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Medidas extremas para una crisis sin precedentes

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No se puede decir que cuidar la salud es humano y cuidar la economía es frívolo. Si la economía de un país cae, los costos humanos son igualmente dramáticos. 

Conforme avanzan las semanas los efectos del Coronavirus son más dramáticos. El número de contagiados cambia a cada hora y Estados Unidos se ha convertido en el nuevo epicentro de la pandemia. El último informe de la Casa Blanca sobre el tema advierte que podrían ser entre 100 mil y 240 mil el número de fallecidos por este virus.  Estamos a las puertas de lo que podría convertirse en una de las peores tragedias que enfrente la humanidad en el último siglo.

Desafortunadamente, la tragedia no es solo por la pérdida de miles de vidas, sino también lo es por las serias dificultades económicas que enfrentarán millones de personas alrededor del mundo. Solo en Estados Unidos, más de 3 millones de trabajadores reclamaron el seguro de desempleo en la semana del 16 al 21 de marzo. Las estimaciones más fatalistas indican que hasta 47 millones de personas podrían perder su empleo en Estados Unidos en los próximos meses; es decir, un tercio de la fuerza laboral estaría desempleada, algo jamás visto en la historia de ese país.

Efectos para Guatemala

Los efectos para Guatemala podrían ser igualmente desastrosos. Para empezar, las remesas podrían experimentar una fuerte caída. En la crisis 2007-2009 estas cayeron 9.3% y en aquella ocasión el desempleo hispano en Estados Unidos pasó de 4.8% a 13%. En esta oportunidad el desempleo podría alcanzar niveles récord y la caída en las remesas podría ser drástica. Según la OIM, más de 6 millones de guatemaltecos se beneficiaron de los más de $10,500 millones que ingresaron en remesas durante 2019. ¿Qué sucedería si las remesas cayeran 20%, 30% o 40%? Los efectos serían graves para muchas familias guatemaltecas.

Las exportaciones también se verán afectadas. Un tercio de nuestras exportaciones tienen como destino Estado Unidos y otro tercio México y Centroamérica; todos países vulnerables y que seguramente enfrentarán crisis económicas. En este contexto, las exportaciones podrían caer un 10% este año, en un escenario bastante conservador.

Por otra parte, el sector turismo sufrirá pérdidas cuantiosas. Aún cuando la situación se “normalice” en los meses de mayo o junio, muchas personas alrededor del mundo no querrán o no podrán viajar en los siguientes meses por temor o por limitaciones económicas. En lo que resta del año podrían desaparecer muchas empresas relacionadas con la industria turística a nivel mundial y por supuesto, también en Guatemala; afectando principalmente a comunidades del interior que depende totalmente de esta actividad. Hoteles, restaurantes, centros turísticos, agencias de viajes, entre otros, podrían entrar en quiebra y no recuperase.

Además de los factores externos, se deben agregar los efectos de estas cuatro semanas de suspensión de actividades en el país. Para muchas micro y pequeñas empresas, esta medida representa la quiebra. Las personas que sobreviven en la informalidad están enfrentando una situación muy crítica ante la paralización de actividades. Y las empresas grandes también están sufriendo. Si las empresas gigantes de Estados Unidos están atravesando problemas de liquidez, no digamos las empresas “grandes” de Guatemala.

¿Qué podemos hacer ante esta situación crítica?

Lo primero es que las medidas que se tomen para detener el avance del virus inflijan el menor daño posible a la economía. ¿Que habrá costos económicos que se tienen que asumir?, por supuesto. ¿Que se tienen que hacer sacrificios extraordinarios?, no cabe la menor duda. Se debe exigir estrictas medidas de seguridad a las empresas para que cuiden la salud de sus empleados. Algunos sectores tendrán que seguir suspendidos. Pero no se puede “apagar” toda actividad económica, porque eso representaría una crisis humanitaria de desempleo y hambre en los próximos meses a niveles nunca vistos.

En ese sentido, no se puede decir que cuidar la salud es humano y cuidar la economía es frívolo. Si la economía de un país cae, los costos humanos son igualmente dramáticos. Se deben atender las dos variables, por el bien de todos los guatemaltecos.

Lo segundo es que dado el costo económico que tendrá esta crisis, se tienen que tomar medidas extraordinarias. Las medidas encaminadas a brindar un cheque por Q1,000 o Q1,500 a las personas más necesitadas, por los próximos tres o cuatro meses son acertadas. Lo importante es que se focalicen en quienes de verdad lo necesitan y que sea totalmente transparente.

Por otro lado, se deben crear mecanismos de crédito blando para pequeñas y medianas empresas. La crisis que están atravesando estas empresas no se debe a un mal manejo o irresponsabilidad; es por una catástrofe humana que ha paralizado el mundo entero. En ese sentido, se deben hacer todos los esfuerzos posibles por brindarles la liquidez necesaria para que sobrevivan.

También debe considerarse hacer una reducción temporal en los impuestos a las empresas formales, con el objetivo de facilitarles liquidez y que no se vean en la necesidad de despedir empleados. Se debe procurar preservar el empleo formal en el país, sobre todo porque es sumamente escaso.

Por último, es urgente que se activen proyectos de infraestructura que mejoren nuestra competitividad, de cara a la recuperación de la economía.  Para ello es de suma importancia reformar el marco legal de las Alianzas Público-Privadas, con el fin de quitarle el poder arbitrario que tiene actualmente el Congreso para extorsionar a las empresas interesadas en participar en esta modalidad. Será imposible concretar los proyectos de gran envergadura que están en planificación, si los diputados siguen con la desvergüenza de siempre.

Todas estas medidas requieren recursos. Debemos tener la flexibilidad para aceptar que el déficit fiscal será mayor al que usualmente estamos acostumbrados. Vivimos una crisis global en la que se tienen que tomar medidas extraordinarias. Por supuesto, en estos momentos resulta ofensivo que muchos funcionarios públicos pretendan aumentos o “bonos de riesgo”. Los recursos del Estado deben destinarse para los millones de guatemaltecos que se quedarán sin ingresos en las próximas semanas y meses.

La crisis que viene es de gran envergadura y para enfrentarla exitosamente, requiere de flexibilidad, creatividad y responsabilidad en las políticas públicas.

 

Artículo publicado originalmente en Prensa Libre: https://www.prensalibre.com/economia/fund-libertad-y-desarrollo-como-combatir-el-coronavirus-sin-apagar-la-economia/

Medidas económicas en tiempo de crisis

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Corto

Las últimas proyecciones de crecimiento del Banguat indican que este año el PIB de Guatemala crecería entre 0.5% y 1.5%, y en los próximos meses estas proyecciones podrían empeorar. ¿Qué medidas económicas se pueden aplicar en este contexto? Las propuestas deben ir en dos vías: una es tratar de preservar el empleo, y la otra, es ayudar a los que se quedaran sin ingresos.

 

Los primeros datos de los efectos del Coronavirus en la economía de Estados Unidos son realmente alarmantes.  Más de 3.2 millones de trabajadores estadounidenses aplicaron al seguro de desempleo en la última semana  de marzo. La cifra más alta que se había registrado hasta ahora era de 695 mil reclamos en octubre de 1982. Para tener otro parámetro de comparación, en febrero se contabilizaron 5.6 millones de desempleados en Estados Unidos. Si se suman 3.2 millones de desempleados más, la tasa de desempleo pasaría de 3.5% en febrero a 5.3% en marzo. Veremos si se confirma este escenario, cuando se publiquen los datos oficiales de desempleo.

Las proyecciones más alarmantes, indican que más de 47 millones de personas podrían quedarse sin empleo en Estados Unidos en los próximos meses, lo cual implicaría una tasa de desempleo de 32%, una cifra nunca vista en la historia de ese país. Ni siquiera para la Gran Depresión de los años treinta.

Vivimos tiempos de crisis económica en todo el mundo y Guatemala no es ajena a esta realidad. Las últimas proyecciones de crecimiento del Banguat indican que este año el PIB de Guatemala crecería entre 0.5% y 1.5%, y en los próximos meses estas proyecciones podrían empeorar. ¿Qué medidas económicas se pueden aplicar en este contexto? Las propuestas deben ir en dos vías: una es tratar de preservar el empleo, y la otra, es ayudar a los que se quedaran sin ingresos.

Guatemala tiene una complejidad en su mercado laboral, que hace difícil implementar políticas económicas en tiempos de crisis. Sólo el 30% de la fuerza laboral está en la formalidad y el restante 70% sobreviven en la informalidad. Para ayudar a ambos grupos de trabajadores se deben tomar medidas distintas. Preservar el empleo de los que se encuentran en la formalidad pasa por brindar incentivos fiscales a las empresas para que sobrevivan estos tiempos difíciles y así, no se vean en la necesidad de prescindir de trabajadores. La tasa de ISR que pagan las empresas es de 25%. Una apuesta agresiva sería reducirla a entre 10% y 15% de forma inmediata, para que logre mayor liquidez. Igual se debe revisar el ISO, ya que drena la liquidez de las empresas, lo cual es de vida o muerte para las mismas en estos momentos.

Otra medida que están aplicando algunos países es exonerar temporalmente el pago del IVA del arrendamiento de locales comerciales. Esto con el fin de ayudar a las medianas y pequeñas empresas, ya que este rubro es importante dentro de sus gastos mensuales.

Para las personas en la informalidad y que seguramente se quedaran sin empleo, se puede considerar brindarles transferencias directas por cuatro o seis meses, para que puedan soportar esta tormenta. Muchos pequeños comerciantes se quedarán sin recursos muy pronto y podrían enfrentar una grave situación económica. Esta medida tiene sus complejidades logísticas para implementarse, pero debe aprenderse de la experiencia de otros países.

Otra medida urgente es reformar el marco legal de las Alianzas Público-Privadas para agilizar la ejecución de la cartera de inversión que se encuentra paralizada por el papel vergonzoso que ha jugado el Congreso. Tal como está la legislación actualmente, los proyectos se quedan entrampados porque se necesita de la aprobación de los congresistas y todo parece indicar que éstos, literalmente, extorsionan a las empresas para aprobar los proyectos. El país necesita infraestructura para mejorar su competitividad. Se le debe quitar ese poder arbitrario a los diputados, entre otras reformas a esta legislación.

Por supuesto, estas medidas tendrían un costo fiscal muy fuerte, pero en estas circunstancias extraordinarias, tenemos que estar dispuestos a aceptar cierto nivel de déficit fiscal, que sería inaceptable en tiempos normales. Es la única forma de brindar lo incentivos correctos. Esto implica que, posteriormente, se debe trabajar en lograr un Estado más eficiente, eliminando gastos superfluos, ligados a corrupción o a clientelismo político. Y claro, el déficit fiscal no puede ser tan alto que ponga en riesgo la estabilidad macroeconómica del país, que es uno de los activos más valiosos que tenemos. La idea no es tener que enfrentar una crisis de deuda pública dentro de diez años, como la que atraviesa Costa Rica, por citar un ejemplo.

Por último, se debe hacer un balance en las medidas que se toman para enfrentar el Coronavirus. Medidas que impliquen el cierre total de todas las empresas, podría significar una crisis humanitaria sin precedentes en los próximos meses. Se debe ser estrictos con las medidas que se toman para resguardar la salud y la vida de todos los guatemaltecos. Al mismo tiempo, se debe tratar de preservar el empleo de más de 7 millones de trabajadores que conforman la fuerza laboral del país. Son tiempos difíciles.

 

1918: Lecciones de la última gran pandemia

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Creyó ver el mundo entero asolado por una epidemia espantosa y sin precedentes, que se había declarado en el fondo de Asia y se había abatido sobre Europa. Todos habían de perecer, excepto algunos elegidos

Fyódor Dostoievski, Crimen y castigo (1866)

 

Las enfermedades simplemente epidémicas son menos útiles como metáforas, como lo demuestra la amnesia histórica que rodea la pandemia de gripe de 1918-1919, en la que murió más gente que durante los cuatro años de guerra precedentes

Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas (1978)

 

 

Como humanidad, no habíamos vivido una pandemia en 102 años. Hoy en día, no hay nadie vivo que tenga recolección o memoria de una pandemia, por ende, la única forma de conocer sus efectos en la vida cotidiana, los cambios sociales que produjo y las lecciones que pudimos tomar de ella, es a través de las fuentes históricas que asentaron el testimonio para la posteridad.

Por ejemplo, de lo primero que llama la atención es que, al igual que el coronavirus, la influenza de 1918 fue subestimada en un principio en cuanto a su letalidad y su capacidad de propagación, a pesar de que las cifras más conservadoras de decesos globales calculan que, en un lapso de 15 meses, perecieron de aquella pandemia alrededor de 21.6 millones de personas en todo el mundo[1] [2] (pero incluso algunas otras estimaciones hablan de 50 millones y hasta 100 millones de muertes si se toman en cuenta que en regiones como la India, donde el virus se expandió a casi toda la población pero el registro de decesos fue muy precario).

Sorprendentemente, en los inicios de aquella pandemia, los expertos pensaban que el virus ─al presentar en un principio los mismos síntomas de la gripe común─ no constituía una amenaza grave que debiera ser tomada en serio. Como se indica en el periódico estadounidense The Sun, el domingo 4 de agosto de 1918 (traducción propia):

Influenza española generalizada, pero no grave

La gripe española parece ser generalizada en una parte considerable de Europa. Si bien se le prestó especial atención después de su brote en España hace unas semanas, no cabe duda de que se ha convertido en una epidemia muy severa en Alemania, Austria y los territorios ocupados por el Poder Central durante los últimos dos años (…) Según el Dr. Friedrich Kraus, especialista de Berlín:

“Creo que no hay razón para alarmarse a pesar de que tenemos que lidiar con los casos en masa (…) Hasta ahora no tenemos un remedio seguro y lo mejor es que las víctimas pueden ir a la cama y tomar todas las precauciones habituales. La enfermedad no es grave cuando no se presentan complicaciones” (…)

Sir Arthur Newsholme, director médico de la Junta de Gobierno Local, al analizar el brote en Londres, dice: "La gripe actual no es tan grave como en la gran epidemia de 1899-1902. La infección se transmite por estornudos y tos, y cualquier medida general de aislamiento es impracticable, excepto: el aislamiento doméstico del paciente individual, que siempre debe practicarse. Tan pronto como aparezcan los síntomas, el paciente debe irse a la cama y permanecer aislado de los demás al menos de cuatro a cinco días. Se debe tener cuidado para evitar la fatiga excesiva o el frío durante la convalecencia, ya que una recaída puede ser más peligrosa que el ataque original ".

El Dr. C. R. Rutland, un conocido experto médico, explica que las características notables del brote actual son su brusquedad, altas temperaturas y extrema infectividad. "La fiebre (sin embargo), dice, "desaparece el segundo día, y el paciente se siente bien mucho antes que después de cualquiera de las formas más antiguas de influenza. La mayoría de nosotros tenemos un poder inherente de resistir la infección, pero deberíamos ten cuidado de evitar el peligro".

 The Sun. Sunday, August 4, 1918 (New York)

The Sun. Sunday, August 4, 1918 (New York). Library of Congress

Las similitudes, cien años después, con la cobertura de la prensa internacional a inicios de 2020, cuando el virus aún se encontraba en su fase inicial, son sorprendentes. Hoy en día, además de tomarlo con incredulidad y subestimar la capacidad de matar del coronavirus, alegando que otros virus como la influenza y otros eventos como las muertes por accidentes de carros, son mucho más letales; se proclama una excesiva confianza en los sistemas públicos de salud y en los adelantos médico-científicos para hacer frente una “eventual pandemia”.

Si bien no se trata de establecer paralelismos exactos, sí es evidente que pudimos haber importado ciertas lecciones de la pandemia de 1918 para no cometer los mismos errores de aquel momento y haber dado mejores respuestas sociales de las que hemos dado:

 

 

  1. El acceso a la información y la lucha contra la censura 

 

En tiempos de la pandemia de 1918, la desinformación y la censura de la prensa fueron el catalizador de su rápida propagación en el mundo. De hecho, es por esa y no por otra razón que se llama “Gripe Española”[3]: porque al ser España un país neutral durante la Primera Guerra Mundial se convirtió en una fuente primaria de información sobre la pandemia frente la censura que aplicaban las demás potencias en conflicto, que ocultaban la cifra de decesos e infectados. Incluso en los países que no eran sujetos de la censura por la guerra, en la mayoría de la prensa de la época encontramos avisos educativos sobre la higiene de las manos y el cuidado de los gérmenes, pero muy poca información sobre la escala verdadera de la pandemia[4], ya que para ese momento se creía en la tesis de la “turba enloquecida” y los medios tenían miedo de desatar el pánico social. Por ejemplo, los editores de periódicos australianos aplicaban la “auto-censura” y la “cláusula moral” en cuanto al uso de la palabra “plaga” para referirse a la pandemia, e intentaban presentar las noticias de la forma más positiva posible, evitando incluso asociaciones con la “peste negra”[5]. También, otra anécdota es que el periódico italiano más importante de la época, el Corriere della Sera, quiso informar de primera mano las muertes totales diarias por la gripe hasta que las autoridades civiles los obligaron a detenerse bajo el argumento de que estaban “agitando la ansiedad en la ciudadanía”[6].

Actualmente, con la crisis del COVID-19, varios periodistas y médicos han cuestionado la actuación de la República Popular China, que desde la aparición del virus en diciembre, ha aplicado sistemáticamente la censura y la persecución a quienes advertían de la pandemia, bajo el argumento de que se “perturbaba la paz social”. Hoy es claro que la censura del régimen comunista chino, escondió la extensión de la pandemia por semanas y para ese momento ya miles de personas con el virus habían viajado a Estados Unidos e Italia, que actualmente son los mayores focos de coronavirus en el mundo. Un informe reciente de la reconocida organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras, ha puesto en evidencia la represión del régimen chino a quienes informaron sobre la pandemia y también un estudio de la Universidad de Southampton ha sugerido que el número de casos de COVID-19 en aquel país pudo haberse reducido un 86% si se hubieran tomado las medidas de aislamiento y cuarentena al menos 20 días antes de lo que se tomaron, en lugar de estar ocupados ocultando información y encarcelando a quienes hacían pública la gravedad de la pandemia.

Lo cierto es que se ha demostrado –con esta y con las lecciones del pasado–  que la censura, la subestimación y la incredulidad ante el peligro que representa una pandemia, no funciona. En ese sentido, la prensa libre, la libertad de expresión y los medios de comunicación locales, son esenciales no sólo para las democracias y la rendición de cuentas, sino que también son vitales para evitar crisis de salud pública de la magnitud de esta pandemia.

 

 

  2. Más multilateralismo, integración y globalización

 

Los historiadores suelen ubicar el fin de la primera globalización (1870-1920), precisamente unos años después de la Primera Guerra Mundial[7] [8] y, desde luego, de la pandemia, que sería una más de las tantas justificaciones para levantar fronteras y virar duramente de una economía global basada en el patrón-oro, hacia las economías nacionales. Luego del “final estremecedor” de la primera globalización, cobró mucha más fuerza el estallido de los nacionalismos y los extremismos, también continuó la rivalidad militar entre potencias, continuaron los movimientos pangermánicos que unos años después darían origen al fascismo y al nazismo, y finalmente emergió fortalecido el aislacionismo y la preeminencia del Estado-nación sobre la globalización. Un ejemplo de esta tendencia anti-globalización fue que precisamente durante la Gran Guerra y la pandemia, surge el pasaporte[9] de hoy en día, básicamente en un principio para controlar los flujos de personas y la migración hacia los países en conflicto, pero incluso después de la guerra estos controles se mantuvieron, y se han convertido en procedimiento estándar hasta el día de hoy.

Hoy, nos enfrentamos a un escenario similar donde movimientos como el euroescepticismo, el separatismo, el autonomismo, el Brexit y los populismos de todo cuño parecen exacerbar cada vez más un malestar hacia la globalización con discursos polarizantes y anti-sistema, que comienzan a debilitar y atomizar las democracias liberales basadas en el consenso. Todo apunta a que nos dirigimos de nuevo como humanidad a una era de nacionalismos y fronteras cerradas, con mucho más controles biopolíticos con permisos sanitarios que impactarán en el libre desplazamiento de personas por el mundo.

Es por ello que en lugar de repetir los mismos errores, hoy en día se hace imprescindible apelar al espíritu global y a los beneficios civilizatorios de la globalización tanto en términos económicos, de crecimiento, desarrollo y mejoramiento de nuestro nivel de vida, de expansión comercial, de innovación tecnológica, perfeccionamiento de las comunicaciones; e incluso beneficios más intangibles como el intercambio cultural, el mantenimiento de la paz, la gobernanza y la perspectiva de Derechos Humanos universales.

 

 

  3. Repensar los modelos de sanidad pública y privada

 

La idea de sanidad pública universal ─si bien nace en la Alemania de Bismarck hacia finales del XIX y en la Inglaterra de Beveridge a principios del XX─ se concreta finalmente en Europa y en muchos países del hemisferio, a partir de la pandemia de influenza de 1918; así como también la idea de cobertura de pólizas de salud de empleadores hacia sus empleados, que se implementaría mayormente en los Estados Unidos a partir de la década de 1920 hasta nuestros días. Asimismo, se desarrolló la epidemiología como disciplina y muchos países comenzaron a recopilar estadísticas con información sobre las infecciones (e incluso enfermedades crónicas), para así desarrollar políticas de salud. A partir de 1920, también como resultado de la pandemia, los gobiernos comienzan a crear y re-organizar ministerios de sanidad y desde entonces, líderes y expertos en salud pública comenzarían a formar parte de los gabinetes de gobierno y la salud pública pasaría a ser una de las tantas responsabilidades del Estado moderno, devenido en Estado de bienestar[10]. De tal suerte que (sobre todo en los países del hemisferio occidental), el estado de salud de una nación, con el tiempo, pasaría a ser una suerte de “indicador” de su estatus civilizatorio y de modernidad[11].

En el presente, especialmente en la mayoría de los países desarrollados, repensar el modelo de sanidad es impostergable. No se trata de reducir el gasto sanitario, pero sí ─por ejemplo en el caso de Estados Unidos─ de racionalizar la demanda sanitaria para hacer la cobertura más accesible a todos. Si bien está comprobado y muchos concuerdan en que la medicina preventiva es la que garantiza más bienestar social en el largo plazo, hoy se evidencia que incluso en los países con los mejores adelantos en investigación y diagnóstico, si no hay quien racionalice la demanda sanitaria, ésta se va a disparar y se va a volver impagable e inaccesible para la mayoría de la población[12]. En el caso europeo, si bien la cobertura es más universal y accesible a la población porque el gasto y la demanda sanitaria es racionada fuertemente desde el Estado[13]; la oferta de servicios sanitarios es más limitada y restrictiva que la estadounidense.  

Por otra parte, América Latina y las demás regiones en vías de desarrollo van a ser las más afectadas en esta pandemia porque son las regiones que menos gozan de cobertura sanitaria pública y privada para su población. Esta región, en su mayoría, tiene sistemas de salud débiles, disfuncionales e ineficientes que incluso en una situación de normalidad están sobrepasados, y que lo más probable es que después de esto, queden totalmente colapsados. Así que esta crisis debe ser un llamado de atención para todos los países del mundo que están siendo afectados por la pandemia para que se replanteen los modelos de sanidad pública y privada y para que el sector público, el privado, la academia, las ONG’s, los organismos multilaterales, etc., encuentren soluciones al viejo dilema entre la salud y la sanidad gratuita y universal como derecho humano versus la salud como un bien con valor económico que debe cubrir una demanda y ser eficiente.

 

 

  4. Controlar el gasto público y la inflación 

 

Luego de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de 1918, vino lo que se conoce como el Período Entreguerras, que se caracterizó en sus primeros años, principalmente por continuas crisis económicas, que llevaron a países como Austria, Hungría y Alemania al pánico financiero y al caos social. Antes de la Gran Guerra, el patrón-oro era el principio regidor más poderoso del capitalismo global. Cuando éste llegó a su fin, las economías nacionales giraron al proteccionismo y antepusieron sobre el libre comercio, el “comercio justo” y las barreras comerciales. Además, las naciones europeas se endeudaron con créditos a los Estados Unidos para poder financiar la guerra y la recuperación, que sólo pudieron enfrentar imprimiendo dinero: el resultado fue una oleada de brutales inflaciones e hiperinflaciones, que destruyeron las monedas, las economías, la capacidad de ahorro e incluso el tejido social de las naciones europeas[14]. Los efectos de esta devastación económica fueron el descrédito y el desprestigio a los políticos tradicionales y a los grandes capitalistas que “parecían ignorar el sufrimiento que la hiperinflación impuso a las clases medias y trabajadoras”[15]. El resultado fue una desafección absoluta hacia la democracia y una inclinación hacia opciones políticas autoritarias, siendo el ejemplo paradigmático la caída de la República de Weimar y el surgimiento del nazismo en Alemania.

En 2020, el reto es evitar que los gobiernos, para enfrentar la crisis del COVID-19, aumenten el gasto público y lo financien con déficit fiscal, endeudamiento y, consiguientemente, con devaluación e inflación. También, que impongan rigideces laborales y controles de precios que afecten los incentivos y la productividad del sector empresarial, y que disparen el desempleo, la escasez y hagan colapsar la economía. Sin embargo, ya muchos países han anunciado paquetes de rescate económico ante la crisis que parecen apelar a la vieja fórmula antes descrita. Esperemos que en la mayoría de los casos sean medidas excepcionales que atiendan el corto plazo y no se conviertan en el cánon de las décadas siguientes. 

 

Conclusión

Seguro habrá más lecciones que se nos escaparon nombrar en este ensayo, lo cierto es que pareciera que aprendimos poco o nada del siglo XX. Un siglo que no dejó de demostrarnos nunca que la moderna confianza en la idea de progreso no era más que un espejismo y un engaño. Y que aquellos “raptos de barbarie” que solíamos creer lejanos de nuestra cúspide civilizatoria, lamentablemente siempre están latentes en las sociedades, esperando brotar en el momento menos esperado. En ese sentido, el COVID-19 nos impone un reto descomunal y sin precedentes como humanidad, pero si no aprendemos las lecciones del pasado, es difícil que podamos enfrentar el presente y, mucho menos, que podamos pensar el futuro.

 

Fuentes primarias:

  • Hemeroteca de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (Washington, D. C.)

https://chroniclingamerica.loc.gov/search/pages/results/?state=New+York&date1=1917&date2=1919&proxtext=influenza&x=0&y=0&dateFilterType=yearRange&rows=20&searchType=basic

  • Colección de imágenes Harris & Ewing. Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (Washington, D. C.)

https://www.loc.gov/item/2016648028/

Notas

[1] Spinney, Laura. Pale rider. The spanish flu of 1918 and how it changed the world. New York. Public Affairs. 2017. Pp. 149

[2] Barry, John. The great influenza. The epic story of the deadliest plague in history. New York. Penguin Books. 2004. Pp. 8

[3] De hecho, de todas las teorías sobre el origen de la “gripe española”, la evidencia epidemiológica apunta  a que se originó realmente en los Estados Unidos, en la base militar de Camp Funston, en Haskell County, Kansas, en marzo de 1918 (Spinney, Laura. Ob Cit. Pp. 137)

[4] Spinney, Laura. Pp. 88

[5] Barry, John. Ob Cit. Pp. 228

[6] Spinney, Laura. Ob Cit. Pp. 88

[7] Judt, Tony. Algo va mal. Barcelona. Taurus. Pp. 131

[8] Frieden, Jeffry. Capitalismo global. Barcelona. Crítica. Pp. 173

[9] Judt, Tony. Thinking the twenty fist century. Pp. 16

[10] Spinney, Laura. Ob Cit. Pp. 218

[11] Ídem.

[12] “A View of Health Care from Around the World” https://www.wickhamservices.com/2014/08/view-health-care-around-world/

[13] En Europa, bien sea a través del modelo de sanidad pública (modelo Beveridge, que es el que tienen España, Inglaterra y los países nórdicos) o del modelo de seguros obligatorios estatales (modelo Bismarck en Alemania).

[14] Frieden, Jeffry. Ob Cit. Pp. 182

[15] Ídem.

El nuevo normal: el mundo después del Coronavirus 

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Nadie esperaba los cambios del 2020. No podíamos imaginar que hoy estaríamos afrontando una pandemia, el encierro y la incertidumbre. 

Si alguien hubiera preguntado hace diez meses cómo sería el 2020, seguramente alguien habría hablado de sus planes educativos, financieros o de negocios, otros se habrían referido a los vientos políticos mundiales, algún evento deportivo o a la continuación de los problemas sociales de la humanidad.

Nadie podía decir en aquel momento que tenía soluciones para el futuro, pero al menos creíamos tener certeza. No podíamos imaginar que hoy estaríamos afrontando una pandemia, el encierro y principalmente enfrentando a la incertidumbre. Una como la que no habíamos visto en mucho tiempo y que presenta una serie de riesgos importantes. 

Retrocesos en el proceso de globalización

La revista Foreign Policy publicó recientemente un artículo en el cual se refería a las políticas de cierre de fronteras para el libre paso de personas y bienes como un regalo para los movimientos nacionalistas o proteccionistas que venían avanzando en el mundo en años recientes.  

Según el autor, después de la crisis podría fortalecerse la idea de gobiernos que priorizan lo nacional por encima de la cooperación armoniosa entre países. Incluso en la Unión Europea, famosa por sus altos niveles de interconexión, Francia y Alemania han prohibido la exportación de mascarillas, aplicando excepciones al libre comercio en una región exitosamente integrada.  

La globalización será una idea difícil de vender en un mundo que ve nuevos riesgos en la excesiva interconexión que viene a sumarse a la xenofobia y a la dificultad que tienen los países para enfrentar la migración.

Discusiones sobre el tamaño y capacidad del Estado

En este momento de crisis la gente volteó a ver a sus gobiernos para resolver el problema. Al hacerlo algunos países se encontraron con gobiernos capaces pero sobrepasados por la situación, mientras que otros se encontraron totalmente desamparados pues jamás se preocuparon por construir gobiernos eficientes.

La tentación frente a una crisis de esta magnitud, es que las democracias del mundo occidental se decanten por Estados más grandes, burocráticos, policiales pero no necesariamente más eficientes. Es un riesgo real que se comiencen a experimentar retrocesos para la libertad y que se construyan gobiernos que priorizan su capacidad de actuar por sobre las libertades individuales. Esto podría romper el sano balance que habían alcanzado algunos países que tenían gobiernos eficientes mientras mantenían índices aceptables de libertad.

Mayor descrédito sobre la democracia

¿Pudo el régimen autoritario chino enfrentar mejor la crisis que el mundo democrático? Probablemente sí, sin embargo, para creerlo tenemos que confiar en los datos que proporciona un gobierno que silenció al médico que intentó poner la voz de alarma sobre lo que estaba pasando y que fue citado a mitad de la noche para una reprimenda por su exabrupto. El doctor Li Wenliang moriría poco tiempo después por el Coronavirus.

Los elogios que recibe el régimen autoritario chino, son elogios al autoritarismo de un régimen que tiene poco respeto por los derechos humanos y que, como recuerda el New York Times en este artículo, ha atacado sistemáticamente al periodismo, las redes sociales, las organizaciones no gubernamentales y a todo aquello que pueda obligarle a rendir cuentas.

Los chinos usaron la capacidad represiva de su Estado autoritario para intentar ocultar el problema mientras pudieron y también tomaron muchas malas decisiones, de allí el peligro de tenerles como ejemplo frente a la crisis. Siempre será más difícil atender problemas sociales en democracia, como hace buena parte del mundo occidental, pero es preferible en el largo plazo. No es casualidad que los gobernantes que menos aprecio muestran por la democracia sean lo que parezca que mejor están manejando esta crisis.

El nuevo normal

El mundo experimentará retrocesos sociales importantes, los países ricos lucharán por reconstruir sus economías con ciudadanos más temerosos, un efecto natural de la incertidumbre. Mientras los países pobres saldrán de esto más pobres y con mayores dificultades para enfrentar sus problemas históricos.

Muchas personas coinciden en que la humanidad tiene buenas posibilidades de salir adelante, al menos la mayor parte de la humanidad. Pero esto depende completamente de las decisiones que tomen los políticos del mundo, decisiones que inevitablemente cambiarán el curso de la historia. Sin importar el desenlace que tenga la crisis, el costo humano, económico, político y social que tendrá la pandemia nos llevará a vivir en un mundo muy distinto al que conocemos hoy, un mundo de mayor incertidumbre.

Coronavirus e impacto económico: necesaria una mesa de expertos

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¿Cuál es el impacto económico de la crisis del Coronavirus y cuáles son sus soluciones? 

La pandemia del COVID-19 es una de las peores de nuestra historia reciente. Algunos trazan paralelos con la pandemia de la influenza española de 1918-1920 que llegó a causar 39 millones de muertes, un 2% de la población mundial de entonces.

Impacto económico

Está por verse cuál será el desenlace en términos de sanidad, aún es muy pronto para saberlo. Pero lo que sabemos ya es que las medidas de confinamiento que se han impuesto en varios países tienen efectos económicos muy fuertes.

Por un lado, hay un shock en la oferta de bienes, pues el parón de actividades hace que el mundo vea mermada su producción. Naturalmente hay un shock de demanda porque las personas no pueden consumir ciertos bienes o servicios porque no están disponibles y, a medida que pasa el tiempo, porque ven una merma en sus ingresos como consecuencia de la inactividad productiva de las empresas. 

Las soluciones a este drama económico no son sencillas. Los expertos en materia económica de las naciones desarrolladas tienen discusiones serias y los equipos asesores de los gobiernos han emprendido poderosos paquetes de ayuda.

EE. UU. toma medidas equiparables a las de la recesión de 2008

La Reserva Federal de EE.UU. ha anunciado y tomado medidas similares a las vistas durante la crisis de 2008: la compra de US$700 millardos de deuda del tesoro y de activos respaldados por hipotecas, recorte del tipo de interés de fondos federales en 1 punto porcentual, reactivación el Primary Dealer Credit Facility y del Term Asset-Backed Lending Facility, estos dos últimos paquetes fuertes de inyección de liquidez.

El gobierno de EE.UU. aprobó el 6 de marzo la Coronavirus Preparedness and Response Supplemental Appropriations Act donde asignó US$8.6 millardos para equipo médico y de salud, aprobó el pasado 18 de marzo la Families First Coronavirus Response Act donde se destinarán aproximadamente US$183 millardos para financiar pago de licencia por enfermedad a los trabajadores, ampliar los beneficios de desempleo, financiar pruebas gratuitas de coronavirus y dar ayuda alimentaria y médica a las personas afectadas por la pandemia. Ahora mismo se discute en el senado otro paquete de US$2 billones en ayudas adicionales.

En Europa

El viejo continente vemos que los gobiernos despliegan sus arsenales para hacer frente a la crisis que puede ocasionar la pandemia. El Alemania, el gobierno anunció que pondrá a disposición €500 millardos para financiar empresas afectadas por la inactividad, dará créditos a la exportación y el Bundestag discute una ley para ampliar los subsidios a trabajadores afectados por la crisis en ampliación del kurzarbeitergeld.  Este programa permite la reducción de horas de trabajo de los empleados y el gobierno acababa pagando el equivalente 2/3 del salario del trabajador en compensación por la reducción de horas trabajadas.

En Francia, Macron ha ofrecido apoyo presupuestario ilimitado para apoyar empresas y trabajadores afectados por el cese de operaciones que conllevan las medidas para combatir la pandemia. Ha ofrecido un mecanismo de ayuda para trabajadores desempleado por esta crisis y sus municiones para apoyar la economía incluyen tambíen €300 millardos de garantía a préstamos bancarios e incluso se plantean comprar acciones de empresas en serios aprietos como Air France.

En el Reino Unido Boris Johnson ha prometido hacer “lo que haga falta” para sostener la economía. Londres estableció un paquete de ₤330 millardos para garantizar préstamos directamente financiados por el Banco de Inglaterra para grandes compañías y una abolición por un año de impuestos a la propiedad para todas las empresas en sectores afectados. Habrá subvenciones disponibles para compañías pequeñas y un ofrecimiento de 3 meses de gracia a los créditos hipotecarios.

Guatemala: el Congreso no tiene la capacidad para articular soluciones

Lo anterior es simplemente un repaso a las medidas extraordinarias que se plantean las naciones ricas. Ni por asomo el Estado de Guatemala tiene la capacidad de emprender tan titánicas políticas (tampoco son todas medidas apropiadas).

Sin embargo, sirva lo antes expuesto para señalar la magnitud del problema. En estos momentos el Congreso ha creado una comisión especial para discutir medidas legislativas para paliar la crisis. Lo que hay es una serie de propuestas bien intencionadas, pero no hay un plan articulado.

El presidente está ocupado apagando los fuegos que genera el seguimiento al Coronavirus y durante su visita al Congreso hizo peticiones muy generales: ampliación presupuestaria (ya la había pedido antes), ley de leasing financiero para el Estado, aprobar la iniciativa 5157 que reforma ley de bancos y un decreto para diferir el pago del ISO.

Ante la inmensidad del problema, la propuesta es muy sencilla: el gobierno debe nombrar una mesa de expertos en materia económica para que formulen un plan comprensivo para hacer frente a la crisis. Luego, debe traducir ese plan en medidas legislativas o políticas concretas. La actual comisión del congreso no tiene los insumos suficientes para sacar adelante un plan suficiente para los momentos tan complicados que vivimos.

Globalización en tiempos de pandemia

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Mientras el mundo batalla una de las peores desgracias de los últimos 50 años, los beneficios de la globalización se vuelven a poner sobre la mesa del debate internacional.

La tecnología nos permite interactuar con personas que se encuentran a kilómetros de distancia sin siquiera movernos de nuestros hogares. Hacer transacciones en cualquier parte del mundo es tan sencillo como dar un click. La globalización nos ofrece un mundo interconectado en el que es posible satisfacer nuestras necesidades y perseguir nuestros objetivos de manera más sencilla.

La información disponible del mundo entero y en tiempo real puede estar en la palma de nuestras manos. Todo esto es producto de años de la creatividad humana que propone soluciones a los problemas de siempre; y el ingenio de otros que nos permite soñar con la posibilidad de un nuevo y mejor futuro.

Ahora bien, la historia es testigo de que en la medida en la que el mundo se ha vuelto más complejo, sus problemas también se han intensificado. Juntos hemos enfrentado amenazas comunes como las pandemias, las guerras y los desastres naturales. Este año, y de manera inesperada, nos enfrentarnos a una de ellas.

La peste negra, la cólera y la gripe española -por mencionar algunas de las peores pandemias- provocaron la muerte de varios miles de millones de personas. Pero la experiencia acumulada y la innovación nos han permitido hacerles frente de manera más efectiva. Una tendencia consistente es que en la medida en la que la razón humana y la tecnología se combinan, se produce una reducción gradual en las tasas de mortalidad para estas enfermedades.

La expansión de nuestras redes sociales y comerciales implica responsabilidad en muchos aspectos. La libertad de interactuar con personas en otras partes del mundo es – y debe ser- inseparable de la responsabilidad de las acciones en lo individual para hacer de nuestro mundo un lugar mejor.

Ante la amenaza global que enfrentamos, muchos gobiernos han cerrado sus fronteras. Cientos de noticias con desinformación han viajado a través del mundo provocando pánico para quienes las leen. Ese miedo nos ha arrojado a creer que la interconectividad que disponemos hoy nos ha vuelto más vulnerables. No quedan dudas que hay algunos riesgos en las múltiples transacciones que ocurren a diario, sin embargo, los beneficios los superan por mucho y en todo caso, es la misma globalización la que nos ofrece alternativas para ellos.

La globalización no nos hace más débiles, por el contrario, más fuertes. Es a través de esa capacidad de generar más y mejor conocimiento que se logran encontrar soluciones a problemas complejos como el que hoy enfrentamos. Es unidos, como siempre lo hemos hecho- y con el intelecto de muchos individuos trabajando al unísono para dar respuestas a las encrucijadas de los tiempos que lograremos sobreponernos una vez más a esta amenaza común.  

La globalización no debe ser vista como un enemigo, sino, como lo que es y debe seguir siendo, nuestro mejor aliado.

 

¿Parar para no morir o morir por parar?

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Corto

El dilema de un país pobre, poco competitivo y con alta informalidad

 

En China, Corea del Sur y Alemania la ruta para contener el avance del Covid-19 parece estar clara: programas masivos de exámenes para rápida detección del virus y cuarentenas totales o parciales (ya sea por territorio, demografía, actividad). Sin embargo, estos tres países se encuentran entre los 15 más ricos del mundo y con sistemas de salud que se encuentran entre los primeros 30 a nivel global.

En cambio, en Guatemala, dado que el sistema de salud pública y la seguridad social han sido víctimas durante décadas del abandono y del saqueo, existen serias dudas sobre la capacidad del sistema de atender masivamente a cientos o miles de personas contagiadas con Covid-19. A modo de ejemplo, tenemos una tasa de 0.6 camas de hospital por cada 1,000 habitantes (la más baja de América Latina).

Ante este escenario, la medida más coherente era una cuarentena preventiva. Bajo un análisis comparado, Guatemala fue de los países que implementó de forma más temprana medidas de limitación de eventos públicos, cierre de fronteras, suspensión de actividad económica y toque de queda, en relación con el número de días después de presentarse el primer caso. La lógica era clara: evitar la propagación y contagio del virus cuando los focos de contagio eran pocos y estaban relativamente bajo control.

Sin embargo, existe una segunda variable que complica el escenario: en Guatemala no tenemos el nivel de prosperidad de los países que han sido más exitosos en enfrentar la pandemia. A pesar del espíritu emprendedor, la baja competitividad sistémica provoca que muchas empresas -de todo tamaño y sector- operen con márgenes estrechos. Con un PIB per cápita (nominal) de $4,500.00 y un 70% de la población en la informalidad, simplemente en Guatemala muchas personas viven y operan “al día”. Tampoco tenemos la fortaleza institucional, fiscal y financiera para hacer frente a los efectos económicos de la crisis.

He ahí el dilema sin respuesta de la crisis Covid-19: las carencias del sistema de salud obligan a parar y suspender la actividad económica para prevenir contagios masivos y evitar así una catastrófica saturación de los servicios médicos. No parar actividades es casi una sentencia de muerte para muchos. Pero, por otro lado, dada la fragilidad del escenario económico, suspender actividades -por unos días- puede llevar a cientos (o miles) de empresas a la quiebra, además de dejar a millones de personas -ya sea en la formalidad o informalidad- sin esa fuente de ingresos que les permite vivir al día. Para ellos, parar es morir.

De acuerdo con los modelos comparativos, el crecimiento exponencial en la tasa de contagios dentro de un país tiende a presentarse a partir del D+10 (el décimo día a partir del primer caso reportado). Para Guatemala ese margen temporal empezó a contar a partir de la presente semana. Por ello, la suspensión casi total de actividades decretado desde el 23 hasta el 31 de marzo, tiene todo el sentido.

El problema radica en que aún no está claro cuán extensa debe ser la suspensión de actividades para reducir la tasa de reproducción del virus (R0 en epidemiología) por debajo de 1 (lo que implica que por cada persona contagiada recuperado se contagia sólo una persona), factor que indica que los sistemas de salud ya no están bajo riesgo de colapso. En Corea del Sur, gracias a una cuarentena draconiana y al testeo extensivo, se logró reducir el R0 del Covid-19 a un manejable 1.5; pero luego de un paro nacional de casi 60 días. Caso similar ocurre en China: tras dos meses de cuarentena, hasta ahora empieza a reducirse la tasa de contagio. Europa, Estados Unidos y América Latina apenas están al inicio de la cadena de suspensión, por lo que aún no hay datos sobre el tiempo requerido para detener la pandemia.

Ahí la pregunta del millón. ¿Aguantaría la economía guatemalteca una suspensión de actividades de 60 días? ¿Cuántas medianas, pequeñas y micro empresas, cuántos trabajadores por cuenta propia, cuántos profesionales o cuántas personas en la informalidad pueden sobrevivir un paro de dos meses? ¿A partir de qué momento se agudiza la disyuntiva entre “parar para no morir” o “morir por parar”?

Y sobre todo, al momento de presentarse esa disyuntiva ¿por cuál ruta terminarán optando las autoridades?  Ese es el complejo dilema que se cierne sobre Guatemala en el corto plazo.

 

Fotografía Cortesía de Prensa Libre. Crédito: Carlos Hernández Ovalle

 Fotografía de Prensa Libre/ Carlos Hernández Ovalle

Coronavirus, una pandemia de desinformación

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La política en la era de la posverdad se ha encontrado con la pandemia del Coronavirus. La precisión de las declaraciones de los gobiernos podría tener consecuencias de vida o muerte. Es importante que informen correctamente a la población.

A medida que las autoridades de salud pública en todo el mundo luchan contra el nuevo Coronavirus, COVID-19 siendo su nombre correcto, existen otros obstáculos a los que también debemos ponerles atención: la desconfianza en los medios de comunicación, declaraciones irresponsables de los gobernantes y la desinformación en redes sociales.

El COVID-19, al igual que otras enfermedades del pasado, viene acompañado de teorías de conspiración que se han propagado tan rápidamente como el propio virus. Se comparten recetas mágicas para curar el virus por grupos de Whatsapp, videos que generan pánico en la población y hasta mensajes de racismo que asegura que todo es culpa de los chinos.

En la era de la polarización y la “posverdad”, la vida de miles de personas depende en gran parte en el uso responsable de la información. Los gobernantes y las autoridades del sistema de salud tienen una tarea titánica. A pesar de esto, presidentes como AMLO y Trump se burlan de la crisis y llaman a darse abrazos fraternales o se niegan a hacerse las pruebas de diagnóstico, respectivamente. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya considera el brote del nuevo Coronavirus como una pandemia y solicita a los gobiernos a activar y ampliar los mecanismos de respuesta a emergencias; comunicarse con las personas sobre los riesgos y cómo pueden protegerse; encontrar, aislar, probar y tratar cada caso de COVID-19 y rastrear a las personas con las que haya estado en contacto.

Guatemala, con un sistema de salud tan débil, necesita de la prevención para hacerle frente a COVID-19. El presidente y autoridades locales tienen la obligación de comunicar en todos los idiomas del país los protocolos de higiene. La OMS indica que es importante lavarse las manos con frecuencia, usar geles hidroalcohólicos, mantener una distancia mínima de un metro con aquellas personas que tengan síntomas asociados a la enfermedad, y evitar tocarse la boca, nariz u ojos.1 

Cuando hablamos de prevención, también debemos pensar en la información que leemos y compartimos; es muy importante verificar que este contenido sea cierto. Podría haber varios efectos devastadores con toda la información falsa que está circulando. Ya tenemos personas vaciando los supermercados; el siguiente nivel son los asaltos por la histeria masiva, creyendo que el mundo está a punto de terminar. O, peor aún, aquellos que se niegan a creer que la enfermedad es realmente una amenaza y, a su vez, descartan la importancia de lavarse las manos o ir al hospital si están enfermos, o incluso confiar en sus médicos.

En un mundo tan saturado de información, las consecuencias de un mal manejo de la comunicación sobre el COVID-19 son vida o muerte. Los ciudadanos debemos saber escuchar las voces correctas y los gobernantes necesitan precisión en sus declaraciones. El impacto de esta enfermedad en los países depende en gran parte de esto.

La divulgación de contenido falso y malicioso sobre el Coronavirus ha sido un drástico recordatorio de la batalla cuesta arriba que realizan los investigadores y las empresas de internet. Facebook, YouTube y Twitter indicaron que están esforzándose para que la gente se dirija a fuentes confiables de información médica, y tenga líneas directas de comunicación con la OMS y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.2

En Guatemala ya tenemos el primer caso de COVID-19. Aprendamos las lecciones de Italia y España, donde sus gobernantes y ciudadanos no actuaron a tiempo; y son unos de los países con el mayor índice de propagación en Europa. Busquemos la prevención y exijamos a nuestros gobernantes decisiones responsables al respecto.

 


Referencias:

  1. https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public
  2. https://www.nytimes.com/es/2020/03/10/espanol/negocios/coronavirus-desinformacion-redes-sociales.html?te=1&nl=el-times&emc=edit_bn_20200313&campaign_id=42&instance_id=16694&segment_id=22167&user_id=64e238e22256ab77f12fbba56b4999ff&regi_id=8959005620200313

Pandemias en la aldea global

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Revolución de la movilidad, revolución de la información, interconexión global

Cuando el 31 de diciembre pasado se anunciaba el brote de una nueva cepa de Coronavirus en la provincia de Wuhan, China, la expectativa de afectar nuestras vidas cotidianas parecía remota. En 30 días, el número de pacientes afectados por el brote rondaba los 10,000. En 45 días, China, Corea del Sur, Irán e Italia eran los países más afectados por el brote y el número de afectados superaba los 70,000.

Para el día 60, el número de casos ya rondaba entorno a los 100,000 en más de 120 países.

Sin embargo, a partir del día 60 (1 de marzo) hasta ayer, la expansión de la enfermedad a nivel global ha crecido exponencialmente. En los 16 días de marzo, el número de casos identificados fuera de la China pasó de 8,000 a 88,000. Vivimos entonces la fase del crecimiento exponencial de la pandemia. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud formalmente reconoció al Covid-2019 como una “pandemia”.

En el ínterin, en Guatemala se respiraba un aura de tranquilidad. El reconocimiento tácito de nuestra posición tangencial dentro de la aldea global aunado a los controles aeroportuarios instalados desde la última semana de febrero así pensar que la pandemia nos afectaría marginalmente.

Hasta que eventualmente llegó. Primero, vía un turista que recién había visitado Italia (uno de los cuatro países más afectados originalmente) y luego, vía un grupo de visitantes a España. Y así, la revolución de la movilidad que Moisés Naím ha descrito, y que es una de las grandes manifestaciones de la aldea global del XXI nos trajo la pandemia a casa.

Sin embargo, otros fenómenos propios de la aldea global generan externalidades negativas. La revolución de la información, que nos permite seguir la evolución de la pandemia en tiempo real, genera una sobreabundancia de información. Las fake news proliferan, la desinformación fluye segundo a segundo y el pánico se multiplica con agilidad. ¿Cómo explicar entonces que en Guatemala, como en otros países de la región, escaseó el papel higiénico aún cuando no había casos confirmados ni se había implementado medidas de restricción de movilidad humana?

Así la respuesta de Gobierno ha sido efectiva. Los controles aeroportuarios tempranos permitieron identificar al universo de riesgo potencial con relativa facilidad (viajeros que visitaron países afectados por la pandemia). La suspensión de actividades educativas, deportivas, religiosas y espectáculos públicos se encamina ahora a limitar la propagación de focos de contagio local. El cierre de fronteras (gradual primero y absoluto ahora) se encamina a evitar que nuevos focos de contagio ingresen al país mientras las autoridades se enfocan en mantener bajo cuarentena y vigilancia los posibles focos de contagio local.

Previsiblemente, la siguiente fase será la limitación de la actividad cotidiana. La suspensión de ciertas actividades laborales y comerciales, el cierre de oficinas públicas, o incluso, la limitación de cualquier servicio no-esencial, tal y como ha ocurrido en Italia y España.

En cualquier escenario, el impacto social y económico será sensible. Sólo la cancelación de las actividades religiosas de Cuaresma (y quizá también) de Semana Santa implica una pérdida de varios cientos de millones de quetzales para los sectores turismo, alimentos, servicios, transporte, etc.  A ello sumemos el impacto en las cadenas de suministro globales. Ante este escenario, el siguiente paso para asegurar la oxigenación de la economía nacional requiere de una política monetaria tendiente a reducir tasas de interés, a implementar moratorias fiscales o flexibilidad de regulaciones laborales, que permitan mitigar la inminente desaceleración económica.

Y así como la pandemia llegó por la revolución de la movilidad, la revolución de las ideas y el libre flujo de información propio de la aldea global, nos da algunas luces de qué esperar en los próximos días y semanas.

El nuevo Tribunal Supremo Electoral

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La sesión del martes, 17 de marzo de 2020 terminó con la elección de 5 magistrados titulares y 5 suplentes para el periodo 2020-2026 del Tribunal Supremo Electoral (TSE). La elección fue accidentada porque estaba de por medio la discusión de otros proyectos que se propusieron para hacer frente al impacto económico de la pandemia del COVID19. Pero al final se eligió TSE.

 

Las diferencias con la elección de CSJ y Salas de Apelaciones

La principal diferencia entre la elección de TSE y la de Corte Suprema de Justicia (CSJ) y Salas de Corte de Apelaciones (SdeCdeA) es que la comisión de postulación era más pequeña. Frente a los 37 comisionados que forman las comisiones de postulación de CSJ y SdeCdeA, la de TSE está integrada por 5 miembros: el representante del Colegio de Abogados (Yuri Búcaro), el rector de USAC (Murphy Paiz), el representante de los rectores de las universidades privadas (Roberto Moreno de la UVG), el decano de Derecho de la USAC (Gustavo Bonilla) y el representante de los decanos de las facultades de Derecho de las universidades privadas (Juan José Rodil, U da Vinci). Cada cual con su respectivo suplente.

 Esta comisión envió una nómina de 20 candidatos de la cual el Congreso eligió a los 5 magistrados titulares y 5 suplentes. La segunda diferencia importante respecto de la elección de magistrados de CSJ y SdeCdeA es que para TSE se necesitan dos tercios de los votos totales, es decir, 107 votos. Era la primera vez que la alianza oficialista conformada por VAMOS, TODOS, UCN, FCN, Prosperidad Ciudadana, Unionista, VALOR, parte de BIEN, parte de Victoria, y parte del PAN, debía buscar el apoyo de la UNE para lograr los votos necesarios.

En ese orden de ideas, los acuerdos para nombrar a los magistrados titulares estuvieron por entre los 139 y 147 votos. En tanto que la elección de magistrados suplentes fue más reñida por la salida de UCN y otros diputados y se zanjó con la mínima de 107 votos.

 

Los cinco magistrados titulares:

Es difícil resumir los perfiles de todos, pero para tener una idea general, a continuación, damos unas líneas generales de los cinco magistrados titulares:

1.    Rafael Rojas Cetina

Actual magistrado de la CSJ. Leyó los tiempos y en 2016-17 fue un aliado de la lucha contra la corrupción protagonizada por MP y CICIG. Lideró la propuesta de reformas a la Constitución para el sector justicia, impulsó la ley de registro de agresores sexuales, por ejemplo. Con el paso del tiempo, pasó a ser defensor del status quo y un actor más hostil a las causas que se impulsaban desde el MP y CICIG. Muchos leen su nombramiento en esta clave.

2.    Mynor Custodio Franco Flores.

Es un viejo conocido del sistema de justicia. Tiene más de 30 años de servir al organismo judicial y lo ha hecho como magistrado de sala de apelaciones y de Corte Suprema de Justicia (CSJ). Se le recuerda porque fue parte del cuestionado proceso de elección de CSJ de 2009 en el cual el entonces comisionado de CICIG, Carlos Castresana, hizo señalamientos contra 6 integrantes de la nómina que envió la Comisión de Postulación, entre ellos Mynor Franco. Castresana hablaba de una estructura paralela, formada por el Rey del Tenis, Roberto López Villatoro. Finalmente, Franco fue designado a la CSJ y otros tres magistrados designados fueron reemplazados como consecuencia de los señalamientos.

3.    Blanca Alfaro

Fue alcalde de Masagua, Escuintla por el Partido Patriota en 2012 y por el partido LIDER en 2016. Las elecciones pasadas fue la compañera de fórmula de Edwin Escobar. Sin cuestionar sus méritos, el gran problema con su nombramiento es el notorio conflicto de interés que puede tener pasar de la política partidista directamente a la autoridad electoral.

4.    Irma Elizabeth Palencia Orellana

Era actualmente magistrada a Sala de Apelaciones y tiene un recorrido en el Estado como asesora del RIC y ha trabajado en la Procuraduría de Derechos Humanos. En 2012 estuvo en la terna para elegir PDH, pero fue elegido finalmente Jorge de León Duque. En 2017 estuvo cerca de integrar la terna final, pero por muy poco le ganó Ricardo Alvarado Ortigoza.

5.    Gabriel Aguilera Bolaños

Quizá el cuadro más interesante entre los magistrados titulares. Ha sido docente en varias universidades privadas y tiene experiencia en la práctica privada. Fue viceministro de trabajo en el anterior gobierno y luego asumió la cartera de trabajo. Fue ajeno a la embestida en contra de la lucha contra la corrupción que emprendió Morales y se caracterizó como un perfil técnico dentro de la administración anterior.

 

Los cinco magistrados suplentes:

En líneas generales, de los cinco magistrados suplentes, se puede decir esto:

1.    Marco Antonio Cornejo Marroquín

En el gremio es conocido por sus años en la práctica privada. Fue uno de los abogados de Efraín Ríos Montt en el juicio por genocidio y es de las filas del FRG. Con ese partido fue diputado al PARLACEN donde buscó la presidencia, pero la perdió contra Julio González Gamarra de la UNE.

2.    Noé Ventura Loyo

Es otro conocido del sistema de justicia guatemalteco. Ha sido comisario, oficial y secretario de tribunales y en 2009 y 2014 elegido magistrado de Sala de Apelaciones. Su elección en 2009 se atribuyó a vínculos con el extinto FRG, pues benefició en algún momento al general Ríos Montt. El año pasado fue protagonista por presentar un amparo contra la elección de Corte Suprema de Justicia. Su amparo fue declarado con lugar por la Corte de Constitucionalidad.

3.    Alvaro Cordón Paredes.

Tiene una trayectoria en la práctica privada. Trabaja en su firma de abogados, tiene varios posgrados y destaca en la vida pública ser árbitro de la Comisión de Resolución de Conflictos de la Cámara de Industria de Guatemala.

4.    Marlon Josué Barahona Catalán

Es un abogado con experiencia en la práctica privada y en la vida pública en varias instituciones, aunque no ha ocupado nunca una judicatura. Ha sido asesor en la PDH, Comisionado Presidencial de Transparencia y Gobierno Electrónico, letrado en la Corte de Constitucionalidad, asesor del presidente de la CC, entre otros.

5.    Gabriel Gómez

Sin duda uno de los perfiles más interesantes. Gabriel Gómez tiene experiencia en la prevención de delitos financieros y fue uno de los expertos que colaboró en la creación de la Ley contra el lavado de dinero, ayudó a diseñar la Intendencia de Verificación Especial (IVE) de la cual fue director y también colaboró en la creación del reglamento de la Ley de extinción de dominio. Ha ejercido en la práctica privada y fue vicepresidente regional de cumplimiento de Citibank. De 2009 a 2014 se desempeñó como magistrado de la Corte Suprema de Justicia.

 

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