Con las manos en el Loroco

Con las manos en el Loroco
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
15 Jul 2019

La racionalidad detrás de los actos irracionales

 

Para Jimmy Morales, el tiempo avanza inexorablemente. Cada día que pasa, es uno menos de esa pesadilla que resultó ser la Presidencia. Pero también, cada día que pasa es uno más cerca de la fecha fatídica del 14 de enero 2020, día en que el Presidente perderá el derecho de antejuicio.

La posibilidad de enfrentar responsabilidad penal por anomalías en el financiamiento de la campaña 2015 de FCN ha sido un fantasma en el firmamento desde hace casi dos años. Ese fantasma no sólo es una amenaza contra el mismo Morales, sino también, contra su esposa, quién habría facilitado el traslado de fondos de migrantes guatemaltecos en Estados Unidos en 2015. Desde entonces, hemos visto un esfuerzo sistemático desde Casa Presidencial por frenar cualquier avance de casos judiciales. Ya sea por la vía de bloquear antejuicios en el Congreso, reformar el delito de financiamiento ilícito, o simplemente, limitar la capacidad operativa de los entes de investigación.

A ello sumemos el caso contra el hijo y hermano del Presidente. Ahí la explicación de por qué desde mediados de 2017, la única motivación estratégica de Morales fue ver cómo se deshacía de la CICIG. 

La victoria de enero 2019, con apoyo de militares, una parte de sector privado, derecha conservadora y los actores de la corrupción, aparentemente le dio una fuente de respiro a Morales.

Pero desde el 17 de abril, se desencadenó una nueva pesadilla: la gallina con crema y loroco.

Desde que se conoció la captura de Mario Estrada en Estados Unidos por supuestamente haber buscado financiamiento electoral del Cartel de Sinaloa, y particularmente, desde que se hizo público el encuentro entre Morales y Mario Estrada, las acciones del Presidente han sido erráticas. Por unos días, coqueteó con la idea de señalar de fraudulentas las elecciones del pasado 16 de junio. Luego se embarcó en una aventura para “adquirir” dos aviones Pampa III, bajo un vilo de total secretismo. Y recientemente, intentó suscribir el Acuerdo de “Tercer País Seguro” con Estados Unidos, a pesar de que esto convertiría a Guatemala en un gran campo de concentración de migrantes en tránsito.

¿Cómo explicar entonces esa seguidilla de actuaciones erráticas?

Cuestionar la legitimidad de los resultados electorales fue la medida desesperada que quedó luego de los desastrosos resultados del FCN-Nación en la primera vuelta. A pesar de un masivo esfuerzo de clientelismo electoral en las semanas previas, el partido de Gobierno alcanzó un pírrico resultado que a penas le dejó una bancada de 8 diputados para la siguiente legislatura.

La frustrada adquisición de los Pampa III y la frustrada intentona de suscribir el acuerdo de “Tercer País Seguro” parecían tener como objetivo buscar el beneplácito de Washington en los temas que más atención generan en la administración Trump: frenar la migración ilegal y combatir el narcotráfico.

Lo que no hace sentido son los tiempos. ¿Por qué intentar ganarse el favor de Washington ahora?

Ya entre 2017 y 2018 Morales buscó agradar a Trump en su intento de conseguir apoyos para su agenda anti-CICIG. El traslado de la Embajada a Jerusalén le generó suficientes amistades en Washington como para garantizar el silencio del Gobierno norteamericano una vez empezó la ofensiva por deshacerse de la Comisión. El balance de créditos y débitos parecía entonces estar saldado.

¿Por qué ahora nuevamente un sentido de urgencia de darle muestras de amor al coloso del norte?

La lectura es que Morales busca evitar -a toda costa- cualquier persecución en su contra una vez abandone el poder. Los magros resultados del 16 de junio le dejaron sin una fuerza política que -desde el Congreso- le permita negociar impunidad. Por ello su intentona de arremeter contra la legitimidad del proceso. Pero el nuevo coqueteo con Washington sólo hace sentido a la luz de los eventos de abril y Mario Estrada. Morales sencillamente siente que lo agarraron con las manos en el Loroco.

La receta no es nueva. Es la misma que ha utilizado en Honduras el Presidente Juan Orlando Hernández, quien a pesar que la misma DEA lo menciona como parte de una investigación sobre una organización dedicada al trasiego de drogas, sus constantes esfuerzos por agradar a la administración norteamericana, han sido suficientes para que -por lo menos a él- le dejen en paz. Por lo menos, por ahora.

Esa parece ser entonces la apuesta de Morales.