An explosive cocktail

An explosive cocktail
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
01 Dec 2020

Aunque se resuelva la causal inmediata de la crisis y se archive el Presupuesto 2021, los ingredientes del coctel siguen ahí. Un coctel que estallará vía movilización social o que resultará propicio para que el populismo lo explote en 2023. La solución es impulsar una agenda de reformas que dé salida a la presión social. Sin ello, Guatemala camina cual sonámbulo rumbo al precipicio.

 

El descontento con el sistema político ha estado ahí, desde hace mucho tiempo. Encontrar los orígenes es difícil; casi tanto como acordarse de cómo empieza un sueño. Quizá todo arrancó cuando la corrupción empezó a afectar directamente al ciudadano. Pudo ser entre 2013 y 2014, cuando la corrupción en el Programa de Extensión de Cobertura o la compra sobrevalorada de medicamentos llevó al colapso del sistema de salud pública. O entre 2014 y 2015, cuando empezó a sentirse el colapso de la infraestructura vial, como consecuencia de la corrupción crónica que durante décadas caracterizó al MICIVI.  

Cuando en 2015 MP y CICIG evidenciaron la podredumbre del sistema, se confirmó una realidad a sotto voce. Un sistema donde el que paga campañas multiplica su inversión vía negocios con el Estado. Donde la obra gris, la salud, las aduanas, los servicios públicos son las joyas de la corona. Donde la contratación de personal es foco de saqueos. Y donde la justicia es la guinda que corona con impunidad la corrupción. 

El efecto directo de la corrupción y los obscenos niveles de riqueza acumulados por los Baldettis y Baldizones, hizo despertar a una ciudadanía adormecida. Miles salieron a las calles y así nació la plaza. Una plaza esperanzada en que la justicia le llegaría al corrupto y que los cambios estaban por llegar.

Sin embargo, la esperanza poco a poco languideció. Jimmy Morales, el outsider que debía representar la alternativa a la vieja política, se convirtió en el principal operador del sistema. Los últimos dos Congresos, con renovaciones de más de la mitad de sus integrantes, evidenciaron que el problema no son las personas, sino el sistema. La realidad mitológica de hidra echa política en Guatemala: un monstruo al que se le corta la cabeza, sólo para que se le regeneren dos más.

Si bien el despertar ciudadano también decayó como consecuencia de la aparición de los viejos fantasmas de las “derechas e izquierdas”, la decapitación de la lucha contra la corrupción ahogó una de las pocas válvulas de escape de esa olla de presión, que es el rechazo social al sistema político.

La señal de alerta se hizo sentir en junio 2019, cuando el Movimiento de Liberación de los Pueblos alcanzó 10% de votos. En un país donde la izquierda nunca había obtenido más de 3%, ese resultado reflejaba que el discurso “anti-sistema” ganaba terreno. Y no, el caudal del MLP no provino de las zonas donde opera CODECA, sino de territorios rur-urbanos a lo largo del eje de la Carretera Interamericana.

El 2020 trajo un ingrediente nuevo. El descontento económico y social. La pandemia Covid-19 trajo consigo la peor crisis económica de las últimas cuatro décadas. Más de 170,000 trabajadores suspendidos; otros 70,000 perdieron sus empleos. Un estimado de 25% de la población perdió parte de sus ingresos, y con ello, decayó su nivel de vida. A diferencia de la pobreza tradicional, que se concentra particularmente en áreas rurales, la crisis económica de Covid-19 afectó con severidad a las clases medias urbanas.

La mecha que encendió el fuego provino de un suceso insospechado. La aprobación del Presupuesto 2021. Extraño la verdad, dado que la discusión presupuestaria es compleja y pasa relativamente desapercibida. El carácter atípico de este fosforazo hace pensar que el evento particular fue lo de menos. Los ingredientes de la crisis ya se habían cocinado, y el Presupuesto fue la excusa que hizo estallar el descontento social.

De ser así, la perspectiva es compleja. Aunque se resuelva la causal inmediata de la crisis y se archive el Presupuesto 2021, los ingredientes del coctel siguen ahí. Un coctel que estallará vía movilización social o que resultará propicio para que el populismo lo explote en 2023. La solución es impulsar una agenda de reformas que dé salida a la presión social. Sin ello, Guatemala camina cual sonámbulo rumbo al precipicio.