Las demandas de combatir la corrupción, depurar el sistema e impulsar reformas en materia electoral, de justicia, servicio civil y contrataciones públicas eran la propuesta del empresariado.
La semana pasada, quise reseñar la evolución del poder de las élites durante los primeros años de democracia y la forma como gradualmente la consolidación del patrimonialismo de Estado ha provocado el surgimiento de una élite emergente y el desplazamiento del poder central de las élites dentro del sistema político. En esa trama, el 2015 fue un año atípico.
Para entonces, el teorema de “el que le toca” constituía la regla sobre la que se analizaban los escenarios políticos de corto plazo. Bajo ese precepto, parecía casi una certeza que Manuel Baldizón ganaría la presidencia. En ese esquema, el petenero representaba a esa élite emergente, vinculada al patrimonialismo de Estado, que con el paso del tiempo amenazaba con desplazar a la tradicional. Más que una amenaza ideológica, Baldizón era riesgoso en términos de poder político y autonomía real.
Para entonces, la posición desde la élite ante el escenario de la victoria de Líder era ambivalente y poco granítica. Una facción fundamentalista apostaba por enfrentar a Baldizón, mediante los trucos y bromas propios de la política criolla, además de apuntalar a candidatos alternos. De ahí surgieron campañas como el “No te toca”. Algunos recurrieron al apoyo directo. Una rápida revisión de los documentos públicos del caso Construcción-Corrupción (Fase II) revela que no sólo hubo dinero de constructoras fluyendo a las sociedades vinculadas con Sinibaldi. Otros iluminados -incluso- consideraron acompañar como compañero de fórmula al entonces delfín (en el multiverso, esa realidad alterna hubiera estado muy chistosa). O qué decir del apoyo brindado a FCN-Nación, un hecho documentado y reconocido, indistintamente de los barrocos debates legales que siguieron.
En cambio, la facción utilitarista apostaba por la receta que se convertiría en norma: “es mejor estar cerca del poder, independientemente de quién lo ejerce y aún si hay que ensuciarse las manos.” Y por ahí estaban los menos -pero los había- a quienes Baldizón encantaba con su libertaria idea del flat tax de 5%.
En medio del debate sobre si Baldizón representaba o no una amenaza y cómo atenderla, cuando nadie lo esperaba, el 16 de abril de 2015 se sobrevino el escenario cisne negro. Y todo cambió.
Durante años, la demanda primordial del sector privado en materia tributaria había sido precisamente el combate a la defraudación y el contrabando aduanero. Por ello, con el mismo desagrado que el resto del país, rompieron su asimétrica alianza con Pérez Molina, aplaudieron la investigación y pidieron se profundizara. Careful what you wish for -dirían los americanos- ya que, en las siguientes temporadas de “El Mecanismo”, nos enteraríamos que de La Línea se desprenderían dos de los casos más incómodos para la élite: “Impunidad y Defraudación” y “Traficantes de Influencias”. De este último también surgió el caso por el que Sandra Torres enfrentaría proceso. Así que en términos futboleros, digamos que fue un empate, aunque encajaron gol de local.
El balance de fuerzas a lo interno no era muy distinto al de 2022. Quien hoy marca distancia de la patronal, en 2015 entendía los vientos de cambio y apostaba por la depuración. En cambio, quien hoy demuestra su complejo de filarmónico en pleno Titanic, también en 2015 se apuntó a pedir la renuncia de Otto Pérez, hasta el minuto 91 del partido. Aún así el espíritu del tiempo ya se hacía presente. Las demandas de combatir la corrupción, depurar el sistema e impulsar reformas en materia electoral, de justicia, servicio civil y contrataciones públicas eran la propuesta del empresariado. ¡Agenda más chaira por amor de Dios! Continuará…