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Guatemala y el regreso a clases en la pandemia ¿cómo, cuándo y por qué?
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Luis Miguel es Director del Área Social de Fundación Libertad y Desarrollo, catedrático universitario y tiene una maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
07 Aug 2021

La educación es una de las víctimas silenciosas de esta pandemia. UNESCO reportaba que en el pico de la crisis mundial y del cierre de actividades en la mayoría de países del mundo en marzo del 2020 más de 1,600 millones estudiantes de diferentes niveles en más de 190 países habían dejado de asistir a la escuela. También más de 100 millones de docentes y personal escolar se vieron afectados laboralmente por el cierre de los centros educativos.

 

Para marzo del 2021, UNESCO reportaba que todavía dos tercios de la población estudiantil del mundo se encontraba fuera de los establecimientos educativos, los cuales permanecían cerrados parcial o completamente; de hecho, las escuelas de 29 países permanecía completamente cerradas. Esto a pesar que muchos países ya habían levantado restricciones y muchos negocios, incluso en sectores no esenciales de la economía, se encontraban ya funcionando con pocas restricciones.

En Guatemala más de 4.5 millones de estudiantes en diferentes niveles se vieron afectados por los cierres totales o parciales de los establecimientos educativos. La discusión sobre una posible reapertura de centros educativos comenzó a mediados de septiembre del 2020 cuando la COPRECOVID presentó una estrategia para apertura de universidades, colegios y escuelas, la cual no tuvo mucho eco en el momento.

En enero de 2021, el Ministerio de Educación presentó la posibilidad de reiniciar clases híbridas en establecimientos educativos privados, esto requería tener ambas modalidades de clases, presenciales y virtuales; y era opcional para las familias que lo desearan.

Para poder obtener este permiso, los establecimientos educativos privados tenían que cumplir con una serie de requisitos burocráticos impuestos por el MINEDUC, tener infraestructura para mantener el distanciamiento y el lavado de manos, exigir mascarillas al personal educativo y niños mayores de 2 años y recibir visitas de supervisión con cierta frecuencia.

Esta posibilidad de recibir clases presenciales solo aplicaba a establecimientos educativos privados, los establecimientos públicos continúan cerrados hasta hoy. Para finales de 2021, los establecimientos educativos públicos, que para 2019 albergaban en preprimaria y primaria a más del 84% de los estudiantes del país, tendrán veintiún meses de estar completamente cerrados.

La doble tragedia del sistema educativo público de Guatemala es que la posibilidad de recibir algún tipo de formación académica mientras las establecimientos están cerrados, ha recaído casi completamente sobre el esfuerzo individual de directores y maestros que han buscado maneras de hacer llegar hojas de trabajo y tareas a los alumnos, pero el necesario acompañamiento maestro-alumno se encuentra casi totalmente olvidado y las autoridades de educación tampoco se han pronunciado sobre el tema en todo el 2021.

Sobra decir que el costo que tendrá para el futuro de estos niños y del país estos casi dos años de cierre de los establecimientos educativos no puede calcularse. A este problema hay que agregar que una gran cantidad de estudiantes están teniendo dificultades para recibir la alimentación escolar, que en muchos casos se había convertido la única comida nutritiva y adecuada que recibían en el día. El MINEDUC ha implementado durante estos meses una política de entrega de víveres a las familias de los estudiantes para intentar suplir la necesidad de la refacción escolar, pero el esfuerzo ha resultado insuficiente. La refacción escolar es una importante herramienta para paliar el problema de la desnutrición.

En agosto del 2020 UNICEF y la ONU pedían a los países reabrir las escuelas para evitar lo que ellos llamaban una “catástrofe generacional”, que podía dejar a 24 millones de alumnos de todos los niveles permanentemente fuera del sistema educativo formal.

Hoy es urgente que Guatemala se plantee la necesidad de abrir los centros educativos, públicos y privados, en enero de 2022 y comience a preparar la infraestructura necesaria para hacerlo de la manera más segura posible. Las razones para pensar en la reapertura de establecimientos educativos son obvias pero la pregunta es ¿se puede asegurar la salud de los niños en el ambiente educativo en medio de la pandemia?

El Banco Interamericano de Desarrollo presentó un informe que recoge algunas condiciones necesarias para un regreso a clases seguro: 

  1. Infraestructura escolar, acceso a agua y saneamiento: actualmente 3.1 millones de estudiantes de nivel primario en América Latina y el Caribe no tienen acceso a agua potable en el hogar o en la escuela. Es necesario que los países invierta en la infraestructura mínima para asegura el acceso a agua y un mínimo distanciamiento físico para mantener seguros a los estudiantes durante su regreso a clases en pandemia.
  2. Directores y docentes: para poder implementar modelos híbridos es necesario que los sistemas educativos invierta en la contratación de más docentes. Esto es una tarea compleja para países con presupuestos pequeños para educación y que incluso antes de la pandemia ya tenían un déficit de personal educativo.
  3. Acceso a tecnologías de la comunicación y conectividad: este es un desafío enorme para muchos países pues actualmente 46% de los niños entre 5 y 12 años vive en hogares que no tienen conexión a Internet.

Estas recomendaciones del BID necesitarán inversiones especiales de parte de los países para poder adecuar los espacios educativos a las necesidades actuales. Además, hay que agregar que es necesario que los países prioricen la vacunación del personal educativo para poder reducir los riesgos sobre su salud. Esta es una estrategia de vital importancia para que un regreso a clases relativamente seguro pues las vacunas reducen la trasmisión del virus y la posibilidad de enfermar gravemente y morir, aunque no eviten del todo los contagios.

De las anteriores recomendaciones, Guatemala ha cumplido solamente con una; en junio del 2021 el país incluyó a los docentes y a todo el personal educativo como población priorizada para la vacunación. Actualmente no se tiene conocimiento de la intención de incluir inversiones especiales, particularmente en infraestructura y acceso a agua, en el presupuesto nacional que se discutirá en la segunda mitad del 2021, parte vital de un plan de regreso a clases seguro para 2022.

La precariedad con la que ha funcionado la red de establecimientos educativos públicos durante muchos años, hace suponer que no existe mayor interés en el tema y que si se decreta un regreso a clases en 2022, será bajo las condiciones de infraestructura existentes antes de la llegada de la pandemia.

Es necesario que se ponga atención al tema educativo en Guatemala. Es inaceptable que el MINEDUC no esté siendo cuestionado para que presente un plan de regreso a clases y un cronograma para su implementación. Cada día de clases perdido es una oportunidad menos para el futuro del país.

Towards a political Chérnobyl
30
Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
02 Aug 2021

Al igual que un reactor, una sociedad no estalla o implosiona de la noche a la mañana, y sin previo aviso.

 

Sobre el desastre nuclear de Chérnobyl mucho se ha escrito. Desde los errores de ingeniería hasta las falencias sistémicas propias del modelo soviético. Sin embargo, quizá resulte interesante como un modelo explicativo de una “crisis a cámara la lenta” o qué pasa cuando los tomadores de decisión actúan con soberbia y chambonería, aún cuando en su tablero de alertas, la sirena avisa sobre el inminente estallido.

En Guatemala, la sirena sonó por primera vez en 2015. Una ciudadanía urbana, descontenta con la conducción de los asuntos públicos, con la rampante corrupción y la degradación de los servicios públicos, salió masivamente a la plaza a demandar un cambio de rumbo. El enojo era catalizado por los casos presentados por MP y CICIG, que evidenciaban la magnitud de un sistema cleptocrático, donde la acción pública no servía nada más que para generar enriquecimiento ilícito para políticos y sus cómplices.

Al igual que en Chérnobyl, en lugar de atender las causas de la alerta, los tomadores de decisión -por chambonería, soberbia o auto-protección- sólo contribuyeron a agudizar la crisis. Jimmy Morales, el outsider que debía representar la alternativa a la vieja política, se convirtió en el principal operador de la cleptocracia. Los últimos dos Congresos resultaron peor en cuanto a sus intenciones de legislar impunidad, capturar el sistema de justicia y continuar con el saqueo sistémico, mientras rehúyen de legislar sobre temas de interés público como la economía nacional.

Si bien el despertar ciudadano decayó como consecuencia de la aparición de los fantasmas de las “derechas e izquierdas”, la decapitación de la lucha contra la corrupción ahogó una de las pocas válvulas de escape de esa olla de presión, que es el rechazo social al sistema político. La siguiente señal de alarma se manifestó en junio 2019, cuando el Movimiento de Liberación de los Pueblos (MLP) alcanzó 10% de votos. En un país donde la izquierda nunca había obtenido más de 3%, ese resultado reflejaba que el discurso “anti-sistema” ganaba terreno.

La contraofensiva del stablishment contra la lucha contra la corrupción, al igual que las acciones de los ingenieros Dyatlov y Akimov en Chernobyl, pecaron de chambonas o soberbias. En el proceso, contribuyeron a agudizar la crisis y acercar el reactor al peligroso punto de fisión. El hostigamiento a fiscales, jueces y funcionarios independientes fue evidente. Los esfuerzos por bloquear casos, procurar impunidad, por elegir cortes ad hoc, o apachar los clavos de decenas de sindicados, fueron burdos. Tanto así que, en más de una decena de ocasiones, altos funcionarios norteamericanos comunicaron su preocupación ante tales extremos.

Una serie de variables externas vinieron a acelerar la velocidad de la reacción: la pandemia Covid-19, los efectos económicos negativos sobre los estratos medios y medios-bajos, y la lentitud e ineficiencia gubernamental en cuanto a la gestión de las vacunas, han agudizado los niveles de rechazo y descontento.

Hoy Guatemala se encuentra en el equivalente de la 1:16 am de aquel 26 de abril de 1986. El reactor funciona. A pesar del incremento en la temperatura, todavía nadie se imagina que en menos de 10 minutos el núcleo entraría en punto de fisión. En ese contexto, la reciente destitución de Juan Francisco Sandoval y el paro rural del 29 de julio fueron dos episodios más en la cadena que aumentan la temperatura del núcleo y acercan al país al peligroso punto de fisión. Pero aún faltan 10 minutos.

Los siguientes minutos de la trama pasan ahora a los tomadores de decisión. En Chérnobyl, los ingenieros creyeron que el sistema “no fallaría”, o incluso, por soberbia o chambonería, prefirieron profundizar las decisiones incorrectas antes que aceptar culpas y reconocer que era momento de apagar el reactor.

En los siguientes 10 minutos, élites y políticos tendrán en sus manos el futuro del reactor. Las élites parecen contentas con esperar a que mengue el ciclo de la crisis, bajo la premisa que “el sistema no falla”. Por su parte, políticos y operadores del sistema cleptocrático, están convencidos que la venganza contra fiscales, jueces, funcionarios independientes y periodistas debe continuar, sin importar si en su soberbia o chambonería, contribuyen a aumentar la temperatura del núcleo y acercarlo al peligroso punto de fisión.

En Chérnobyl el colapso del reactor y la subsecuente fisión, provocaron un estallido de gas y la liberación de material radioactivo. En Guatemala, el colapso del reactor y la subsecuente fisión puede materializarse en 2023 con la victoria de una opción anti-sistema. O quizá antes, con movimientos similares a los de Chile o Colombia en meses recientes.  El tablero de control nos dice que no estamos lejos.

Hacia un Chérnobyl político
30
Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
02 Aug 2021

Al igual que un reactor, una sociedad no estalla o implosiona de la noche a la mañana, y sin previo aviso.

 

Sobre el desastre nuclear de Chérnobyl mucho se ha escrito. Desde los errores de ingeniería hasta las falencias sistémicas propias del modelo soviético. Sin embargo, quizá resulte interesante como un modelo explicativo de una “crisis a cámara la lenta” o qué pasa cuando los tomadores de decisión actúan con soberbia y chambonería, aún cuando en su tablero de alertas, la sirena avisa sobre el inminente estallido.

En Guatemala, la sirena sonó por primera vez en 2015. Una ciudadanía urbana, descontenta con la conducción de los asuntos públicos, con la rampante corrupción y la degradación de los servicios públicos, salió masivamente a la plaza a demandar un cambio de rumbo. El enojo era catalizado por los casos presentados por MP y CICIG, que evidenciaban la magnitud de un sistema cleptocrático, donde la acción pública no servía nada más que para generar enriquecimiento ilícito para políticos y sus cómplices.

Al igual que en Chérnobyl, en lugar de atender las causas de la alerta, los tomadores de decisión -por chambonería, soberbia o auto-protección- sólo contribuyeron a agudizar la crisis. Jimmy Morales, el outsider que debía representar la alternativa a la vieja política, se convirtió en el principal operador de la cleptocracia. Los últimos dos Congresos resultaron peor en cuanto a sus intenciones de legislar impunidad, capturar el sistema de justicia y continuar con el saqueo sistémico, mientras rehúyen de legislar sobre temas de interés público como la economía nacional.

Si bien el despertar ciudadano decayó como consecuencia de la aparición de los fantasmas de las “derechas e izquierdas”, la decapitación de la lucha contra la corrupción ahogó una de las pocas válvulas de escape de esa olla de presión, que es el rechazo social al sistema político. La siguiente señal de alarma se manifestó en junio 2019, cuando el Movimiento de Liberación de los Pueblos (MLP) alcanzó 10% de votos. En un país donde la izquierda nunca había obtenido más de 3%, ese resultado reflejaba que el discurso “anti-sistema” ganaba terreno.

La contraofensiva del stablishment contra la lucha contra la corrupción, al igual que las acciones de los ingenieros Dyatlov y Akimov en Chernobyl, pecaron de chambonas o soberbias. En el proceso, contribuyeron a agudizar la crisis y acercar el reactor al peligroso punto de fisión. El hostigamiento a fiscales, jueces y funcionarios independientes fue evidente. Los esfuerzos por bloquear casos, procurar impunidad, por elegir cortes ad hoc, o apachar los clavos de decenas de sindicados, fueron burdos. Tanto así que, en más de una decena de ocasiones, altos funcionarios norteamericanos comunicaron su preocupación ante tales extremos.

Una serie de variables externas vinieron a acelerar la velocidad de la reacción: la pandemia Covid-19, los efectos económicos negativos sobre los estratos medios y medios-bajos, y la lentitud e ineficiencia gubernamental en cuanto a la gestión de las vacunas, han agudizado los niveles de rechazo y descontento.

Hoy Guatemala se encuentra en el equivalente de la 1:16 am de aquel 26 de abril de 1986. El reactor funciona. A pesar del incremento en la temperatura, todavía nadie se imagina que en menos de 10 minutos el núcleo entraría en punto de fisión. En ese contexto, la reciente destitución de Juan Francisco Sandoval y el paro rural del 29 de julio fueron dos episodios más en la cadena que aumentan la temperatura del núcleo y acercan al país al peligroso punto de fisión. Pero aún faltan 10 minutos.

Los siguientes minutos de la trama pasan ahora a los tomadores de decisión. En Chérnobyl, los ingenieros creyeron que el sistema “no fallaría”, o incluso, por soberbia o chambonería, prefirieron profundizar las decisiones incorrectas antes que aceptar culpas y reconocer que era momento de apagar el reactor.

En los siguientes 10 minutos, élites y políticos tendrán en sus manos el futuro del reactor. Las élites parecen contentas con esperar a que mengue el ciclo de la crisis, bajo la premisa que “el sistema no falla”. Por su parte, políticos y operadores del sistema cleptocrático, están convencidos que la venganza contra fiscales, jueces, funcionarios independientes y periodistas debe continuar, sin importar si en su soberbia o chambonería, contribuyen a aumentar la temperatura del núcleo y acercarlo al peligroso punto de fisión.

En Chérnobyl el colapso del reactor y la subsecuente fisión, provocaron un estallido de gas y la liberación de material radioactivo. En Guatemala, el colapso del reactor y la subsecuente fisión puede materializarse en 2023 con la victoria de una opción anti-sistema. O quizá antes, con movimientos similares a los de Chile o Colombia en meses recientes.  El tablero de control nos dice que no estamos lejos.

Independence of prosecutors
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
02 Aug 2021

Si un fiscal (quien sea) comete alguna infracción que tenga como consecuencia última su remoción, debe ser sujeto de un proceso disciplinario con todas las garantías del caso.

 

La semana pasada expresé mi preocupación por el debilitamiento institucional que trae consigo la destitución del ex titular de la FECI. Cité alguna jurisprudencia que muestra por qué la forma de la destitución no era legal. Básicamente el argumento para remover al ex fiscal Sandoval se basó en que era “personal de confianza” y eso “legitimaba” a la fiscal general para removerlo.

Quisiera poner énfasis en lo grave que es para la independencia de los operadores de justicia este precedente. Para tener un poco más de perspectiva, existen dos modelos de reclutamiento de los fiscales: el anglosajón y el continental europeo.

En el modelo anglosajón, como es el caso de EE. UU. y el Reino Unido, los fiscales son reclutados por nombramiento profesional. A su vez, dado que el modelo de persecución penal anglosajón es esencialmente adversarial o acusatorio, los fiscales tienen un grado de discrecionalidad más grande de lo que estamos acostumbrados en nuestra tradición.

Los fiscales en el sistema anglosajón tienen mayor discreción para elegir qué casos perseguir e incluso pueden pedir la desestimación del caso si lo consideran oportuno. Es frecuente que los fiscales sean abogados que sirven durante un tiempo en la fiscalía y otro tiempo en el sector privado.

Por su parte, en el modelo continental europeo, los fiscales son reclutados mediante concurso público y los ascensos siguen también una lógica de carrera fiscal. Esto tiene que ver, en parte, con el rol que se concibe al fiscal. Éste tiene el objetivo de implementar políticas estatales sin consideración específica de la víctima o del acusado. Su tarea es orientar al juez para que descubra la verdad y no condenar al acusado. Al menos teóricamente.

Para que los fiscales puedan hacer su trabajo de forma independiente, es necesario que se cumplan ciertas condiciones. Especialmente las referentes al respeto de la carrera fiscal en el modelo continental europeo. Es frecuente que los fiscales en este sistema permanezcan durante muchos años trabajando para la institución y asciendan por sus méritos dentro de ésta.

La Ley Orgánica del Ministerio Público (LOMP) se inclina por un sistema de carrera. El artículo 76 enumera los principios de ésta y entre ellos (literal “f”) refiere a la estabilidad y dice: “El sistema de carrera profesional garantizará la estabilidad en el cargo mientras no se incurra en causal legal para el cese del mismo”.

Dentro de esa lógica, la propia LOMP estipula el proceso disciplinario en su artículo 60. Dentro de sus principios está el de legalidad que establece que los funcionarios y empleados del MP solo podrán ser sancionados cuando realicen “acciones u omisiones previstas como falta en la ley y siguiendo el procedimiento establecido en esta Ley y sus reglamentos”.

Es decir, si un fiscal (quien sea) comete alguna infracción que tenga como consecuencia última su remoción, debe ser sujeto de un proceso disciplinario con todas las garantías del caso. Tal extremo jamás ocurrió con el ex titular de la FECI, Juan Francisco Sandoval. Su remoción, además de ilegal, debilita la independencia de los operadores de justicia y por tanto el Estado de Derecho.

Independencia de los fiscales
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
02 Aug 2021

Si un fiscal (quien sea) comete alguna infracción que tenga como consecuencia última su remoción, debe ser sujeto de un proceso disciplinario con todas las garantías del caso.

 

La semana pasada expresé mi preocupación por el debilitamiento institucional que trae consigo la destitución del ex titular de la FECI. Cité alguna jurisprudencia que muestra por qué la forma de la destitución no era legal. Básicamente el argumento para remover al ex fiscal Sandoval se basó en que era “personal de confianza” y eso “legitimaba” a la fiscal general para removerlo.

Quisiera poner énfasis en lo grave que es para la independencia de los operadores de justicia este precedente. Para tener un poco más de perspectiva, existen dos modelos de reclutamiento de los fiscales: el anglosajón y el continental europeo.

En el modelo anglosajón, como es el caso de EE. UU. y el Reino Unido, los fiscales son reclutados por nombramiento profesional. A su vez, dado que el modelo de persecución penal anglosajón es esencialmente adversarial o acusatorio, los fiscales tienen un grado de discrecionalidad más grande de lo que estamos acostumbrados en nuestra tradición.

Los fiscales en el sistema anglosajón tienen mayor discreción para elegir qué casos perseguir e incluso pueden pedir la desestimación del caso si lo consideran oportuno. Es frecuente que los fiscales sean abogados que sirven durante un tiempo en la fiscalía y otro tiempo en el sector privado.

Por su parte, en el modelo continental europeo, los fiscales son reclutados mediante concurso público y los ascensos siguen también una lógica de carrera fiscal. Esto tiene que ver, en parte, con el rol que se concibe al fiscal. Éste tiene el objetivo de implementar políticas estatales sin consideración específica de la víctima o del acusado. Su tarea es orientar al juez para que descubra la verdad y no condenar al acusado. Al menos teóricamente.

Para que los fiscales puedan hacer su trabajo de forma independiente, es necesario que se cumplan ciertas condiciones. Especialmente las referentes al respeto de la carrera fiscal en el modelo continental europeo. Es frecuente que los fiscales en este sistema permanezcan durante muchos años trabajando para la institución y asciendan por sus méritos dentro de ésta.

La Ley Orgánica del Ministerio Público (LOMP) se inclina por un sistema de carrera. El artículo 76 enumera los principios de ésta y entre ellos (literal “f”) refiere a la estabilidad y dice: “El sistema de carrera profesional garantizará la estabilidad en el cargo mientras no se incurra en causal legal para el cese del mismo”.

Dentro de esa lógica, la propia LOMP estipula el proceso disciplinario en su artículo 60. Dentro de sus principios está el de legalidad que establece que los funcionarios y empleados del MP solo podrán ser sancionados cuando realicen “acciones u omisiones previstas como falta en la ley y siguiendo el procedimiento establecido en esta Ley y sus reglamentos”.

Es decir, si un fiscal (quien sea) comete alguna infracción que tenga como consecuencia última su remoción, debe ser sujeto de un proceso disciplinario con todas las garantías del caso. Tal extremo jamás ocurrió con el ex titular de la FECI, Juan Francisco Sandoval. Su remoción, además de ilegal, debilita la independencia de los operadores de justicia y por tanto el Estado de Derecho.

Paradoxes of history: FRG and elite circulation
30
Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
20 Jul 2021

Poco se ha escrito sobre la génesis de la captura del Estado de Guatemala.

 

Sabemos que prácticamente desde su nacimiento a la vida independiente, la política en el país se revistió de características patrimonialistas: el uso del poder político como oportunidad para obtener prebendas, privilegios y oportunidades de negocio. Sabemos también que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, el patrimonio del Estado (dígase fincas estatales, frecuencias radioeléctricas, etc.) fue objeto de una constante repartición entre allegados a los gobernantes de turno y a los amigos permanentes del poder.

Sabemos también que, con la adopción de un modelo de Estado de corte subsidiario, siguiendo las recomendaciones del Plan de Ajuste Estructural a principios de los noventa, la adquisición de bienes por el Estado y la prestación de servicios públicos se convirtieron en la mayor oportunidad de negocio del país. Con el paso del tiempo, ese modelo dio lugar a ese círculo vicioso de concebir el financiamiento de campañas como el ticket de ingreso para participar en la repartición de los negocios públicos, que en el mercado local, parecieran ser lo que generan los márgenes de utilidad más atractivos.

Sin embargo, poco se ha dicho sobre la génesis de algunas de las redes de poder enquistadas en espacios relevantes de la administración pública.

En esta historia, el Gobierno del FRG (2000-2004) generó una especie de “circulación de élites” en cuanto al acceso a las esclusas del poder patrimonial. El modelo de construir un partido sobre una suerte de “federación de caciques locales” dio origen a muchos de los cacicazgos legislativos que han perdurado durante décadas. Las dinastías de los Quej en Alta Verapaz, los López en Quiché, López Villatoro en Huehuetenango, los Arévalo en Totonicapán o Crespo en Escuintla encuentran su denominador común en el paso de estos personajes por el FRG.

Atrás de ellos, como los casos judiciales recientes han demostrado, vienen aparejadas las viejas prácticas de controlar plazas en el Estado, traficar influencias en la gestión de contratos de obra gris, o influencias indebidas sobre otras instituciones públicas.

Pero esto no se queda ahí. El primer gran saqueo del IGSS lo encontramos en la administración de Carlos Wohlers y César Sandoval por allá del 2002-2003. Gustavo Herrera, uno de los poderes silenciosos detrás de las cortes, saltó a la palestra precisamente durante este período gracias a los negocios de compra-venta de propiedades con el IGSS. O qué decir de Roberto López Villatoro, otro personaje relevante en los últimos 15 años del gremio de juristas, también salió a la luz durante el periodo en cuestión.

Y así, podemos reseñar durante horas la forma en que redes patrimonialistas que han ejercido control directo o indirecto sobre ciertas municipalidades, COCODES, la Dirección de Caminos, COVIAL, el Ministerio de Agricultura tienen su génesis durante la administración del FRG.

Hay quienes se han referido a este período como la fase de la “horizontalización de la corrupción”, un momento en donde las llaves de los negocios se abrieron a más actores, a poderes locales y a élites emergentes. Sin duda, ningún régimen contribuyó más a generar un proceso de acumulación de nuevos capitales y el surgimiento de nuevas chequeras en política, como el eferregismo.

La paradoja de la historia es que gran parte de la depuración judicial 2015-2019 afectó precisamente a un grueso de los actores, redes y personajes cuyos orígenes en política los encontramos entre el 2000 y el 2004. Y aún así, actores tradicionales, a quienes se les había empezado a desplazar luego de la circulación de élites generada por el eferregismo, parecieran empecinados en defender un modelo que hace 20 años cuestionaron, y que en el fondo todos sabemos, que les deplazará tarde o temprano.

Paradojas de la historia: FRG y circulación de élites
30
Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
20 Jul 2021

Poco se ha escrito sobre la génesis de la captura del Estado de Guatemala.

 

Sabemos que prácticamente desde su nacimiento a la vida independiente, la política en el país se revistió de características patrimonialistas: el uso del poder político como oportunidad para obtener prebendas, privilegios y oportunidades de negocio. Sabemos también que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, el patrimonio del Estado (dígase fincas estatales, frecuencias radioeléctricas, etc.) fue objeto de una constante repartición entre allegados a los gobernantes de turno y a los amigos permanentes del poder.

Sabemos también que, con la adopción de un modelo de Estado de corte subsidiario, siguiendo las recomendaciones del Plan de Ajuste Estructural a principios de los noventa, la adquisición de bienes por el Estado y la prestación de servicios públicos se convirtieron en la mayor oportunidad de negocio del país. Con el paso del tiempo, ese modelo dio lugar a ese círculo vicioso de concebir el financiamiento de campañas como el ticket de ingreso para participar en la repartición de los negocios públicos, que en el mercado local, parecieran ser lo que generan los márgenes de utilidad más atractivos.

Sin embargo, poco se ha dicho sobre la génesis de algunas de las redes de poder enquistadas en espacios relevantes de la administración pública.

En esta historia, el Gobierno del FRG (2000-2004) generó una especie de “circulación de élites” en cuanto al acceso a las esclusas del poder patrimonial. El modelo de construir un partido sobre una suerte de “federación de caciques locales” dio origen a muchos de los cacicazgos legislativos que han perdurado durante décadas. Las dinastías de los Quej en Alta Verapaz, los López en Quiché, López Villatoro en Huehuetenango, los Arévalo en Totonicapán o Crespo en Escuintla encuentran su denominador común en el paso de estos personajes por el FRG.

Atrás de ellos, como los casos judiciales recientes han demostrado, vienen aparejadas las viejas prácticas de controlar plazas en el Estado, traficar influencias en la gestión de contratos de obra gris, o influencias indebidas sobre otras instituciones públicas.

Pero esto no se queda ahí. El primer gran saqueo del IGSS lo encontramos en la administración de Carlos Wohlers y César Sandoval por allá del 2002-2003. Gustavo Herrera, uno de los poderes silenciosos detrás de las cortes, saltó a la palestra precisamente durante este período gracias a los negocios de compra-venta de propiedades con el IGSS. O qué decir de Roberto López Villatoro, otro personaje relevante en los últimos 15 años del gremio de juristas, también salió a la luz durante el periodo en cuestión.

Y así, podemos reseñar durante horas la forma en que redes patrimonialistas que han ejercido control directo o indirecto sobre ciertas municipalidades, COCODES, la Dirección de Caminos, COVIAL, el Ministerio de Agricultura tienen su génesis durante la administración del FRG.

Hay quienes se han referido a este período como la fase de la “horizontalización de la corrupción”, un momento en donde las llaves de los negocios se abrieron a más actores, a poderes locales y a élites emergentes. Sin duda, ningún régimen contribuyó más a generar un proceso de acumulación de nuevos capitales y el surgimiento de nuevas chequeras en política, como el eferregismo.

La paradoja de la historia es que gran parte de la depuración judicial 2015-2019 afectó precisamente a un grueso de los actores, redes y personajes cuyos orígenes en política los encontramos entre el 2000 y el 2004. Y aún así, actores tradicionales, a quienes se les había empezado a desplazar luego de la circulación de élites generada por el eferregismo, parecieran empecinados en defender un modelo que hace 20 años cuestionaron, y que en el fondo todos sabemos, que les deplazará tarde o temprano.

Democracy is in danger
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

22 Jul 2021

¿Qué pasó con las ilusiones y esperanzas de democracia, desarrollo y libertad?

La democracia es un instrumento más o menos nuevo en América Latina. En los últimos 50 años, la mayoría de nuestros países transitaron de dictaduras militares a dar sus primeros pasos en el mundo de la democracia.

Le democracia republicana no es perfecta, pero es el sistema menos malo entre las opciones conocidas.

La historia, y no solo la de América Latina, nos enseña que las naciones que han alcanzado mayores niveles de desarrollo y bienestar han caminado por la senda de un orden establecido que se respeta, que se defiende, que se cuida.

Para muchos pueblos, los valores que construyen esa senda, ese orden establecido, ese camino que permite a las naciones avanzar; esos valores, son su tesoro más preciado.

Las libertades civiles, el respeto a la ley, la división de poderes, instituciones públicas administradas con capacidad, honor y honradez, y un modelo de desarrollo efectivo son esos valores que construyen la democracia republicana de verdad.

En los 50 años que llevamos aprendiendo sobre la democracia y sus valores en América Latina, hemos visto lo peor del ser humano en figuras de tiranos, déspotas y criminales que logran acceder al poder político; y hemos visto cómo, en muchos casos, al ciudadano se le ha reducido a condiciones de súbdito, siervo o esclavo.  

Cuba, Venezuela, Nicaragua, los intentos persistentes en Bolivia, Ecuador y ahora Perú, o las constantes amenazas con que viven México, Guatemala, El Salvador, Colombia y Brasil, son un ejemplo claro del populismo autocrático y destructivo que estamos viviendo en pleno Siglo XXI.    

La corrupción y la incompetencia de la derecha y de la izquierda, la indiferencia de las élites, la ausencia de convicciones democráticas, la falta de Estado de Derecho y la inexistencia de modelos de desarrollo han abierto las puertas a engendros dictatoriales y criminales que se disfrazan de políticos demócratas, pero en realidad, lo que buscan es hacer de países sus fincas y a los pueblos sus esclavos. En pleno Siglo XXI.  

¿Qué pasó con las ilusiones y esperanzas de democracia, desarrollo y libertad para los pueblos de América Latina?

Algunos expertos dicen que es “El Ciudadano” el que no pasó. El verdadero garante de la democracia, la justicia y la libertad en primera y en última instancia no está. Por eso, es El Ciudadano el gran proyecto pendiente en nuestro continente.

Vienen años difíciles para América Latina. Con Estados débiles y disfuncionales, la pandemia aceleró nuestras desgracias y está sirviendo de plataforma a la locura populista. La democracia y la libertad están en peligro y lo está también el futuro.

Los demócratas, los liberales, los hombres y mujeres que creen en el Estado de Derecho y la libertad deben salir de sus trincheras y unir esfuerzos para rescatar el espíritu y los compromisos que nuestros antepasados se trazaron hace 50 años cuando los sueños de democracia y libertad eran eso, sueños; y que hoy, con el camino andado, las lecciones aprendidas y las cicatrices adquiridas, debiéramos evitar repetir los dolores de 5 décadas y acceder con voluntad, compromiso y decisión al único camino que desarrolla, moderniza y libera naciones: la democracia liberal, la república y el ciudadano presente.   

Si los centroamericanos queremos construir una región en la que nuestros hijos, en lugar de aspirar y suspirar por emigrar al norte, tengan una oportunidad de vida en la tierra que los vio nacer, las tareas incompletas están claras, las cuentas por pagar son evidentes y nuestro compromiso con Centroamérica y con la historia hace tiempo que es una deuda pendiente.

 

 

    

 

 

 

 

 

La democracia está en peligro
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

22 Jul 2021

¿Qué pasó con las ilusiones y esperanzas de democracia, desarrollo y libertad?

La democracia es un instrumento más o menos nuevo en América Latina. En los últimos 50 años, la mayoría de nuestros países transitaron de dictaduras militares a dar sus primeros pasos en el mundo de la democracia.

Le democracia republicana no es perfecta, pero es el sistema menos malo entre las opciones conocidas.

La historia, y no solo la de América Latina, nos enseña que las naciones que han alcanzado mayores niveles de desarrollo y bienestar han caminado por la senda de un orden establecido que se respeta, que se defiende, que se cuida.

Para muchos pueblos, los valores que construyen esa senda, ese orden establecido, ese camino que permite a las naciones avanzar; esos valores, son su tesoro más preciado.

Las libertades civiles, el respeto a la ley, la división de poderes, instituciones públicas administradas con capacidad, honor y honradez, y un modelo de desarrollo efectivo son esos valores que construyen la democracia republicana de verdad.

En los 50 años que llevamos aprendiendo sobre la democracia y sus valores en América Latina, hemos visto lo peor del ser humano en figuras de tiranos, déspotas y criminales que logran acceder al poder político; y hemos visto cómo, en muchos casos, al ciudadano se le ha reducido a condiciones de súbdito, siervo o esclavo.  

Cuba, Venezuela, Nicaragua, los intentos persistentes en Bolivia, Ecuador y ahora Perú, o las constantes amenazas con que viven México, Guatemala, El Salvador, Colombia y Brasil, son un ejemplo claro del populismo autocrático y destructivo que estamos viviendo en pleno Siglo XXI.    

La corrupción y la incompetencia de la derecha y de la izquierda, la indiferencia de las élites, la ausencia de convicciones democráticas, la falta de Estado de Derecho y la inexistencia de modelos de desarrollo han abierto las puertas a engendros dictatoriales y criminales que se disfrazan de políticos demócratas, pero en realidad, lo que buscan es hacer de países sus fincas y a los pueblos sus esclavos. En pleno Siglo XXI.  

¿Qué pasó con las ilusiones y esperanzas de democracia, desarrollo y libertad para los pueblos de América Latina?

Algunos expertos dicen que es “El Ciudadano” el que no pasó. El verdadero garante de la democracia, la justicia y la libertad en primera y en última instancia no está. Por eso, es El Ciudadano el gran proyecto pendiente en nuestro continente.

Vienen años difíciles para América Latina. Con Estados débiles y disfuncionales, la pandemia aceleró nuestras desgracias y está sirviendo de plataforma a la locura populista. La democracia y la libertad están en peligro y lo está también el futuro.

Los demócratas, los liberales, los hombres y mujeres que creen en el Estado de Derecho y la libertad deben salir de sus trincheras y unir esfuerzos para rescatar el espíritu y los compromisos que nuestros antepasados se trazaron hace 50 años cuando los sueños de democracia y libertad eran eso, sueños; y que hoy, con el camino andado, las lecciones aprendidas y las cicatrices adquiridas, debiéramos evitar repetir los dolores de 5 décadas y acceder con voluntad, compromiso y decisión al único camino que desarrolla, moderniza y libera naciones: la democracia liberal, la república y el ciudadano presente.   

Si los centroamericanos queremos construir una región en la que nuestros hijos, en lugar de aspirar y suspirar por emigrar al norte, tengan una oportunidad de vida en la tierra que los vio nacer, las tareas incompletas están claras, las cuentas por pagar son evidentes y nuestro compromiso con Centroamérica y con la historia hace tiempo que es una deuda pendiente.

 

 

    

 

 

 

 

 

Cuba and Chile: The fall of the two ideological references?
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
19 Jul 2021

Lo más probable es que el régimen cubano sobreviva a estas protestas, utilizando la brutalidad de siempre. Y por su parte, Chile no se convertirá en Noruega, sino en un país decadente. La mesa está servida para el radicalismo de izquierda.

 

América Latina atraviesa por un período convulso. Las manifestaciones en Chile y Colombia, las controversiales elecciones en Perú, la brutal represión en Nicaragua y el incipiente autoritarismo en El Salvador, son algunos ejemplos de lo tiempos turbulentos que azotan a la región. La semana pasada le llegó el turno a Cuba, con multitudinarias manifestaciones, pidiendo libertad y el fin de la longeva dictadura. ¿Qué sucede en la región? ¿Hacia dónde vamos?

Lo de Chile tomó por sorpresa al continente. En todos los indicadores sociales, económicos e institucionales, este país se encuentra entre los primeros tres puestos de la región junto con Uruguay y Costa Rica. Desde el retorno a la democracia en 1990, Chile había sido la envidia de América Latina, no sólo por sus avances económicos y sociales, sino además por su solidez institucional y democrática. Sin duda, es un país con sus propios problemas, como cualquier otro, pero nadie podría haber previsto el fuerte estallido social que sucedió hace casi dos años.

A pesar de la retórica de sus críticos, Chile no es un país de “neoliberalismo salvaje”. El Estado subsidia la salud, vivienda y educación de gran parte de la población. Y la desigualdad ha bajado consistentemente desde los años ochenta. Chile había desarrollado un sistema capitalista, con alto crecimiento económico, sólidas instituciones de gobernanza y una amplia política social. ¿Qué sucedió entonces? Un factor clave podría ser que la economía parece estancada desde el 2013 y la clase media dejó de percibir las mejoras que le había brindado el sistema desde hacía más de treinta años.

Desafortunadamente, los cambios que se vienen para ese país, lo llevarán al despeñadero. La izquierda radical ganó la mayoría en la Asamblea Constituyente y el candidato del Partido Comunista, Daniel Jadue, encabeza las encuestas presidenciales del próximo mes de noviembre. El futuro de Chile podría ser la decadencia de Argentina, en el “mejor” de los casos; o la tragedia de Venezuela, en el peor escenario.

Por su parte, Cuba está enfrentando las protestas más grandes desde mediados de los años noventa. Al grito de “libertad” y “patria y vida”, los cubanos parecen haber perdido el miedo a la brutalidad del régimen. Los informes de prensa señalan que la escasez de alimentos, la caída del turismo, la mala cosecha de azúcar y la mala gestión de la pandemia, ha provocado un nivel de desesperación tan extremo que lanzó a las calles a miles de cubanos.

Contrario a Chile, el modelo cubano tiene poco o nada de qué presumir. Mientras que Chile fue el receptor de cientos de miles de migrantes de América Latina en las últimas décadas; todos los años, miles de cubanos tratan de llegar a Estados Unidos, huyendo de la miseria y la represión. Y mientras que Chile logró instaurar un modelo democrático desde 1990, Cuba mantiene un sistema dictatorial, que impide la disidencia política.

Lo triste de hacer estos contrastes, es que todavía hay una parte significativa de la izquierda latinoamericana que adora el modelo cubano, aun cuando se sabe de los atropellos a los derechos humano que ocurren en esa isla. ¿Cómo es posible, que en pleno siglo XXI, aún existan intelectuales que defiendan un sistema represivo tan brutal, como el cubano? Sin duda, América Latina necesita evolucionar en su pensamiento político y económico.

Y lo que más preocupa, es que esa izquierda latinoamericana que no ha evolucionado, es la que parece estar tomando el control político de la región. Pedro Castillo, cuyo movimiento político se identifica como Marxista-Leninista, definirá el futuro del Perú en los próximos años y las consecuencias podrían ser desastrosas.

Lo más probable es que el régimen cubano sobreviva a estas protestas, utilizando la brutalidad de siempre. Y por su parte, Chile no se convertirá en Noruega, sino en un país decadente. La mesa está servida para el radicalismo de izquierda.