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35 años de Constitución: algunos debates pendientes
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
01 Jun 2020

Este 31 de mayo nuestra actual Constitución de 1985 cumple 35 años desde que fuera promulgada por la Asamblea Nacional Constituyente.  Aquello fue el culmen de un proceso de apertura democrática que había iniciado en 1982 y que tomó forma con la promulgación de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo Electoral, la Ley de Organizaciones Políticas y la Ley de Empadronamiento todas de 1983.

Aquel andamiaje legal permitió instalar las bases del Tribunal Supremo Electoral, realizar un titánico proceso de empadronamiento y convocar a elecciones y elegir a la Asamblea Nacional Constituyente que promulgó nuestra Constitución de 1985.

La promulgación de nuestra actual Constitución simboliza la ruptura con nuestro pasado autoritario y el fin de aquella Constitución de 1965 que Jorge Mario García Laguardia calificaría como “una Constitución del peor tipo posible”.

En ese espíritu, el actual texto constitucional tiene una preocupación por la racionalización del poder, amplía el catálogo de derechos humanos reconocidos y, vía los artículos 44 y 46, nos introduce al Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Por otra parte, se crea una justicia constitucional que abre la puerta a mecanismos tendientes a dar eficacia directa a los derechos humanos reconocidos en la Constitución y los tratados internacionales en la materia.

Nuestra cultura jurídica formalista y legalista está aun muy bien instalada en la comunidad de juristas y quizá por esa razón los propios constituyentes no eran capaces de prever las transformaciones que dicha apertura al sistema internacional de Derechos Humanos podría traer al constitucionalismo guatemalteco. Muy conocida es la sentencia que dictó la Corte de Constitucionalidad en del expediente 280-90, referente a la candidatura presidencial de Efraín Ríos Mott, dentro de la cual la Corte reconoce la doctrina del bloque de constitucionalidad, pero han pasado muchas cosas desde entonces.

La influencia del ius constitucionale commune latinoamericano ha traído cambios importantes para el constitucionalismo regional. El reconocimiento del control de convencionalidad, a partir del caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile de 2006, y la importación de estándares de protección de Derechos Humanos como consecuencia de los efectos erga omnes de las sentencias de la Corte IDH han puesto elementos nuevos con los que nuestro tribunal constitucional ha tenido que dialogar.

En ese sentido, vemos un criterio más amplio de la Corte de Constitucionalidad cuando dicta la primera sentencia de inconstitucionalidad por omisión en 2012 dentro el expediente 1822-2011 cuando se da un tinte más amplio a la recepción del bloque de constitucionalidad y en el expediente 3340-2013 donde reconoce que “resulta obligatoria la observancia de las sentencias emitidas por esa Corte [IDH], aunque en estas no figure el Estado de Guatemala como parte, ya que en ellas se establece la forma de interpretar el contenido de las normas de la Convención y su alcance”.

Traigo estos elementos a la mesa porque hemos visto un malestar de algún sector de juristas (y de algunos constituyentes) respecto de algunas resoluciones que ha dictado el tribunal constitucional en los últimos dos o tres años. Concretamente en estos momentos, respecto de las últimas sentencias referentes al proceso de elección de magistrados de Sala de Corte de Apelaciones y Corte Suprema de Justicia.

La fuente del malestar es una lectura formalista de la Constitución que contrasta con los criterios más comprensivos que ha sostenido la Corte de Constitucionalidad. Por supuesto, las sentencias de la Corte de Constitucionalidad son criticables incluso desde una óptica neoconstitucionalista o del ius constitutionale commune y no se diga desde perspectivas más conservadoras.

Pero bien haría al debate jurídico profundizar en los elementos teóricos bajo los cuales se analiza el proceder del alto tribunal. Hasta el momento vemos una actitud reaccionaria ante un fenómeno constitucional que choca con la cultura jurídica formalista. El estado actual de la crítica pretende retroceder la hora en el reloj. Pero eso no cambiará la realidad a no ser que desarrollemos marcos teóricos o analíticos que mejoren nuestra comprensión del estado actual de la justicia constitucional en nuestro entorno. Es un reto para toda la academia jurídica del país.

The Chinese Chernobyl
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
25 Mayo 2020

Las analogías entre la crisis nuclear de 1986 y la crisis sanitaria 2020 son inevitables

En el 2019, gracias a la serie Chernobyl de HBO, esta generación pudo recordar la magnitud de la catástrofe, la ineptitud y corrupción sistémica del sistema político soviético, los esfuerzos autoritarios por ocultarle al mundo el desastre nuclear y el drama humano. Quizá faltó que la serie se adentrara en los efectos que tuvo Chérnobyl sobre el régimen soviético, pero cualquier estudioso de la historia reconoce que la catástrofe nuclear en terminar de hundir un régimen que destinado al colapso.

En semanas siguientes, la analogía al “Chernobyl chino” ha emergido en círculos políticos de occidente y en diversos espacios periodísticos a nivel mundial.

El deficiente manejo por parte de las autoridades de Beijing de la crisis del coronavirus ha generado una intensa comparación con la crisis nuclear soviética de 1986. Primero, por la inactividad de las autoridades chinas en diciembre cuando los casos de “neumonía atípica” en Wuhan hacían sospechar de la posibilidad de una epidemia local. Segundo, el rechazo a informar al resto del mundo y a la Organización Mundial de la Salud sobre el primer mes de la crisis. Tercero, por el esfuerzo sistemático del aparato represivo y de propaganda china de silenciar a doctores, científicos y epidemiólogos chinos que alertaban sobre la presencia de un patógeno desconocido en Wuhan.

La analogía sistémica también es útil. La historia de Chernobyl evidenció la fragilidad e ineficiencia del sistema económico y burocrático soviético. Diseños defectuosos en el reactor nuclear; nepotismo y clientelismo en la designación de las autoridades de la planta; la excesiva burocratización que impide la rápida respuesta a la crisis. La historia del brote del Covid-19 pone precisamente en entredicho elementos del sistema político y económico chino. Patrones de consumo alimenticio de alto riesgo; incapacidad de las autoridades sanitarias chinas de cerrar los “mercados húmedos” que ya habían sido identificados como focos riesgo para la salud humana. Y ambos, coronados con un esfuerzo propagandístico por ocultar al mundo los desastres nuclear y sanitario.

Al igual que Moscú en 1986, hoy en día Beijing no admite responsabilidad por la catástrofe global. Está tratando de “encubrir el encubrimiento”. Está participando en una agresiva campaña de desinformación que se combina como un intento de mostrar a China como un modelo a seguir para el mundo junto en cuanto a la estrategia de contención de la pandemia.

Tanto la crisis de Chernobyl como el Covid-19 han demostrado que el sistema comunista en la Unión Soviética como el sistema autoritario de la China de hoy son demasiado centralizados y burocráticos para evitar una crisis, pero demasiado débiles para ocultarlas por completo.

Pero la pregunta principal es el impacto a largo plazo del desastre sanitario.

En el caso de Chernobyl, el impacto en la legitimidad del aparato burocrático soviético, en debilitar la imagen de la potencia rusa ante el mundo o de generar conflictos internos sólo se percibió años después de la catástrofe. Bajo esa línea del tiempo, el verdadero impacto de la crisis Covid-19 en el sistema chino se percibirá hasta en el 2021 0 2022, cuando el polvo se haya asentado, las responsabilidades se hayan deducido y el mundo reconozca si esta pandemia pudo haberse combatido de mejor manera si el autoritarismo chino no hubiese actuado de forma tan negligente en las primeras semanas de la crisis.

El Chernobyl chino
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
25 Mayo 2020

Las analogías entre la crisis nuclear de 1986 y la crisis sanitaria 2020 son inevitables

En el 2019, gracias a la serie Chernobyl de HBO, esta generación pudo recordar la magnitud de la catástrofe, la ineptitud y corrupción sistémica del sistema político soviético, los esfuerzos autoritarios por ocultarle al mundo el desastre nuclear y el drama humano. Quizá faltó que la serie se adentrara en los efectos que tuvo Chérnobyl sobre el régimen soviético, pero cualquier estudioso de la historia reconoce que la catástrofe nuclear en terminar de hundir un régimen que destinado al colapso.

En semanas siguientes, la analogía al “Chernobyl chino” ha emergido en círculos políticos de occidente y en diversos espacios periodísticos a nivel mundial.

El deficiente manejo por parte de las autoridades de Beijing de la crisis del coronavirus ha generado una intensa comparación con la crisis nuclear soviética de 1986. Primero, por la inactividad de las autoridades chinas en diciembre cuando los casos de “neumonía atípica” en Wuhan hacían sospechar de la posibilidad de una epidemia local. Segundo, el rechazo a informar al resto del mundo y a la Organización Mundial de la Salud sobre el primer mes de la crisis. Tercero, por el esfuerzo sistemático del aparato represivo y de propaganda china de silenciar a doctores, científicos y epidemiólogos chinos que alertaban sobre la presencia de un patógeno desconocido en Wuhan.

La analogía sistémica también es útil. La historia de Chernobyl evidenció la fragilidad e ineficiencia del sistema económico y burocrático soviético. Diseños defectuosos en el reactor nuclear; nepotismo y clientelismo en la designación de las autoridades de la planta; la excesiva burocratización que impide la rápida respuesta a la crisis. La historia del brote del Covid-19 pone precisamente en entredicho elementos del sistema político y económico chino. Patrones de consumo alimenticio de alto riesgo; incapacidad de las autoridades sanitarias chinas de cerrar los “mercados húmedos” que ya habían sido identificados como focos riesgo para la salud humana. Y ambos, coronados con un esfuerzo propagandístico por ocultar al mundo los desastres nuclear y sanitario.

Al igual que Moscú en 1986, hoy en día Beijing no admite responsabilidad por la catástrofe global. Está tratando de “encubrir el encubrimiento”. Está participando en una agresiva campaña de desinformación que se combina como un intento de mostrar a China como un modelo a seguir para el mundo junto en cuanto a la estrategia de contención de la pandemia.

Tanto la crisis de Chernobyl como el Covid-19 han demostrado que el sistema comunista en la Unión Soviética como el sistema autoritario de la China de hoy son demasiado centralizados y burocráticos para evitar una crisis, pero demasiado débiles para ocultarlas por completo.

Pero la pregunta principal es el impacto a largo plazo del desastre sanitario.

En el caso de Chernobyl, el impacto en la legitimidad del aparato burocrático soviético, en debilitar la imagen de la potencia rusa ante el mundo o de generar conflictos internos sólo se percibió años después de la catástrofe. Bajo esa línea del tiempo, el verdadero impacto de la crisis Covid-19 en el sistema chino se percibirá hasta en el 2021 0 2022, cuando el polvo se haya asentado, las responsabilidades se hayan deducido y el mundo reconozca si esta pandemia pudo haberse combatido de mejor manera si el autoritarismo chino no hubiese actuado de forma tan negligente en las primeras semanas de la crisis.

El mundo que nos espera: Integrarnos, ahora más que nunca, para enfrentar los desafíos post-covid-19
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

22 Mayo 2020

La devastación económica, social y política que dejará esta crisis en países que padecen, principalmente, de subdesarrollo político, como los nuestros, tendrá una combinación de elementos modernos de la pandemia de 1919 y la depresión económica de 1929.

 

Los centroamericanos no queremos perder la década que recién inicia ni estamos dispuestos a correr riesgos políticos indeseables, cuando salgamos de este oscuro túnel del tiempo, cada uno de nuestros países deberá estar preparado para tomar decisiones valientes, atrevidas, audaces, estratégicas, responsables y visionarias.

La primera, darle vida a la integración económica de la región para que enfrentemos el desafío de la recuperación económica desde una plataforma más grande, con más opciones y con más oportunidades.

Es un error de cálculo peligroso e irresponsable asumir que saldremos pronto de esta crisis y que regresaremos a eso que llamábamos “la normalidad” centroamericana. Excesiva pobreza, poco crecimiento económico y Estados débiles y con demasiada frecuencia mediocres y corruptos.

La devastación económica, social y política que dejará esta crisis en países que padecen, principalmente, de subdesarrollo político, como los nuestros, tendrá una combinación de elementos modernos de la pandemia de 1919 y la depresión económica de 1929. Ojalá no lleguemos a eso. El problema es que no lo sabemos, pero hay datos e indicios que perturban. Lo que debemos tener claro es que debemos prepararnos para lo peor y esperar lo mejor.

La responsabilidad histórica que impone esta crisis a las élites de la región, especialmente a la élite económica, está precisamente en diseñar el modelo de desarrollo para la Centroamérica post pandemia. Un modelo que cree la condiciones para atraer la inversión suficiente y la creación de oportunidades que cambien la cara, el ritmo y el futuro de nuestros países.

En ese modelo de desarrollo, indispensable e impostergable, no hay espacio para los egos, las vanidades, los feudos y los juegos de poder. Llego la hora de comportarse como la generación que fue arrasada por su indiferencia y su falta de visión.

Solo la élite económica de la región tiene los recursos y el acceso a la inteligencia que hace falta para diseñar el futuro que salvará a Centroamérica. Y ese futuro vendrá pronto. Debemos estar preparados. Este enemigo inesperado que atacó en la oscuridad y por la espalda dejará huellas profundas en el planeta. El paso de los días en cuarentena acelera el deterioro económico y hace más sensible el impacto social y emocional que imponen la falta de recursos y la soledad.

Esta pandemia vino a golpearnos en los puntos frágiles que tenemos: El sistema de salud, la economía, el subdesarrollo político, el Estado de Derecho y la cultura. Debilidades que la crisis obligará a corregir. La mayoría de habitantes del planeta necesita trabajar cada día para sobrevivir; y a como van las cosas, tocará trabajar en lo que podría ser una economía global en depresión.

Por si eso fuera poco, esta crisis obliga a salvaguardar el orden liberal, republicano y democrático de Occidente; y rechazar las erupciones autoritarias, allá donde las haya. Este es un problema global que necesita soluciones globales, pero la complejidad de la crisis en este momento geopolítico del mundo exige, en cada sociedad, estadistas, valores y liderazgo.

Estamos a las puertas de un nuevo orden mundial del que tenemos más dudas y temores que datos y certezas.

Pero no es la primera vez que la especie humana se enfrenta a eventos que cambian el curso del destino y la historia de las naciones; o como en este caso, del mundo. Las persecuciones, las guerras, las pestes, la gran depresión y otros capítulos estelares de los últimos dos milenios marcaron los momentos que definieron lo que hoy somos como especie. Una especie que no ha sido perfecta, y nunca lo será. Pero cada siglo y cada generación enfrentó su hecatombe y la superó.

De nosotros depende pasar de la intemperie y la soledad a la compañía y al abrazo de la gente que queremos. De nosotros depende construir el nuevo mundo que dejaremos a las siguientes generaciones.

 

A Geopolitical Reaction to the Pandemic
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
19 Mayo 2020

Una nueva forma de presión diplomática internacional

Durante las últimas 12 semanas, la atención global se ha enfocado en cómo combatir la pandemia del Covid-19, al tiempo en que se analizan medidas para que las políticas de contención sanitaria generen las menores externalidades negativas posibles.

Lo cierto es que un tema que también debiera estar siendo debatido en las mesas internacionales es la receta para evitar que esto vuelva a ocurrir.

A pesar de la proliferación de todo tipo de teorías de la conspiración sobre el origen del Sars-Cov2, la Organización Mundial de la Salud y diversas investigaciones independientes de la Universidad de Sydney y de científicos en Estados Unidos y Reino Unido han determinado que el Covid-19 es una enfermedad zoonótica. Es decir, que saltó de animales a humanos.

Agreguemos un dato. El Centro para el Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos ha determinado que el 75% de las enfermedades nuevas o emergentes tienen un origen zoonótico, tal y como ha ocurrido en décadas recientes con el VIH-SIDA (que saltó de primates a humanos) o las diferentes cepas de la influenza aviar o porcina.

Si bien el rastreo del origen del Sars-Cov2 todavía arroja resultados inciertos, una de las teorías más aceptadas es que el mismo se originó en un “mercado húmedo” de Wuhan, China, done es común la compraventa de diversos tipos de animales silvestres. La profundización del comercio de animales vivos y carne animal silvestre, aunado a un incremento reciente en los patrones de consumo de estos, tanto en China como en otros países del sudeste asiático, provoca una natural propensión hacia un incremento en el nivel de riesgo de futuros contagios.

Prevenir entonces nuevas pandemias requiere de una acción global concertada. Por un lado, que no nos extrañe si en meses siguientes, una vez haya luz al final del túnel sobre las medidas para combatir el Covid-19, que las potencias occidentales -lideradas por Estados Unidos- ejerzan presión política sobre el Gobierno de China para deducir algún tipo de responsabilidad por la reciente pandemia. Esa presión puede encaminarse a promover el cierre de los mercados de animales silvestres, a combatir el contrabando y consumo ilegal de carnes exóticas y, sobre todo, a promover mayor transparencia y apertura de las autoridades chinas respecto de sus políticas sanitarias.

Que no nos extrañe si en un futuro próximo, una forma de expresión de la política internacional incluya el endurecimiento de las medidas sanitarias, el control agrícola y la proyección global de marcos normativos regulatorios sobre manejo de información sanitaria y controles silvestres.

Sin duda, la ofensiva diplomática con China será el primer paso. Pero naturalmente, el África subsahariana (que desde hace una década ha estado bajo el control geopolítico chino) será otro de los focos de la política de prevención sanitaria global.

Explanation of the Presidential Measures of May 14th
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
15 Mayo 2020

El 14 de mayo en cadena nacional, el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei anunció una serie de disposiciones ante la avanzada de casos de Coronavirus en el país que entran en vigor a partir de este viernes 15 de mayo. A continuación un resumen de estas nuevas medidas. 

El pasado 10 de mayo el presidente prorrogó las disposiciones que venían en vigor desde el 12 de abril. Incluyó dos cambios: a) restringió la fuera de la circunscripción departamental de su domicilio; y b) incluyó una cláusula por la que se sanciona a quienes simulen dedicarse a las actividades consideradas esenciales y que están perimidas. Estas están detalladas en el inciso SEXTO de las disposiciones presidenciales del 12 de abril.

Este 14 de mayo derogó las medidas del 12 de abril y anunció nuevas medidas. A continuación, exponemos las medidas en un lenguaje más sencillo. Este documento tiene el objetivo de ayudar al ciudadano a entender las disposiciones que le afectan de manera más inmediata. No es un dictamen u opinión legal, sino un documento con fines estrictamente informativos. Las nuevas medidas tomarán vigencia a partir del 15 de mayo.

Medidas sanitarias importantes generales:

  1. Uso de mascarilla es obligatorio en lugares públicos.
  2. Distancia obligatoria de 1.5 metros entre personas. 

Del viernes 15 al domingo 18 de mayo:

La regla general en estos días es:

  1. No puede salir de su casa o residencia. Únicamente puede salir a comprar alimentos a las tiendas de barrios que estarán abiertas de 8:00 a 11:00 a.m.
  2. Se prohíbe la circulación de cualquier vehículo terrestre. Con lo cual solo se puede salir a comprar alimentos a tiendas de barrio a pie.

Servicios específicos permitidos del 15 al 18 de mayo:

  1. Tiendas de barrio pueden abrir de 8:00 a 11:00 horas.
  2. Supermercados: solo venta a domicilio.
  3. Restaurantes: solo venta a domicilio.

Del lunes, 18 de mayo al viernes 22 de mayo:

Medidas generales

  1. Toque de queda: permanencia obligatoria en casa desde las 5:00 p.m. hasta las 5:00 a.m del día siguiente.
  2. Restricción de movilidad: solo puede moverse dentro de la circunscripción departamental de su domicilio. La excepción es para quienes trabajen en otra circunscripción departamental, pero deben tramitar su constancia.
  3. Mayores de 60 años, enfermos crónicos y mujeres embarazadas: obligatorio permanecer en casa y prohibido salir. Salvo excepciones por razones laborales, pero los empleadores son responsables de tomar las medidas de prevención necesarias.
  4. Se prohíbe cualquier viaje nacional por motivos recreativos. Solo se permiten viajes oficiales, militares o de emergencia. 

Servicios o bienes, norma general:

La norma general es que toda actividad no esencial y no mencionada específicamente está prohibida. Dentro de las actividades esenciales que no se pueden interrumpir y continúan operando están los hospitales, clínicas médicas, suministro de agua, extracción de basura, telecomunicaciones, etc. Ver decreto para más detalles.

Llama la atención que es específica y vuelve a anunciar el cierre de centros de conveniencia, algo que había flexibilizado

Actividades permitidas dentro horario restringido del 18 al 22 de mayo:

  1. Supermercados, tiendas de barrio: pueden abrir lunes, miércoles y jueves de 9:00 a.m. a 4:00 p.m.
  2. Mercados municipales y cantonales: pueden abrir lunes, miércoles y jueves de 9:00 a.m. a 1:00 p.m.
  3. Restaurantes: a domicilio: todo el día sin restricción de horario. En ventanilla para llevar: solo en horario fuera del horario del toque de queda.
  4. Bancos y aseguradoras: de 5:00 a.m. a 5:00 p.m.
  5. Actividades agrícolas y asociadas: de 5:00 a.m. a 5:00 p.m.
  6. Bebidas alcohólicas: a partir de las 3:00 p.m. queda prohibida su venta.

Actividades prohibidas:

  1. Eventos de todo tipo.
  2. Actividades deportivas y culturales.
  3. Visitas a centros penitenciarios.
  4. Visitas a asilos.
  5. Actividades religiosas presenciales.

Excepciones a las restricciones:

No les aplican las restricciones y pueden seguir operando dentro y fuera del horario del toque de queda:

  1. Los profesionales de la salud.
  2. Las personas que necesiten ir al médico para recibir tratamientos porque padecen enfermedades crónicas o degenerativas. El médico debe extenderles un documento que lo acredite.
  3. El personal de medios de comunicación y difusión, incluidos repartidores de prensa. Deben estar identificados y solo pueden circular para efectos de realizar su trabajo.
  4. Los abogados que vayan a auxiliar a sus clientes por causas penales.
  5. Quienes deban cumplir sus funciones públicas. Ejemplo, policías y otros funcionarios.

 

Illness as a Metaphor and as a Political Weapon
113
Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
15 Mayo 2020

Mucha tinta se ha derramado para tratar de dilucidar si aquel brote de cólera fue el detonante del triunfo y la aceptación popular que tuvo la revolución armada de “La Montaña”, que lideró el caudillo conservador Rafael Carrera que terminó deponiendo a Gálvez y derrumbando el federalismo centroamericano. Sin ceder a la tentación de establecer causalidades, muchos historiadores afirman que la epidemia sí contribuyó de manera importante en la formación del descontento popular.

 

Refiere la historia que durante el gobierno liberal y reformista de Mariano Gálvez, Guatemala fue azotada por una brutal epidemia de cólera morbus. Desde los inicios de su mandato, el presidente se enfrentó en una lucha encarnizada con las élites conservadoras y la Iglesia que estaban en contra de las reformas modernizadoras que él pretendió impulsar como la libertad de comercio, la libertad de cultos, el matrimonio civil y el divorcio, la educación pública, la entrega de concesiones de explotación de territorios a compañías colonizadoras europeas y la eliminación de los privilegios y fueros coloniales de la Iglesia católica.

En ese contexto de extrema polarización, los religiosos presentaron la epidemia como un “castigo divino” por la persecución hacia la Iglesia católica y por el hecho de que los entierros de los fallecidos no se efectuaran en los templos. Por su parte, los opositores políticos conservadores difundieron el rumor de que el propio gobierno de Gálvez había envenenado el agua que propagaba la peste[1]. Este rumor surge debido a que hacia finales de marzo de 1837, cuando la entrada del cólera a Guatemala (la capital del Estado Federal Centroamericano), era prácticamente inminente, el presidente Gálvez ordena un cordón sanitario que mantuviera aislada a la ciudad del resto del territorio, y envió a las tropas de milicia para que vigilaran las fuentes públicas y así evitar la entrada de personas infectadas. Esta acción causó suspicacias en la población y fue el punto de ignición que desató la malsana calumnia de sus opositores políticos[2]. Otro rasgo de malestar social que se manifestó durante la epidemia de cólera morbus en Guatemala fue el rechazo hacia los extranjeros residentes en la ciudad capital (que en ese momento eran solamente cuerpo diplomático y representantes de casas comerciales europeas) porque se creía que eran los responsables de haber traído la enfermedad al país[3].

Mucha tinta se ha derramado para tratar de dilucidar si aquel brote de cólera fue el detonante del triunfo y la aceptación popular que tuvo la revolución armada de “La Montaña”, que lideró el caudillo conservador Rafael Carrera que terminó deponiendo a Gálvez y derrumbando el federalismo centroamericano. Sin ceder a la tentación de establecer causalidades, muchos historiadores afirman que la epidemia sí contribuyó de manera importante en la formación del descontento popular[4].

El uso de la enfermedad, de la epidemia o la peste en este caso, como metáfora, fue un tema profundizado por la ensayista estadounidense Susan Sontag en su célebre ensayo La enfermedad como metáfora (2012). Refiere la autora que:

“Durante el medioevo, se establecían vínculos entre el fenómeno de la peste y el de la corrupción moral, e invariablemente se buscaba un chivo expiatorio fuera de la comunidad enferma”[5]

Así las cosas, a lo largo de la historia, las enfermedades han sido adjudicadas a las más diversas causas bien sean castigos divinos o teorías de la conspiración. Algunas correlaciones han sido confirmadas por la ciencia modernas y otras han sido descartadas por inverosímiles, sin embargo, por alguna razón nuestra psiquis colectiva sigue acudiendo a esas explicaciones sobrenaturales y extravagantes que no son más que pulsiones de destrucción revestidas de fantasías punitivas de limpieza social o, simplemente, mecanismos de defensa frente al pánico y la incertidumbre colectiva. Cuando estudiamos la historia de las epidemias y plagas (y también de los desastres naturales) es común encontrarse explicaciones moralizantes como que éstas son consecuencia del desgobierno de las emociones, del vicio, de la vida licenciosa, de la negligencia y del descuido propio, o también de la contaminación del mundo y de desconsideración hacia la naturaleza.

De hecho, en tiempos de COVID-19 vemos cómo ese discurso se ha secularizado en cierta forma y quienes lo profieren actualmente dicen que se trata de una “venganza” de la naturaleza que (como una especie de ente con vida propia y un plan secreto ininteligible), salda cuentas con una humanidad tecnocrática e industrializada ante la agresión de su ecosistema. También hemos visto el surgimiento de la teoría del “chivo expiatorio”, que adjudican la pandemia a todo tipo de conspiraciones “extranjeras”, “capitalistas”, “comunistas” (póngale el mote que usted quiera) que lo que buscan es la destrucción del mundo que habíamos conocido hasta entonces.

La verdad, como refiere el principio de la navaja de Ockham, es casi siempre la explicación más simple. Las enfermedades infecciosas y las epidemias siempre han existido y convivido con la humanidad desde sus más remotos orígenes y cada tanto (incluso más frecuentemente de lo que creemos), surge algún virus, bacteria, parásito, etc., de un alcance devastador que arrasa poblaciones enteras. Y eso no es consecuencia de algún plan secreto y malévolo, sino de nuestro propio éxito evolutivo como especie capaz de sostener grandes contingentes de población, que se terminan convirtiendo en los vectores predilectos de transmisión de estos agentes microbianos.

 

 

 

[1] Luján Muñoz, Jorge. Breve historia contemporánea de Guatemala. Guatemala. FCE. 2019. Pp.108

[2] Fernández Ordóñez, Rodrigo. “La muerte está a las puertas. II parte”. https://educacion.ufm.edu/tag/epidemia-de-colera-morbus-en-1837/

[3] Dardón, Roberto. “Crónicas sobre la epidemia de cólera morbus y la rebelión de la montaña en el Estado de Guatemala (1837-1838)” https://posgrado.ufm.edu/blog/cronicas-sobre-la-epidemia-de-colera-morbus-y-la-rebelion-de-la-montana-en-el-estado-de-guatemala-1837-1838/

[4] Ramírez Fuentes, Ana Lucía. “El cólera morbus en Guatemala: Las Juntas de Sanidad y prácticas médicas en la ciudad, 1837”. Estudios Digital. Año 4. No. 8. Marzo-2016. Pp. 4

[5] Sontag, Susan. La enfermedad y sus metáforas. México. Debolsillo. 2012. Pp. 51

Una reacción geopolítica a la pandemia
30
Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
19 Mayo 2020

Una nueva forma de presión diplomática internacional

Durante las últimas 12 semanas, la atención global se ha enfocado en cómo combatir la pandemia del Covid-19, al tiempo en que se analizan medidas para que las políticas de contención sanitaria generen las menores externalidades negativas posibles.

Lo cierto es que un tema que también debiera estar siendo debatido en las mesas internacionales es la receta para evitar que esto vuelva a ocurrir.

A pesar de la proliferación de todo tipo de teorías de la conspiración sobre el origen del Sars-Cov2, la Organización Mundial de la Salud y diversas investigaciones independientes de la Universidad de Sydney y de científicos en Estados Unidos y Reino Unido han determinado que el Covid-19 es una enfermedad zoonótica. Es decir, que saltó de animales a humanos.

Agreguemos un dato. El Centro para el Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos ha determinado que el 75% de las enfermedades nuevas o emergentes tienen un origen zoonótico, tal y como ha ocurrido en décadas recientes con el VIH-SIDA (que saltó de primates a humanos) o las diferentes cepas de la influenza aviar o porcina.

Si bien el rastreo del origen del Sars-Cov2 todavía arroja resultados inciertos, una de las teorías más aceptadas es que el mismo se originó en un “mercado húmedo” de Wuhan, China, done es común la compraventa de diversos tipos de animales silvestres. La profundización del comercio de animales vivos y carne animal silvestre, aunado a un incremento reciente en los patrones de consumo de estos, tanto en China como en otros países del sudeste asiático, provoca una natural propensión hacia un incremento en el nivel de riesgo de futuros contagios.

Prevenir entonces nuevas pandemias requiere de una acción global concertada. Por un lado, que no nos extrañe si en meses siguientes, una vez haya luz al final del túnel sobre las medidas para combatir el Covid-19, que las potencias occidentales -lideradas por Estados Unidos- ejerzan presión política sobre el Gobierno de China para deducir algún tipo de responsabilidad por la reciente pandemia. Esa presión puede encaminarse a promover el cierre de los mercados de animales silvestres, a combatir el contrabando y consumo ilegal de carnes exóticas y, sobre todo, a promover mayor transparencia y apertura de las autoridades chinas respecto de sus políticas sanitarias.

Que no nos extrañe si en un futuro próximo, una forma de expresión de la política internacional incluya el endurecimiento de las medidas sanitarias, el control agrícola y la proyección global de marcos normativos regulatorios sobre manejo de información sanitaria y controles silvestres.

Sin duda, la ofensiva diplomática con China será el primer paso. Pero naturalmente, el África subsahariana (que desde hace una década ha estado bajo el control geopolítico chino) será otro de los focos de la política de prevención sanitaria global.

La enfermedad como metáfora y como arma política
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Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
15 Mayo 2020

Mucha tinta se ha derramado para tratar de dilucidar si aquel brote de cólera fue el detonante del triunfo y la aceptación popular que tuvo la revolución armada de “La Montaña”, que lideró el caudillo conservador Rafael Carrera que terminó deponiendo a Gálvez y derrumbando el federalismo centroamericano. Sin ceder a la tentación de establecer causalidades, muchos historiadores afirman que la epidemia sí contribuyó de manera importante en la formación del descontento popular.

 

Refiere la historia que durante el gobierno liberal y reformista de Mariano Gálvez, Guatemala fue azotada por una brutal epidemia de cólera morbus. Desde los inicios de su mandato, el presidente se enfrentó en una lucha encarnizada con las élites conservadoras y la Iglesia que estaban en contra de las reformas modernizadoras que él pretendió impulsar como la libertad de comercio, la libertad de cultos, el matrimonio civil y el divorcio, la educación pública, la entrega de concesiones de explotación de territorios a compañías colonizadoras europeas y la eliminación de los privilegios y fueros coloniales de la Iglesia católica.

En ese contexto de extrema polarización, los religiosos presentaron la epidemia como un “castigo divino” por la persecución hacia la Iglesia católica y por el hecho de que los entierros de los fallecidos no se efectuaran en los templos. Por su parte, los opositores políticos conservadores difundieron el rumor de que el propio gobierno de Gálvez había envenenado el agua que propagaba la peste[1]. Este rumor surge debido a que hacia finales de marzo de 1837, cuando la entrada del cólera a Guatemala (la capital del Estado Federal Centroamericano), era prácticamente inminente, el presidente Gálvez ordena un cordón sanitario que mantuviera aislada a la ciudad del resto del territorio, y envió a las tropas de milicia para que vigilaran las fuentes públicas y así evitar la entrada de personas infectadas. Esta acción causó suspicacias en la población y fue el punto de ignición que desató la malsana calumnia de sus opositores políticos[2]. Otro rasgo de malestar social que se manifestó durante la epidemia de cólera morbus en Guatemala fue el rechazo hacia los extranjeros residentes en la ciudad capital (que en ese momento eran solamente cuerpo diplomático y representantes de casas comerciales europeas) porque se creía que eran los responsables de haber traído la enfermedad al país[3].

Mucha tinta se ha derramado para tratar de dilucidar si aquel brote de cólera fue el detonante del triunfo y la aceptación popular que tuvo la revolución armada de “La Montaña”, que lideró el caudillo conservador Rafael Carrera que terminó deponiendo a Gálvez y derrumbando el federalismo centroamericano. Sin ceder a la tentación de establecer causalidades, muchos historiadores afirman que la epidemia sí contribuyó de manera importante en la formación del descontento popular[4].

El uso de la enfermedad, de la epidemia o la peste en este caso, como metáfora, fue un tema profundizado por la ensayista estadounidense Susan Sontag en su célebre ensayo La enfermedad como metáfora (2012). Refiere la autora que:

“Durante el medioevo, se establecían vínculos entre el fenómeno de la peste y el de la corrupción moral, e invariablemente se buscaba un chivo expiatorio fuera de la comunidad enferma”[5]

Así las cosas, a lo largo de la historia, las enfermedades han sido adjudicadas a las más diversas causas bien sean castigos divinos o teorías de la conspiración. Algunas correlaciones han sido confirmadas por la ciencia modernas y otras han sido descartadas por inverosímiles, sin embargo, por alguna razón nuestra psiquis colectiva sigue acudiendo a esas explicaciones sobrenaturales y extravagantes que no son más que pulsiones de destrucción revestidas de fantasías punitivas de limpieza social o, simplemente, mecanismos de defensa frente al pánico y la incertidumbre colectiva. Cuando estudiamos la historia de las epidemias y plagas (y también de los desastres naturales) es común encontrarse explicaciones moralizantes como que éstas son consecuencia del desgobierno de las emociones, del vicio, de la vida licenciosa, de la negligencia y del descuido propio, o también de la contaminación del mundo y de desconsideración hacia la naturaleza.

De hecho, en tiempos de COVID-19 vemos cómo ese discurso se ha secularizado en cierta forma y quienes lo profieren actualmente dicen que se trata de una “venganza” de la naturaleza que (como una especie de ente con vida propia y un plan secreto ininteligible), salda cuentas con una humanidad tecnocrática e industrializada ante la agresión de su ecosistema. También hemos visto el surgimiento de la teoría del “chivo expiatorio”, que adjudican la pandemia a todo tipo de conspiraciones “extranjeras”, “capitalistas”, “comunistas” (póngale el mote que usted quiera) que lo que buscan es la destrucción del mundo que habíamos conocido hasta entonces.

La verdad, como refiere el principio de la navaja de Ockham, es casi siempre la explicación más simple. Las enfermedades infecciosas y las epidemias siempre han existido y convivido con la humanidad desde sus más remotos orígenes y cada tanto (incluso más frecuentemente de lo que creemos), surge algún virus, bacteria, parásito, etc., de un alcance devastador que arrasa poblaciones enteras. Y eso no es consecuencia de algún plan secreto y malévolo, sino de nuestro propio éxito evolutivo como especie capaz de sostener grandes contingentes de población, que se terminan convirtiendo en los vectores predilectos de transmisión de estos agentes microbianos.

 

 

 

[1] Luján Muñoz, Jorge. Breve historia contemporánea de Guatemala. Guatemala. FCE. 2019. Pp.108

[2] Fernández Ordóñez, Rodrigo. “La muerte está a las puertas. II parte”. https://educacion.ufm.edu/tag/epidemia-de-colera-morbus-en-1837/

[3] Dardón, Roberto. “Crónicas sobre la epidemia de cólera morbus y la rebelión de la montaña en el Estado de Guatemala (1837-1838)” https://posgrado.ufm.edu/blog/cronicas-sobre-la-epidemia-de-colera-morbus-y-la-rebelion-de-la-montana-en-el-estado-de-guatemala-1837-1838/

[4] Ramírez Fuentes, Ana Lucía. “El cólera morbus en Guatemala: Las Juntas de Sanidad y prácticas médicas en la ciudad, 1837”. Estudios Digital. Año 4. No. 8. Marzo-2016. Pp. 4

[5] Sontag, Susan. La enfermedad y sus metáforas. México. Debolsillo. 2012. Pp. 51

The Constitutional Court Gives an Outlet for the Election of Courts
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
08 Mayo 2020

En el caso concreto la CC optó por dar una solución a un problema que, como insisto, afecta a varios principios constitucionales. Obviamente para resolverlo tuvo que hacer una interpretación muy amplia de la Constitución. Pudo ser más radical e incluso botar todo lo actuado por las comisiones de postulación, pero decidió permitir el avance del proceso bajo apercibimiento de que los aspirantes no “idóneos” o no “honorables” son inelegibles.

 

Antecedentes

Se suponía que para el 12 de octubre del año pasado ya tendríamos magistrados de Salas de Corte de Apelaciones (CdeA) y Corte Suprema de Justicia (CSJ). Sin embargo, como expliqué en otra columna, en septiembre pasado la Corte de Constitucionalidad (CC) otorgó un amparo provisional por el que suspendía el proceso de elección de cortes debido a que se omitió la obligación de evaluar a los jueces y magistrados del sistema que quisieran optar a un cargo.

En diciembre, la CC resolvió en definitiva y dio unos parámetros muy básicos para que se llevara a cabo la evaluación. En febrero, las comisiones de postulación enviaron al Congreso las nóminas con los aspirantes, pero ese mismo día el Ministerio Público anunciaba una investigación en la que varios comisionados y aspirantes a magistrados (también diputados) se habían reunido con el procesado Gustavo Alejos.

Fruto de esas investigaciones, el MP presentó un amparo ante la CC, y ésta suspendió el proceso de elección de magistrados debido a que la imparcialidad de los aspirantes podía estar comprometida dados los indicios de manipulación que revelaba su investigación. La CC otorgó amparo provisional en febrero y ahora ha resuelto el caso de forma definitiva.

La resolución de la CC: una salida a un proceso empañado

Empañado puede ser el mejor adjetivo porque está claro que hasta hoy no hay condenas por un caso de manipulación de cortes. Sería imposible dados los tiempos pues el Ministerio Público tiene ahora mismo una investigación en curso. Pero lo que sabemos hasta hoy es suficiente para poner en entredicho la imparcialidad de varios actores involucrados en el proceso y sobre todo la idoneidad de algunos de ellos. Este último hecho es el que la Corte de Constitucionalidad toma como punto de partida para otorgar el amparo.

Siguiendo una línea jurisprudencial que sostuvo en los también impugnados casos de elección de cortes en 2009, de elección de fiscal general en 2010 y en otros casos análogos en materia electoral, la cuestión central es la aplicación del artículo 113 constitucional respecto de la capacidad, idoneidad y honradez de los funcionarios. Este aspecto, a su vez, afecta de forma directa la garantía de independencia judicial.

Esa opacidad compromete la transparencia del proceso de selección de magistrados y no permite garantizar la idoneidad de los aspirantes a ocupar la judicatura. En términos materiales transgrede los cánones constitucionales y convencionales en materia de independencia judicial.  

Ahora bien, ¿cómo pretende la Corte dar solución al problema? Aquí viene la parte más compleja. La CC ordena que ocurran tres cosas ahora:

  1. Diez días después de firme el fallo, el Ministerio Público debe entregar al Congreso toda la información pertinente sobre investigaciones, acusaciones sobre los postulados y las sospechas que pueda haber sobre posible manipulación al proceso de selección de magistrados.

  1. Después de lo anterior, los diputados tienen veinte días para evaluar la información que les dé el MP sobre los aspirantes y determinar si ésta pone “en duda su idoneidad y honorabilidad; sin que ello prejuzgue sobre la existencia o no de responsabilidad penal”. (El resaltado es mío). 

  1. Luego, en un plazo de cinco días, el Congreso debe convocar a sesión plenaria para elegir magistrados de CdeA y CSJ. Pero además, y como ya lo habíamos visto en los procesos de designación de 2009 y 2014 (también impugnados, ver expediente 3635-2009 y expedientes acumulados 4639-2014, 4645-2014, 4646-2014 y 4647-2014), la CC les ordena que voten de “viva voz” pronunciando cada diputado los argumentos por los cuales creen que cada aspirante al que den su voto cumple con los requisitos de “idoneidad y honorabilidad”.

 

 La CC en la parte resolutiva ratifica (“por las dudas”) que debe “excluirse” del proceso a aquellos aspirantes que “derivado de los hechos notorios denunciados” por el Ministerio Público no reúnan las cualidades morales antes menciondas.

¿Es acertada la resolución? Cuando todas las soluciones son subóptimas

Para los legalistas y formalistas no cabe duda de que la sentencia no tiene asidero en las notas gramaticales del texto constitucional. Pero una lectura de ese tipo, aunque frecuente en nuestra cultura jurídica (y en la Francia del siglo XIX), no nos ayuda a entender el problema. Hay un problema concreto: el proceso de selección de jueces ha venido en franco deterioro y hay principios consagrados en nuestra Constitución que están siendo pisoteados por las prácticas cuestionables algunos grupos de interés e incluso por miembros del crimen organizado.

Dicho lo anterior, partamos del hecho de que todas las posibles salidas al problema eran subóptimas. En un extremo, si la CC se hubiese vestido con el traje del formalismo más purista y hubiese rehuido a dar solución a un problema tangible, habríamos acabado por elegir tribunales con vicios de legitimidad por resultados.

En el caso concreto la CC optó por dar una solución a un problema que, como insisto, afecta a varios principios constitucionales. Obviamente para resolverlo tuvo que hacer una interpretación muy amplia de la Constitución. Pudo ser más radical e incluso botar todo lo actuado por las comisiones de postulación, pero decidió permitir el avance del proceso bajo apercibimiento de que los aspirantes no “idóneos” o no “honorables” son inelegibles.

Por supuesto que hay cosas espinosas y no deseables en la solución hallada. En un país civilizado un tribunal constitucional ciertamente no se dedica a frenar la elección de sus cortes. Pero en un país civilizado no existen mecanismos tan burdos para seleccionar magistrados ni el crimen organizado mete su cuchara en los órganos de selección de jueces como en nuestro caso. Como es el sapo es la pedrada para decirlo de manera coloquial.

Ya sabemos que la jurisprudencia sobre la “idoneidad” y “honorabilidad” tiene el problema que se puede borrar la frontera entre el contenido de estos preceptos morales y la presunción de inocencia. Ante la disfuncionalidad del sistema esta ha sido la viciada solución que ha encontrado la CC. (Además es jurisprudencia refrendada por 3 magistraturas distintas, por aquella manía de explicarlo todo con el “esta magistratura es el problema”).