América Latina no termina de despegar y de convertirse en la potencia que merece ser. Hay demasiados mercenarios que ven la política como un instrumento para alcanzar un botín.
Mientras la tecnología habrá de depararnos avances extraordinarios para la humanidad en pocos años, crecen los seudodirigentes que están conduciendo al caos a sus países.
En América Latina estamos pasando de la “criminalización de la política” a una institucionalización de “estados mafiosos” que ponen en peligro el sistema democrático.
El éxito de Costa Rica en el fútbol permite sacar algunas reflexiones: cuando se tiene en claro el proyecto y se trabaja a conciencia para el mismo fin, los goles aparecen.
A través del tiempo, los valientes y trabajadores pueblos de América Latina han vivido per-manentemente el “efecto del péndulo”. De buenos momentos a períodos tormentosos.
En América Latina tenemos demasiados partidos políticos que se preparan para ganar elecciones, no para gobernar, y pagamos altos costos por los aventureros y los oportunista.
América Latina debe unirse tras una Cumbre que se convierta en verdadera custodia de los valores democráticos, la libertad, el Estado de Derecho y la promoción del mercado.
No se trata de filosofar en el aire, sino de tomar opciones con los pies en la tierra: es hora de lograr un equilibrio del ser humano en un mundo competitivo, consumista y cambiante.