Muchos se preguntan cuál será el desenlace de la crisis venezolana, que lejos de llegar a una solución, parece ramificarse y dilatarse en una lucha donde ninguno de los dos bandos avanza ni retrocede, ni terminan de ganar o perder.
Esta espiral de desgaste ha probado resultar más exitosa para el régimen dictatorial de Nicolás Maduro que ha sabido mantenerse en el poder, y en cambio para la oposición ha resultado mortal porque ha provocado varias divisiones internas que hoy parecieran irreconciliables (a pesar de llamados recientes a la unidad) y que han resultado en, al menos, tres facciones: la facción de Guaidó, que fracasó en su plan de cese de la usurpación, de operar una transición y de realizar unas elecciones libres; la facción moderada, que ante este fracaso ha contemplado una negociación con el régimen para la coexistencia en ciertos espacios; y la facción radical, que al ver agotadas todas las vías internas de acción ve como única salida presionar a la comunidad internacional por una intervención o acción de fuerza no convencional.
A esta situación se han agregado otras dinámicas externas e internas: las elecciones presidenciales en Estado Unidos el 3 de noviembre, el recrudecimiento de sanciones financieras por parte de países occidentales a empresas y capitales venezolanos de orígenes corruptos y criminales, las aprehensiones y procesos judiciales a personeros y testaferros del chavismo en Estados Unidos, la moderación de la Unión Europea frente a su posición inicial con respecto a Guaidó, la pandemia del Covid-19 y sus secuelas sociales en todo el continente (entre ellas, el retorno de migrantes que estaban en Suramérica), etc. Y a lo interno de Venezuela, tenemos la lenta dolarización de ciertos bienes y servicios en Venezuela que han corregido varias distorsiones de la hiperinflación, y la pérdida de popularidad de Juan Guaidó y de la Asamblea Nacional de mayoría opositora por casos de corrupción.
En este estado de cosas y con tanta volatilidad e incertidumbre en la región, el hemisferio y prácticamente en todo el mundo; es imprescindible plantearse escenarios y ponderar posibles resultados, desenlaces y consecuencias:
Escenario optimista: “Honduras (2010-presente). Democracia fachada”
- Desconocimiento de elecciones dic-2020 por parte de la Comunidad Internacional elevan costos políticos del régimen autoritario y profundizan crisis de legitimidad.
- Oposición logra capitalizar descontento: movilizaciones y organización política interna elevan costos de represión.
- Sanciones financieras y continuidad de casos judiciales por parte de EEUU crean divisiones dentro del chavismo y FFAA.
- Conformación de Gobierno de unidad nacional afín a los EEUU, pero integrado por actores (del régimen y la oposición) vinculados con la corrupción.
- Se instala un “régimen híbrido” con espacios de participación política, pero fuertemente cooptado por corrupción y actores criminales.
- Recuperación económica permite mitigar el profundo saldo social de la crisis (y de la pandemia) y se genera un crecimiento económico.
Escenario neutral: “Guinea Ecuatorial. Estado mafioso petrolero”
- Rechazo de la Comunidad Internacional no se traduce en creación de condiciones para propiciar cambio político y obliga a relajar sanciones.
- Oposición política no logra ser factor de cambio.
- Consolidación de una cleptocracia autocrática corrupta través de venta de activos de la industria petrolera, gasífera, minera, de la banca pública y de ciertos servicios públicos a particulares que mantienen redes clientelares con sobornos y corrupción.
- Se fortalecen alianzas con el eje anti-occidental (Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Turquía, Bielorrusia). Se procuran intercambios comerciales e inversiones de capital privado proveniente de esos países.
- Emergencia de una nueva élite criminal patrimonialista que sustituye completamente los menguados reductos de la élite empresarial tradicional.
- Población altamente dependiente de remesas del extranjero. Tímido crecimiento económico pero suficiente para generar estabilidad a lo interno y para no ser un problema humanitario.
Escenario pesimista: “Cuba (1989-1999). Totalitarismo y crisis humanitaria”
- Rechazo de la Comunidad Internacional no se traduce en creación de condiciones para propiciar cambio político y obliga a relajar sanciones.
- Oposición política es reprimida, encarcelada y exiliada.
- Consolidación de economía fuertemente estatizada y centralizada. Sin ningún tipo de participación privada o de incentivos de mercado. Quiebre de empresas públicas, política monetaria irresponsable, controles de precios y del tipo de cambio y destrucción de servicios públicos.
- Continuidad de actividades ilícitas (narcotráfico, lavado, corrupción) y consolidación de una élite eminentemente extractiva.
- Se fortalecen alianzas con el eje anti-occidental (Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Turquía, Bielorrusia), que no se traducen en estímulo económico.
- Agudización de crisis humanitaria y migratoria.