En esta entrega del Observador, se identifican los diferentes momentos históricos a través de los cuáles se ha intentado consolidar la unión centroamericana y se hará una evaluación sobre el modelo de regionalismo abierto que funciona actualmente.
La integración centroamericana no es un proceso nuevo. En los más de 200 años de historia compartida que tenemos (desde que se conformó la República Federal de Centroamérica) han existido diferentes esfuerzos por construir una única unidad geográfica con los países del istmo. Sin embargo, a pesar que esos intentos han tenido algunas luces y aciertos, han resultado insuficientes para concretar un proyecto político eficiente y capaz de generar oportunidades de desarrollo para sus ciudadanos.
En esta entrega del Observador, se hará un esfuerzo por identificar los diferentes momentos históricos a través de los cuáles se ha intentado consolidar la región centroamericana y se hará una evaluación sobre el modelo de regionalismo abierto que funciona actualmente.
A través de la historia, es posible identificar 3 etapas concretas en el proceso de integración centroamericana: la República Federal de Centroamérica, entre 1823 y 1839; la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA), entre 1951 y 1993; y el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), que es en la que nos encontramos desde 1993 hasta hoy en día[1]. Cada una de estas fases alineadas al espíritu de sus tiempos, respondía a una serie de objetivos específicos y por tanto, tenía diferentes visiones de cómo concretar una unidad entre los países del Istmo. Vale la pena mencionar que a lo largo del Siglo XX hubo otros esfuerzos integradores pero para atender a los propósitos de este Observador se presenta la selección de los más relevantes.
La primera etapa es la del intento de construcción de una única unidad política a través de la República Federal de Centroamérica conformada luego de la independencia de los imperios de España y el de México en 1823. En aquel momento, se aspiraba a construir una identidad nacional para los países del istmo. Los resultados, evidentemente, no se pudieron concretar a causa de una serie de factores entre los cuales es posible enumerar: la identidad “regionalista” de las élites locales, la ineficiente estructura administrativa, entre otros.[2]
En 1949, Raúl Prebisch, economista argentino y Secretario General de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicó lo que más tarde Albert Hirschman denominaría como el “Manifiesto Latinoamericano”[3]. En su obra, Prebisch explica que la única forma a través de la cual los países de la región podrían expandir sus mercados es por la vía de la industrialización. Esto provocó que los países de América Latina adoptaran un modelo de sustitución de importaciones. Es decir, inversiones industriales apoyadas por el mercado interior. Esta estrategia estaba orientada al crecimiento “hacia adentro” proporcionada por los mercados locales con el objetivo de reducir la dependencia de los mercados internacionales.
Esta visión de integración a través de un exacerbado proteccionismo económico es la que inspiró la creación de la ODECA en 1951. La voluntad política de entonces consolidó, casi 10 años más tarde, el Tratado General de Integración Económica (1960). Este aspiraba al desarrollo de un mercado común centroamericano a través de instituciones de carácter intergubernamental. Es en este momento en el que nacen una serie de tratados y órganos que se mantienen vigentes hasta el día de hoy. Sin embargo, las limitaciones de un sistema endógeno de crecimiento, sumado a las crisis global de la Guerra Fría y los conflictos armados a nivel local generaron un impasse que llevó a esta etapa a un inevitable agotamiento dando paso así a un nuevo modelo de integración.
En la década de los ochentas, en las vísperas del fin de la Guerra Fría se impulsaron una serie de diálogos y acuerdos de paz en la región. Luego de un período de más de 20 años de conflictos armados en Centroamérica, la paz se hizo necesaria y se generó una nueva oportunidad para -a través de los efectos civilizatorios del mercado- construir un nuevo modelo de desarrollo e integración regional.
Los esfuerzos por promover la paz en la región empezaron en 1986 con la firma de los Acuerdos de Esquipulas I. Aquí, los presidentes de Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua apostaron por la resolución de los conflictos locales y afirmaron su compromiso para un proceso de integración.
El espíritu de globalización impulsado por el Consenso de Washington, sumado a la debastación y recesión económica en la región (provocadas por los conflictos armados internos, la crisis de deuda pública y el modelo de sustitución de importaciones) generaron la necesidad de impulsar un nuevo modelo de desarrollo. Esta nueva estrategia tenía por objetivo impulsar la competitividad a través del crecimiento “hacia afuera”. Se esperaba que a través de este proceso, los países pudieran desarrollar habilidad exportadoras. A este nuevo modelo se le conoce como regionalismo abierto.
Este nuevo proyecto integrador, como es posible inferir, cambió de identidad con los modelos que se habían intentado con anterioridad. Existía una visión de no solo fomentar el comercio local, sino de posicionar a la región dentro de la economía global. Esta visión promete generar un ambiente de competitividad.
El Sistema de Integración Centroamericana (SICA) nace con la firma del Protocolo de Tegucigalpa el 13 de diciembre de 1991. Con esto, también nacen una serie de instituciones como la Secretaría General del SICA, el Parlamento Centroamericano, la Reunión de Presidentes y la Corte Centroamericana de Justicia. Es a través de esta vía institucional que se intentan construir y definir los intereses económicos para los 6 países que actulamente se encuentran integrados en la región: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
Como es posible observar, a través de la exposición de los procesos históricos que describen la integración centroamericana, la naturaleza de sus etapas ha cambiado. Hoy se espera que a través de la consolidación de una integración profunda sea posible darle un perfil internacional a la región. Esta visión de apertura “hacia fuera” le permite adaptarse al contexto de globalización que se vive en el Siglo XXI.
Con Esquipulas I y II, se proponen tres objetivos principales del proceso de integración: paz, democracia y desarrollo económico. Respecto a la paz, se logró poner fin a los conflictos armados de la región y eso contribuyó a reducir los niveles de inseguridad pero la violencia todavía es un problema pendiente en la región. En cuanto a democracia, los países cumplen con los requisitos formales de un sistema político de este tipo, pero hay todavía una serie de resagos que deben corregirse, sobretodo en materia institucional. Finalmente, para el desarrollo económico se han producido avances significativos, sin embargo, pareciera haber una suerte de paralización hacia los procesos de integración profunda que permitirían consolidar las etapas hacia un modelo de integración económica exitoso.
Hasta el día de hoy, y como se explicó en otra entrega del Observador Centroamericano, se consolidó la Unión Aduanera entre Guatemala y Honduras y próximamente se espera lograr también con El Salvador. Sin embargo, este fue un proceso que según los compromisos adquiridos en 1960 con el Tratado General de Integración Económica Centroamericana, debío haberse consolidado en el siglo pasado. ¿Por qué entonces hasta ahora se está avanzando en este proceso?
La respuesta es compleja porque se requiere de la voluntad y ejecución de varios actores para perseguir un mismo objetivo: la Integración Económica de Centroamérica. Para darle marcha adelante a esta agenda se requiere de un compromiso real por parte de los presidentes de los 7 países. A nivel administrativo y burocrático, se espera que se le pueda dar seguimiento real a los procesos para consolidar la integración profunda. Y finalmente, corresponde también a las élites centroamericanas darle fuerza a los argumentos culturales, sociales y económicos para impulsar el modelo de desarrollo y constuir una región de oportunidades para los ciudadanos centroamericanos.
[1] Fernández Luiña, Eduardo. (2013). Poder Normativo en Acción: Europa a través de sus espejos. Relaciones Unión Europea – Sistema de la Integración Centroamericana.
[2] Fundación Libertad y Desarrollo. (2020). Centroamérica; amenazas y oportunidades compartidas; un destino común.
[3] Hirschman, Albert O. (1968). The Political Economy of Import-Substituting Industrialization in Latin America. The Quarterly Journal of Economics.
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