Revivir el sistema educativo

Revivir el sistema educativo
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Luis Miguel es Director del Área Social de Fundación Libertad y Desarrollo, catedrático universitario y tiene una maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
26 Mayo 2022

El sistema educativo de América Latina necesitará terapia de electroshock después de dos años de pandemia e inestabilidad en los establecimientos educativos.

 

Durante el primer trimestre del 2022, la mayoría de países de mundo cumplieron veinticuatro meses de encontrarse ante una emergencia sanitaria para la que muy pocos gobiernos tenían herramientas que les permitiera enfrentarla.

Durante estos dos años el mundo experimento la pérdida de 6.25 millones de personas que murieron por una enfermedad que en sus inicios no tenía tratamiento ni vacuna. Hoy el mundo parece haber encontrado una manera de vivir con la enfermedad, tenemos tratamientos y vacunas, pero también parecemos haber aceptado que no todo está bajo nuestro control y que necesitamos recuperar poco a poco la normalidad.

Una de las víctimas silenciosas de la pandemia fue la educación, la mayoría de países del mundo cerraron sus establecimientos educativos públicos y privados, mientras se migraba hacía sistemas de educación a distancia o virtual, una situación que los países menos desarrollados adoptaron lentamente y con bastante torpeza, particularmente aquellos países que nunca han invertido dinero y esfuerzo en robustecer sus sistemas educativos.

Las herramientas virtuales para la educación probaron ser muy útiles para no interrumpir del todo el trabajo y la educación, pero insuficientes, los países con sistemas educativos más precarios y con menor conectividad al internet no pudieron asegurar a todos sus estudiantes la tecnología necesaria para un proceso educativo exitoso, aumentando la desigualdad en el acceso a la educación.

Los países de América Latina y el Caribe han luchado por años contra el rezago educativo, pero la pandemia y el cierre de establecimientos educativos vino a complicar esta situación. Un estudio del Banco Mundial resaltaba que, en general, Latinoamérica ha aumentado su matrícula durante las últimas décadas y los resultados de aprendizaje seguían una tendencia positiva, pero lenta, sin embargo, todavía un 51% de los niños en la región no podía leer y entender un texto simple a los 10 años, una proporción ligeramente mayor al promedio global de 48% y similar al promedio de países con ingresos bajos y medios de 53%.

Es cierto que hoy todavía no podemos medir con tanta precisión los efectos de dos años de inestabilidad en el sistema educativo de la región, pero podemos darnos algunas ideas.

El primer efecto será sobre los avances en el aumento de la matrícula que había experimentado la región en los últimos años. Ya en 2020, Naciones Unidas urgía a los países a reabrir las escuelas porque UNESCO temía que 24 millones de estudiantes abandonaran por completo la educación en el mundo. El abandono escolar de un año más inestabilidad en los sistemas educativos todavía no ha sido contabilizado.

Adicionalmente, en 2021 la OECD publicó el informe de un estudio sobre calidad educativa en 30 países miembros, la conclusión más relevante fue que los estudiantes que presentan un menor nivel escolar, son aquellos de los países que más tiempo tuvieron cerradas las escuelas en 2020.

Expertos citados por un estudio del BID estiman que globalmente, el cierre de establecimientos educativos por la pandemia causará una pérdida de entre 0.3 y 0.9 años de escolaridad, esto ajustado por la calidad que tenga el sistema educativo de cada país. En un escenario pesimista, aseguran estos expertos, esto se traduce en una pérdida de U$1,400 dólares en ingresos anuales por persona, que equivalen a U$ 25,000 dólares en valor presente durante toda su vida, un 8% de sus ingresos laborales.

Este estudio también revela que el cierre de tan solo cuatro meses del sistema educativo, puede resultar en una pérdida de 2.5% en el salario futuro de la vida productiva de los estudiantes.

Los expertos aseguran que estas estimaciones difieren según el nivel de ingreso de cada país y no consideran las diferencias de la calidad de educación entre países, los países de ingreso bajo muestran una pérdida menor en salario futuro pero el cierre de establecimientos educativos haría que las posibilidades de mejorar su situación económica en el futuro sean menores.

Estos estudios concluyen que el uso de los sistemas híbridos o no presenciales tienen un impacto positivo, pero no es comparable con el impacto positivo que tienen las clases presenciales.

Desde hace años el mundo habla de la educación virtual como el futuro de la educación y sí bien la virtualidad es una herramienta útil para el sistema educativo, pues permite la interacción cuando la cercanía física es imposible, este plan piloto forzado en el que la pandemia puso al mundo demostró que muchos países todavía están bastante retrasados en la implementación de tecnología que permita utilizar la virtualidad como una ventaja y que no se convierta en un obstáculo más para la educación.

La presencialidad tiene ciertas virtudes, que no pueden ser sustituidas del todo con la virtualidad. Por ejemplo, ayuda a mejorar la comprensión porque permite al estudiante mayor cercanía con el docente, mayor acceso a sus expresiones corporales y mejor conexión; la presencialidad también desarrolla habilidades sociales, el estudiante tiene que interactuar físicamente con otras personas de distintos contextos, resolver conflictos y utilizar las herramientas sociales que recibió en casa; las clases presenciales ayudan a los estudiantes a sentirse motivados y acompañados en el proceso del estudio y desarrollan la capacidad de trabajar en equipo.

Guatemala es un buen ejemplo de un país que no estaba ni remotamente preparado para tener un sistema educativo público con modalidades semipresenciales o virtuales. La llegada de la pandemia en marzo de 2020 significó la interrupción casi total de la educación de más de tres millones de estudiantes.

El 21 de febrero de 2022, Guatemala reinició las clases presenciales en el sector público de manera oficial, sin embargo, hasta mayo todavía había establecimientos educativos públicos en los que los estudiantes asistían a clases presenciales solo uno o dos días a la semana, esto se debía a que ciertas medidas, como las restricciones de aforo, no permitían que las clases se puedan llevar de manera normal. Esto sucedía a pesar que las restricciones de aforo ya habían sido relajadas para otros espacios cerrados como restaurantes y comercios. Esta situación provocaba que los estudiantes vieran seriamente limitado su proceso educativo pues muchos no tenían las herramientas tecnológicas suficientes para dar seguimiento a sus clases en casa.

Esta falta de eficiencia con la que países en desarrollo como Guatemala retomaron la normalidad en sus sistemas educativos tendrá efectos permanentes en la vida de miles de personas. Lastimosamente Guatemala no cuenta con suficientes esfuerzos investigativos que permitan cuantificar los efectos de más de dos años de inestabilidad en el sistema educativo, particularmente en el sistema público.

Países como Guatemala necesitarían esfuerzos financieros y políticos extraordinarios para recuperar el tiempo perdido en la educación, sin embargo, este tema se aborda poco en la complicada coyuntura nacional, parece que el caótico presente se come la posibilidad de pensar en el futuro.