*Imagen y artículo originalmente publicados en Sociedad de Plumas, El Periódico, el 8 de noviembre de 2020: https://elperiodico.com.gt/domingo/2020/11/08/presupuesto-2021-cual-es-el-mal-menor/
El Congreso de la República debe aprobar un nuevo Presupuesto de Estado para el 2021 y para ello cuenta solamente con tres semanas, antes que llegue el plazo fatal del 30 noviembre. El presupuesto planteado por el ejecutivo ha generado muchas críticas, no solo por el monto propuesto, sino por las prioridades que ha asignado. Sin embargo, la alternativa, que es dejar vigente el presupuesto que ha regido en el 2020, puede resultar mucho peor.
En primer lugar, el presupuesto de egresos totales vigente en 2020 es de Q107.7 millardos, en tanto que el propuesto por el ejecutivo es de Q99.7 millardos. El déficit fiscal contemplado en el presupuesto vigente es de Q35 millardos, el contemplado en el propuesto por el ejecutivo es Q30.1 millardos. Si lo que queremos es contención del gasto público, dejar vigente el presupuesto de 2020, no parece la mejor idea.
En segundo lugar, las prioridades que se establecieron para el 2020 a través de modificaciones a medio camino, fue enfrentar la pandemia a través de programas sociales a cargo del Ministerio de Desarrollo Social con un presupuesto de Q7.5 millardos; y programas de estímulo económico y protección al empleo a cargo del Ministerio de Economía, con un presupuesto de Q2.8 millardos. Ambos Ministerios tuvieron presupuestos históricamente altos, que en el contexto de 2021 podrían resultar totalmente inadecuados.
En el Proyecto de Presupuesto elaborado por el ejecutivo se regresa el presupuesto del Ministerio de Economía y del Ministerio de Desarrollo Social a niveles parecidos a los de años anteriores, pero se incrementa sustancialmente el presupuesto del Ministerio de Comunicaciones de Q6.7 millardos (vigente en 2020) a Q10.2 millardos. La propuesta del ejecutivo es la construcción de infraestructura como uno de los ejes de la recuperación económica. Sin duda alguna, este es uno de los puntos más controversiales de la propuesta del ejecutivo, y con razones de sobra, hay que decirlo.
La infraestructura, junto con la compra de medicina, han sido de los botines más apetecidos por las personas que viven de la corrupción. La indignación que causó el hallazgo de Q122 millones en efectivo, que supuestamente pertenecían al exministro de comunicaciones, José Luis Benito, hace que la propuesta de inyectar Q10.2 millardos en infraestructura levante demasiadas sospechas y rechazo.
Pero tenemos que reconocer que la infraestructura del país está por los suelos y en parte se debe a que hemos dejado de invertir y dedicamos los recursos a aumentar la burocracia. Entre 2001 y 2010, la inversión pública representó 4.4% PIB; pero entre 2011 y 2019, representó solamente el 2.8% del PIB. En los mismos períodos de comparación, las remuneraciones del sector público pasaron de representar 3.5% a 4.1% del PIB. La corrupción y la falta de inversión pública hace que tengamos una infraestructura tan precaria.
Por esta razón, dedicar recursos a infraestructura resulta urgente. Pero al mismo tiempo se debe garantizar transparencia. Para ello no es suficiente con cambiar las reglas de la contracción de la obra pública. Se debe dar prioridad a la reforma del Sistema de Justicia para que los corruptos paguen por sus crímenes. Y debemos exigir al Ejecutivo y al Congreso que no posterguen más esta reforma vital para el Estado de Derecho y la gobernanza del país.
Por último, se debe bajar aún más el gasto que propone el ejecutivo para el próximo año. Un déficit fiscal de 4.9% del PIB, como esta propuesto actualmente, representa una amenaza para la estabilidad de las finanzas públicas, sobre todo porque la deuda pública ya supera el 33% del PIB actualmente. El Congreso debe ajustar el gasto público para que el déficit fiscal no supere el 3% del PIB el próximo año.
El tiempo corre y debe aprobarse un nuevo Presupuesto Público para el 2021. Dejar el presupuesto actual, vigente para el próximo año, significa mayor riesgo macroeconómico y menor control del gasto público. El Congreso debe actuar.