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Los pecados del 15-2020 y del veto presidencial
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
30 Apr 2020

El decreto 15-2020, aprobado el pasado 3 de abril por el Congreso, regulaba algunas medidas de “alivio” para la población por la crisis que vivimos. En términos sencillos, lo que establecía el decreto era: a) prohibir el corte de servicios básicos por falta de pago a partir del estado de calamidad; y b) prohibir el cobro de intereses o mora por falta de pago y ofrecer un convenio de pago hasta por 12 cuotas a los usuarios que no pudieran pagar las cuotas de los servicios durante la emergencia.

 

 

Los dos pecados del decreto

La idea central del decreto es razonable. Estamos parados no porque queramos, sino porque las medidas de emergencia del gobierno no permiten producir por razones sanitarias. Eso provoca que la falta de ingresos de muchas familias no les permita hacer frente a los pagos de servicios de energía eléctrica, agua potable o telefonía.

¿Cuáles son entonces los pecados? Son básicamente dos.

El primero es no establecer un criterio objetivo para otorgar los beneficios. En el caso de la energía eléctrica era fácil definir por nivel de consumo (kilovatios hora por mes) quiénes podían ser los beneficiarios. Está claro que hay hogares con mejores ingresos a quienes no hace falta dar la ayuda. La ley simplemente establecía que el privilegio era para “población guatemalteca en situación de vulnerabilidad”. En el agua potable podría ser algo similar.

El segundo pecado fue no procurar un mecanismo de compensación para las empresas involucradas. Es decir, suponer que una empresa, por grande o pequeña que sea, puede sencillamente dejar de cobrar un servicio sin menoscabo alguno es simplemente absurdo.

Veamos ejemplos de países concretos. Perú, por ejemplo, también prohibió el corte de energía eléctrica por falta de pago y estableció obligación de hacer convenios de pago hasta por 2 años. Eso sí, el decreto peruano tiene un mecanismo de compensación: el Estado asumirá el pago de intereses compensatorios a través de un fondo de inclusión social. Esto permite al usuario hacer un convenio de pago; permite a la empresa cobrar el costo financiero al Estado y no al usuario. Ambas partes compensadas.

El decreto 15-2020 tenía un mecanismo de compensación, a través de créditos blandos otorgados por el CHN, pero únicamente era para cableros y prestadores del servicio de agua potable.

Los pecados del veto presidencial

Por los dos pecados anteriores es que yo dije: yo hubiera vetado el decreto 15-2020 si fuera presidente. Sin embargo, como podrá apreciar el lector al leer el veto, ni lo hubiera hecho por las mismas razones ni habría tardado tanto en hacerlo.

El decreto tiene 5 artículos y no hacían falta semanas para vetarlo. Dada la urgencia que vive el país, no es correcto demorar tanto para vetarlo. Especialmente cuando una de las “razones” para vetarlo es que dice “luz” en lugar de energía eléctrica.

Por eso los dos pecados del veto son: a) el inexplicable retardo; y b) la pobre argumentación del veto. Es verdad que el presidente presentó una iniciativa como contrapropuesta, pero hay cosas discutibles como la disposición para otorgar fondos a la empresa de agua potable de la Municipalidad de Guatemala. Pero haría falta otra columna para analizar la iniciativa y sus virtudes y defectos.

¿Qué hacer ahora? El balón en cancha del Congreso

No se trata de inventar el agua azucarada. El Congreso debe trabajar a tiempo completo en una nueva iniciativa que supere los obstáculos técnicos del decreto 15-2020. 

Debe encontrar el equilibrio de ayuda al usuario y compensación a las partes involucradas para no generar problemas en la cadena de pagos de los proveedores. Si el decreto 15-2020 fue aprobado con 140 votos quiere decir que voluntad y votos, hay. Solo falta hacerlo realidad.

 

Modelos matemáticos, epidemias y por qué no somos mosquitos
113
Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
28 Apr 2020

En nuestro caso son necesarios enfoques más heterodoxos y flexibles que tomen en cuenta las variables sociales y económicas que, hasta ahora, se siguen pasando por alto porque los especialistas de escritorio están más ocupados proyectando escenarios apocalípticos en sus modelos hipotéticos.

 

 

La tesis del distanciamiento social surge a partir de los estudios sobre la transmisión de la malaria en los mosquitos que llevó a cabo el Premio Nobel de Medicina de 1902, Ronald Ross. A través de una serie de ecuaciones diferenciales, Ross llegó a la conclusión de que la capacidad de propagación se reducía significativamente cuando la densidad de la población susceptibles a transmitir el parásito, cae por debajo de cierto umbral (a menos mosquitos, o vectores de transmisión, menos propagación del mismo). En una nota curiosa, este descubrimiento científico terminaría propiciando la construcción del Canal de Panamá en 1907, que había fracasado tras un primer intento en 1881-88 debido a la propagación de la fiebre amarilla y la malaria.

A partir de allí comenzó a considerarse con más base científica lo que la humanidad tenía milenios haciendo por intuición: que las medidas para reducir la densidad poblacional a través del llamado “distanciamiento social”, aplanaban la curva de propagación (Spinney, Pp. 81-83). Además, el modelo de Ross fue probablemente el primer ejemplo del concepto de “umbral”, que ha sido central en epidemiología desde entonces.

Así las cosas, los modelos matemáticos comenzaron a aplicarse en la naciente ciencia epidemiológica que, partiendo de ciertos supuestos, permitían proyectar y predecir escenarios hipotéticos para que desde la salud pública se pudieran hacer intervenciones que contrarrestaran brotes epidémicos. Los modelos matemáticos en epidemiología también vienen a suplir la imposibilidad de diseñar experimentos empíricos que, incluso si fuesen posibles de organizar, tendrían implicaciones éticas graves relacionadas con los grupos de control. De tal suerte que, para describir el curso de un brote futuro de enfermedad, la formulación y el análisis de un modelo matemático puede ser la única forma de comparar el efecto de diferentes estrategias de manejo de una epidemia.

En ese sentido, el modelo de Ross, que sigue vigente en la epidemiología actual (aunque con algunas variantes y aportes de otros modelos como el de Kermack-McKendrick, el de Bailey, etc.), es un modelo determinista y, aunque es una buena abstracción para elaborar escenarios futuros; obviamente no contempla todas las variables del complejo mundo en que vivimos las grandes sociedades modernas globalizadas, y el simple hecho de que las personas (a diferencia de las mosquitos) tenemos intereses distintos que incluso compiten entre sí (Buchanan y Tullock dixit) y donde los costos de la unanimidad son altísimos y prácticamente imposibles de conseguir.

También, desde el punto de vista epistemológico y de la filosofía de la ciencia, los modelos matemáticos epidemiológicos presentan lo que pensadores como Karl Popper llamaron el problema de la inducción y es básicamente un problema de cómo establecer la verdad de los enunciados universales basados en la experiencia (en este caso sería sólo una formulación hipotética a priori, porque no hay una base empírica experimental sólida), más si a partir de ellas se quieren establecer ciertas inferencias inductivas para explicar un fenómeno. La forma de saberlo es haciendo una contrastación deductiva de las teorías y ver cuánto de falsabilidad hay en ellas. Es decir, que un enunciado científico para serlo tiene que poder ser constantemente cuestionado y escrutado por la propia comunidad científica, que en esta crisis, por el contrario, más bien pareciera estar empecinada en dar ciertas verdades como absolutas y censurar y desprestigiar a quienes cuestionen sus modelos o se salgan de la corriente principal.

De hecho, lo que se ha venido a confirmar en esta crisis es que a medida que se tiene más información, las proyecciones de los modelos epidemiológicos del Covid-19 de hace meses de organizaciones del gremio médico convencional como la OMS, la fundación de Bill y Melinda Gates y de institutos como el Imperial College, parecieran fallar en cuanto a sus predicciones iniciales. Un estudio publicado en Israel por el profesor Isaac Ben-Israel, presidente de la Agencia Espacial Israelí y el Consejo de Investigación y Desarrollo, muestra que "la propagación del coronavirus disminuye a casi cero después de 70 días, sin importar dónde golpee, y no importa qué medidas impongan los gobiernos para tratar de frustrarlo". También, otro estudio publicado en el Wall Street Journal, por T. J. Rogers, Joe Malchow y Yinon Weiss demuestra a través de varias regresiones, que no existe una correlación significativa entre hacer "shut down" y frenar la propagación del Covid-19. Independientemente de si se aplica o no la supresión, la propagación termina siendo igual en los estados que se estudiaron. 

Más allá de estas observaciones epistemológicas y metodológicas sobre modelos hipotéticos; la historia de las epidemias (que sería nuestra única forma de contrastar este tipo de fenómenos en la realidad concreta), da cuenta de que las cuarentenas prolongadas y generalizadas a toda la sociedad son impracticables, nunca se han podido hacer completamente, ni siquiera en los países con capacidad para hacerlo. Y en parte por la imposibilidad de un “shut down” total, y por el fenómeno del pasaje serial[1], es que también ocurren segundas y terceras oleadas de contagio y que, finalmente, se desarrolla inmunidad de rebaño.

Por esta razón, y mientras no haya vacuna al Covid-19, en lugar de implementar cuarentenas prolongadas generalizadas y paralizar totalmente las actividades de la sociedad; un abordaje realista sería bajo un modelo estatocástico[2], que tome en cuenta el factor humano. Es decir, que se establezca una estrategia de “apretar y relajar” medidas de distanciamiento (combinar mitigación y supresión) cuando las víctimas más críticas sobrepasen cierto umbral superior al establecido ahora por estos modelos hipotéticos; y que se practique la cuarentena selectiva aislando a pacientes infectados y su entorno inmediato.

Adicionalmente, especialistas como el Dr. Scott Atlas[3], de la Universidad de Stanford, refieren que ya de facto, y a pesar de las medidas de distanciamiento, se está desarrollando inmunidad en la población porque la pruebas de anticuerpos están reflejando que los contagios son más altos de lo que los modelos arrojan. También menciona que se están dejando de lado otras enfermedades, que no se pueden diagnosticar porque todo el sistema de salud está abocado al coronavirus. Enfermedades como el cáncer, y otros padecimientos crónicos no se están diagnosticando, lo cual básicamente está condenando a muerte a miles de personas que no están recibiendo atención médica y están sufriendo el costo de oportunidad que implica que el coronavirus sea la prioridad de todo el mundo en estos momentos. Además de Atlas, hay especialistas que cada vez se inclinan más hacia la tesis de la “inmunidad de rebaño” y que argumentan que el “lock down” total básicamente lo que está haciendo es impedir que esa inmunidad se desarrolle, y por ende, que la crisis se alargue innecesariamente.

Algo que no debe dejarse por fuera es que las medidas del “lock down” total son medidas para el primer mundo que (no exentos de dificultades) se las pueden permitir. Pero en el mundo subdesarrollado estas medidas son completamente impracticables e irreales. Un estudio reciente de la Universidad de Yale reveló que las medidas de distanciamiento social aplicadas en el mundo desarrollado, traen costos económicos demasiado altos en los países del tercer mundo. Primero, no hay infraestructura ni capacidad institucional para proveer salud y asistencia social. En nuestros países la prestación de servicios sanitarios es precaria, incluso en condiciones normales, pues son sistemas de salud colapsados y en crisis antes de esta crisis. Segundo, porque los sectores pobres que viven al día (y que son la mayoría) no pueden permitirse una paralización de sus actividades económicas: para ellos, el coronavirus es sólo una probabilidad, mientras que el hambre es una certeza. Un ejemplo es que en el sondeo de percepción que hizo la FLD, un 67% de los guatemaltecos consultados (con acceso a internet) manifestaron que, de quedarse sin ingresos, podrían hacer frente a sus gastos apenas entre 15 días y dos meses. 

En resumen, el tercer mundo no cuenta ni remotamente con un Estado de bienestar como el europeo o con la infraestructura de los Estados Unidos y ciertos países asiáticos, que pueda sostener desde la seguridad social y la salud pública una crisis pandémica de estas magnitudes, y es por eso que en nuestro caso son necesarios enfoques más heterodoxos y flexibles que tomen en cuenta las variables sociales y económicas que, hasta ahora, se siguen pasando por alto porque los especialistas de escritorio están más ocupados proyectando escenarios apocalípticos en sus modelos hipotéticos.

 

 

[1] Es un fenómeno que refleja la habilidad de adaptación de un organismo a su ambiente. Cuando un organismo de patógenos débiles pasa de un animal vivo a otro, se reproduce cada vez de manera más profusa y eficiente. Esto usualmente incrementa su virulencia y su letalidad. Hoy en día, el descubrimiento de este proceso es utilizado (a la inversa) para la producción de vacunas. (Barry, John. The Great Influenza. Pp. 175-178).

[2] Allen, Linda J. S. “An Introduction to Stochastic Epidemic Models”. En https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-3-540-78911-6_3

[3] “Ep 625 | The Case for Herd Immunity and Opening Schools”. En https://podcasts.apple.com/us/podcast/ep-625-the-case-for-herd-immunity-and-opening-schools/id1065050908?i=1000472551569&mod=article_inline

 

 

Referencias:

Atlas, Scott. “The data is in —stop the panic and end the total isolation”. En https://thehill.com/opinion/healthcare/494034-the-data-are-in-stop-the-panic-and-end-the-total-isolation

Barry, John. The great influenza. The epic story of the deadliest plague in history. New York. Penguin Books. 2004.

Ben-Israel, Isaac. “The end of exponential growth: The decline in the spread of coronavirus”. En https://www.timesofisrael.com/the-end-of-exponential-growth-the-decline-in-the-spread-of-coronavirus/

Buchanan, J y Tullock, G. The calculus of consent. Indianapolis. Liberty Fund. 1999

Diamond, Jared. Guns, Germs and Steel. New York. W. W. Norton & Company. 1997.

Gilder, George. “An Egregious Statistical Horror Story”. En https://www.aier.org/article/an-egregious-statistical-horror-story-suffused-with-incense-and-lugubrious-accents/

Kuhn, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. México. FCE. 2004

Popper, Karl. La lógica de la investigación científica. Madrid. Tecnos. 1980

Spinney, Laura. Pale rider. The spanish flu of 1918 and how it changed the world. New York. Public Affairs. 2017.

Back to a Bipolar World?
115
Daphne Posadas es Directora del Área de Estudios Internacionales en Fundación Libertad y Desarrollo. Participa en espacios de análisis político en radio, televisión y medios digitales. Está comprometida con la construcción de un mundo de individuos más libres y responsables.
27 Apr 2020

La pandemia de coronavirus es la mayor crisis mundial en lo que va del siglo. Cada una de sus subsecuentes crisis tendrán su impacto en el sistema internacional, en el equilibrio del poder global y en la defensa por las libertades individuales en todo el mundo. 

La escala e intensidad de las consecuencias por la pandemia en el corto, mediano y largo plazo son enormes. Por un lado, la crisis sanitaria amenaza a los más de 7 billones de personas al no saber a ciencia cierta los efectos del virus y no contar con un medicamento o vacuna para atacarlo. Por otro lado, expertos en economía aseguran que el impacto la crisis financiera podría superar la recesión de 2008. Finalmente, es imposible dejar de un lado la discusión respecto a las libertades individuales de los modelos políticos y económicos líderes en el planeta.

En 2016, el entonces candidato Donald Trump, en su campaña política hizo un esfuerzo por dejar ver a China como el enemigo número 1 de Estados Unidos por sus prácticas comerciales “desleales” que desde su punto de vista dejaban miles de pérdidas en empleos y ganancias. Todo esto finalmente desencadenó en la guerra comercial en 2019 que trajo graves consecuencias para ambas economías. Por estas razones y más, algunos analistas plantean la posibilidad de un mundo postpandemia como el de la guerra fría. Esta vez las dos potencias que disputarían un juego de suma cero por supremacía global son Estados Unidos y China.

La pandemia de COVID19 vino a alimentar ese discurso disruptivo de China como enemigo del mundo. Donald Trump insiste en nombrar al coronavirus como el “virus chino” para intentar consolidar una retórica de victimización de los estadounidenses frente a la incompetencia o perversidad de China. Sin embargo, este discurso quizá no ha jugado tan bien para Trump ante su cuestionable liderazgo en la respuesta a la crisis sanitaria que presenta un fuerte contraste con la ascendente tendencia de contagios y muertes en Estados Unidos. Según el Centro de Recursos de la Universidad John Hopkins, Estados Unidos alcanza casi el millón de personas contagiadas y registra más de 50mil fallecidos.

Todo esto sucede mientras China empieza su reapertura comercial, dona equipo de protección y lleva médicos especialistas a las ciudades más afectadas por el virus. Además, en las últimas semanas, oficiales del régimen chino empezaron una narrativa en la que culpan a los Estados Unidos de introducir el virus con una tropa del ejército. Estas acciones le han permitido ganar simpatía, sospechar de Estados Unidos y posicionarse nuevamente dentro de la contienda como la potencia global.

La pandemia ha reavivado las discusiones entre dos modelos políticos y económicos diametralmente opuestos. Por un lado, el orden mundial consolidado después de la Segunda Guerra Mundial que tiene como referente a Estados Unidos. En un modelo como este, el éxito depende -entre varias otras cosas- de los liderazgos de sus sistemas, la confianza institucional y de la fortaleza de su sociedad civil en la gestión de sus libertades. 

Por otro lado, China con su autoritarismo de “libre mercado”, un modelo que ha sido ampliamente cuestionado pero que a su vez permitió mejorar el desempeño económico de sus habitantes en un tiempo récord. Esto desde el sacrificio de derechos políticos y libertades individuales.

¿El modelo occidental de democracias podría pender de un hilo en los próximos años? ¿Habrá un único ganador por la disputa de la supremacía global? ¿Regresaremos a un mundo bipolar? Son preguntas que permanecen pero que mientras tanto, es importante reconocer que la libertad es -y siempre ha sido- el cimiento del progreso humano. El fortalecimiento de la sociedad civil, la credibilidad de los liderazgos políticos y la racionalidad científica de las políticas públicas implementadas son pilares a los que se deben aspirar para el éxito de la humanidad y especialmente, para el éxito en superar la crisis de esta pandemia.

 

¿De vuelta a un mundo bipolar?
115
Daphne Posadas es Directora del Área de Estudios Internacionales en Fundación Libertad y Desarrollo. Participa en espacios de análisis político en radio, televisión y medios digitales. Está comprometida con la construcción de un mundo de individuos más libres y responsables.
27 Apr 2020

La pandemia de coronavirus es la mayor crisis mundial en lo que va del siglo. Cada una de sus subsecuentes crisis tendrán su impacto en el sistema internacional, en el equilibrio del poder global y en la defensa por las libertades individuales en todo el mundo. 

La escala e intensidad de las consecuencias por la pandemia en el corto, mediano y largo plazo son enormes. Por un lado, la crisis sanitaria amenaza a los más de 7 mil millones de personas al no saber a ciencia cierta los efectos del virus y no contar con un medicamento o vacuna para atacarlo. Por otro lado, expertos en economía aseguran que el impacto de la crisis financiera podría superar la recesión de 2008. Finalmente, es imposible dejar de un lado la discusión respecto a las libertades individuales de los modelos políticos y económicos líderes en el planeta.

En 2016, el entonces candidato Donald Trump, en su campaña política hizo un esfuerzo por dejar ver a China como el enemigo número 1 de Estados Unidos por sus prácticas comerciales “desleales” que desde su punto de vista dejaban miles de pérdidas en empleos y ganancias. Todo esto finalmente desencadenó en la guerra comercial en 2019 que trajo graves consecuencias para ambas economías. Por estas razones y más, algunos analistas plantean la posibilidad de un mundo postpandemia como el de la guerra fría. Esta vez las dos potencias que disputarían un juego de suma cero por la supremacía global son Estados Unidos y China.

La pandemia de COVID19 vino a alimentar ese discurso disruptivo de China como enemigo del mundo. Donald Trump insiste en nombrar al coronavirus como el “virus chino” para intentar consolidar una retórica de victimización de los estadounidenses frente a la incompetencia o perversidad de China. Sin embargo, este discurso quizá no ha jugado tan bien para Trump ante su cuestionable liderazgo en la respuesta a la crisis sanitaria que presenta un fuerte contraste con la ascendente tendencia de contagios y muertes en Estados Unidos. Según el Centro de Recursos de la Universidad John Hopkins, Estados Unidos alcanza casi el millón de personas contagiadas y registra más de 50mil fallecidos.

Todo esto sucede mientras China empieza su reapertura comercial, dona equipo de protección y lleva médicos especialistas a las ciudades más afectadas por el virus. Además, en las últimas semanas, oficiales del régimen chino empezaron una narrativa en la que culpan a los Estados Unidos de introducir el virus con una tropa del ejército. Estas acciones le han permitido ganar simpatía, sospechar de Estados Unidos y posicionarse nuevamente dentro de la contienda como la potencia global.

La pandemia ha reavivado las discusiones entre dos modelos políticos y económicos diametralmente opuestos. Por un lado, el orden mundial consolidado después de la Segunda Guerra Mundial que tiene como referente a Estados Unidos. En un modelo como este, el éxito depende -entre varias otras cosas- de los liderazgos de sus sistemas, la confianza institucional y de la fortaleza de su sociedad civil en la gestión de sus libertades. 

Por otro lado, China con su autoritarismo de “libre mercado”, un modelo que ha sido ampliamente cuestionado pero que a su vez permitió mejorar el desempeño económico de sus habitantes en un tiempo récord. Esto desde el sacrificio de derechos políticos y libertades individuales.

¿El modelo occidental de democracias podría pender de un hilo en los próximos años? ¿Habrá un único ganador por la disputa de la supremacía global? ¿Regresaremos a un mundo bipolar? Son preguntas que permanecen pero que mientras tanto, es importante reconocer que la libertad es -y siempre ha sido- el cimiento del progreso humano. El fortalecimiento de la sociedad civil, la credibilidad de los liderazgos políticos y la racionalidad científica de las políticas públicas implementadas son pilares a los que se deben aspirar para el éxito de la humanidad y especialmente, para el éxito en superar la crisis de esta pandemia.

 

Escenarios globales tras la crisis del Covid-19
30
Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
27 Apr 2020

La aldea global intenta adaptarse a la mayor crisis de la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Con información limitada, sin entender el alcance y dimensión del virus, proyectar cómo será el futuro a resulta difícil. 

 

La aldea global intenta adaptarse a la mayor crisis de la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Con información limitada, sin entender el alcance y dimensión del virus, proyectar cómo será el futuro a resulta difícil. Solo queda elaborar escenarios prospectivos que nos permitan imaginar algunos escenarios.

Escenario # 1 – La década pérdida: Todos pierden. Estados Unidos, Europa y China sucumben ante el Covid-19. Las políticas de reapertura económica y normalización social aceleran la llegada de una segunda y tercera oleada de contagios, lo que provoca un incremento en el número global de casos y de muertes. Bajo la amenaza de nuevos focos de contagio, las políticas de supresión y suspensión de actividades se vuelven a implementar, cada vez con mayor rigurosidad y duración. El shock a la oferta y el colapso de la demanda provoca una crisis económica sin precedentes. Estados Unidos, Europa y China luchan mediante enormes esfuerzos fiscales y monetarios por estimular la economía. No obstante, el proceso es lento y doloroso, y se extiende a lo largo de la década de 2020. Incluso, a pesar de la normalización, el mundo mantiene una “cuarentena psicológica” ya que toma mucho más tiempo desarrollar una vacuna. La reelección de Trump, mayor enfriamiento en la relación Estados Unidos – China (agravada por los reproches de occidente hacia la potencia oriental) y la parálisis de la Unión Europea acelera el proceso de “desglobalización”. Esa desglobalización, aunada a los efectos ya descritos, provoca que la recuperación económica sea lenta. El mundo pierde los destinos favoritos de la migración, y sin las remesas, el efecto dominó de la pobreza se agudiza en América Latina, África septentrional y Medio Oriente. La tensión Estados Unidos – China llega a niveles críticos y resurge el fantasma de un conflicto global.

Escenario # 2 – Unipolaridad y nuevo orden mundial. Estados Unidos y Europa resultan sumamente afectados por la crisis sanitaria y económica. Las bolsas mantienen una tendencia negativa a lo largo de 2020, provocando la gradual desvalorización de las mayores empresas occidentales. China, en cambio, se vende como el país que mejor contrarrestó la pandemia, mensaje alimentado por su autoritarismo. El espejismo de la recuperación china y el mensaje implícito de la eficiencia autoritaria provoca una crisis de legitimidad en las democracias y los mercados libres. En América Latina y África, la incapacidad de los gobiernos por atender a grandes segmentos de población en el desempleo y la pobreza agudiza el malestar social y genera movilizaciones de descontento. En la mayoría de casos, se generan condiciones para que proyectos populistas o autoritarios de izquierda resulten favorecidos. Mientras tanto, grandes consorcios chinos adquieren acciones de las principales empresas occidentales, ampliando la cabeza de playa de la China en las economías europea y norteamericana. Los paquetes de ayuda a África, Medio Oriente y América Latina -al estilo de un Plan Marshall- impulsados desde Beijing generan dependencia hacia la potencia asiática. La caída de los precios de petróleo y la lenta recuperación del consumo internacional, provoca que Arabia Saudita caiga presa de su propio dumping, lo que le arroja a los brazos de Shanghái. Mientras tanto, el desempleo y la pauperización de las clases medias norteamericana provoca -al igual que en Europa del 2010- un gradual giro hacia la izquierda. Ideas radicales, con poco asidero político, impulsadas por Bernie Sandres, Elizabeth Warren y Alexandra Ocasio ganan terreno, y el escenario de una victoria de un radicalismo demócrata en 2024 se vuelve muy probable. 

Escenario # 3 – El renacimiento de Occidente. Los avances científicos patrocinados por Estados Unidos, Reino Unido y Alemania permiten que para inicios de 2021 exista una vacuna contra el Covid-19. El esfuerzo por vacunar a los sectores más vulnerables, al tiempo que la inmunidad colectiva de rebaño se acrecienta entre la población joven, permite recobrar la normalidad económica y social a partir de 2021. Molestos con la parsimonia de la Organización Mundial de la Salud, Occidente asume el liderazgo de facilitar la vacunación global entre 2021 y 2023. Al mismo tiempo, generan un frente internacional para hacer valer la responsabilidad de China por la pandemia. La potencia oriental se ve obligada a cerrar sus mercados “húmedos”, a modificar su legislación sanitaria y, sobre todo, a adoptar políticas de mayor apertura de información. La economía, la educación y la sociedad global se adaptan rápidamente a las nuevas dinámicas sociales y culturales. El comercio electrónico se expande, los canales regionales de distribución se fortalecen, y la dependencia de la manufactura china se reduce. Las potencias occidentales, junto al sistema monetario internacional, desarrollan grandes paquetes de recuperación para los países en desarrollo, que incluye créditos a empresas locales e inyecciones de capital para infraestructura estratégica y productiva. Países con limitantes competitivos en Centroamérica, en la cuenca andina, en el áfrica occidental, la zona subsahariana y sur asiático desarrollan modelos de integración para fortalecer sus canales de producción y sus mercados internos. A su vez, los resabios del distanciamiento social incentiva a acelerar la implementación de agendas digitales. Se fomenta el trabajo a distancia, se acelera el uso de la tecnología para las actividades cotidianas. La educación se revoluciona, y gracias a la rápida implementación de modelos de formación a distancia, se abre la puerta para cerrar la brecha educativa global. La agenda digital se convierte en el principal trampolín para el desarrollo.

El mundo que se transforma ante nuestros ojos
30
Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
21 Apr 2020

El Covid-19 nos obliga a replantearnos la forma en que trabajamos, consumimos, nos informamos, nos educamos, e incluso, en qué y cómo creemos.

 

La aldea global vive el episodio más crítico de este joven siglo XXI. La pandemia provocada por el Covid-19 seguramente acarreará transformaciones geopolíticas de mayor magnitud que las del 11 de septiembre 2011 y em impacto económico se vislumbra como más severo que el de la crisis financiera 2008. Ambos, momentos recientes que reestructuraron la sociedad moderna.

Lo cierto es que el virus global que nos obliga a guarda cuarentena y encerrarnos en nuestros hogares ya está reorientando nuestra relación con la economía, las prácticas del mercado, la relación con el gobierno, la formas en que nos informamos y comunicamos y la forma en que vemos al Gobierno. Aquí algunas reflexiones sobre cambios que se están produciendo ante nuestros ojos.

Información y fake news. Cadenas de Whatsapp con toda clase de teoría de la conspiración. Remedios caseros o medicinas que supuestamente previenen el Covid-19. Todo tipo de especulación sobre si el Gobierno levantará las restricciones, si se reabrirán los centros comerciales, si regresaremos a trabajar el lunes. A todos nos han llegado, sólo para darnos cuenta horas más tarde, que eran falsas. El debate sobre las fake news o la información no verificada ha estado durante años en el radar, pero ha sido hasta la crisis de Covid-19 que quizá entendamos el valor de esperar información de fuentes oficiales y calificadas.

Eficiencia y productividad laboral. Uno de los males de las economías basadas en servicios es la reunionitis. Cuantas horas de productividad semanal se pierden por reuniones que pudieron sustituirse por llamadas o video-conferencias. Cuántas horas se pierden en el proceso de trasladarse de la reunión A, a la reunión B. La cuarentena nos obligó a cambiar patrones laborales y quizá nos lleve a maximizar la productividad. También, aunque suene duro decirlo, obligará a reevaluar los trabajos esenciales versus los superfluos.

La educación y la religión a distancia. Las clases presenciales han sido canceladas; los servicios religiosos suspendidos. Incluso, la Semana Santa en Guatemala se canceló. El sustituto ha sido la tecnología. Misas y servicios que se transmiten por Facebook live. Las clases ahora son en línea. Y la ventaja es que el mundo está a disposición de quien tiene acceso a la red. La Universidad de Oxford ofreció clases de economía por internet. MIT dio cursos básicos de ingeniería. El tráfico de usuarios a las misas del Vaticano se incrementó exponencialmente. La educación y la religión se volvieron a distancia y al mismo tiempo, globales.

Nuevos canales de distribución. Los restaurantes y los comercios de venta al detalle son quizá de los sectores más afectados por el cierre de actividades. Para sobrevivir, todos se han visto obligados a replantear sus cadenas de distribución. La utilización en masa de servicios de delivery. Oferta de platillos de sencilla preparación en casa. Telecomercio. Desde hace varios años, los antropólogos habían identificado la preferencia muy milenial de ordenar a distancia por encima de realizar las compras físicas. El modelo Amazon y Uber Eats se basó en esa tendencia. Pero en América Latina, dicha tendencia había tardado en posicionarse. Quizá la crisis del Covid-19 obligará a replantear los canales de distribución. Quizá ahora más que nunca es momento de acelerar la agenda digital en Guatemala.

La contraofensiva de la ciencia. El siglo XXI ha sido el período de mayor avance científico de la humanidad, pero al mismo tiempo, de mayor retroceso en la aceptación de la ciencia. Cuestionar el rol preventivo de las vacunas; minimizar las alertas de científicos que señalaban que la siguiente pandemia global era inminente. Incluso hace unas semanas, Gobiernos restaron importancia al avance del Covid-19 bajo la premisa que era una herramienta al servicio de un interés geopolítico. Hoy el mundo espera ansioso el descubrimiento de la vacuna contra el virus. O la investigación para descubrir los fármacos para tratar la enfermedad. Las teorías de la conspiración rápidamente pierden validez ante investigaciones científicas que detallan el origen y comportamiento del virus. Tuvimos que sucumbir ante un patógeno de apenas unos nanómetros de tamaño para darnos cuenta que el mundo progresa y vive gracias a la ciencia.

 

 

Las medidas de apoyo para el empleo formal
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
24 Apr 2020

Considerando que son estas las mayores generadoras de empleo bien harían las autoridades en buscar una solución para que esta ayuda llegue a los trabajadores y no tengamos como resultado una serie de despidos que agraven a un más la maltrecha situación económica que vivimos. Hay formas para brindar el beneficio sin que los trámites burocráticos sean el obstáculo para ayudar a quienes lo necesitan.

 

Medidas de ayuda y trabajadores informales

Como explicamos en una entrada del 3 de abril, el decreto 13-2020 trajo un paquete de medidas para intentar paliar el impacto económico derivado de las políticas de distanciamiento social. Explicamos que habrá un programa destinado a entrega de alimentos, otro destinado a un bono familia de Q1,000 a personas en situación de pobreza y un fondo para dar préstamos blandos a las empresas. 

Los datos

Con datos de la última encuesta de empleo de mayo de 2019, sabemos que cerca de 7.1 millones conforman la Población Económicamente Activa. Cerca de un 70%, es decir, más o menos 5 millones de personas, tiene un empleo informal. El bono familia de Q.1,000 mensuales busca apoyar a esta población que no tiene ningún mecanismo de protección social.

Por lo tanto, los restantes 2.1 millones de trabajadores restantes tienen un empleo formal. No todos tienen cobertura del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) por diversas razones. Una razón de peso es que la obligación de afiliar trabajadores al IGSS parte del punto en que una empresa tiene más de 3 trabajadores. De lo contrario, es optativo salvo excepciones. Según cifras de 2018, cerca de 1.3 millones de trabajadores estaban afiliados al sistema. Suponemos que las cifras anteriores se mantienen más o menos en el mismo rango.

Los trabajadores formales

Dicho eso, el decreto 13-2020 trae un mecanismo de ayuda para estos cerca de 1.3 millones trabajadores formales. Dado que gran parte de los negocios no pueden operar durante el estado de calamidad actual, el acuerdo gubernativo 58-2020 detalla que se considera el estado de calamidad causa de fuerza mayor para los contratos laborales de las actividades económicas que están sin poder operar.

Fuerza mayor, en lenguaje llano, es una circunstancia imprevista que no hace posible que las partes de un contrato puedan cumplirlo. La pandemia y las consiguientes medidas de distanciamiento social no eran previsibles y por tanto muchos negocios no pueden operar ni los trabajadores laborar. Solución: suspender el contrato de trabajo mientras la situación dure.

Como suspender el contrato implica que ni la empresa paga al trabajador ni este labora, la ayuda del gobierno consistirá en pagar Q75 diarios a los trabajadores que caigan bajo este supuesto.

Momento, hay que llenar algunos requisitos antes.

Ahora bien, para ello hay que: a) celebrar un convenio de suspensión de trabajo entre empleador y trabajadores; b) registrarlo en el Ministerio de Trabajo; c) El ministerio de trabajo debe aprobarlo; y d) con los pasos anteriores completo, el Crédito Hipotecario Nacional paga el salario.

El problema que encuentran varias empresas es que o bien no logran “justificar” la suspensión. Recordemos que algunas empresas sí pueden operar por ser esenciales. Otro problema que encuentran es que algunas tienen algún trámite incompleto en el IGSS y por tanto no les dan trámite. Otros, especialmente empresas pequeñas, no han inscrito el contrato de trabajo ante el Ministerio.

De tal cuenta, una reciente nota de prensa reporta que de aproximadamente 3,800 solicitudes, 1,700 fueron rechazadas. Ser formal es costoso en términos de tiempo, dinero y trámites. El hecho de que muchos empleadores no tengan en orden los papeles puede ser caótico. Es de suponer que, de no lograr la suspensión del trabajador, la solución sea el despido.

Papeleos y microempresas

No olvidemos un dato importante: el 90.34% de empresas son microempresas. Esto es, empresas que tienen entre 1 y 10 trabajadores y venden entre 1-190 salarios mínimos anuales. Esto es, que aproximadamente venden entre Q2,825.10 y Q536,769.00 al año. El “costo” de cumplir todas las regulaciones es más alto para las empresas micro porque su sacrificio es grande. No son empresas que tengan amplios presupuestos para abogados y puedan navegar entre el complejo mundo de la burocracia.

Considerando que son estas las mayores generadoras de empleo bien harían las autoridades en buscar una solución para que esta ayuda llegue a los trabajadores y no tengamos como resultado una serie de despidos que agraven a un más la maltrecha situación económica que vivimos. Hay formas para brindar el beneficio sin que los trámites burocráticos sean el obstáculo para ayudar a quienes lo necesitan.

Comprendiendo la caída histórica del precio del petróleo
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
21 Apr 2020

La pandemia del coronavirus continúa impactando la economía mundial, en particular el precio del petróleo.  

Este lunes, 20 de abril, el barril de petróleo West Texas Intermediate (WTI) cerró a un precio negativo de cerca de -$37.63.

¿Por qué se cayó el precio? Como explica este artículo del Wall Street Journal, un 60% de la demanda de petróleo viene dada por los combustibles para el transporte. Cuando un tercio del mundo está bajo algún tipo de encierro por las medidas de distanciamiento social, naturalmente el uso del transporte cae dramáticamente y con ello la demanda de petróleo.

El reporte mensual de la International Energy Agency (IEA) estimó que la demanda de petróleo se caería en 29 millones de barriles de petróleos diarios. Usando cifras de 2019, la demanda mundial de petróleo rondaba los 100 millones de barriles diarios, con lo cual la caída de 29 millones de barriles al día es un 29% de la caída de la demanda. Una cifra nunca vista.

Esta dramática caída de la demanda en marzo y abril por las medidas de distanciamiento social explican la caída en los precios. Lo que no es fácil explicar es, ¿por qué el precio es negativo? ¿por qué pagan por llevarse el petróleo? Ya no hay donde almacenar petróleo y además la oferta de petróleo es inelástica.

Es decir, no es tan fácil “recortar” la producción de petróleo porque la mayoría de los pozos no se pueden “detener” sin causar un problema enorme. Les costaría muchísimo reanudar producción. Por eso resulta más “barato” esto que parar la producción. Además, hay otra razón: si alguien puede almacenar el petróleo y venderlo en el futuro, podría ganar dinero.

Los precios del petróleo a futuro son otra historia. Al ver el mercado de futuros, vemos que el petróleo WTI para entrega en junio es de $21 y para septiembre es de $30. Esto porque en la medida que se tiene la expectativa de que se levanten las medidas de distanciamiento social, la expectativa es que la actividad económica se reactivará y la demanda volverá a subir. Si le pagan hoy por llevarse unos barriles de petróleo puede ganar dinero, pero claro, necesita un lugar para almacenarlo.

¿Qué significa todo esto para nosotros los consumidores? Bueno, Guatemala es un país que importa combustibles. En ese sentido mientras el petróleo esté barato los combustibles también lo estarán. Hay que tener en cuenta que toma tiempo hasta que la caída del precio del petróleo se transmite a la gasolina y a la importación de gasolina y por tanto al precio que usted encuentra en la gasolinera.

Sin embargo, al ver los datos del Ministerio de Energía y Minas, las constantes caídas del precio del petróleo (el precio cae desde comienzos de marzo) ya se ven reflejadas en el precio de la gasolina. Un galón de gasolina súper se compraba a Q23.40 hace un mes y al 13 de abril se compraba por Q19.70. Podríamos ver precios de Q15 por galón. No olvidemos que pagamos un impuesto fijo de Q4.70 por galón de súper y Q.4.60 por galón de regular, sin importar el precio de la gasolina.

China Falló: No son noticias nuevas
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Daphne Posadas es Directora del Área de Estudios Internacionales en Fundación Libertad y Desarrollo. Participa en espacios de análisis político en radio, televisión y medios digitales. Está comprometida con la construcción de un mundo de individuos más libres y responsables.
20 Apr 2020

En las últimas semanas se ha intensificado la discusión respecto al origen del SARS-CoV-2. En medio de la más grande crisis que atraviesa la humanidad desde hace un siglo, la especulación podría alimentar narrativas catalizadoras de conflictos en el futuro post-pandemia.

Las infecciones por Coronavirus ya superan los dos millones de personas y hasta la fecha ha cobrado la vida de más de 170mil seres humanos en 185 países. Desde que se reportó el primer caso de Coronavirus en Wuhan, provincia de Hubei en China, se empezaron a levantar sospechas sobre el origen del virus SARS-CoV-2.

Varias publicaciones en redes sociales afirman que en China, la propagación del coronavirus se limitó a la ciudad de Wuhan y que no llegó a las ciudades de Beijing o Shanghai evitando así el contagio de los líderes del régimen chino. Algunas, aseguran que el mercado de valores chino tampoco se vio afectado por la propagación de la pandemia, a diferencia de los países en Europa y Estados Unidos. Las anteriores, son algunas especulaciones sobre la posible instrumentalización del virus por parte de China para consolidarse como una potencia mundial.

El pasado 17 de abril se reportó que el PIB de China cayó un 6.8% en el primer trimestre de 2020 respecto a el año 2019. Así, se registró la primera caída de la economía del país desde 1992. Con esto vemos que la pandemia ya puso a prueba el sistema económico en el país y probablemente siga haciéndolo por algunos meses.

Por otro lado, varios esfuerzos científicos, como el de la revista Nature, aseguran que la evidencia recopilada permite afirmar que el SARS-CoV-2 no se trata de una construcción de laboratorio o un virus manipulado a propósito sino más bien de una mutación natural de un virus zoonótico. Bajo este escenario, algunas publicaciones exploran que, aunque se trata de un virus con origen natural, pudo haberse propagado por prácticas negligentes en el Instituto de Virología en Wuhan donde se realizaban estudios sobre mutaciones de la familia de los coronavirus en murciélagos.

Hasta el momento sabemos que para evitar una propagación con las dimensiones a las que ahora nos enfrentamos, quizá China debió haber elaborado una estrategia de contención más estricta. Quizá, también debió haber alertado a tiempo a las autoridades de la Organización Mundial de la Salud y definitivamente debieron haber sido transparentes con la información sobre la evolución del virus. Los líderes del régimen chino fallaron en las tres cosas -así como lo han hecho con muchas otras- no sabemos si con la intención perversa de hacerlo o por incompetencia, el resultado es el mismo, catastrófico.

Lo anterior, únicamente viene a reforzar y presentar evidencia sobre cómo los regímenes totalitarios y centralizados van a fracasar en la coordinación de actores y asignación de recursos. Es momento para apostar por sistemas en los que se permita la libertad, la descentralización del poder, la democracia y el estado de derecho para evitar ser víctimas de los mismos errores.

Las afirmaciones sobre una posible conspiración de China para declararse la potencia mundial son meramente especulativas en ausencia de evidencia contundente que pruebe lo contrario. Los discursos de algunos líderes políticos reflejan una peligrosa narrativa que podría desembocar en un conflicto de proporciones alarmantes a nivel global. Lo anterior, en un mundo post-pandemia únicamente agudizará los problemas y retrasará aún más la recuperación sanitaria y económica de los países.

Es indispensable que aprendamos de los errores del pasado y evitemos el surgimiento de discursos polarizadores y generadores de conflicto. En un mundo post-pandemia será fundamental generar un ambiente de confianza en la que los actores del mundo cooperen para poder acelerar el proceso de recuperación en los países. Con libertad y responsabilidad, la humanidad -una vez- más saldrá adelante.

Can Guatemala fight COVID-19 like other countries do?
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Luis Miguel es Director del Área Social de Fundación Libertad y Desarrollo, catedrático universitario y tiene una maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
20 Apr 2020

La crisis del coronavirus es un problema serio en todo el mundo que toma formas distintas en cada país. Las condiciones particulares de países como Guatemala hacen que sea complicado implementar algunas de las medidas que se han tomado en otros países, principalmente porque no tenemos instituciones que estén preparadas para afrontar una pandemia y porque las condiciones socioeconómicas del país son precarias.

Taiwán, Singapur, Vietnam, Suecia, Corea del Sur, Alemania y Japón son algunos de los países que, por el momento, parecen estar combatiendo al virus eficientemente. Sin embargo, muchas voces calificadas de estos países advierten que todavía es temprano para saber cuál estrategia para combatir el virus es más efectiva, además que las particulares condiciones sociales, políticas, económicas e institucionales de cada país obligan a que las estrategias para combatir el virus sean distintas.

 Distanciamiento social y lockdown

Cada día existe más discusión sobre las medidas de supresión, como el distanciamiento social y los cierres económicos temporales; principalmente por los efectos casi mortales que tienen sobre las economías de los países más pobres. Países como Guatemala no han construido redes de seguridad social que permitan atender a los desempleados, a la economía informal y a los más desprotegidos. No pueden aplicar los paquetes de estímulo económico de los países ricos, sin caer en déficits enormes que podría complicarles la vida por muchos años.

 En Guatemala, la pobreza afecta a más del 59% de la población y según la FAO, cuatro de cada cinco hogares viven en situación de inseguridad alimentaria, estos son millones de personas que no saben si tendrán los suministros necesarios para alimentar a sus familias o que simplemente pasan días completos sin poder comer. Aplicar medidas muy severas de restricción para el trabajo en Guatemala, sin que el gobierno cuente con los medios para aliviar las carencias materiales de casi nueve millones de personas, es prácticamente un suicidio colectivo.

Alemania y la inversión en salud

El éxito de Alemania es en parte el resultado de muchos años de inversión estratégica en política social, particularmente de salud. El país cuenta hoy con 25,000 camas de cuidados intensivos con asistencia respiratoria, mientras que Francia o Italia tienen entre 5,000 y 7,000. El Ministerio de Salud de Guatemala anunciaba a inicios de este mes que tenía disponibles apenas 56 respiradores para uso de los pacientes con Coronavirus que los necesiten. Se estaba esperando una donación de 200 respiradores en los próximos días para los hospitales temporales.

Los hospitales públicos se encuentran permanentemente sobrecargados y la falta de insumos hospitalarios está a la orden del día. El país no tiene la infraestructura o el capital humano suficiente para atender un contagio masivo en donde, según estándares internacionales, el 20% de los infectados podría necesitar atención hospitalaria. Guatemala es el país que menos invierte en salud de la región.

Detección temprano y aislamiento en Corea, Japón, Taiwán y Singapur

Corea y Japón por otro lado, aplicaron medidas muy agresivas para intentar contener el virus. En primer lugar, ambos países hicieron testeo masivo a sus poblaciones, Corea ha estado evaluando a unas 10,000 personas al día.

Taiwán y Singapur actuaron detectando y aislando rápidamente a las personas contagiadas. El caso de Taiwán es particular debido a que la isla ya había luchado contra una epidemia en 2003 y esto los había preparado para lo que venía. Ya tenían la institucionalidad para luchar contra problemas como estos y les resultó muy efectiva.

En Guatemala no existen de momento datos oficiales sobre la cantidad de pruebas realizadas, pero algunos aseguran que no pasan de 200 al día. El país no cuenta con la infraestructura que le permita hacer testeo masivo y se ha optado por una estrategia de hacer pruebas a población en riesgo o con síntomas. Existe un problema serio de migrantes que han venido en vuelos de retornados desde EEUU y el país no cuenta con albergues para que hagan su cuarentena, varios de ellos venían infectados con el virus.

Suecia y su controversial estrategia 

Suecia, por otro lado, ha resultado bastante controversial con su estrategia pues se aplicaron medidas de contención leves. Sin embargo, un economista señala que el país tiene algunas características particulares que probablemente ayuden a que la estrategia funcione; por ejemplo, en más de la mitad de hogares suecos vive solamente una persona, haciendo que el distanciamiento social sea más sencillo y también es el país de Europa en el que más gente trabaja desde su hogar, lo que les permite mantenerse productivos.

Estas dos características importantes no existen en Guatemala, no hay datos sobre teletrabajo en el país, pero en esta economía precaria, más del 70% de la fuerza laboral está en la informalidad y de los trabajadores formales, solo un pequeño porcentaje realiza labores ejecutivas que podrían hacerse desde el hogar. Además, en Guatemala viven en promedio 4.5 personas por hogar y en el que el 18% de los hogares están conformados por la familia extendida.

¿El modelo de Vietnam para Guatemala?

Para un país con las condiciones de Guatemala, el modelo de bajo costo implementado por Vietnam podría resultar efectivo. A diferencia de Corea y Taiwán, Vietman no contaba con los recursos para hacer testeo masivo o cerrar completamente la economía. Por esta razón se decantaron por cierres parciales y focalizados en las áreas que presentaban contagios, el establecimiento de hospitales temporales regionales y el cierre total de las escuelas. Además el gobierno tomó el liderazgo en la difusión de información, apostándole a la transparencia de los datos. El problema de Guatemala es que el país adolece de una gran debilidad institucional, el Estado no puede hacer que la ley se cumpla eficientemente y esto hace difícil que la población cumpla con las medidas de protección necesarias.

¿Una receta para Guatemala?

La receta para que Guatemala combata al Coronavirus es compleja; tenemos un dilema importante, por un lado, necesitamos evitar un colapso económico total que genere más hambre, un paro total de la economía por muchos meses nos pondría en una situación de altísimo riesgo. Por otro lado, tener a la gente en la calle nos pone en un riesgo alto de contagio, si la enfermedad se sale de control puede terminar de colapsar al sistema de salud público y privado.

Para países que no pueden hacer el lockdown, algunos expertos comienzan a recomendar políticas masivas de uso de mascarillas, esto es algo que todos los países pueden pagar; también aislar a los infectados que no presentan síntomas graves y la población en riesgo en sus casas por el tiempo que sea necesario, mientras los individuos en menor riesgo continúan sosteniendo la economía. Algo muy importante es que los gobiernos emprendan campañas de información masivas, el objetivo es que la mayor cantidad de gente aprenda las conductas necesarias para disminuir el riesgo de contagio, mientras los gobiernos implementan medidas restrictivas en puntos estratégicos y se hacen intervenciones oportunas para testear a población en riesgo.