Democracy in spanish

Democracy in spanish
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Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
03 Jan 2022

A finales de 2021, la ciudad de Madrid congregó a dos excepcionales políticos hispanoamericanos: Laura Chinchilla y Felipe González, en un diálogo titulado “Rethinking Democracy - Democracia en Español”, auspiciado por el Club de Madrid. Una conversación tan deleitable como importante para la región, especialmente de cara a lo que enfrentaremos en los próximos años.

En esta ocasión, a la ex mandataria costarricense le tocó entrevistar al ex presidente del gobierno español, a propósito del estado de la democracia en Hispanoamérica. Luego de más de tres décadas de la llamada “tercera oleada democrática”, durante la cual prácticamente todo el continente latinoamericano se democratizó (con la excepción de Cuba), ambos hicieron el balance de la última década donde la región continúa retrocediendo sostenidamente en todos los índices de democracia, y en donde países como Venezuela y Nicaragua se han sumado a Cuba en el renglón de regímenes abiertamente autoritarios.

“Parte de mi proyecto vital era fomentar la democracia en América Latina. Me empeñé desde el principio en un esfuerzo coordinado con otros líderes latinoamericanos para que, una vez superada la Guerra Fría… —acabo de recordar que pasado mañana se cumplen 30 años del último encuentro entre el viejo Bush y Gorbachov y cinco semanas después desaparecería la Unión Soviética, marcando el fin de una época— … Una vez superado eso, luchamos mucho por ampliar el espacio de la democracia en América Latina y la verdad es que había un anhelo de democracia en toda la región. Después se ha producido una regresión, que es muy dramática. Empiezan a aparecer caudillismos populistas, algunos quieren darle un signo de derecha o de izquierda, pero el resultado es el mismo para la gente, que es la pérdida de libertades. Es una tentación tiránica que busca romper las reglas del juego y hacerse con el poder y esa corriente se ha producido (en parte, y eso es lo que me preocupa) porque la gente cree que la democracia ha fracasado. Pero si uno penetra en el fondo del asunto, lo que ha fracasado son los gobiernos gestionando las instituciones y haciendo política. La democracia no garantiza el buen gobierno, sólo garantiza —que no es poco— que podamos echar al gobierno que no nos gusta. No es un fracaso de la democracia, la democracia es una forma de elegir a los representantes”, explicó González.

González ha tocado un elemento toral en la discusión sobre la regresión democrática en América Latina: la diferencia entre “acceso al poder” y “ejercicio del poder”, que explica por qué el voto popular en muchos de nuestros países se inclina cada vez más por opciones radicales que no terminan resolviendo los problemas de desempeño institucional y de corrupción, sino que más bien los agravan y además terminan instalando proyectos políticos autoritarios que se eternizan en el poder.

Más adelante, hace otra precisión de una importancia tremenda y que —contrario a lo que se simplifica en varios círculos liberales— no tiene que ver con la re-distribución de la riqueza, sino con el carácter desigual de la aplicación de la ley y de lo que varios expertos han denominado instituciones excluyentes, que contribuyen a la percepción (cada vez más difundida en la región), de que el sistema sólo funciona para unos pocos. Continúa González: “las políticas no son de servicios públicos generales, sino que son mucho más clientelares”, lo cual es la raíz de por qué en América Latina ha sido tan difícil implementar Estados de bienestar exitosos.

Con respecto a la economía, el político socialdemócrata refiere: “Superar o contraponer al neoliberalismo una política de mayor justicia social, de servicios públicos, de inclusión de un mayor número de ciudadanos en la política de gobierno, sería muy razonable. Salvo que lo que uno ve es que frente al neoliberalismo, lo que proponen es el neopobrismo: aquí vamos a igualar a todo el mundo, porque el salario mínimo no va a valer nada, salvo a los que mandan”. Es un llamado de atención de González a la izquierda populista autoritaria latinoamericana que se empeña en imponer un modelo depredador fracasado, en lugar de apostar por economías abiertas que permitan el libre desarrollo de los individuos.

Luego prosigue Chinchilla, haciendo referencia al desgaste de los mecanismos multilaterales que existen en América Latina para la defensa y protección de la democracia:

“En América Latina pretendimos hacer algo muy hermoso hace 20 años y aprobamos la Carta Democrática y de hecho se ha aplicado en varios incidentes (golpes de Estado, etc.), pero ya tenemos dos de los casos más graves de deterioro democrático reciente: Venezuela y Nicaragua, en donde la Carta Democrática simplemente se desvaneció. No hubo voluntad para aplicarla y pareciera que casi todo falló. Lo que imperó fue el silencio y la inacción. Lo que estamos viendo es que esos instrumentos eran muy buenos para responder a cambios abruptos en el ejercicio del poder (golpes de Estado, fraudes electorales, etc.), pero en esta nueva modalidad de deterioro de la democracia a cámara lenta y de forma gradual, pareciera que impera la noción de que nada está mal hasta que finalmente no tiene arreglo”.

Chinchilla también toca un tema al que debemos prestar atención en los próximos años y es que pasamos de un espíritu de integración regional (tanto en el orden liberal durante los años noventas, como en el bloque socialista de comienzos de siglo), a una era donde el discurso de la soberanía cobra un auge cada vez mayor en América Latina. Sin importar el signo ideológico, el rasgo que comparten la mayoría de gobiernos latinoamericanos es que ninguno quiere que se entrometan en sus asuntos internos y de allí la pasividad deliberada frente a las debacles de Venezuela y Nicaragua. Concuerdan los dos ex presidentes en que nunca, al menos en la historia reciente, la región había estado tan desintegrada.

En conclusión, ambos líderes hacen trascendentales reflexiones para la región y ponen el dedo sobre los grandes temas que, como latinoamericanos, debemos tomar en serio en los próximos años si no queremos que nuestra casa continúe a la deriva.