El contagio del Coronavirus es un problema que no conoce nivel socioeconómico o estatus social. Sin embargo, aunque es cierto que cualquiera puede contraer la enfermedad, no todas las personas tienen las mismas herramientas sociales para manejar el contagio y escapar a un desenlace fatal.
Hasta el momento, de los 10 países con más casos de Coronavirus, únicamente Irán puede considerarse un país pobre. Sin embargo, aún en estos países de ingreso alto, son las poblaciones con mayores carencias económicas las más golpeadas por el virus.
Por ejemplo en EEUU, las comunidades afroamericanas y latinas han sido las más afectadas. En Chicago más del 70% de los muertos por Coronavirus son afroamericanos, esto a pesar que solamente representando al 30% de la población. En el condado de Milwaukee, los afroamericanos representan el 50% de los casos y el 75% de las muertes, pero únicamente son el 25% de la población. Por otro lado, en Nueva York los latinos representan el 34% de las muertes, siendo el grupo étnico con más muertes, seguidos por los afroamericanos.
La explicación se encuentra en las condiciones socioeconómicas de estos grupos étnicos; los latinos y afroamericanos en EEUU suelen tener los trabajos peor remunerados. En esta crisis, también han tenido menos oportunidades para trabajar desde casa pues trabajan en sectores económicos considerados indispensables, en áreas como la atención al cliente en todo tipo de tiendas y negocios, esto les ha colocado en la primera línea de contagio frente al virus.
Información como esta debería disparar todas las alertas en un país como Guatemala. Si la pobreza en países desarrollados, que suele ser relativamente más benigna que la nuestra, se ha cobrado la vida de miles de personas; en nuestro país, la pobreza pone a millones de personas frente a una potencial tragedia.
Según el Índice de Pobreza Multidimensional, más del 55% de la población guatemalteca vive en pobreza. Estos son más de 6 millones de personas, de los cuales 4 millones viven con menos de 16 quetzales diarios y 2 millones lo hacen en la pobreza extrema con menos de 8 quetzales al día.
Esta pobreza que vemos en Guatemala está íntimamente ligada a muchos problemas, siendo uno de los más importantes la desnutrición. La desnutrición crónica es una condición relacionada a la precariedad, que forma personas con sistemas inmunes débiles ante cualquier bacteria o virus. Ademá, expone a quienes la padecen a enfermedades crónicas, cardiovasculares o metabólicas.
El 46.5% de los niños menores de 5 años en Guatemala son desnutridos crónicos, somos el país con la tasa más alta de desnutrición crónica de América Latina. En 20 años, apenas hemos logrado reducir la desnutrición crónica en un 8.7% y a este ritmo, nos tomará 100 años erradicarla. Según Acción contra el Hambre, si el virus se extendiera en un área con altos niveles de desnutrición, estos niños desnutridos serían los primeros en morir.
Los guatemaltecos además, tienen una alta prevalencia de enfermedades crónicas y no transmisibles (ENT), entre las que se encuentras los diferentes tipos de cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes. Todas estas ENT califican como precondiciones de riesgo frente al Coronavirus
Guatemala es el país con la mayor doble carga de mortalidad (tasa entre cáncer + enfermedades cardiovasculares / enfermedades transmisibles) de Latinoamérica. Hoy el cáncer y las enfermedades cardiovasculares son ya las principales causas de muerte en Guatemala y el resto de países de la región. Estos males principalmente afectan a los más necesitados, la falta de recursos les dificulta recibir tratamientos adecuados e información que podría salvarles la vida, también les empuja a llevar vidas no saludables, alimentándose principalmente con alimentos bajos en nutrientes y potencialmente dañinos para la salud.
Otro problema asociado a la pobreza es la falta de infraestructura básica que permita tener condiciones mínimas de salubridad. Según el Censo 2018, el 41% de los hogares guatemaltecos no tienen tubería de agua instalada dentro de su casa. Esos son cerca de 8.5 millones de personas que deben recurrir a tuberías externas, chorros públicos, pozos perforados comunales, agua de lluvia, ríos, lagos, manantiales o camiones (pipas), para tener acceso al agua. Difícil seguir la recomendación de lavarse constantemente las manos cuando no se cuenta con el ingrediente principal de la ecuación.
Además, la población más pobre carece de acceso a servicios de salud. Para el año 2016, un 29% de la población no fue atendida por ningún servicio de salud formal y quienes sí lo fueron se encontraron con servicios públicos desabastecidos, lejanos y sobrepasados en sus capacidades.
La falta de información y educación es otro problema asociado a la pobreza. En Guatemala, el promedio de años de escolaridad es de apenas 6.5, este dato nos pone con Honduras en el último lugar de Latinoamérica. 8 de cada 10 guatemaltecos viven en hogares con pocos años de escolaridad y cerca de 1.5 millones de niños y jóvenes están fuera del sistema educativo. Esta falta de acceso a educación formal, suele traducirse en falta de acceso a información de calidad. Hoy sabemos que la información es clave para enfrentar situaciones como la de la pandemia del Coronavirus.
La desnutrición, las enfermedades no transmisibles, la falta de agua entubada, las carencias del sistema de salud, la falta de información, los bajos ingresos económicos y otros indicadores no mencionados en este artículo, son todas características inevitables de la pobreza en el país y todas actúan como precondiciones de riesgo frente a una crisis sanitarias como la del COVID-19.
En 1997, Richard N. Adams comentó en su estudio sobre los efectos de la pandemia de Influenza de 1918 que: “En tanto el brote de Influenza en 1918 fue una pandemia mundial, en Guatemala atacó a ladinos e indios, habitantes del campo y de la ciudad, pobres y ricos, pero no a todos con la misma fuerza. La mortalidad varió en términos étnicos. En este sentido, se parece al terremoto posterior de 1976 en el que la ubicación geográfica y la vivienda tradicional conllevaron marcadas diferencias en los niveles de pérdidas por grupo étnico.”
Lamentablemente el comentario de Adams podría fácilmente extrapolarse a la Guatemala de hoy, como una fuerte advertencia frente a la pandemia del Coronavirus. Serían en las regiones con mayor cantidad de personas en situación de pobreza, las cuales son mayoritariamente indígenas, en donde seguramente encontraríamos la mayor cantidad de muertos por la enfermedad. Se calcula que, en la Guatemala de 1918, murieron entre 75,000 y 150,000 personas por la pandemia de Influenza. Esto era en una Guatemala mucho menos comunicada y desarrollada, pero con indicadores de pobreza relativamente similares a los de hoy.
La pobreza de este país debe hacernos ver que es imperativo que Guatemala continúe centrando todos sus esfuerzos en la mitigación del contagio de la enfermedad. Debemos evitar a toda costa que el virus alcance a las comunidades más pobres y desprotegidas del país si queremos evitar una tragedia de magnitudes que probablemente nunca hemos visto; eso en el corto plazo, en el largo plazo el reto es tomarnos en serio la tarea de combatir la pobreza, no hay tragedia más grande y duradera que la pobreza de Guatemala.
En países como Guatemala, la pobreza es también una precondición de riesgo frente al Coronavirus. O mejor dicho, es una condición que pone en riesgo a millones de personas frente a una pandemia como la que enfrentamos en este momento.