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El Gobierno debe trazar una ruta para el desarrollo.
En las últimas semanas, Estados Unidos ha sido el centro de las noticias internacionales. Primero, fue el conflicto con Colombia, en donde Gustavo Petro resultó cediendo a las peticiones de Trump.
Luego, le llegó el turno a Canadá y México, pero, finalmente, llegaron a un acuerdo para reforzar la seguridad de las fronteras que comparten con Estados Unidos.
Los mensajes del nuevo Gobierno de Estados Unidos para América Latina son claros: quieren detener la migración y el tráfico de drogas. El tema de seguridad nacional es uno de los ejes centrales de Trump.
Para los países del norte de Centroamérica, incluido Guatemala, eso implica reforzar el rol de la Policía Nacional, el Ministerio Público y el Sistema de Justicia para combatir las redes que se dedican al tráfico de personas y los grupos del narcotráfico.
Sin embargo, esto no es suficiente. El enfoque de mano dura tiene ciertos efectos en el corto plazo, pero, al final, el incentivo para migrar es tan fuerte que las personas están dispuestas a correr grandes riesgos con tal de lograr el sueño americano.
La solución de largo plazo pasa por crear fuentes de trabajo bien pagadas que incentiven a las personas a quedarse en Guatemala. Costa Rica es un país mucho más pobre que Estados Unidos, pero es capaz de generar un mínimo de oportunidades laborales con las cuales los ticos se sienten contentos y no buscar dejar su país.
La oportunidad para Guatemala está en plantear una ruta de desarrollo consensuada entre los actores relevantes del país y, en la cual, Estados Unidos pueda colaborar. No hay que inventar el agua azucarada. El tema de infraestructura y logística resulta vital.
Debemos dejar de apostar a la migración como fuente de estabilidad económica del país. Es momento que hagamos las tareas pendientes durante décadas.
Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 6 de febrero.