Cycle of instability and uncertainty that we can and must overcome

Cycle of instability and uncertainty that we can and must overcome
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

24 Oct 2023

Para quienes llevamos 44 años o más, enfrentando esa batalla, este duelo es ya, un proyecto de vida.  

 

En medio del conflicto armado, entre bombas, secuestros y asesinatos, hace 44 años, decidí convertirme en un militante de la democracia liberal y republicana, pues llegué a la conclusión de que, para sacar adelante cualquier proyecto de vida, había que diseñar y construir, primero, Estado, instituciones que se respetan, división de poderes, leyes que se cumplen y que son iguales para todos. 

Desde muy joven aprendí que la política y la economía son dos caras de la misma moneda. Para que una funcione, la otra también debe funcionar. Solo así se pueden enfrentar los desafíos del desarrollo social, la estabilidad política y el crecimiento económico.         

Mi participación cívica es, y ha sido siempre, a título personal. En la más absoluta soledad. Como son esos andares para quienes dan el paso al frente. 

Perdí gente cercana y querida durante el conflicto armado, pero, a los 25 años, viví con ilusión la llegada de la democracia con la Constituyente del 84 en Guatemala y con procesos similares en el resto de Centroamérica.

Vaya si no extrañamos hoy en la política a los protagonistas de aquellos días. 

En los 80s, logramos la transición democrática después de una era en la que los votos se contaban en cuarteles militares y los gobiernos se imponían por la fuerza.

Es indiscutible que hemos tenido avances importantes, pero, estamos atravesando un ciclo donde abundan los políticos incompetentes o corruptos, y tienen a nuestros Estados en la bancarrota moral. 

En los últimos 15 años, en América Latina, hemos sufrido un retroceso institucional y democrático alarmante. Por unas y por otras, lo que avanza en nuestra región es la consolidación de Estados populistas, la mayoría de las izquierdas, aunque también los hay de derechas, al servicio de la corrupción y el narcotráfico.

Para superar este ciclo oscuro y difícil, el ciudadano debe decir presente. Debe exigir que las autoridades cumplan, respeten y se comporten. Su paso al frente debe ser firme, valiente, determinante, para hacer que se cumpla la ley, para defender sus derechos y libertades, para salvar su democracia.

América Latina necesita refundar la política. Desde la apertura democrática, los países que tienen saldo positivo son excepción. A la mayoría, los han gobernado grupos que solo dejaron corrupción, subdesarrollo y pobreza, y provocaron que la política criminal y el Estado delincuente sean los grandes protagonistas en la vida de sus sociedades.

Semejante despropósito está quebrando los consensos fundacionales de sus sistemas constitucionales. Semejante extravío los condena al subdesarrollo político, los expone a la barbarie, compromete su presente, amenaza su futuro.

Si la historia nos enseña que el camino al desarrollo y a la prosperidad de las naciones es la democracia liberal y republicana, la que respeta la ley, la división de poderes, la propiedad privada, el mercado y los valores que dignifican al ser humano, ya no podemos, ya no debemos esperar más.   

El futuro, las naciones que queremos ser, solo encontrarán el camino y la luz en la fuerza del ciudadano libre, en el compromiso del ciudadano que es parte de una sociedad que comprende que un Estado Democrático y de Leyes que se respetan es una obra cultural que se alcanza a través de la educación, el tiempo y una larga práctica de instituciones políticas garantes de la justicia, el Estado de Derecho y la libertad.

Este es el gran desafío de nuestro tiempo. Esta es la enorme responsabilidad histórica por la que, los ciudadanos latinoamericanos de hoy, tendremos que rendir cuentas.

Para quienes llevamos 44 años o más, enfrentando esa batalla, este duelo es ya, un proyecto de vida.