a una posible transición democrática. Felizmente, dados los acontecimientos del 23 de enero de 2019 y las semanas posteriores, pareciera que se cumplieron varias condiciones del escenario optimista y que, por primera vez en veinte años, existen elementos contundentes que avizoran el fin del chavismo. 

Ahora bien, la apuesta osada de la presidencia de Juan Guaidó, que realmente es una estrategia del partido de Leopoldo López, Voluntad Popular, junto con un sector del Partido Republicano de EEUU, liderado por el senador Marco Rubio; pareciera tener elementos del escenario pesimista porque se estaría arriesgando al último bastión de legitimidad en el país, que es la Asamblea Nacional, a riesgo de que este órgano pueda ser disuelto y sus representantes, encarcelados y perseguidos y no se logre la transición.

En ese sentido, no hay duda de que la salida de Nicolás Maduro del poder es el desenlace deseable. Mientras más tiempo esté Maduro en el poder, más se agudiza la crisis interna en Venezuela, y las amenazas para la región, porque recordemos que el llamado “socialismo del siglo veintiuno”, desde sus orígenes en el Foro de Sao Paulo, ha sido un proyecto de escala continental que hoy en día, gracias al viraje hacia la derecha de varios gobiernos en América Latina, sólo está en “repliegue táctico”. Sin embargo, el hecho de que la salida de Maduro sea la solución buscada, no significa que los resultados vayan a ser óptimos, pues si algo debemos entender es que el daño ocasionado a Venezuela por parte del chavismo ha sido muy profundo e inmensurable.

Los daños van desde la economía, con el envilecimiento de la moneda, la destrucción de la industria petrolera, el endeudamiento irresponsable, los controles de precios, las expropiaciones, etc. En la política, con el fraude electoral, la cooptación de los Poderes Públicos e instituciones, la judialización de la política y la politización de la justicia, las violaciones masivas a derechos humanos, la persecución política a opositores, ejecuciones extrajudiciales, presos políticos, desaparecidos y torturados, la censura a medios de comunicación, el desfalco a la nación de más de 200 mil millones de dólares (se dice fácil), la narcopolítica en el Estado y en las Fuerzas Armadas (Cartel de los Soles). Además de la erosión en el tejido social que han provocado 20 años de un discurso polarizado y de odio exacerbado a clases altas. Y sin contar, una crisis humanitaria sin precedentes en el continente, con cientos de miles de muertes por falta de comida y medicinas y un éxodo masivo que según ACNUR ascenderá a 5.2 millones de refugiados este año.

En medio de este nuevo capítulo de lucha por reestablecer la democracia, el sábado 23 de febrero fue una fecha clave para el rumbo que tomarán los destinos de Venezuela en su lucha por la democracia. Ese día, el régimen dictatorial de Nicolás Maduro reveló ante el mundo, que observaba atónito, su verdadera cara opresora, despótica, arbitraria e inhumana; cuando no permitió la entrada al territorio venezolano del cargamento con ayuda humanitaria en la frontera con Colombia y asesinó indígenas en la frontera con Brasil. 

Ante este estado de cosas, y mientras más se le suben los costos de salida a la dictadura madurista, se abre de nuevo otro abanico de escenarios: 

Escenario moderado (países post-comunistas y Centroamérica)

Este es el escenario que el mundo tiene meses esperando y es el de la fractura dentro de la Fuerzas Armadas. Aunque no pareciera que el quiebre exista, no podemos descartar este desenlace. Lo cierto es que en las últimas semanas ha habido levantamientos y deserciones a cuenta gotas, más no un pronunciamiento masivo, lo cual sigue dándole margen de maniobra al régimen. Por otra parte, algunos analistas incluso cometen la ligereza de afirmar que la oferta de amnistía que se le hizo a los militares que apoyaran una transición democrática se queda corta o no es suficiente, lo cual básicamente no sería una rama de olivo sino un cheque en blanco de impunidad total. Y sabemos los daños profundos que este tipo de acciones trae a una sociedad que necesita justicia para poder pasar la página, el ejemplo está en Colombia con los acuerdos de paz. Lo cierto es que la falta de pronunciamiento del cuerpo castrense revela la participación cómplice y la estructura depredadora del factor militar venezolano dentro de la narco dictadura chavista-madurista.

En ese sentido, y dicho lo anterior, en el supuesto de que de hecho los costos de liderar una transición se bajen significativamente para las Fuerzas Armadas, el resultado será la liberación de Venezuela de una tiranía opresora y de las peores que ha visto el continente, y la transición hacia una democracia. Pero, aclaremos, el resultado será una democracia –y esto hay que decirlo– que estará cooptada por intereses criminales, derivados de los privilegios hacia los militares y el hecho de haber dejado intacta la estructura delictiva que les protege. De tal suerte que, derivada de esta transición, el problema de Venezuela a partir del esperado “día después”, será lidiar con el cheque en blanco otorgado a sus “liberadores”, lo cual probablemente lleve a la consolidación de un Estado criminal o mafioso, con una fachada de democracia. El cual ha sido el caso de los países post-comunistas como Rusia y los Balcanes, pero también el de Honduras y Guatemala, en América Latina. 

Escenario estático (Cuba y Corea del Norte)

Si algo ha demostrado la dictadura en estos 20 años es su capacidad de resistir los escenarios más imposibles y la capacidad de normalizar las crisis. Recordemos que más o menos parecido a este escenario, fue el período de consolidación de la “revolución cubana”, en su deriva totalitaria de los años sesenta, que resistió crisis geopolíticas, bloqueos financieros, invasiones militares y atentados. Sabemos que hoy no estamos en el contexto de la Guerra Fría y que prácticamente todo el mundo libre reconoce a Juan Guaidó como presidente encargado y repudia la narco-dictadura madurista; pero tampoco es menos cierto que la presión internacional tiene límites y que se necesita alguna acción de fuerza, por la vía que sea, que saque irreversiblemente al régimen de Miraflores.

En este sentido, de no lograrse la transición democrática ni el quiebre interno de la cúpula militar, Venezuela pasaría a ser una de las tantas reliquias del comunismo en el mundo como Cuba y Corea del Norte. Ahora sí con un Estado totalitario, plenamente consolidado, con la oposición política completamente exterminada (asesinados, presos o en el exilio), con el partido de gobierno completamente purgado y con una población plenamente sometida a uno de los sistemas de control social y biopolítico más viles y crueles que el mundo occidental haya visto o tenga registro.

Escenario extremo (¿Panamá o Libia?)

Es un escenario de cambio violento. Presupone que EEUU y aliados van un paso más allá y hacen una incursión militar. Este es un escenario delicado y difícil de medir en el tiempo. Algunas opiniones sugieren que pudiera ser un enfrentamiento “quirúrgico” al estilo de Noriega en Panamá, en 1989. Sin embargo, en el caso venezolano existen otras variables que hacen impredecibles los resultados de una intervención militar extranjera. Primero, además de un ejército regular altamente blindado con armamento ruso, hay que evaluar la presencia en Venezuela de grupos irregulares como ELN, FARC, Hezbollah, ETA, milicias civiles, crimen organizado y narco, además de las alianzas geopolíticas con el bloque anti-occidental liderado por Rusia, China, Irán, Turquía, etc. Estos elementos pueden hacer de un conflicto armado en Venezuela, una crisis de escala internacional prolongada de proporciones ciclópeas, que difícilmente derive en una transición democrática, pero que probablemente nos lleve a un Estado fallido al estilo de Medio Oriente o África, con facciones armadas regulares e irregulares apoderadas de recursos naturales y un éxodo de población civil refugiada mayor al que ya existe.

En conclusión, los tres posibles escenarios son sub-óptimos y tienen costos. No cabe duda que el culpable de cualquiera de los desenlaces es el propio Maduro, al haber comenzado desde 2014 a radicalizarse y a cerrar las vías de expresión política a la oposición y a la sociedad civil y a no reconocerle sus espacios. Esperemos que, por el bien de la región, se logre una transición democrática y una recuperación económica cuanto antes y así se cierre de una vez por todas, uno de los capítulos más ominosos de la historia de América Latina.