Courts and ideology

Courts and ideology
35
Luis Miguel es Director del Área Social de Fundación Libertad y Desarrollo, catedrático universitario y tiene una maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
31 Jan 2021

La lucha por el futuro del sistema de justicia es la lucha por el país. Es imposible, e incluso poco deseable, impedir que las personas que ocupan los más altos cargos en el poder judicial se identifiquen con determinadas ideas políticas, pero sí debemos impedir que estas personas estén afiliadas a las mafias y que su trayectoria profesional esté impregnada de conflictos de interés que estorben la independencia judicial.

 

El conflicto desatado por la elección de magistrados para las más altas Cortes del país no es ideológico, aunque muchas personas estén empeñadas en hacerlo parecer así. Es claro que a la alianza criminal que busca dirigir el país no la mueve la ideología, sino la búsqueda de impunidad.

Hasta hoy, el conflicto ideológico ha sido la herramienta utilizada para mantener un ambiente de tensión entre distintos actores sociales. Esta tensión es útil para los intereses de la alianza criminal porque mantiene vivos los pleitos del pasado y nubla la posibilidad de ver el problema actual, mete mucho ruido en las conversaciones.

La ideología tiene total relevancia en la política y en la interminable tarea de construir un proyecto de país, pero en el contexto actual resulta superficial; el conflicto de fondo es una pugna sostenida por fuerzas oscuras que intentan tomar control total del sistema de justicia, para usarlo en su beneficio y evitar que se repita el extraordinario movimiento que llevó al país a discutir sobre la necesidad de luchar contra la corrupción, proceso que inició en 2014 y hoy se encuentra en pausa.

Actualmente el foco del problema es la Corte de Constitucionalidad, este órgano de naturaleza jurídico-política ha jugado un papel relevante e indispensable en distintos momentos de la historia política de este país. El breve período que duró el proceso de lucha contra la corrupción no fue la excepción.

El controversial rol de árbitro político adoptado por la Corte, la ha convertido en un apetecido botín de las fuerzas que quieren tomar el mando del país y apoderarse lentamente del presupuesto nacional. Lo fue cuando Ríos Montt logró impulsar exitosamente su candidatura inconstitucional y también cuando Sandra Torres fracasó en hacer lo mismo.

Hoy nuevamente estamos presenciando un intento desesperado por manipular el balance de la Corte, no para darle un enfoque político-ideológico distinto, como algunas personas creen, sino para impedirle ser un obstáculo para los objetivos de la alianza criminal.

Las pruebas de esto están a la vista. Primero, es bastante obvio que el inexcusable retraso del Congreso en la elección de magistrados para la Corte Suprema de Justicia y Corte de Apelaciones, está relacionado a la necesidad de evitar que la CC impida que la alianza criminal coloque en puestos claves a personas señaladas por el MP en el caso Comisiones paralelas 2020. Segundo, la prisa de colocar a una persona señalada por varios delitos en una posición tan relevante como una magistratura en la Corte de Constitucionalidad, llevó al Congreso a cometer varios abusos y posibles ilegalidades que le restan cualquier legitimidad al proceso.

Hoy la alianza criminal apostó por el todo y quedó al descubierto con sus planes, generando reacciones bastante vocales de relevantes y diversos actores políticos internos y externos. También logró que la discusión ideológica quedara en segundo plano, al menos por un tiempo.

La lucha por el futuro del sistema de justicia es la lucha por el país. Es imposible, e incluso poco deseable, impedir que las personas que ocupan los más altos cargos en el poder judicial se identifiquen con determinadas ideas políticas, pero sí debemos impedir que estas personas estén afiliadas a las mafias y que su trayectoria profesional esté impregnada de conflictos de interés que estorben la independencia judicial.

Estamos en un momento de mucho riesgo.