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La extrema izquierda o el crimen organizado: ¿Quién está tomando más control de Centroamérica?
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

17 Jul 2016

Una cultura criminal muy arraigada, la debilidad crónica de sus instituciones y la indiferencia política de las élites tienen a este país en un callejón sin salida.

El título de esta columna presenta una forma demasiado simplista de explicar lo que sucede en el Istmo centroamericano. Sin embargo, sí se puede hablar de un fortalecimiento de movimientos de extrema izquierda en cada país y de un aumento en actividad, poder e influencia de grupos criminales en la región.

A pesar de los esfuerzos que hacen en Guatemala la CICIG (Comisión contra la impunidad financiada por Naciones Unidas) y la valiente Fiscal General por combatir el monstruo criminal que tiene secuestrado al Estado guatemalteco, no logran avanzar lo suficiente para pensar que, al menos en el mediano plazo, la guerra contra el crimen organizado se pueda ganar. Una cultura criminal muy arraigada, la debilidad crónica de sus instituciones y la indiferencia política de las élites tienen a este país en un callejón sin salida.

El sector privado es el responsable visible de todos los males ante los ojos de la izquierda y una parte importante de la comunidad internacional. Esta visión es alimentada y promovida por los grupos criminales que participan de la economía ilegal. Así, ha ido creciendo la tesis de que el problema de Guatemala es la empresa privada pues paga malos salarios y no paga impuestos. No invierte y tiene monopolizada la economía. La fortuna de los grandes viene de privilegios y negocios con los gobiernos de turno y otros prejuicios y descalificaciones similares. En realidad, quienes sostienen esta visión están envenenados de ideología, son ingenuos o ignorantes, son burócratas que jamás han generado una plaza de trabajo, tienen mala fe, envidia o una combinación de las gracias anteriores.

Por supuesto que hay fortunas que son origen de la corrupción y la vergüenza. Por supuesto que hay empresarios que evaden, explotan y abusan. En el sector económico pasa lo mismo que en cualquier otro sector. Hay oportunistas y delincuentes.

Esta dinámica mantiene altos niveles de polarización y confrontación en Guatemala, y por eso, el país está paralizado.

El Salvador sufre un severo retroceso político y económico que está afectando a todos sus ciudadanos. Más que parada, la economía está en un franco deterioro. Esto es a causa de que la política está perdida en la farsa del laberinto ideológico en el cual todos los cruces son hacia la izquierda.

Hoy en día, y después de la caída del muro de Berlín, Cuba y Venezuela, sabemos que lo que buscan los populistas es perpetuarse en el poder, aprovecharse de él, vivir de él y hacer del país su botín.

Honduras tiene problemas similares a los de Guatemala, incluida la amenaza populista. De izquierda o de derecha.

En el caso de Nicaragua, ¿cómo es posible que después de más de 80 años siga siendo la finca de una familia? Lo único que ha cambiado es el apellido. Por favor…

En general, en la región, la incompetencia política y el nivel de corrupción no son muy distintos, con la diferencia de que en Costa Rica y Panamá es una infección y en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua es cáncer. Y lo que sucede es que queremos tratar estos males con aspirina. Razón evidente por la que las cosas no cambian, sobre todo, en los últimos 4.

Centroamérica necesita, antes que nada, consolidar su democracia y las instituciones que le dan vida. Necesita fortalecer sus Sistemas de Justicia y el Estado de Derecho. Y en simultaneo y de alguna manera, Centroamérica necesita embarcarse en un crecimiento económico dinámico y vigoroso, libre y consistente. Solo así logrará librarse de los grupos de izquierda que le quieren regresar a la época de las cavernas y de los grupos criminales que han encontrado en ella tierra fértil para hacerla una de las regiones más violentas y atrasadas del planeta.

Solo las élites, en especial la intelectual y la económica, pueden planificar, organizar y ejecutar un proyecto de esta dimensión. Pero no se enteran.

La ideología del crimen organizado y la parálisis de las élites.
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

03 Oct 2017

Este es un momento en el que esta nación necesitaría y apreciaría líderes contundentes y capaces de aclarar y orientar el camino.

Después de la caída del muro de Berlín y la implosión del Imperio Soviético, las ideologías totalitarias buscaron refugio en la discusión del medio ambiente, la desigualdad económica, el sindicalismo politizado y oportunista, la religión –aunque esta viene contaminada desde hace un milenio– o aberraciones como el Socialismo del Siglo XXI.

Por supuesto que estamos soportando las consecuencias del calentamiento global, agravado en una medida indefinida por la forma brutal en que los humanos contaminamos y calentamos el medio ambiente. Y aunque la desigualdad será siempre una realidad en las sociedades libres, también sufrimos la conflictividad política y social derivada de la falta de crecimiento económico, la ausencia de oportunidades, élites indiferentes y un número cada vez mayor de políticos deshonestos e incapaces. Estos son algunos de los problemas que no queremos resolver.

Por unas y por otras, Centro América ha ido quedando atrapada en Estados cada día más disfuncionales y con élites cada día más incapaces de articular, proponer y liderar esfuerzos que den rumbo, sentido y resultados positivos a los desafíos de nuestro tiempo.

El primer desafío es la corrupción; palabra desgastada y aburrida, pero que en la práctica tiene capturados a varios Estados de la región, a extremos que, analistas y tanques de pensamiento serios les llaman Narco Estados o Estados criminales. Este fenómeno tiene como una de sus causas la manipulación ideológica, de derecha o de izquierda, y la pérdida total de valores en la política y en el ejercicio del poder.

El segundo desafío es la inexistencia de partidos políticos institucionales y de largo plazo, con cuadros idóneos para ganar elecciones y gobernar con honradez, capacidad y resultados, de forma continua, alternándose en el poder y respetando la democracia y el Estado de Derecho.

Lo habitual es ver a corruptos “de derecha” que hacen lo posible por robarse la mayor parte del presupuesto nacional y hacer todos los negocios turbios posibles durante los cuatro años que ostentan el poder. Esto, cuando no se caen antes del mareo que les provoca el verse frente a tanto dinero y sentir que no les alcanzará el tiempo para robar.

Y los corruptos “de izquierda” que llegan al poder por la vía electoral pero su objetivo es robarse el país entero y para siempre.

Como reflexión, hay que preguntarse si existe tal cosa como corruptos de derecha y de izquierda, o son simples criminales que se aprovechan de pueblos incautos y élites acomodadas que se enteran hasta que ya perdieron su país.

Guatemala pasa por una grave crisis política en la que, desde el mismo Estado, se intenta dañar la democracia y violentar el Estado de Derecho. Los tres poderes del Estado tienen un alto grado de contaminación, pero son los poderes Ejecutivo y Legislativo desde donde se persigue la captura de las instituciones y la consolidación de Guatemala como un Estado criminal.

La sociedad guatemalteca está enfrentada e incomunicada. Este es un momento en el que esta nación necesitaría y apreciaría líderes contundentes y capaces de aclarar y orientar el camino.

CACIF, entidad de la cúpula empresarial de Guatemala, está dividida, sin propuesta y sin discurso. Sus posiciones públicas ante la crisis son débiles y ambiguas. Y esto le provoca una mala imagen dentro y fuera del país. Lo mismo sucede con las otras élites, y por eso, la palabra que resulta común denominador en la sociedad guatemalteca es: parálisis.

Dentro de 19 meses se tendrá elecciones para presidente, alcaldes y congreso. La oferta política es pobre y las condiciones están dadas para que, en esa próxima elección, en vez de que gane un grupo improvisado y corrupto “de derecha”, esta vez lo logre uno “de izquierda”.

¿Será Guatemala la próxima víctima de su propia indiferencia y falta de liderazgo?

#FuerzaGuatemala
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Directora de Comunicación y Prensa de la Fundación Libertad y Desarrollo. Comunicadora Social graduada de la Universidad Rafael Landívar. 
14 Jun 2018

Una catástrofe, lo malo, lo bueno y un llamado a la conciencia. Es momento de solidarizarnos con el país a largo plazo.

Otro acontecimiento dramático inundó nuestras noticias. Otra tragedia que lloramos los guatemaltecos y que nos recuerda lo frágil que somos como humanos y como sociedad. La erupción del Volcán de Fuego es un llamado a la conciencia colectiva.

Por un lado, tenemos a las millones de víctimas que están sufriendo las consecuencias de la mala prevención por parte del Gobierno. Según varios medios, el INSIVUMEH realizó los informes correspondientes solicitando la evacuación de las comunidades más vulnerables de desatarse alguna catástrofe. Pero CONRED actuó hasta que fue demasiado tarde y el material piroclástico cobró las vidas de residentes de las Aldeas El Rodeo y la Colonia San Miguel los Lotes.

Luego, tuvimos una conferencia de prensa donde el Presidente en vez de darnos consuelo como población, nos dijo que no contaba con los suficientes fondos para sobrellevar la crisis. Su deber en estos momentos era demostrarnos, que si bien no ha podido ser un buen líder para el país, es una persona interesada en la vida de los guatemaltecos. Debió fomentar la calma y comprometerse a conseguir la ayuda necesaria. Lo mismo pasó con nuestros diputados, cuando días después, el Congreso nos demostró su indiferencia, utilizando la crisis como una cortina de humo, para poder favorecer el transfuguismo.

El otro lado de la historia son los héroes sin capa que no han descansado desde el 3 de junio. Los bomberos que dieron su vida salvando a los sobrevivientes en los escombros. Los soldados del ejército que se sumaron al rescate. Los médicos que atendieron las emergencias. Los medios de comunicación que pusieron en riesgo su vida para contarnos qué es lo que estaba sucediendo. Los miembros de Naciones Unidas que llegaron a la zona cero para asegurar una buena respuesta al desastre. Los líderes comunitarios que organizaron a las personas para habilitar los albergues. Los empresarios que donaron dinero o productos para llenar los centros de acopio. Los guatemaltecos que pusieron su vehículo para transportar los víveres recolectados de sus amigos o familia. Los extranjeros que sintieron el dolor como si fueran de Guatemala. La lista puede seguir.

El guatemalteco se caracteriza por ser demasiado solidario en este tipo de situaciones y estas últimas semanas, lo demostró. Todo esto es un ejemplo de cómo, bien enfocados, el esfuerzo en conjunto puede traer abundancia en cualquier situación. ¿Podríamos replicar esto mismo con la política y el resto de problemáticas sociales que olvidamos día a día? Este tipo de tragedias se pueden prevenir con un buen plan territorial, con buenas políticas de prevención y con políticos consientes que fomenten una tecnocracia capaz en puestos de alta jerarquía, en vez de continuar con el sistema clientelar al que estamos acostumbrados.

Es momento de solidarizarnos con el país a largo plazo. A un año de las elecciones, comencemos a sumar también propuestas políticas que busquen trascender intereses personales. La vida de estas personas nos recuerda lo mucho que Guatemala necesita de institucionales sólidas, que sean lideradas por personas capaces. Hace unos años fue el Cambray, hoy fue el Volcán de Fuego ¿qué más estamos esperando? Si las vidas perdidas de los guatemaltecos no nos hace despertar, el sistema político que tenemos continuará acabando con nosotros.

El financiamiento electoral ilícito
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
18 Jun 2018

Varios partidos políticos, incluido el partido oficial, se han visto salpicados por acusaciones de financiamiento electoral ilícito.

 

Sin duda los mecanismos de financiación de los partidos políticos son cruciales para fortalecer nuestra democracia en construcción. Velar porque la financiación de las campañas políticas sea lo más transparente posible es uno de los objetivos que se plantean en esta coyuntura.

Varios partidos políticos, incluido el partido oficial, se han visto salpicados por acusaciones de financiamiento electoral ilícito. La semana pasada también se inició un proceso contra personas acusadas de aportar fondos de forma irregular.

En medio de esta coyuntura queda una resolución de la Corte de Constitucionalidad de fecha doce de febrero de 2018 donde se insta al Congreso de la República a reformar el artículo 407 “N” del Código Penal que contiene el delito de financiamiento electora ilícito.

La resolución de la Corte es consecuencia de una impugnación que se planteara al segundo párrafo del mencionado artículo. Y es que resulta problemático que en este tipo penal se castigan dos conductas que guardan algunas diferencias importantes. El primer párrafo sanciona a quien aporte, reciba o autorice recibir fondos destinados a la financiación de campañas de partidos políticos o de candidatos, cuando estos fondos provienen de actividades ilícitas. El segundo párrafo sanciona las contribuciones anónimas o no registradas de acuerdo con la ley pero cuyo origen es lícito.

De este modo, la ley establece la misma pena (prisión inconmutable de cuatro a doce años) en ambos casos. Pero carece de toda lógica y sentido de justicia imponer castigos de la misma proporción a quienes aporten o reciban dinero de origen ilícito y quienes resulten responsables por los aportes recibidos de forma anónima pero cuyo origen sea lícito.

En el primer caso, la ley intenta proteger la integridad y la licitud de la financiación de las campañas electorales. Por ello la norma penal castiga una conducta que se asemeja al lavado de dinero con fines electorales. Pero en el segundo caso (financiación anónima), lo que se busca proteger es la transparencia del proceso electoral.

En ese orden de ideas, la Corte, citando a Muñoz Conde y García Arán, en el expediente 2951-2017, expresó: “(…) en los diferentes supuestos que contempla la norma se puede observar que existen un rango de conductas con distinto grado de valor subjetivo y objetivo, lo cual puede dar lugar a que se aplique el mismo marco penal y, en definitiva, se imponga un trato idéntico a dos situaciones diferentes, lo que adquiere trascendencia en cuanto al principio de proporcionalidad de las penas, según el cual, estas deben ser proporcionadas a la entidad del delito cometido o que estos no puedan ser reprimidos con penas más graves que la propia entidad del daño causado por el delito”.

La resolución concluye en que el Congreso debe reformar el artículo 407 “N” del Código Penal a efecto de establecer penas razonables y proporcionales para ambas conductas cuya gravedad es distinta. A su vez, deben diferenciar las multas y sanciones administrativas que establece la Ley Electoral y de Partidos Políticos por incumplir las normas de financiación y las acciones que constituyen delito.

El Congreso ya ha iniciado la discusión de la reforma en cuestión. Circulan algunas versiones preliminares pero aun se desconoce con precisión el texto que tendrá el consenso para su aprobación. Es muy importante que la reforma sea técnica y no sea una oportunidad para que los congresistas aprovechen a garantizar impunidad a sus colegas sobre quienes ya existen acusaciones por la comisión de este delito.

En resumidas cuentas, el Congreso debe determinar con precisión cuándo se comete el delito de financiación electoral anónima y definir una pena razonable y proporcional distinta a la impuesta en la conducta de financiación de campañas con fondos de origen ilícito. El asunto reviste especial importancia ya que se ha abierto una causa penal por financiación electoral anónima. Ojalá exista la madurez necesaria para que el tema se pueda solventar de manera razonable.

Columna originalmente publicada en República.

La corrupción como problema de Estado
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Jesús María es el Director del Área Institucional en Fundación Libertad y Desarrollo. Es catedrático universitario y Doctorando en Derecho por la Universidad Austral.
23 Jun 2016

Aun cuando la represión penal sea una herramienta en la persecución de la corrupción, ello no cura la enfermedad, dado que sin cambios estructurales que eliminen la arbitrariedad, será difícil lidiar con la corrupción.

Los gobiernos de la República de Guatemala en los últimos años han requerido apoyo internacional de Naciones Unidas, materializado con la instauración de una Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). La finalidad inicial fue la de apoyar al Ministerio Publico, la Policía Nacional Civil y a otras instituciones del Estado en la investigación de los delitos cometidos por integrantes de los cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos de seguridad, logrando su desmantelamiento, aun cuando ha venido asumiendo también funciones relacionados a la investigación criminal en casos de corrupción administrativa.

La necesidad por fortalecer al poder judicial para que pueda éste, en el futuro, seguir enfrentando a los cuerpos u aparatos ilegales como objetivo indirecto, no significa que sea algo menos importante. La cuestión está en que Guatemala ha devenido en un Estado infectado por la corrupción, en su vertiente de acaparamiento ilícito de bienes y de dinero por parte de ciertos detentadores del poder político y funcionarios en general.

En la actualidad, la organización “Transparencia Internacional”, ha creado un índice titulado “Corruption Perceptions Index”, en el que se evidencia según ciertas variables, la percepción de la corrupción a nivel mundial. Guatemala figura en el puesto 123 de 168 países analizados y de hecho, América Latina en su conjunto, no aparece muy bien en este ámbito, salvo por los casos de Uruguay y Chile.

Aunque la corrupción no es el único factor explicativo de la pobreza en América Latina, sí que cabe sostener que merma las oportunidades para la prosperidad, sin contar con el escaso interés que tales sistemas suscitan en el mundo empresarial internacional, quienes no dudarán un instante en no invertir en países contaminados con una corrupción generalizada.

La corrupción generalizada como se puede ver en las distintas órdenes de captura impartidas por el Ministerio Público, revela la existencia de un problema de Estado que va más allá de la persecución penal contra determinadas personas con flaquezas morales y escaso compromiso con su Nación. La comprensión del problema requiere de una despersonalización de la corrupción y de entender cuán importante es el elemento institucional. Si como se afirma, las instituciones dan mensajes[1], entonces la agudización de la corrupción revela un déficit en el funcionamiento institucional que requiere de atención ciudadana y política.

En tal sentido, debe destacarse que tal atención no puede desencadenar una “guerra”contra la corrupción como un asunto de prioridad absoluta, pues ello equivaldría a afirmar que se puede eliminar por completo el pecado o el mal en el mundo. El resultado de esta “guerra”, sería el acrecentamiento de una corrupción más refinada y el surgimiento de nuevas fuentes, formas y estrategias para llevarla a cabo, lo que eleva la importancia, no solo de reformas jurídico-políticas integrales, sino también, de la evaluación de las prácticas en contra de la ley, generalizadas dentro del funcionamiento de la Administración Pública y el Gobierno.

El análisis del fenómeno de la corrupción, debe tomar en cuenta el valor que tienen las instituciones y el sistema de partidos como frenos de la misma. La solidez de un sistema de partidos, representativo, democrático, cuya sociedad civil sea la regente de estas organizaciones, mejora el control ciudadano sobre el ejercicio del poder político.

La corrupción generalizada revela una crisis del sistema político-constitucional, la cual no merma sola y exclusivamente con una cruzada moral, debido a que acentúa las poses y discursos en favor de una moral absoluta, desprestigiando el sistema, sin aportes significativos a un arreglo político realista.

Aun cuando la represión penal sea una herramienta en la persecución de la corrupción, ello no cura la enfermedad, dado que sin cambios estructurales que eliminen la arbitrariedad, será difícil lidiar con la corrupción. Lo que se hace necesario es una actitud sincera tanto de la sociedad como de los políticos, sobre cuál ha de ser la función del poder político en una sociedad, así como su estilo de vida, la cual no puede estar basada en lo extravagante de su comportamiento, sus lujos, sus bienes, sino en sus dotes personales o intelectuales.

Un reforzamiento de los controles sociales, de los controles estatales, de un replanteamiento institucional del sistema político constitucional y una reducción de la ambición ciudadana sobre la política como único factor de desarrollo social, económico, cultural, artístico etc., sin duda son aspectos que coadyuvan a una disminución de la corrupción.


Referencias bibliográficas:

1. Julia BARRAGÁN, “El mensaje de las instituciones” en Telos: Revista iberoamericana de estudios utilitaristas, n° 1, Sociedad Iberoamericana de Estudios Utilitaristas, Madrid, 2002, pp. 123-144

Jimmy Morales ¿aliado de la lucha contra la corrupción?
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Luis Miguel es Director del Área Social de Fundación Libertad y Desarrollo, catedrático universitario y tiene una maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
17 Mayo 2018

Jimmy Morales ganó las elecciones de 2015 con una sola misión: no ser corrupto ni ladrón.

Su presidencia inició con pocas expectativas respecto a la capacidad que tendría para cumplir sus promesas de campaña. Dicho y hecho, los temas que había planteado como prioritarios para su gobierno fueron, poco a poco, topándose con la burocracia, la falta de capacidad de buena parte de su gabinete, la mezquindad de su bancada de tránsfugas y la usual ineficiencia de un aparato estatal, que tenía varios años de estar siendo desmantelado y saqueado. Eso enterraría las buenas intenciones y comenzaría un rápido proceso de deterioro que llevaría al gobierno a la situación de parálisis en la que se encuentra hoy.

Durante los primeros meses de su gobierno, Morales parecía determinado a enviar algunos buenos mensajes relacionados a su principal promesa de campaña, apoyar la lucha contra la corrupción. En febrero de 2016, el Ejecutivo solicitó al Congreso la colocación de bonos del tesoro por Q.1 mil 633 millones, con lo cuales haría un aporte extraordinario al Ministerio Público, a punta de endeudamiento, de Q 409.7 millones y otros Q 195 millones para el Organismo Judicial.

Sin embargo, esta luna de miel con el proceso de lucha anticorrupción duraría muy poco. En septiembre del 2016 el hijo del Presidente, fue mencionado por un testigo en el caso denominado “Botín Registro de la Propiedad”. Esto desencadenaría una investigación que llevó ante la justicia no solo al hijo del Presidente sino también a su hermano y más cercano consejero, Samuel Morales.

Este evento fue el parteaguas entre el Presidente y la dupla Ministerio Público/CICIG, pero se confunden quiénes piensan que sin el caso del Registro de la Propiedad, el Presidente seguiría siendo un aliado de la lucha contra la corrupción. Principalmente porque la crisis más importante de este gobierno la provocó el mismo presidente Morales, al momento de gestionar su campaña política.

Y es que el candidato Jimmy Morales mintió descaradamente a sus votantes. Mintió porque al mismo tiempo que aseguraba no ser corrupto, ni ladrón, fraguaba la manera de inyectar recursos a su campaña política sin registrarlos, un acto ilegal que le permitiría, según él, esconder no solo el origen de los recursos, sino también el costo real de la operación política que lo llevaría al poder. En esta acción fraudulenta está el pecado original de su gobierno.

Después de que este caso estallara en agosto del 2017, el gobierno entró en una espiral autodestructiva que les llevaría a intentar sacar a Iván Velásquez del país en una operación que fue frustrada por la Corte de Constitucionalidad y el Procurador de los Derechos Humanos; y a polemizar con los funcionarios que se sentían identificados con la lucha anticorrupción. El resultado de este golpe fallido contra CICIG, fue la parálisis total del Presidente Morales, el inicio de lo que parece ser una obsesión por detener la lucha anticorrupción y una actitud completamente hostil con sus críticos.

Sin embargo, los pecados del Presidente no terminan allí, Morales también ha abusado de su posición recurriendo a las viejas prácticas corruptas de la administración pública. Contrató a muchos de sus amigos para ocupar puestos claves en el gobierno, sin que estos tuvieran la experiencia y conocimiento para el puesto. Además, la prensa le descubrió recibiendo un sobresueldo de Q 50 mil mensuales provenientes del Ejército y utilizando el presupuesto de la SAAS para comprar artículos personales de lujo (esto siendo el Presidente mejor pagado de América Latina). En ambas situaciones fue obligado a devolverlo, sin mayores repercusiones y sin aceptar claramente su responsabilidad.

A estas alturas está más que claro que el momento de darle el beneficio de la duda a Jimmy Morales como Presidente quedó muy en el pasado. Morales no es un aliado de la lucha contra la corrupción y más bien se ha convertido en un enemigo del proceso.

Quienes todavía le defienden y se oponen a que enfrente la justicia, pretenden obligar a quienes le criticamos a que nos hagamos de la vista gorda ante un gobierno que fue incapaz de mantener la única promesa de campaña que tenía alguna posibilidad de cumplir: no ser corrupto, ni ladrón.

Columna originalmente publicada en República.

Una independencia conservadora
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
18 Sep 2018

Era preciso cambiar, para que todo siguiera igual.

El 1 de enero de 1820, el teniente coronel Rafael de Riego protagonizó un levantamiento militar contra la monarquía absolutista del Rey Fernando VII, que culminó con la instauración del Trienio Liberal. España se convirtió en una monarquía constitucional bajo la Constitución de Cádiz, en la que se subordinaba el poder del monarca a las Cortes, se decretaba el laicismo, la libertad de culto y se implementaron medidas anticlericales. Al mismo tiempo, los Artículos 10 y 11 de la Constitución reconocían a las colonias americanas como provincias del reino, pero limitaba cualquier ejercicio de autonomía efectiva.

Entre tanto, en México y Centroamérica, los movimientos y rebeliones independentistas fenecían ante un reconstituido Ejército español. No obstante, el giro hacia el liberalismo en la Madre Patria generaba resquemor entre una élite y un clero conservador. Dicho resquemor se manifestó principalmente en la reticencia local a aceptar la restaurada Constitución de Cádiz.

En este contexto, las autoridades peninsulares, la elite criolla, el alto clero y los oficiales del Ejército real –simpatizantes del absolutismo y fervientes antiliberales– organizaron una serie de reuniones secretas para declarar la independencia de México y Centroamérica. Su ideal era restablecer la monarquía bajo la dirección de un infante español, que rechazara el laicismo y las instituciones constitucionales de Cádiz.

Ese espíritu fue el que dio origen al Plan de Iguala, proclamado por Agustín Iturbide, comandante del Ejército español en México. Sus tres principios materializaban el sentir de la época: unidad entre peninsulares y criollos, independencia y adscripción a la religión católica.

La venida a Guatemala de Vicente Filísola, delegado de Iturbide, aceleró el sentir de la elite de proclamar la independencia de las Provincias de Centroamérica, la cual se suscribió en papel sellado de la corona. Los notables que participaron de la junta nombraron como primer Jefe de las Provincias Unidas a Gabino Gaínza, quien hasta el 14 de septiembre ejercía el cargo de Capitán General y Comandante del Ejército español en Centroamérica.

La independencia, y posterior anexión a México, habrían de confirmarse en un Congreso Constituyente convocado para el 1 de marzo de 1822. No obstante, el Plan de Iguala fracasó. La invitación a un infante español para asumir la corona de un independiente Reino de México fue rechazada por la familia Borbón. Ante el vacío, Iturbide fue proclamado Emperador.

La independencia de Guatemala no representa un sueño de libertad, ni la materialización de las ideas de la Ilustración, como sí ocurrió en América del Sur. Por el contrario, la emancipación fue una reacción al liberalismo español, al temor por el laicismo y al deseo de mantener la subordinación a un monarca absoluto. En pocas palabras, era preciso cambiar, para que todo siguiera igual.

Hacia una agenda mínima
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
24 Ago 2018

Combatir la fragmentación y contrarrestar propuestas.

La sociedad política guatemalteca es bastante compleja. Para empezar, hay dos dimensiones de actores que coexisten en un mismo tiempo y espacio bajo lógicas e incentivos diferentes.

Por un lado, encontramos a los actores político-partidarios, que con honrosas excepciones, han sido los grandes participantes de esta juerga de 30 años de expoliación. Los actores partidarios se rigen bajo una lógica puramente patrimonialista: obtener rentas de la acción política. Para ellos, las campañas y el financiamiento político no son más que la inversión que permite participar de la repartición de utilidades de los negocios patrimonialistas. La actividad partidaria tampoco se caracteriza por ser ideológica o programática. Tan sólo piense cuándo fue la última vez que escuchó a un partido político sentar postura frente a los grandes temas del país, o en relación a los temas que más fisura social generan (modelo económico, justicia transicicional post-conflicto, el debate sobre la utilización de recursos naturales, etc.) Para terminarla de amolar, los partidos tampoco se preocupan por generar organización formal, sino que recurren al modelo de franquicias para tercerizar en caciques locales la administración de la marca. En pocas palabras, son meros vehículos organizados para acceder a la repartición del patrimonio del Estado.

Frente a esta dinámica, encontramos la segunda dimensión de actores en nuestra sociedad política: los actores no partidistas. Aquí encontramos una amalgama bastante amplia de sectores y actores. Desde el empresariado con sus cámaras y gremios, pasando por las organizaciones sociales, tanques de pensamiento, expresiones de la academia, medios de comunicación, pensadores, columnistas de prensa, por mencionar algunos. En este mundo la dinámica es diametralmente opuesta a los partidos. Aquí florece la ideología. Sin ir tan lejos: en Guatemala las universidades tienen más ideología que los mismos partidos políticos. También, aquí vemos mayor esfuerzo por generar propuesta programática. Y sobre todo, son los actores que rápidamente toman posturas ante las dinámicas estructurales y coyunturales del país.

Sin embargo, esta segunda dimensión de actores tiene un gran problema. Derivado de la historia reciente del país, de los traumas no sanados del conflicto armado, del modelo de educación escolástica que impera en el país - en dónde se fomenta la repetición de verdades y no el cuestionamiento y el pensamiento crítico - y como consecuencia de nuestra tradicional desconfianza, impera la fragmentación y la polarización. Esto hace muy complicado que diversos sectores puedan incluso sentarse en una misma mesa, aún si sus posiciones no son tan divergentes entre sí. También provoca que exista desconfianza y rencor mutuo a flor de piel: los empresarios no se sientan a dialogar con organizaciones sociales y viceversa; los académicos y profesionales de la Universidad liberal no se sientan con los de la Universidad pública y viceversa. Y así sucesivamente el mal se repite una y otra vez.

Todo lo anterior tiene dos efectos. Primero, una enorme anomia política que limita la capacidad de los grupos relevantes de la sociedad de plantear agendas en común. Y segundo, la incapacidad de los actores fragmentados y polarizados de actuar como contrapeso al poder de los actores partidarios que operan bajo lógicas patrimonialistas.

Por ello, y en un contexto de cambio político, resulta imperativo que los actores del segundo grupo guarden las espadas, dejen de lado los prejuicios y se atrevan a entrar en un proceso de discusión sobre los grandes temas urgentes para el país. Solamente mediante el esfuerzo de contrarrestar propuestas y reconocer que en los grandes ejes institucionales no existe mayor divisionismo, podremos establecer las bases para una agenda mínima de país.

El abuso de la prisión preventiva y la hipocresía de la clase política
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
20 Ago 2018

En el 2002, dos de cada tres privados de libertad guardaba prisión preventiva. Para el 2016, la cifra habría caído a uno de cada dos.

Hace uns semanas se conoció la lamentable noticia del fallecimiento del exdiputado Manuel Barquín, quien guardaba prisión preventiva por el caso “Lavado y Política”. Rápidamente varios diputados instrumentalizaron el hecho y culparon a la jueza que envió a prisión preventiva por la muerte del señor Barquín.

Y sí, querido lector: en Guatemala se abusa de la prisión preventiva. Existimos muchísimas personas que lo hemos repetido desde siempre. Pero a los políticos nunca les interesó. Peor aún, en el pasado reciente los propios diputados aprobaron leyes que obligan a los jueces a aplicar la prisión preventiva sin excepción.

En el 2002 (hace 16 años ya) MINUGUA recomendaba «aplicar sistemas que eviten el encarcelamiento por faltas y delitos menores o la prolongación innecesaria de la prisión preventiva», al tiempo que hacían ver su preocupación porque 2 de cada 3 privados de libertad guardaba prisión preventiva y no había condena. Para 2016 la cifra había caído a 1 de cada 2.«La prisión preventiva se utiliza ampliamente y no como una medida excepcional, inclusive por delitos menores», rezaba el informe que repite una frase que hoy sigue siendo tan válida como cuando se publicaba el informe.

Un informe de CEJA de 2013 titulado Prisión preventiva en América Latina también retrató la precaria situación de Guatemala en cuanto al abuso de la prisión preventiva. Finalmente, en 2016 la propia PDH publicaba su informe La aplicación de la prisión preventiva en Guatemala: un problema de derechos humanos en el cual se sumaba a las voces que denunciaban el abuso de la prisión preventiva en nuestro país.

¿Qué hizo la clase política entretanto? Dos cosas: 1. Poco o nada por revisar o mejorar la legislación que daba lugar al abuso de la prisión preventiva; y 2. Aprobar leyes que crean casos que obligan a los jueces a aplicar la prisión preventiva.

Es el caso más sangrante fue el decreto legislativo 17-2009 que en su artículo 27 pretendía que los jueces enviaran a los acusados a prisión preventiva, sin excepción, si el delito que se les imputaba tenía una pena inconmutable. Una medida que lesionaba directamente la presunción de inocencia y que fue declarada inconstitucional por la Corte de Constitucionalidad en el expediente 1994-2009.

En el 2008 aprobaron el decreto 22-2008 que establecía que todos los acusados por delito de femicidio no podían gozar de medida sustitutiva sino ser enviados sin excepción a prisión preventiva. En el 2013 aprobaron el decreto 6-2013 por medio del cual reformaron el artículo 264 del Código Procesal Penal y establecieron 10 delitos en los cuales obligaban a los jueces a enviar a los acusados a prisión preventiva. Naturalmente esto dio lugar a que aumentara notablemente el número de personas en prisión preventiva.

Por eso, querido lector, la clase política ha sido parte del problema del abuso de la prisión preventiva. Provoca escozor escuchar la hipocresía de algunos miembros de la clase política que hoy pretenden dar lecciones de derechos humanos y hasta entonces no movieron un dedo para cambiar las cosas.

El abuso de la prisión preventiva es un drama que viven miles de guatemaltecos. Nuestros diputados deberían estar trabajando por resolver el problema que legislaturas anteriores han creado en lugar de llenarse la boca con discursos oportunistas. La única iniciativa que han aprobado que podría mejorar el tema es el decreto 49-2016 que establece la implementación del “brazalete” como medida de sustitución a la prisión preventiva. Para colmo de males el Ministerio de Gobernación aun no compra los brazaletes y por eso no ha logrado implementar la medida. Quizá ese debería ser el foco de atención de los diputados antes que las diatribas que hemos escuchado en los últimos días.

Nuestra región, 17 años después
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

02 Sep 2016

Centroamérica es una región de contrastes y contradicciones, con una historia llena de víctimas y dolores, pero también repleta de sueños y esperanzas.

La región tiene en su haber dictaduras, golpes de Estado, guerras, fraudes electorales, corrupción, insuficiente crecimiento económico, falta de oportunidades y pobreza. En años más recientes se ha contaminado con el narcotráfico, el crimen organizado y un aumento en la conflictividad social; a lo que se suma la incapacidad de las élites, especialmente la política, para gobernar la región con más transparencia, mejores resultados, concepto de Estado y visión de largo plazo.

Resulta confuso escuchar a economistas, analistas y empresarios, cuando dicen que las cosas van bien y celebran que el crecimiento para este año podría ser de 4,2%.Centroamérica va bien para quienes hemos resuelto nuestra vida económica y social. Lo que no queremos ver son los millones de seres humanos que viven en pobreza permanente, lo poco que hacemos para reducirla y la inestabilidad política que esto genera.

Costa Rica y Panamá lo hacen mucho mejor que los otros cuatro; crecen con más facilidad, manejan mejor sus problemas políticos y podrían salir adelante. Los otros (Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala) se la pasan entre el caos y en una peligrosa cuerda floja.

Según CEPAL, los países de América Central lograron reducir la pobreza en los últimos 17 años, a excepción de Guatemala, donde se incrementó. Sólo Panamá logró reducir la pobreza al mismo ritmo que América Latina. Para los cuatro rezagados, los números confirman la gravedad del problema. Tienen niveles de pobreza del 42 al 74% y su lentitud para reducirla amenaza lo poco que avanzan.

De acuerdo al Banco Mundial, en los últimos 17 años, Nicaragua, Costa Rica y Panamá lograron tasas de crecimiento económico relativamente altas. Por el contrario, Guatemala, El Salvador y Honduras tuvieron un crecimiento económico insuficiente. El crecimiento de Nicaragua es relevante por su bajo punto de partida: tiene el segundo ingreso per cápita más bajo de América Latina. Solo Haití es más pobre.

En 1999 éramos 35 millones. Hoy somos 46 y en 2025 seremos 52. En cuatro de los seis países centroamericanos la economía no crece suficiente para atender el crecimiento de su población. No lo ha hecho en 30 años. Llegan al mercado laboral más jóvenes que las oportunidades que se generan.

“De cara al futuro, necesitamos lograr un crecimiento de al menos 7%, en el marco de una sólida institucionalidad.”

Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua continúan siendo países con un Estado de Derecho sumamente frágil. Son naciones inestables, con mucha carga ideológica, con alta conflictividad social, escaso liderazgo, con el nivel educativo más bajo del continente y seguimos siendo la región más violenta del planeta.

No se trata de ver el vaso medio vacío o medio lleno, o de que se deba ser optimista por cultura. Dejémosle esos ejercicios a los terapeutas. Por supuesto que hay cosas buenas en la región pero son insuficientes. El problema de Centroamérica es que en cualquier momento puede caer en peores manos de las que está. En especial los cuatro países del norte.

Nuestra institucionalidad democrática es frágil y corruptible. Tenemos “elecciones libres” cada cierto tiempo –Nicaragua es caso aparte—pero eso no garantiza nada. En cada elección, dadas las características de la oferta política y del electorado, podríamos sufrir un grave retroceso que puede durar décadas.

El futuro de Centroamérica depende de que formemos una nueva clase dirigente y rescatemos la política; de que instituyamos un verdadero Estado de Derecho, logremos la integración regional y un crecimiento de 7%. De que combatamos la pobreza con efectividad y que la educación sea de verdad. Necesitamos Estados fuertes con visión de largo plazo. Estos son los pilares para construir nuestra región. Estamos a tiempo.