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Facing the decline of the public sector
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

28 Oct 2022

La confianza, más que una virtud, es el resultado de practicar la honradez y la decencia.

 

Hace unos años encontré un proverbio que dice: No hay puerta mejor cerrada que la que puede dejarse abierta”.

Decía un maestro, “la vida buena es cuestión de confianza”; y es cierto, la vida diaria tiene otro pulso cuando se puede confiar en el doctor, en la tienda de la esquina, en la empresa en que se trabaja, en el juez, en la policía, en las instituciones del Estado.

En los últimos 20 años, o sea, casi todo lo que va del Siglo XXI, según estudios serios, la política, la economía, y ahora la salud, han venido sufriendo un descalabro de tal magnitud que ha hecho que los latinoamericanos hayamos perdido la confianza en nuestro entorno a niveles tan bajos que comprometen el desarrollo de nuestra región.

En estos estudios se demuestra que la virtud de la confianza en América Latina está mucho más deteriorada que en los países desarrollados. Sus hallazgos confirman que nuestras sociedades viven con desconfianza en su prójimo, con desconfianza en su comunidad, en las autoridades, en las instituciones públicas y privadas.

Según los expertos, este déficit de confianza compromete el desarrollo y el futuro. Nos hace sociedades débiles y sumisas, descabeza el civismo, facilita la autocracia y erosiona las libertades.  

La confianza es la base de la cooperación social. Sin ella, no hay desarrollo. La prosperidad depende de la capacidad de asociarse y esto solo se alcanza cuando hay desarrollo humano. Un desarrollo que solo dan la confianza y la asociación para alcanzar consensos que anhelan y trabajan por causas comunes. Esta es la clave del desarrollo.

Dice un querido maestro que las personas confiamos únicamente en quienes aún no nos han mentido. El problema es que, en los últimos 20 años, la América Latina se ha llenado de mentiras e indiferencia, de sus gobiernos, de sus políticos, de sus élites.

Dice el maestro que la confianza, más que una virtud, es el resultado de practicar la honradez y la decencia.

¿Quién va a confiar en los estafadores que mienten; en quienes no honran su palabra o deshonran los contratos?

Si esto es cierto en el orden económico, lo es mucho más en el orden político. Por eso, las personas – los ciudadanos – los grupos y las instituciones de la sociedad deben volver a los valores fundacionales que construyen naciones libres y prósperas. El primero, la confianza en nosotros mismos.

En estos tiempos aciagos y seculares debemos rescatar la confianza porque es la base de la unidad, el requisito de la cooperación social, la cláusula del bienestar, la razón que nos da paz y armonía  

Ante la decadencia de lo público y la indecencia de los políticos, el ciudadano se refugia en su grupo y en su familia. Ante el abandono del Estado no le queda más que confiar en si mismo, en su familia, en sus amigos, en sus compañeros; las únicas personas en este mundo a quienes, como dice el proverbio, se puede dejar abierta la puerta de su hogar.

 

 

 

 

 

 

 

Ante la decadencia de lo público
32
Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

28 Oct 2022

La confianza, más que una virtud, es el resultado de practicar la honradez y la decencia.

 

Hace unos años encontré un proverbio que dice: No hay puerta mejor cerrada que la que puede dejarse abierta”.

Decía un maestro, “la vida buena es cuestión de confianza”; y es cierto, la vida diaria tiene otro pulso cuando se puede confiar en el doctor, en la tienda de la esquina, en la empresa en que se trabaja, en el juez, en la policía, en las instituciones del Estado.

En los últimos 20 años, o sea, casi todo lo que va del Siglo XXI, según estudios serios, la política, la economía, y ahora la salud, han venido sufriendo un descalabro de tal magnitud que ha hecho que los latinoamericanos hayamos perdido la confianza en nuestro entorno a niveles tan bajos que comprometen el desarrollo de nuestra región.

En estos estudios se demuestra que la virtud de la confianza en América Latina está mucho más deteriorada que en los países desarrollados. Sus hallazgos confirman que nuestras sociedades viven con desconfianza en su prójimo, con desconfianza en su comunidad, en las autoridades, en las instituciones públicas y privadas.

Según los expertos, este déficit de confianza compromete el desarrollo y el futuro. Nos hace sociedades débiles y sumisas, descabeza el civismo, facilita la autocracia y erosiona las libertades.  

La confianza es la base de la cooperación social. Sin ella, no hay desarrollo. La prosperidad depende de la capacidad de asociarse y esto solo se alcanza cuando hay desarrollo humano. Un desarrollo que solo dan la confianza y la asociación para alcanzar consensos que anhelan y trabajan por causas comunes. Esta es la clave del desarrollo.

Dice un querido maestro que las personas confiamos únicamente en quienes aún no nos han mentido. El problema es que, en los últimos 20 años, la América Latina se ha llenado de mentiras e indiferencia, de sus gobiernos, de sus políticos, de sus élites.

Dice el maestro que la confianza, más que una virtud, es el resultado de practicar la honradez y la decencia.

¿Quién va a confiar en los estafadores que mienten; en quienes no honran su palabra o deshonran los contratos?

Si esto es cierto en el orden económico, lo es mucho más en el orden político. Por eso, las personas – los ciudadanos – los grupos y las instituciones de la sociedad deben volver a los valores fundacionales que construyen naciones libres y prósperas. El primero, la confianza en nosotros mismos.

En estos tiempos aciagos y seculares debemos rescatar la confianza porque es la base de la unidad, el requisito de la cooperación social, la cláusula del bienestar, la razón que nos da paz y armonía  

Ante la decadencia de lo público y la indecencia de los políticos, el ciudadano se refugia en su grupo y en su familia. Ante el abandono del Estado no le queda más que confiar en si mismo, en su familia, en sus amigos, en sus compañeros; las únicas personas en este mundo a quienes, como dice el proverbio, se puede dejar abierta la puerta de su hogar.

 

 

 

 

 

 

 

The free fall of Cristina in Argentina and Castillo in Perú
113
Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
07 Dec 2022

 En una región donde las victorias electorales son más que todo por voto-castigo y un escaso margen de ventaja con mayorías circunstanciales, una vez más se confirma que felizmente esta nueva oleada de la izquierda populista no es una aplanadora ni está exenta de traspiés.

 

En estos días previos a las fiestas decembrinas y en pleno del mundial de fútbol, la política latinoamericana se rehúsa a darnos una tregua de descanso.

El martes 6 de diciembre, la vicepresidente argentina Cristina Fernández de Kirchner fue condenada a seis años de prisión y a una inhabilitación política de por vida por su conexión en el desfalco por 1000 millones de dólares del erario público por el caso “Vialidad”.

En una jugada melodramática, la vicepresidenta no perdió oportunidad de volver a victimizarse y salió declarando que no se va a presentar como candidata al 2023 y que se retirará “a su casa” como lo hizo en 2015. Según los cálculos de la bancada kirchnerista en el Congreso, con la caída de Fernández de Kirchner, se iba a desatar un “quilombo”, es decir, una oleada de protestas en el país. Sin embargo, eso no sucedió. Al parecer, el bad timing se debe a que el mundial de fútbol se halla más alto en la escala de prioridades de los ciudadanos argentinos en estos momentos.

Más allá de las formalidades procesales del caso, nos detendremos en las repercusiones de esta sentencia en la política argentina. Básicamente, la condena de Fernández de Kirchner puede ser el último clavo en el ataúd del “kirchnerismo”, un movimiento populista vástago del histórico peronismo que ha dominando por casi dos décadas la política del país austral. En ese sentido, la inhabilitación política de Cristina puede abrir el dique para una re-configuración de liderazgos dentro del peronismo de cara a la elección de 2023, además cuando el gobierno de Alberto Fernández se halla en sus mínimos históricos de popularidad y la derecha tiene grandes posibilidades de llegar al poder.

Por cierto, no extrañó que el corifeo del Foro de Sao Paulo conformado por AMLO desde México, Díaz-Canel desde Cuba y Xiomara Castro desde Honduras, repudiaran la sentencia a Fernández de Kirchner y le reiteraran su solidaridad.

Por otra parte, el miércoles 7 de diciembre, cuando la mayoría del Congreso peruano se preparaba para declarar la vacancia por “incapacidad moral” del presidente Castillo, éste decidió decantarse por un arrebato autoritario disolviendo el Congreso y el Poder Judicial, además de convocar a una Constituyente para los siguientes meses y decretar un Gobierno de excepción justo horas antes del debate de la moción, que culminó finalmente en la destitución y detención del mandatario.

Este “autogolpe” y posterior muerte cruzada fue el punto más álgido de un enfrentamiento de año y medio en donde Castillo no demostró la suficiente inteligencia política para hacer gobierno. Con un Congreso hiperfragmentado, un gabinete que cambió por lo menos cinco veces y por el que pasaron más de 50 ministros diferentes, un escándalo de corrupción en el que está inmersa su propia familia y finalmente la ruptura con su mentor político, el ex senderista y leninista Vladimir Cerrón, hicieron que el desesperado y tembloroso maestro rural se erigiera en autócrata por unas horas. Ahora se unirá al club de ex presidentes convictos peruanos.

Este sin duda es un revés para el nuevo eje político latinoamericano liderado por AMLO desde México, quien hace semanas expresó su solidaridad a Castillo diciendo que el peruano era víctima de la “rabia conservadora” y a quien consideraba respaldar en la próxima Cumbre de la Alianza del Pacífico cuyo lugar de celebración fue cambiado a última hora a la ciudad de Lima, luego de que el Congreso peruano prohibiera a Castillo salir del país para asistir a la cita original en la ciudad de Oaxaca, México. En el acto de entrega de la presidencia pro témpore a Castillo, AMLO seguramente tenía pensado desplegar su acostumbrada perorata anti-imperialista de unión de los pueblos latinoamericanos. Horas después de la detención de Castillo, el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, twitteó que la cumbre se suspendía[1] .

En una región donde las victorias electorales son más que todo por voto-castigo y un escaso margen de ventaja con mayorías circunstanciales, una vez más se confirma que felizmente esta nueva oleada de la izquierda populista no es una aplanadora ni está exenta de traspiés.

 

[1] La idea original de Castillo era refugiarse en la embajada de México, pero terminó en la prefectura de la policía porque el pueblo peruano se congregó en las afueras del recinto diplomático para impedirle la entrada.

How does Guatemala score in the 2022 Rule of Law Index?
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
07 Dec 2022

El índice deja ver que los principales retos de Guatemala están en el ámbito de la justicia y la seguridad. En materia de justicia penal, Guatemala está entre Mali y México; en justicia civil entre Nicaragua y Afganistán; en orden y seguridad entre Bolivia y Uganda y en ausencia de corrupción entre Bangladés y Perú.

 

Recientemente el World Justice Project publicó el Índice de Estado de Derecho para el 2022. Cada año aprovecho para recordar la importancia del ideal del Estado de Derecho, de la forma en que se compone el índice, de quiénes son los mejor y peor evaluados en el índice y ver en dónde se ubica Guatemala.

Definir el Estado de Derecho no es fácil y no hay un consenso general dentro de la academia. Sin embargo, en las últimas décadas ha cobrado importancia. Por ejemplo, el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea hace mención del Estado de Derecho como uno de los valores de la Unión.

También desde las ONU ha quedado plasmada la importancia del estado de derecho. Vale la pena citar un pasaje de la resolución A/RES/67/1 que dejó claro que: “Reconocemos que el estado de derecho se aplica a todos los Estados por igual y a las organizaciones internacionales, incluidas las Naciones Unidas y sus órganos principales, y que el respeto y la promoción del estado de derecho y la justicia deben guiar todas sus actividades y conferir previsibilidad y legitimidad a sus acciones”.

La Comisión de Venecia elaboró los criterios de verificación del Estado de Derecho para monitorear su cumplimiento de forma más certera. En este informe, se cita la definición de Lord Bingham quien definió el Estado de derecho o la rule of law como aquella situación en que:

“todas las personas y autoridades dentro de un Estado, ya sean públicos o privados, deben obedecer y tener derecho al beneficio de las leyes públicamente aprobadas, teniendo efecto (generalmente) hacia futuro y administradas públicamente por los tribunales”.

El World Justice Project se propone “medir” el cumplimiento del ideal del Estado de Derecho a partir de 44 indicadores que se engloban en ocho categorías más amplias. En el índice de 2022, se midieron 140 países.

Las ocho categorías a medir y el puesto de Guatemala en el ránking son las siguientes: 1) límites al poder del gobierno (75/140); 2) ausencia de corrupción (114/140); 3) gobierno abierto (65/140); 4) derechos fundamentales (74/140); 5) orden y seguridad (125/140); 6) cumplimiento regulatorio (115/140); 7) justicia civil (135/140); y 8) justicia penal (127/140).

En el ránking global, en 2022 Guatemala queda en el puesto 110 de 140 países. En 2021, Guatemala calificó en el puesto 109 de 139 países. Tanto en 2021 como en 2022, en el índice absoluto Guatemala califica con 0.44 (siendo 0 la peor nota y 1 la mejor). Su caida en el ránking es una caída en la posición relativa al agregarse un país más a la medición (lo mismo sucedía en 2021). Guatemala está entre Níger (109) y Madagascar (111).

El índice deja ver que los principales retos de Guatemala están en el ámbito de la justicia y la seguridad. En materia de justicia penal, Guatemala está entre Mali y México; en justicia civil entre Nicaragua y Afganistán; en orden y seguridad entre Bolivia y Uganda y en ausencia de corrupción entre Bangladés y Perú.

Agrego un elemento más para la reflexión. En el testo The Rule of Law de Lord Bingham, el autor establece ocho criterios para el estado de derecho. El octavo criterio establece: “El estado de derecho exige el cumplimiento por parte del Estado de sus obligaciones tanto en el derecho internacional como en el derecho nacional”. Si agregamos este elemento, ¿cómo calificaría Guatemala en este aspecto?

La caída libre de Cristina en Argentina y Castillo en Perú
113
Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
07 Dec 2022

En una región donde las victorias electorales son más que todo por voto-castigo y un escaso margen de ventaja con mayorías circunstanciales, una vez más se confirma que felizmente esta nueva oleada de la izquierda populista no es una aplanadora ni está exenta de traspiés.

 

En estos días previos a las fiestas decembrinas y en pleno del mundial de fútbol, la política latinoamericana se rehúsa a darnos una tregua de descanso.

El martes 6 de diciembre, la vicepresidente argentina Cristina Fernández de Kirchner fue condenada a seis años de prisión y a una inhabilitación política de por vida por su conexión en el desfalco por 1000 millones de dólares del erario público por el caso “Vialidad”.

En una jugada melodramática, la vicepresidenta no perdió oportunidad de volver a victimizarse y salió declarando que no se va a presentar como candidata al 2023 y que se retirará “a su casa” como lo hizo en 2015. Según los cálculos de la bancada kirchnerista en el Congreso, con la caída de Fernández de Kirchner, se iba a desatar un “quilombo”, es decir, una oleada de protestas en el país. Sin embargo, eso no sucedió. Al parecer, el bad timing se debe a que el mundial de fútbol se halla más alto en la escala de prioridades de los ciudadanos argentinos en estos momentos.

Más allá de las formalidades procesales del caso, nos detendremos en las repercusiones de esta sentencia en la política argentina. Básicamente, la condena de Fernández de Kirchner puede ser el último clavo en el ataúd del “kirchnerismo”, un movimiento populista vástago del histórico peronismo que ha dominando por casi dos décadas la política del país austral. En ese sentido, la inhabilitación política de Cristina puede abrir el dique para una re-configuración de liderazgos dentro del peronismo de cara a la elección de 2023, además cuando el gobierno de Alberto Fernández se halla en sus mínimos históricos de popularidad y la derecha tiene grandes posibilidades de llegar al poder.

Por cierto, no extrañó que el corifeo del Foro de Sao Paulo conformado por AMLO desde México, Díaz-Canel desde Cuba y Xiomara Castro desde Honduras, repudiaran la sentencia a Fernández de Kirchner y le reiteraran su solidaridad.

Por otra parte, el miércoles 7 de diciembre, cuando la mayoría del Congreso peruano se preparaba para declarar la vacancia por “incapacidad moral” del presidente Castillo, éste decidió decantarse por un arrebato autoritario disolviendo el Congreso y el Poder Judicial, además de convocar a una Constituyente para los siguientes meses y decretar un Gobierno de excepción justo horas antes del debate de la moción, que culminó finalmente en la destitución y detención del mandatario.

Este “autogolpe” y posterior muerte cruzada fue el punto más álgido de un enfrentamiento de año y medio en donde Castillo no demostró la suficiente inteligencia política para hacer gobierno. Con un Congreso hiperfragmentado, un gabinete que cambió por lo menos cinco veces y por el que pasaron más de 50 ministros diferentes, un escándalo de corrupción en el que está inmersa su propia familia y finalmente la ruptura con su mentor político, el ex senderista y leninista Vladimir Cerrón, hicieron que el desesperado y tembloroso maestro rural se erigiera en autócrata por unas horas. Ahora se unirá al club de ex presidentes convictos peruanos.

Este sin duda es un revés para el nuevo eje político latinoamericano liderado por AMLO desde México, quien hace semanas expresó su solidaridad a Castillo diciendo que el peruano era víctima de la “rabia conservadora” y a quien consideraba respaldar en la próxima Cumbre de la Alianza del Pacífico cuyo lugar de celebración fue cambiado a última hora a la ciudad de Lima, luego de que el Congreso peruano prohibiera a Castillo salir del país para asistir a la cita original en la ciudad de Oaxaca, México. En el acto de entrega de la presidencia pro témpore a Castillo, AMLO seguramente tenía pensado desplegar su acostumbrada perorata anti-imperialista de unión de los pueblos latinoamericanos. Horas después de la detención de Castillo, el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, twitteó que la cumbre se suspendía[1] .

En una región donde las victorias electorales son más que todo por voto-castigo y un escaso margen de ventaja con mayorías circunstanciales, una vez más se confirma que felizmente esta nueva oleada de la izquierda populista no es una aplanadora ni está exenta de traspiés.

 

[1] La idea original de Castillo era refugiarse en la embajada de México, pero terminó en la prefectura de la policía porque el pueblo peruano se congregó en las afueras del recinto diplomático para impedirle la entrada.

¿Cómo califica Guatemala en el Índice de Estado de Derecho de 2022?
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
07 Dec 2022

El índice deja ver que los principales retos de Guatemala están en el ámbito de la justicia y la seguridad. En materia de justicia penal, Guatemala está entre Mali y México; en justicia civil entre Nicaragua y Afganistán; en orden y seguridad entre Bolivia y Uganda y en ausencia de corrupción entre Bangladés y Perú.

 

Recientemente el World Justice Project publicó el Índice de Estado de Derecho para el 2022. Cada año aprovecho para recordar la importancia del ideal del Estado de Derecho, de la forma en que se compone el índice, de quiénes son los mejor y peor evaluados en el índice y ver en dónde se ubica Guatemala.

Definir el Estado de Derecho no es fácil y no hay un consenso general dentro de la academia. Sin embargo, en las últimas décadas ha cobrado importancia. Por ejemplo, el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea hace mención del Estado de Derecho como uno de los valores de la Unión.

También desde las ONU ha quedado plasmada la importancia del estado de derecho. Vale la pena citar un pasaje de la resolución A/RES/67/1 que dejó claro que: “Reconocemos que el estado de derecho se aplica a todos los Estados por igual y a las organizaciones internacionales, incluidas las Naciones Unidas y sus órganos principales, y que el respeto y la promoción del estado de derecho y la justicia deben guiar todas sus actividades y conferir previsibilidad y legitimidad a sus acciones”.

La Comisión de Venecia elaboró los criterios de verificación del Estado de Derecho para monitorear su cumplimiento de forma más certera. En este informe, se cita la definición de Lord Bingham quien definió el Estado de derecho o la rule of law como aquella situación en que:

“todas las personas y autoridades dentro de un Estado, ya sean públicos o privados, deben obedecer y tener derecho al beneficio de las leyes públicamente aprobadas, teniendo efecto (generalmente) hacia futuro y administradas públicamente por los tribunales”.

El World Justice Project se propone “medir” el cumplimiento del ideal del Estado de Derecho a partir de 44 indicadores que se engloban en ocho categorías más amplias. En el índice de 2022, se midieron 140 países.

Las ocho categorías a medir y el puesto de Guatemala en el ránking son las siguientes: 1) límites al poder del gobierno (75/140); 2) ausencia de corrupción (114/140); 3) gobierno abierto (65/140); 4) derechos fundamentales (74/140); 5) orden y seguridad (125/140); 6) cumplimiento regulatorio (115/140); 7) justicia civil (135/140); y 8) justicia penal (127/140).

En el ránking global, en 2022 Guatemala queda en el puesto 110 de 140 países. En 2021, Guatemala calificó en el puesto 109 de 139 países. Tanto en 2021 como en 2022, en el índice absoluto Guatemala califica con 0.44 (siendo 0 la peor nota y 1 la mejor). Su caida en el ránking es una caída en la posición relativa al agregarse un país más a la medición (lo mismo sucedía en 2021). Guatemala está entre Níger (109) y Madagascar (111).

El índice deja ver que los principales retos de Guatemala están en el ámbito de la justicia y la seguridad. En materia de justicia penal, Guatemala está entre Mali y México; en justicia civil entre Nicaragua y Afganistán; en orden y seguridad entre Bolivia y Uganda y en ausencia de corrupción entre Bangladés y Perú.

Agrego un elemento más para la reflexión. En el testo The Rule of Law de Lord Bingham, el autor establece ocho criterios para el estado de derecho. El octavo criterio establece: “El estado de derecho exige el cumplimiento por parte del Estado de sus obligaciones tanto en el derecho internacional como en el derecho nacional”. Si agregamos este elemento, ¿cómo calificaría Guatemala en este aspecto?

Once again, reforms to the State Procurement Law
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
24 Nov 2022

La legislación actual es deficiente, incongruente, está plagada de reformas que le han añadido inconsistencias, pero nada de lo que hoy está sobre la mesa legislativa corrige los vicios del actual sistema

La semana pasada avanzó en su primer debate la iniciativa 6065 que pretende hacer reformas a la Ley de Contrataciones del Estado, decreto 57-92. La iniciativa se presentó ante el pleno el 26 de abril de este año y hace pocos días, el 14 de noviembre, logró un dictamen favorable e hizo su paso a máxima velocidad hacia el pleno. 

¿Qué propone esta iniciativa? Básicamente elevar el techo de la compra por cotización para las municipalidades. Actualmente la Ley de Contrataciones (artículo 38) establece que la compra por cotización procede siempre que el precio de los bienes o servicios a adquirir este entre los Q90,000 y Q900,000. La iniciativa 6065 propone que, para las municipalidades, este montó pase a ser entre los Q200,000 y Q2 millones. 

Asimismo, propone modificar los rangos de precios para las modalidades de compra de baja cuantía y compra directa. La compra de baja cuantía consiste en una compra directa de bienes o servicios siempre que el monto no pase de los Q25,000. La iniciativa 6065 busca que este monto pase hasta los Q75,000 únicamente para las municipalidades.

La compra directa consiste en la compra de bienes o servicios a través de una oferta electrónica, pero sin aplicar los mecanismos de la adquisición por cotización o licitación. Actualmente esta modalidad procede en adquisiciones de montos que oscilen entre Q25,000 y Q90,000. La iniciativa 6065 busca que pasen de Q75,000 a Q200,000 para las municipalidades. 

¿Por qué importa? Básicamente porque lo que una ley de contrataciones debe buscar es que la adquisición de bienes o servicios ocurra con celeridad, pero también bajo un proceso competitivo que garantice el buen uso de los recursos públicos. Los procesos de compra de baja cuantía y compra directa son importantes, pero no incluyen los mecanismos de competencia que sí incluyen la cotización y la licitación.

Naturalmente la actual Ley de Contrataciones requiere cambios urgentes. Ya hice referencia antes a un estudio que lo aborda. Pero lo que llama la atención es que se trata del tercer intento del Congreso por parchar la ley en este sentido. 

En abril de 2021 el Congreso aprobó el decreto 4-2021. Este decreto buscaba prácticamente lo mismo: modificar los montos de cotización de Q200,000 a Q2 millones para cotización, aumentar monto de compra de baja cuantía hasta Q100,00 y el de compra directa de Q100,000 a Q200,000.

El presidente acabó vetando el decreto, pero dio dos razones. La primera, que a su juicio el monto debía incrementarse únicamente para las municipaliades y no para el resto de entidades públicas. Y dos, que le faltaba un artículo transitorio que abordara lo relativo a los eventos de adquisiciones en curso. El congreso aceptó entonces el veto. Teóricamente la 6065 los aborda, así que un eventual veto parece menos probable esta vez.

Pero luego hay que recordar que hace apenas unas semanas en el Congreso avanzaba a velocidad supersónica la iniciativa 64141, Ley de Adquisiciones. Esta iniciativa pretende reemplazar la actual Ley de Contrataciones por una nueva. Pero de nuevo tiene poco y parte de sus ejes centrales eran precisamente la ampliación de montos para cada modalidad.

Por ejemplo, la iniciativa 6141 busca ampliar la modalidad de baja cuantía hasta Q35,000, establecía la modalidad de compra simplificada para montos de Q35,000 a Q125,000 y la cotización pasaba a montos entre Q125,000 a Q2 millones (artículos 50 y 53 de la iniciativa). Varían los montos, pero la idea central es la misma. 

No quiero dejar de insistir en la necesidad de revisar y modificar la normativa de contrataciones. La legislación actual es deficiente, incongruente, está plagada de reformas que le han añadido inconsistencias, pero nada de lo que hoy está sobre la mesa legislativa corrige los vicios del actual sistema. Quizá, eso sí, sirvan para empeorar lo que ya tenemos.

Otra vez, reformas a la Ley de Contrataciones del Estado
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
24 Nov 2022

La legislación actual es deficiente, incongruente, está plagada de reformas que le han añadido inconsistencias, pero nada de lo que hoy está sobre la mesa legislativa corrige los vicios del actual sistema

La semana pasada avanzó en su primer debate la iniciativa 6065 que pretende hacer reformas a la Ley de Contrataciones del Estado, decreto 57-92. La iniciativa se presentó ante el pleno el 26 de abril de este año y hace pocos días, el 14 de noviembre, logró un dictamen favorable e hizo su paso a máxima velocidad hacia el pleno. 

¿Qué propone esta iniciativa? Básicamente elevar el techo de la compra por cotización para las municipalidades. Actualmente la Ley de Contrataciones (artículo 38) establece que la compra por cotización procede siempre que el precio de los bienes o servicios a adquirir este entre los Q90,000 y Q900,000. La iniciativa 6065 propone que, para las municipalidades, este montó pase a ser entre los Q200,000 y Q2 millones. 

Asimismo, propone modificar los rangos de precios para las modalidades de compra de baja cuantía y compra directa. La compra de baja cuantía consiste en una compra directa de bienes o servicios siempre que el monto no pase de los Q25,000. La iniciativa 6065 busca que este monto pase hasta los Q75,000 únicamente para las municipalidades.

La compra directa consiste en la compra de bienes o servicios a través de una oferta electrónica, pero sin aplicar los mecanismos de la adquisición por cotización o licitación. Actualmente esta modalidad procede en adquisiciones de montos que oscilen entre Q25,000 y Q90,000. La iniciativa 6065 busca que pasen de Q75,000 a Q200,000 para las municipalidades. 

¿Por qué importa? Básicamente porque lo que una ley de contrataciones debe buscar es que la adquisición de bienes o servicios ocurra con celeridad, pero también bajo un proceso competitivo que garantice el buen uso de los recursos públicos. Los procesos de compra de baja cuantía y compra directa son importantes, pero no incluyen los mecanismos de competencia que sí incluyen la cotización y la licitación.

Naturalmente la actual Ley de Contrataciones requiere cambios urgentes. Ya hice referencia antes a un estudio que lo aborda. Pero lo que llama la atención es que se trata del tercer intento del Congreso por parchar la ley en este sentido. 

En abril de 2021 el Congreso aprobó el decreto 4-2021. Este decreto buscaba prácticamente lo mismo: modificar los montos de cotización de Q200,000 a Q2 millones para cotización, aumentar monto de compra de baja cuantía hasta Q100,00 y el de compra directa de Q100,000 a Q200,000.

El presidente acabó vetando el decreto, pero dio dos razones. La primera, que a su juicio el monto debía incrementarse únicamente para las municipaliades y no para el resto de entidades públicas. Y dos, que le faltaba un artículo transitorio que abordara lo relativo a los eventos de adquisiciones en curso. El congreso aceptó entonces el veto. Teóricamente la 6065 los aborda, así que un eventual veto parece menos probable esta vez.

Pero luego hay que recordar que hace apenas unas semanas en el Congreso avanzaba a velocidad supersónica la iniciativa 64141, Ley de Adquisiciones. Esta iniciativa pretende reemplazar la actual Ley de Contrataciones por una nueva. Pero de nuevo tiene poco y parte de sus ejes centrales eran precisamente la ampliación de montos para cada modalidad.

Por ejemplo, la iniciativa 6141 busca ampliar la modalidad de baja cuantía hasta Q35,000, establecía la modalidad de compra simplificada para montos de Q35,000 a Q125,000 y la cotización pasaba a montos entre Q125,000 a Q2 millones (artículos 50 y 53 de la iniciativa). Varían los montos, pero la idea central es la misma. 

No quiero dejar de insistir en la necesidad de revisar y modificar la normativa de contrataciones. La legislación actual es deficiente, incongruente, está plagada de reformas que le han añadido inconsistencias, pero nada de lo que hoy está sobre la mesa legislativa corrige los vicios del actual sistema. Quizá, eso sí, sirvan para empeorar lo que ya tenemos.

Is Venezuela "fixed"? Maduro's international facelift
113
Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
23 Nov 2022

Hoy el dictador se victimiza, y aduce que su gobierno ha soportado sanciones, bloqueos y amenazas de invasiones.

 

Desde mediados del 2021, la narcodictadura venezolana ha hecho todos los intentos posibles para lavar su imagen frente a la opinión pública internacional y sembrar la idea de “apertura” de un supuesto retorno a la gobernabilidad con la oposición y de estabilización económica.

Lamentablemente, en su cometido coadyuvaron varios factores geopolíticos que –tal vez por azar– se alinearon para limpiar la imagen internacional del dictador: el giro electoral hacia la izquierda que ha tenido la región desde 2021, sobre todo en Estados Unidos, Colombia y Brasil[1]; además de la subida del precio de los combustibles, producto de las sanciones a Rusia por la invasión a Ucrania a inicios de 2022.

Recordemos que en 2019, la mayoría de los países latinoamericanos (por aquel entonces gobernados en su mayoría por la derecha), y liderados por Luis Almagro en la OEA, conformaron el Grupo de Lima. Este grupo de países pedían una transición democrática en Venezuela, la celebración de elecciones libres, la liberación de presos políticos y el respeto a los Derechos Humanos. Pero como dice el popular refrán “las oportunidades las pintan calvas”, esta alineación geopolítica no duró para siempre. A partir de 2020 y hasta 2022, la correlación de fuerzas en la región cambió y Maduro supo soportar la presión que le pusieron más de 50 países del hemisferio que no reconocieron su mandato.

Así las cosas, y gracias al trabajo estratégico que hizo el Grupo de Puebla como contraparte al de Lima, integrado en un principio por los gobiernos socialistas de México y España y al que se incorporaron luego Argentina, Bolivia, Chile y más recientemente Colombia; el vecindario se ha llenado de gobiernos dispuestos a cohabitar con la dictadura en Caracas.

Uno de los principales aliados internacionales de Maduro en estos momentos es Gustavo Petro. Ambos se reunieron el pasado 1 de noviembre, después de haber reanudado relaciones diplomáticas tras siete años en que la frontera entre ambos países estuviera cerrada y se retiraran sus delegaciones diplomáticas.

El colombiano también invitó a Venezuela a reintegrarse en la Comunidad Andina de Naciones y reiteró su decisión de retirarse del grupo de países que ha pedido una investigación de la Corte Penal Internacional por los crímenes de lesa humanidad de Maduro. Petro también tiene especial interés en que Maduro reincorpore a Venezuela en el Sistema de Derechos Humanos, el cual se abandonó en tiempos de Chávez en 2013. El fin de todo este lavado de imagen de Petro a Maduro es que Venezuela participe como sede, anfitrión y garante (junto con la Iglesia católica, Cuba y Noruega) en las negociaciones entre el gobierno colombiano y la guerrilla terrorista del ELN que comenzaron este 21 de noviembre en Caracas.

Estados Unidos también ha suavizado su postura con Maduro. En mayo de este año el gobierno de Joe Biden envió una delegación a Caracas, y anunció que levantaría algunas sanciones y en un acto de buena fe, liberaron a los “narcosobrinos” de la Primera Dama venezolana, Cilia Flores, presos en Estados Unidos desde 2017.

Actualmente la situación de Maduro es completamente diferente de lo que era hace unos años. Sólo basta con ver su debut, dándose la mano y saludando a líderes de Occidente como Emmanuel Macron y John Kerry en la Cumbre del Cambio Climático de Naciones Unidas. Hoy el dictador se victimiza, y aduce que su gobierno ha soportado sanciones, bloqueos y amenazas de invasiones.

Esto recuerda tristemente a comienzos de los años 2000 cuando el dictador libio Muamar Gadafi, luego de ser considerado un paria por los países de Occidente y de ser llamado "perro rabioso de Oriente Medio" por Ronald Reagan, lentamente comenzó a ser reintegrado a la comunidad internacional y a ser visto como un aliado de Estados Unidos y Europa luego de la invasión a Irak en 2003. Hasta que estallaron las protestas en Libia en 2010 y ya sabemos cómo terminó la historia.

La pregunta es si esta “gadafización” de Maduro y este lavado de imagen internacional, desembocará en lo que creen algunos ingenuos de que ahora sí se logren las condiciones para unas elecciones medianamente aceptables en 2024 que refrende toda la comunidad internacional.

El chavismo destruyó a la sociedad venezolana hasta sus cimientos y le arrebató el futuro a su gente, pero todo ese daño quedará atrás y sin castigo porque es más importante dar la imagen de que ya “Venezuela se arregló” y esconder el polvo debajo de la alfombra.

 

 

 

 [1] También entre 2021 y 2022 la izquierda ha ganado en Perú, Chile y Honduras. Sin contar que los otros dos países más grandes del continente después de Brasil: México y Argentina, están liderados por gobiernos de izquierda.

¿Venezuela se arregló? El lavado de cara internacional de Maduro
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Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
23 Nov 2022

Hoy el dictador se victimiza, y aduce que su gobierno ha soportado sanciones, bloqueos y amenazas de invasiones.

 

Desde mediados del 2021, la narcodictadura venezolana ha hecho todos los intentos posibles para lavar su imagen frente a la opinión pública internacional y sembrar la idea de “apertura” de un supuesto retorno a la gobernabilidad con la oposición y de estabilización económica.

Lamentablemente, en su cometido coadyuvaron varios factores geopolíticos que –tal vez por azar– se alinearon para limpiar la imagen internacional del dictador: el giro electoral hacia la izquierda que ha tenido la región desde 2021, sobre todo en Estados Unidos, Colombia y Brasil[1]; además de la subida del precio de los combustibles, producto de las sanciones a Rusia por la invasión a Ucrania a inicios de 2022.

Recordemos que en 2019, la mayoría de los países latinoamericanos (por aquel entonces gobernados en su mayoría por la derecha), y liderados por Luis Almagro en la OEA, conformaron el Grupo de Lima. Este grupo de países pedían una transición democrática en Venezuela, la celebración de elecciones libres, la liberación de presos políticos y el respeto a los Derechos Humanos. Pero como dice el popular refrán “las oportunidades las pintan calvas”, esta alineación geopolítica no duró para siempre. A partir de 2020 y hasta 2022, la correlación de fuerzas en la región cambió y Maduro supo soportar la presión que le pusieron más de 50 países del hemisferio que no reconocieron su mandato.

Así las cosas, y gracias al trabajo estratégico que hizo el Grupo de Puebla como contraparte al de Lima, integrado en un principio por los gobiernos socialistas de México y España y al que se incorporaron luego Argentina, Bolivia, Chile y más recientemente Colombia; el vecindario se ha llenado de gobiernos dispuestos a cohabitar con la dictadura en Caracas.

Uno de los principales aliados internacionales de Maduro en estos momentos es Gustavo Petro. Ambos se reunieron el pasado 1 de noviembre, después de haber reanudado relaciones diplomáticas tras siete años en que la frontera entre ambos países estuviera cerrada y se retiraran sus delegaciones diplomáticas.

El colombiano también invitó a Venezuela a reintegrarse en la Comunidad Andina de Naciones y reiteró su decisión de retirarse del grupo de países que ha pedido una investigación de la Corte Penal Internacional por los crímenes de lesa humanidad de Maduro. Petro también tiene especial interés en que Maduro reincorpore a Venezuela en el Sistema de Derechos Humanos, el cual se abandonó en tiempos de Chávez en 2013. El fin de todo este lavado de imagen de Petro a Maduro es que Venezuela participe como sede, anfitrión y garante (junto con la Iglesia católica, Cuba y Noruega) en las negociaciones entre el gobierno colombiano y la guerrilla terrorista del ELN que comenzaron este 21 de noviembre en Caracas.

Estados Unidos también ha suavizado su postura con Maduro. En mayo de este año el gobierno de Joe Biden envió una delegación a Caracas, y anunció que levantaría algunas sanciones y en un acto de buena fe, liberaron a los “narcosobrinos” de la Primera Dama venezolana, Cilia Flores, presos en Estados Unidos desde 2017.

Actualmente la situación de Maduro es completamente diferente de lo que era hace unos años. Sólo basta con ver su debut, dándose la mano y saludando a líderes de Occidente como Emmanuel Macron y John Kerry en la Cumbre del Cambio Climático de Naciones Unidas. Hoy el dictador se victimiza, y aduce que su gobierno ha soportado sanciones, bloqueos y amenazas de invasiones.

Esto recuerda tristemente a comienzos de los años 2000 cuando el dictador libio Muamar Gadafi, luego de ser considerado un paria por los países de Occidente y de ser llamado "perro rabioso de Oriente Medio" por Ronald Reagan, lentamente comenzó a ser reintegrado a la comunidad internacional y a ser visto como un aliado de Estados Unidos y Europa luego de la invasión a Irak en 2003. Hasta que estallaron las protestas en Libia en 2010 y ya sabemos cómo terminó la historia.

La pregunta es si esta “gadafización” de Maduro y este lavado de imagen internacional, desembocará en lo que creen algunos ingenuos de que ahora sí se logren las condiciones para unas elecciones medianamente aceptables en 2024 que refrende toda la comunidad internacional.

El chavismo destruyó a la sociedad venezolana hasta sus cimientos y le arrebató el futuro a su gente, pero todo ese daño quedará atrás y sin castigo porque es más importante dar la imagen de que ya “Venezuela se arregló” y esconder el polvo debajo de la alfombra.

 

 

 

 [1] También entre 2021 y 2022 la izquierda ha ganado en Perú, Chile y Honduras. Sin contar que los otros dos países más grandes del continente después de Brasil: México y Argentina, están liderados por gobiernos de izquierda.