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La migración y el potencial latino
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Licenciada en Ciencia Política con especialización en Políticas Públicas egresada de la Universidad Francisco Marroquín. Se ha desempeñado en el área de comunicación estratégica y coordinación de proyectos. Se interesa por temas de desarrollo y de derechos humanos.
26 Sep 2024

En 2022, la producción económica de los latinos en Estados Unidos alcanzó los 3.6 billones de dólares. 

 

Con las elecciones en Estados Unidos a la vuelta de la esquina, la emigración desde América Latina ha cobrado una gran relevancia. Aunque la emigración irregular puede representar un desafío, es crucial que Estados Unidos reconozca la contribución económica de la comunidad laina. Al mismo tiempo, los países latinoamericanos deben asumir su responsabilidad y crear las condiciones necesarias para que sus ciudadanos encuentren oportunidades en sus propias naciones. 

En 2022, la producción económica de los latinos en Estados Unidos alcanzó los 3.6 billones de dólares. Si este grupo demográfico fuera un país, se posicionaría como la quinta economía más grande del mundo, superando a India, Reino Unido y Francia.

Además, entre 2019 y 2022, los latinos fueron responsables del 41.4 % del crecimiento del PIB estadounidense, a pesar de representar solo el 19 % de la población total del país. 

Un estudio de UCLA y la Universidad Luterana de California identifica cuatro factores clave del rápido crecimiento económico de la comunidad latina en Estados Unidos:

 

    1. Educación: Desde 2010, el número de latinos que cursan estudios superiores ha crecido tres veces más rápido que el de los no latinos. Esto incrementa el capital humano y, a su vez, las oportunidades económicas.
    2. Crecimiento poblacional: Desde 2010, la población latina en Estados Unidos creció un 26.2 %, en comparación con un 4.1 % de la población no latina. Aunque los latinos constituyen el 19.2 % de la población total, fueron responsables de más del 50 % del crecimiento población entre 2010 y 2022. 
    3. Participación en la fuerza laboral: Con una edad media de 30.7 años frente a los 41.1 años de los no latinos, los latinos tienen una mayor participación en la fuerza laboral. Desde 2010, la fuerza laboral latina creció un 34.1 %, en contraste con un 4.5 % en poblaciones no latinas, lo que representa el 58 % del crecimiento total de la fuerza laboral en Estados Unidos.
    4. Participación activa en la búsqueda de empleo: Además de su mayor proporción en la población en edad laboral, los latinos también participan de manera más activa en el mercado laboral. En 2022, tenían un 6.3 % más de probabilidades de estar en búsqueda activa de empleo que sus contrapartes no latinas.

 

Los datos de Latino Donor Collaborative, UCLA y la Universidad Luterana de California demuestran que la comunidad latina tiene un inmenso potencial. Si bien es cierto que Estados Unidos enfrenta desafíos relacionados con la migración irregular y la capacidad de integrar a quienes desean ingresar al país, la migración es un fenómeno que perdurará. Sería más beneficioso que Estados Unidos reconozca y aproveche el potencial de la población latina en su economía.

Por otro lado, los gobiernos de América Latina deben implementar políticas públicas que generen las condiciones adecuadas para que sus ciudadanos no sientan la necesidad de emigrar. Fomentar un entorno donde puedan invertir en su capital humano y desarrollarse profesionalmente es fundamental para el crecimiento económico que la región tanto necesita.

The National Police must be strengthened
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
24 Sep 2024

A los policías se les respeta y valora en los países avanzados.

Actualmente se esta discutiendo una iniciativa de ley en el Congreso para fortalecer la Policía Nacional Civil, una de las instituciones más importantes para cualquier país, pero que en Guatemala se le ha descuidado.

En nuestro país se le tiene poco respeto a los policías. Muchas veces se les hace de menos y algunas personas los enfrentan ante la certeza de que los policías “no les harán nada”.

Esto podría cambiar si se aprueba esta nueva ley. Uno de los puntos en discusión es que los policías puedan activar sus armas con más libertad de lo que actualmente pueden hacerlo.

En Estados Unidos, si un sospechoso tiene un arma y amenaza a la policía, estos tienen la libertad de activar su armamento y defenderse. La fuerza policial es respetada en ese país y, en general, en los países desarrollados.

En el caso de Guatemala, con la legislación actual, si un policía activa su arma para defenderse, pasa por un proceso legal complejo, lo cual provoca que los policías no ejerzan la autoridad con determinación.

Esta nueva ley también contempla penas severas para las personas que falsifiquen los uniformes de la PNC y busca mejorar el salario y las condiciones laborales de los policías.

Una de las funciones más importantes que debe cumplir un Estado es brindar seguridad a sus ciudadanos. Para ello se requiere contar con policías bien pagados, altamente capacitados, en condiciones dignas, con equipo moderno y con la libertad suficiente para actuar en momentos de crisis.

Por supuesto, no debemos irnos al extremo en el cual los policías puedan actuar con total impunidad.  Se debe seguir los modelos de los países desarrollados que han demostrado funcionar bien.  No tenemos que inventar el agua azucarada.

Los diputados deben darle prioridad a esta ley.

 

Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 19 de septiembre. 

La Policía Nacional debe fortalecerse
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
24 Sep 2024

A los policías se les respeta y valora en los países avanzados.

Actualmente se esta discutiendo una iniciativa de ley en el Congreso para fortalecer la Policía Nacional Civil, una de las instituciones más importantes para cualquier país, pero que en Guatemala se le ha descuidado.

En nuestro país se le tiene poco respeto a los policías. Muchas veces se les hace de menos y algunas personas los enfrentan ante la certeza de que los policías “no les harán nada”.

Esto podría cambiar si se aprueba esta nueva ley. Uno de los puntos en discusión es que los policías puedan activar sus armas con más libertad de lo que actualmente pueden hacerlo.

En Estados Unidos, si un sospechoso tiene un arma y amenaza a la policía, estos tienen la libertad de activar su armamento y defenderse. La fuerza policial es respetada en ese país y, en general, en los países desarrollados.

En el caso de Guatemala, con la legislación actual, si un policía activa su arma para defenderse, pasa por un proceso legal complejo, lo cual provoca que los policías no ejerzan la autoridad con determinación.

Esta nueva ley también contempla penas severas para las personas que falsifiquen los uniformes de la PNC y busca mejorar el salario y las condiciones laborales de los policías.

Una de las funciones más importantes que debe cumplir un Estado es brindar seguridad a sus ciudadanos. Para ello se requiere contar con policías bien pagados, altamente capacitados, en condiciones dignas, con equipo moderno y con la libertad suficiente para actuar en momentos de crisis.

Por supuesto, no debemos irnos al extremo en el cual los policías puedan actuar con total impunidad.  Se debe seguir los modelos de los países desarrollados que han demostrado funcionar bien.  No tenemos que inventar el agua azucarada.

Los diputados deben darle prioridad a esta ley.

 

Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 19 de septiembre. 

Celebrate our independence
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
17 Sep 2024

Guatemala ha hecho avances importantes.

El mes de la independencia siempre nos hace reflexionar sobre nuestro país. El pasado que hemos construido juntos, el presente que nos preocupa y la esperanza de un mejor futuro.

En estos 203 años de independencia hemos avanzado bastante lento. Nos gustaría que fuera mucho más rápido, pero lo importante son los avances.

Por ejemplo, desde la caída de Jorge Ubico, en 1944, no hemos tenido un presidente que dure más de 5 años en la presidencia. Esto es muy importante, porque nadie debe quedarse en el poder más de 4 años, como lo establece nuestra constitución.

Algunos países están sufriendo dictaduras porque hay presidentes que se quieren quedar por siempre en el poder.

Otro avance fue el inicio de la democracia en 1985. Llevamos casi cuarenta años eligiendo presidentes, diputados y alcaldes en votaciones transparentes y confiables.

En nuestro sistema electoral es imposible hacer trampa, ya que los votos lo cuidan más de 125 mil guatemaltecos, que no son trabajadores o funcionarios del gobierno, sino ciudadanos comunes que dedican su tiempo a esta labor cívica.

También firmamos la paz en 1996 y pusimos fin a una guerra de 36 años que provocó enorme dolor y luto entre los guatemaltecos. Es una página de la historia que debemos superar, reconociendo lo que sucedió, pero construyendo un futuro diferente.

Por último, la violencia sigue siendo un grave problema, pero hace 16 años era muchísimo peor. Lentamente hemos logrado reducir la violencia en la última década.

No todos los países mejoran. Algunos están peor hoy que hace algunos años.

Por eso debemos luchar por conservar nuestros avances y trabajar por superar los problemas actuales, que son muchos. El futuro puede ser mejor si construimos sobre lo que hemos avanzado.

Celebrar nuestra independencia
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
17 Sep 2024

Guatemala ha hecho avances importantes.

El mes de la independencia siempre nos hace reflexionar sobre nuestro país. El pasado que hemos construido juntos, el presente que nos preocupa y la esperanza de un mejor futuro.

En estos 203 años de independencia hemos avanzado bastante lento. Nos gustaría que fuera mucho más rápido, pero lo importante son los avances.

Por ejemplo, desde la caída de Jorge Ubico, en 1944, no hemos tenido un presidente que dure más de 5 años en la presidencia. Esto es muy importante, porque nadie debe quedarse en el poder más de 4 años, como lo establece nuestra constitución.

Algunos países están sufriendo dictaduras porque hay presidentes que se quieren quedar por siempre en el poder.

Otro avance fue el inicio de la democracia en 1985. Llevamos casi cuarenta años eligiendo presidentes, diputados y alcaldes en votaciones transparentes y confiables.

En nuestro sistema electoral es imposible hacer trampa, ya que los votos lo cuidan más de 125 mil guatemaltecos, que no son trabajadores o funcionarios del gobierno, sino ciudadanos comunes que dedican su tiempo a esta labor cívica.

También firmamos la paz en 1996 y pusimos fin a una guerra de 36 años que provocó enorme dolor y luto entre los guatemaltecos. Es una página de la historia que debemos superar, reconociendo lo que sucedió, pero construyendo un futuro diferente.

Por último, la violencia sigue siendo un grave problema, pero hace 16 años era muchísimo peor. Lentamente hemos logrado reducir la violencia en la última década.

No todos los países mejoran. Algunos están peor hoy que hace algunos años.

Por eso debemos luchar por conservar nuestros avances y trabajar por superar los problemas actuales, que son muchos. El futuro puede ser mejor si construimos sobre lo que hemos avanzado.

Why did Maduro not fall on 28J and has not fallen in the weeks since?
113
Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
11 Sep 2024

¿Por qué todas las predicciones fallaron?

 

A 45 días del fraude electoral en Venezuela, varios se preguntan por qué no ocurrió la esperada transición a la democracia que se pensaba desencadenarían las elecciones.

Mucha tinta ha corrido, sobre todo en las últimas tres décadas, sobre el tema de las transiciones a la democracia, al punto de convertirse por sí sola en una vertiente de estudio de la Ciencia Política y, en el caso latinoamericano, serían referencias en el tema el argentino Guillermo O’Donnell y el venezolano John Magdaleno [1], con importantes estudios sobre el tema [2].

En ese sentido, los “transicionólogos” derivan de sus casos de estudio una suerte de “receta”, aplicable a cualquier régimen político de base autoritaria. Sin embargo, la gran pregunta que todos se hacen con respecto a Venezuela es ¿Por qué todas las predicciones fallaron?

Tomando como base un famoso ensayo del politólogo norteamericano Mark Lilla a inicios de siglo [3], creo que parte importante del error en la teoría de las transiciones, tiene sus orígenes en un pésimo diagnóstico sobre la naturaleza de la forma de gobierno que están surgiendo en el mundo actualmente. Decía Lilla en 2002 que la ciencia política, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, abandonó el estudio de la tiranía [4]. ¿La razón? Luego de 1945, el optimismo sobre el progreso de las democracias modernas contribuyó a la percepción de que la tiranía era un problema del pasado y, en su lugar, la literatura sobre el Totalitarismo [5] como nuevo fenómeno político, de alguna forma consumió y acaparó el estudio de la tiranía, otrora una categoría con un inmenso interés que asciende a varios milenios en la historia del pensamiento político occidental. De aquí, podemos derivar por qué en la actualidad se usan todo tipo de eufemismos como "regímenes híbridos", "autoritarismos-competitivos", "hegemónicos", etc., para designar regímenes políticos hipercráticos de una gran intensidad de mando, o peor aún, por qué se les juzga en clave ideológica, desplazando la discusión sobre si son de derecha o izquierda, revolucionarios o conservadores, capitalistas o socialistas, nazis, fascistas, comunistas, nacionalistas, imperialistas, etc. 

Así las cosas, el caso venezolano, junto a Rusia, Irán, Siria, etc., parecieran ser, como los he denominado, "tiranías en forma pura" o "tiranías eternas" [6], una manifestación de régimen político que se aleja de los autoritarismos de la Guerra Fría (1945-1989) y la posguerra fría (1989-2008), que son los casos que estudiaron primordialmente O’Donnell y Magdaleno [7]. Y es aquí en donde se puede hallar la razón del extravío conceptual para poder diagnosticar correctamente las posibilidades reales de una transición en Venezuela.

Recordemos que desde 1945, la narrativa democrática como fuente legitimidad pasó a dominar y neutralizar todas las instancias del discurso político. Bien desde la retórica revolucionaria en el caso del comunismo totalitario que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, o bien desde el revestimiento formal de democracia en el caso de las dictaduras militares [8]; todos estos regímenes usaban el discurso de la soberanía popular aunque fuesen autoritarios en la práctica. Por esta razón, durante en este período (1945-2008), estos regímenes, aunque opresivos a lo interno, actuaban bajo ciertas reglas propiciadas por el consenso internacional en torno a la democracia que permitían que la lucha no violenta fuese efectiva para lograr una transición. De esa manera, movimientos como la Revolución de Terciopelo, Solidaridad, Concertación, Mandela, Otpor, etc., pudieron utilizar las propias reglas formales del régimen autoritario para derrocarlo. Ninguna de estas variables las presenta el caso venezolano. 

Como corolario, la fragmentación del poder global y la ruptura del consenso posterior a 1989, ha creado un terreno fértil para este resurgimiento. Sin un árbitro global claro, las tiranías en forma pura operan con mayor impunidad y menos miedo a sanciones o intervenciones. De tal suerte que hoy, tiranos como Nicolás Maduro, parecieran no molestarse en disfrazarse o camuflarse para aparentar una fachada democrática o de arraigo popular. Han adoptado una forma histórica y transcendental de tiranía, que rebasa lo contingente en todas sus instancias y, por ende, rechaza a secas el principio de soberanía popular, al que percibe como desestabilizador de su poder político. Por esa razón, es altamente probable que luego del fraude del 28J, la tiranía venezolana opte por enterrar definitivamente el voto universal para que no haya más transmisión de mando, bajo el argumento de la lucha contra el fascismo y el imperialismo, y busque otras fórmulas como el voto corporativo, la elección en segundo grado, la aclamación, etc. [9]. 

De manera que, para la tiranía en forma pura o tiranía eterna, la legitimidad democrática significa poco o nada, porque el soberano es simplemente el que tiene la autoridad del Estado, es decir, es quien controla el territorio y finalmente declara la excepción, sin importar cómo haya sido investido (sucesión dinástica, golpe, revolución, designación, elección fraudulenta, etc.)En síntesis, en la "tiranía en forma pura" el poder ilimitado se ejerce sin máscara, tal y como ha sido siempre, a lo largo de milenios. Trátese de faraones, emperadores, reyes, shogunes, presidentes, etc., es imprescindible ver esta forma de gobierno desde la perspectiva más amplia de las regularidades históricas para, como analistas, poder diagnosticar correctamente a qué nos enfrentamos y prospectar escenarios. 

 

 

[1]  En días recientes, John Magdaleno se ha retractado sobre la tesis de la transición y ha afirmado que el régimen venezolano tiene rasgos “totalitarios y sultanísticos” https://x.com/Vladivillegastv/status/1833148895272239245 

[2] Sobre esto: O'Donnell (1989) https://repositorio.cedes.org/handle/123456789/3736 y Magdaleno (2020) https://agroinformatica.com.ve/wp-content/uploads/2020/04/Pol%C3%ADtica_y_Transiciones_a_Democracia_JOHN_MAGDALENO.pdf 

[3] La nueva era de la tiranía”, Mark Lilla (2002) https://letraslibres.com/revista-mexico/la-nueva-era-de-la-tirania-2/ 

[4No sólo se abandonó el estudio de la tiranía sino que se abandonó también el estudio de la teoría de las formas de gobierno. Sin embargo, en los últimos años, ha surgido de nuevo un interés por el estudio de la tiranía de parte de historiadores como Timothy Snyder y Anne Applebaum, e intelectuales como el venezolano Moisés Naím, en un intento de explicar las circunstancias presentes. 

[5] Sobre esto, tal vez la obra más importante es Los orìgenes del totalitarismo, de Hanna Arendt. Pero también desarrollaron magistralmente el tema del totalitarismo Ernst Nolte, Raymond Aron, Juan Linz, entre  otros. 

[6] La palabra “eterno”, es la pobre traducción al español del término alemán “Ur” (ancestral, trascendental). Inspirado en el término Ur-Fascismo de Umberto Eco.

[7] Incluso en este período hubo tiranías puras. Un caso que refiere O'Donnell como “un primer tipo de transición a la democracia”, es el franquismo en España, donde nunca estuvo planteado un cambio de mando mientras Franco viviera y la transición sólo fue posible a la muerte del caudillo. También está el caso de Cuba donde no permeó ninguna influencia democratizadora durante todo ese período, y donde incluso se perfeccionó aún más la tiranía logrando establecer una sucesión dinástica que dura hasta nuestros días. 

[8] Aquí una acotación: la dictadura moderna es un régimen político represivo con una fuerte intensidad de mando, usualmente de corte militar, que si bien puede derivar en tiranía y en totalitarismo, no lo es necesariamente. Sobre esto, ver Carl Schmitt, La dictadura https://www.alianzaeditorial.es/libro/alianza-ensayo/la-dictadura-carl-schmitt-9788420609591/ 

[9] Algo de esto ya ha asomado el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez. https://cnnespanol.cnn.com/2024/08/13/presidente-asamblea-venezuela-refo...

¿Por qué Maduro no cayó el 28J ni ha caído en las semanas posteriores?
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Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
11 Sep 2024

¿Por qué todas las predicciones fallaron?

 

A 45 días del fraude electoral en Venezuela, varios se preguntan por qué no ocurrió la esperada transición a la democracia que se pensaba desencadenarían las elecciones.

Mucha tinta ha corrido, sobre todo en las últimas tres décadas, sobre el tema de las transiciones a la democracia, al punto de convertirse por sí sola en una vertiente de estudio de la Ciencia Política y, en el caso latinoamericano, serían referencias en el tema el argentino Guillermo O’Donnell y el venezolano John Magdaleno [1], con importantes estudios sobre el tema [2].

En ese sentido, los “transicionólogos” derivan de sus casos de estudio una suerte de “receta”, aplicable a cualquier régimen político de base autoritaria. Sin embargo, la gran pregunta que todos se hacen con respecto a Venezuela es ¿Por qué todas las predicciones fallaron?

Tomando como base un famoso ensayo del politólogo norteamericano Mark Lilla a inicios de siglo [3], creo que parte importante del error en la teoría de las transiciones, tiene sus orígenes en un pésimo diagnóstico sobre la naturaleza de la forma de gobierno que están surgiendo en el mundo actualmente. Decía Lilla en 2002 que la ciencia política, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, abandonó el estudio de la tiranía [4]. ¿La razón? Luego de 1945, el optimismo sobre el progreso de las democracias modernas contribuyó a la percepción de que la tiranía era un problema del pasado y, en su lugar, la literatura sobre el Totalitarismo [5] como nuevo fenómeno político, de alguna forma consumió y acaparó el estudio de la tiranía, otrora una categoría con un inmenso interés que asciende a varios milenios en la historia del pensamiento político occidental. De aquí, podemos derivar por qué en la actualidad se usan todo tipo de eufemismos como "regímenes híbridos", "autoritarismos-competitivos", "hegemónicos", etc., para designar regímenes políticos hipercráticos de una gran intensidad de mando, o peor aún, por qué se les juzga en clave ideológica, desplazando la discusión sobre si son de derecha o izquierda, revolucionarios o conservadores, capitalistas o socialistas, nazis, fascistas, comunistas, nacionalistas, imperialistas, etc. 

Así las cosas, el caso venezolano, junto a Rusia, Irán, Siria, etc., parecieran ser, como los he denominado, "tiranías en forma pura" o "tiranías eternas" [6], una manifestación de régimen político que se aleja de los autoritarismos de la Guerra Fría (1945-1989) y la posguerra fría (1989-2008), que son los casos que estudiaron primordialmente O’Donnell y Magdaleno [7]. Y es aquí en donde se puede hallar la razón del extravío conceptual para poder diagnosticar correctamente las posibilidades reales de una transición en Venezuela.

Recordemos que desde 1945, la narrativa democrática como fuente legitimidad pasó a dominar y neutralizar todas las instancias del discurso político. Bien desde la retórica revolucionaria en el caso del comunismo totalitario que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, o bien desde el revestimiento formal de democracia en el caso de las dictaduras militares [8]; todos estos regímenes usaban el discurso de la soberanía popular aunque fuesen autoritarios en la práctica. Por esta razón, durante en este período (1945-2008), estos regímenes, aunque opresivos a lo interno, actuaban bajo ciertas reglas propiciadas por el consenso internacional en torno a la democracia que permitían que la lucha no violenta fuese efectiva para lograr una transición. De esa manera, movimientos como la Revolución de Terciopelo, Solidaridad, Concertación, Mandela, Otpor, etc., pudieron utilizar las propias reglas formales del régimen autoritario para derrocarlo. Ninguna de estas variables las presenta el caso venezolano. 

Como corolario, la fragmentación del poder global y la ruptura del consenso posterior a 1989, ha creado un terreno fértil para este resurgimiento. Sin un árbitro global claro, las tiranías en forma pura operan con mayor impunidad y menos miedo a sanciones o intervenciones. De tal suerte que hoy, tiranos como Nicolás Maduro, parecieran no molestarse en disfrazarse o camuflarse para aparentar una fachada democrática o de arraigo popular. Han adoptado una forma histórica y transcendental de tiranía, que rebasa lo contingente en todas sus instancias y, por ende, rechaza a secas el principio de soberanía popular, al que percibe como desestabilizador de su poder político. Por esa razón, es altamente probable que luego del fraude del 28J, la tiranía venezolana opte por enterrar definitivamente el voto universal para que no haya más transmisión de mando, bajo el argumento de la lucha contra el fascismo y el imperialismo, y busque otras fórmulas como el voto corporativo, la elección en segundo grado, la aclamación, etc. [9]. 

De manera que, para la tiranía en forma pura o tiranía eterna, la legitimidad democrática significa poco o nada, porque el soberano es simplemente el que tiene la autoridad del Estado, es decir, es quien controla el territorio y finalmente declara la excepción, sin importar cómo haya sido investido (sucesión dinástica, golpe, revolución, designación, elección fraudulenta, etc.)En síntesis, en la "tiranía en forma pura" el poder ilimitado se ejerce sin máscara, tal y como ha sido siempre, a lo largo de milenios. Trátese de faraones, emperadores, reyes, shogunes, presidentes, etc., es imprescindible ver esta forma de gobierno desde la perspectiva más amplia de las regularidades históricas para, como analistas, poder diagnosticar correctamente a qué nos enfrentamos y prospectar escenarios. 

 

 

[1]  En días recientes, John Magdaleno se ha retractado sobre la tesis de la transición y ha afirmado que el régimen venezolano tiene rasgos “totalitarios y sultanísticos” https://x.com/Vladivillegastv/status/1833148895272239245 

[2] Sobre esto: O'Donnell (1989) https://repositorio.cedes.org/handle/123456789/3736 y Magdaleno (2020) https://agroinformatica.com.ve/wp-content/uploads/2020/04/Pol%C3%ADtica_y_Transiciones_a_Democracia_JOHN_MAGDALENO.pdf 

[3] La nueva era de la tiranía”, Mark Lilla (2002) https://letraslibres.com/revista-mexico/la-nueva-era-de-la-tirania-2/ 

[4No sólo se abandonó el estudio de la tiranía sino que se abandonó también el estudio de la teoría de las formas de gobierno. Sin embargo, en los últimos años, ha surgido de nuevo un interés por el estudio de la tiranía de parte de historiadores como Timothy Snyder y Anne Applebaum, e intelectuales como el venezolano Moisés Naím, en un intento de explicar las circunstancias presentes. 

[5] Sobre esto, tal vez la obra más importante es Los orìgenes del totalitarismo, de Hanna Arendt. Pero también desarrollaron magistralmente el tema del totalitarismo Ernst Nolte, Raymond Aron, Juan Linz, entre  otros. 

[6] La palabra “eterno”, es la pobre traducción al español del término alemán “Ur” (ancestral, trascendental). Inspirado en el término Ur-Fascismo de Umberto Eco.

[7] Incluso en este período hubo tiranías puras. Un caso que refiere O'Donnell como “un primer tipo de transición a la democracia”, es el franquismo en España, donde nunca estuvo planteado un cambio de mando mientras Franco viviera y la transición sólo fue posible a la muerte del caudillo. También está el caso de Cuba donde no permeó ninguna influencia democratizadora durante todo ese período, y donde incluso se perfeccionó aún más la tiranía logrando establecer una sucesión dinástica que dura hasta nuestros días. 

[8] Aquí una acotación: la dictadura moderna es un régimen político represivo con una fuerte intensidad de mando, usualmente de corte militar, que si bien puede derivar en tiranía y en totalitarismo, no lo es necesariamente. Sobre esto, ver Carl Schmitt, La dictadura https://www.alianzaeditorial.es/libro/alianza-ensayo/la-dictadura-carl-schmitt-9788420609591/ 

[9] Algo de esto ya ha asomado el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez. https://cnnespanol.cnn.com/2024/08/13/presidente-asamblea-venezuela-refo...

Keys to the Sept. 10 debate between Kamala Harris and Donald Trump
118
Licenciada en Ciencia Política con especialización en Políticas Públicas egresada de la Universidad Francisco Marroquín. Se ha desempeñado en el área de comunicación estratégica y coordinación de proyectos. Se interesa por temas de desarrollo y de derechos humanos.
09 Sep 2024

Ambos candidatos deben demostrar claridad y precisión en sus respuestas. Los votantes están buscando candidatos que puedan ofrecer soluciones concretas a problemas actuales, y que el próximo presidente represente un cambio importante respecto a Joe Biden. 

 

Con el debate presidencial a la vuelta de la esquina y la reciente encuesta de The New York Times / Siena College que ha sacudido el panorama electoral, Kamala Harris y Donald Trump tienen grandes desafíos por delante. Veamos los puntos claves que cada candidato deberá considerar en el debate y atraer a los votantes indecisos. 

La mayoría de encuestas posicionan a Kamala Harris, candidata del Partido Demócrata, como ganadora frente a Donald Trump, candidato por el Partido Republicano. Sin embargo, la encuesta publicada el 9 de septiembre por The New York Times / Siena College muestra que la popularidad de Harris ha disminuido, abriendo una puerta a la victoria de Trump, con un 48 % a nivel nacional frente a un 46 % para Harris. 

Ambos candidatos deben demostrar claridad y precisión en sus respuestas. La encuesta indica que los votantes están buscando candidatos que puedan ofrecer soluciones concretas a problemas actuales, y el 63 % considera que el próximo presidente debe representar un cambio importante respecto a Joe Biden. 

En este sentido, Donald Trump muestra una ventaja sobre Harris. El 51 % de los encuestados cree que Trump representa un “cambio grande” para el país, mientras que solo un 25 % considera que Harris lo es. En cambio, el 56 % opina que Harris es más de lo mismo y solo un 35 % opina esto de Trump. 

Incluso, un porcentaje importante de encuestados señala que Kamala Harris es responsable de los problemas que enfrenta el país: el 55 % cree que tiene responsabilidad sobre el aumento de precios y el 63 % sobre el problema en la frontera. 

Por otro lado, la encuesta muestra que Donald Trump y el proyecto político que representa son más conocidos que Kamala Harris y sus posiciones políticas. El 87 % expresó que ya sabe todo lo que necesita sobre Trump y el 67 % que conoce lo suficiente sobre Kamala Harris. 

En cuanto a los temas más importantes para los votantes, se encuentran la economía (21 %), el aborto (14 %) y la inmigración (12 %). En el tema económico, el 56 % piensa que Donald Trump haría un mejor trabajo; respecto al aborto, el 55 % cree que Kamala Harris haría un mejor trabajo, y un 53 % considera que Trump haría un mejor trabajo respecto a la inmigración. 

Otro dato interesante es que ambos candidatos son considerados más como opciones “riesgosas” que “seguras” para el país: Trump con un 54 % y Harris con un 52 %.

Además, el 39 % de los encuestados se posiciona como moderado, el 22 % progresista y el 37 % conservador. El 50 % cree que Trump no es ni muy conservador ni muy progresista. Por su parte, el 44 % opina que Harris es muy progresista y un 42 % que no está en ningún extremo. 

El debate del 10 de septiembre será un momento crucial para que Kamala Harris y Donald Trump conecten con los votantes, respondan a sus inquietudes y demuestren por qué son la mejor opción para liderar el país.

Kamala Harris necesita darse a conocer más, demostrar que hará las cosas diferentes a la actual administración, a pesar de ser parte de ella, y cómo lo hará. Harris debe empezar a vender acciones y dejar del lado los ataques a Trump si quiere ganar a los votantes indecisos. 

Por su parte, Donald Trump debe tomar ventaja de la percepción de que haría un mejor trabajo como presidente frente a algunos de los problemas que más conciernen a la población estadounidense, como la economía y la inmigración. Además, también debe usar como ventaja que, por ahora, está posicionado más en el medio que Harris.

How much more does the government want to spend?
31
Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
11 Sep 2024

El gobierno debe ser prudente con el gasto.

 

Esta semana el gobierno presentó la propuesta de presupuesto para 2025 con un gasto de Q 148 mil millones, lo que representaría el 15.9% del tamaño de la economía de Guatemala (PIB).

Todos los gobiernos aumentan o intentan aumentar el gasto público. Es parte de la naturaleza de los gobiernos desear tener más dinero a su disposición.

Sin embargo, el presupuesto que se propone para 2025 sería uno de los más altos de la historia del país. Si se mide en relación con el PIB de Guatemala, solo para la crisis mundial de 2008-2009 y para la pandemia de 2020 se tuvo un gasto tan alto.

El déficit fiscal sería 3.2% del PIB, uno de los más altos en los últimos 20 años. El país se endeudaría por Q27,987 millones, casi un 80% más que en años anteriores.

Esto debería hacer reflexionar al gobierno. Aun cuando se tengan las mejores intenciones, mucho del gasto público termina desperdiciado o en corrupción en los distintos niveles de ejecución.

En ese sentido, mayor gasto público no significa mejores condiciones de vida para las personas. Al final, solo se incrementa la deuda y los guatemaltecos no vemos un beneficio real de ese gasto.

El Ministerio de Educación sería de los más beneficiados, con un incremento de Q 3,395.6 millones. ¿Serviría para contratar más maestros y ofrecer mejores condiciones a los alumnos? ¿O sería el costo de un nuevo pacto colectivo con el sindicato?

El Ministerio de Comunicaciones también tendría un aumento importante, comprensible con la crisis en infraestructura que estamos sufriendo. Pero ¿Cómo se garantizará que se ejecute de forma transparente?

No se han hecho reformas de fondo que garanticen mayor eficiencia y transparencia en el gasto público. En ese sentido, mayor gasto sólo es mayor desperdicio.

 

Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 5 de septiembre de 2024. 

¿Cuánto más quiere gastar el Gobierno?
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
11 Sep 2024

El Gobierno debe ser prudente con el gasto.

 

Esta semana el Gobierno presentó la propuesta de presupuesto para 2025 con un gasto de Q148 mil millones, lo que representaría el 15.9% del tamaño de la economía de Guatemala (PIB).

Todos los gobiernos aumentan o intentan aumentar el gasto público. Es parte de la naturaleza de los gobiernos desear tener más dinero a su disposición.

Sin embargo, el presupuesto que se propone para 2025 sería uno de los más altos de la historia del país. Si se mide en relación con el PIB de Guatemala, solo para la crisis mundial de 2008-2009 y para la pandemia de 2020 se tuvo un gasto tan alto.

El déficit fiscal sería 3.2% del PIB, uno de los más altos en los últimos 20 años. El país se endeudaría por Q27,987 millones, casi un 80% más que en años anteriores.

Esto debería hacer reflexionar al Gobierno. Aun cuando se tengan las mejores intenciones, mucho del gasto público termina desperdiciado o en corrupción en los distintos niveles de ejecución.

En ese sentido, mayor gasto público no significa mejores condiciones de vida para las personas. Al final, solo se incrementa la deuda y los guatemaltecos no vemos un beneficio real de ese gasto.

El Ministerio de Educación sería de los más beneficiados, con un incremento de Q 3,395.6 millones. ¿Serviría para contratar más maestros y ofrecer mejores condiciones a los alumnos? ¿O sería el costo de un nuevo pacto colectivo con el sindicato?

El Ministerio de Comunicaciones también tendría un aumento importante, comprensible con la crisis en infraestructura que estamos sufriendo. Pero ¿Cómo se garantizará que se ejecute de forma transparente?

No se han hecho reformas de fondo que garanticen mayor eficiencia y transparencia en el gasto público. En ese sentido, mayor gasto solo es mayor desperdicio.

 

Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 5 de septiembre de 2024.